domingo, 18 de diciembre de 2011

Suicidio perfecto

Jaritos*, el personaje creado por Petros Markaris*, debe investigar* los suicidios* de dos eminentes figuras* de la sociedad griega*.

Todas las palabras reseñadas y acompañadas de un (*) pasarán a ser explicadas a continuación según la definición dada por el diccionario Hoguerakos:

Jaritos, de nombre Kostas, no "Pa", graciosos. Comisario ateniense que padece el calor de su ciudad natal mientras dura su convalecencia*. Tras el primer suicidio* se ve obligado a seguir aguantando el calor pero ahora dentro del Mirafiori (su amado coche) mientras se enfrenta a la segunda gran pesadilla de la urbe, sus interminables atascos. Y sí, mientras lo hace, sigue de baja. Casado con Adrianí*, padre de Katerina* y subalterno de Guikas*, deja dos frases para el recuerdo por el momento y significado que cobran dentro de la obra: "Empeorando, la situación mejora" y "No quiero ser un desagradecido, pero ¿cómo es que al final me siento siempre como un gilipollas?

Convalecencia:  Estado en el que uno se encuentra cuando recibe un balazo dirigido a otra persona. Los interesados en los motivos y por qués, deberán leer el libro: "Defensa Cerrada".

Adrianí: Esposa de Jaritos* y madre de Katerina*, se ha ido convirtiendo, a lo largo de las novelas de la serie, en uno de los principales elementos utilizados por Markaris* para establecer la mentalidad imperante en la sociedad griega*. Una mujer "de esas de antes", con serios problemas a la hora de entender a las jóvenes actuales que prefieren estudiar a aprender a cocinar para conseguir un buen marido. Sus "no disputas" con el protagonista tienen visos de acabar convirtiéndose en algo épico. ¡¡Ojito con el episodio de la llave desaparecida del Mirafiori y con el no menos hilarante del aire acondicionado!!

Katerina: Llamada a ser la gran valedora de su padre y una herramienta muy útil a lo largo de las novelas, en ésta, sin ir más lejos,  es quien "levanta la liebre" al regalar la memoria de Favieros a su padre. Esta joven estudiante de derecho, que sirve de contrapunto a su madre, ha ido quedando relegada a un segundo plano con la aparición de su novio-prometido-salvador Janis*

Janis: El as que Markaris* se sacó de la manga en la segunda novela. Capaz de engatusar, cual  encantador de serpientes, a Adrianí* y de sacar lo mejor de Jaritos*, a quien, en esta novela, sirve de estímulo, contacto y chofer. Un cardiólogo "todo en uno" que hace que me plantee la posibilidad de tener una hija sólo para ver si da con uno tan "apañao" como éste.

Investigar: Carrera de obstáculos en el que un policía loco, que cree en su oficio y en lo que hace, se empeña en ir esquivando cuantas trabas y problemas le va planteando un caso hasta dar con la verdad*. Aunque parezca mentira a veces es el autor de los hechos, que se esconde entre las sombras, quien ayuda al policía y son quienes deberían echarle una mano (subalternos, jefes, políticos y amigos de la víctima) quienes intentan ponerle la zancadilla. Pero ¿que se puede esperar, de un mundo en el que un hombre recibe un disparo salvando a una víctima y durante su convalencia* le puede quitar el puesto un trepa? (ver, Yanutsos*)

Yanutsos: típico exponente del hijo-amigo-primo-de-alquien que si es capaz de mantener la boca cerrada y hacer un par de cosas bien llegará a lo más alto sin mérito alguno. Gracias a Dios este no lo es y entre eso y la habilidad de Guikas*, no consigue hacerse con el puesto de Jefe del Departamento de Homicidios o estaríamos hablando de una serie muy distinta.

Guikas: Si Adrianí es el fiel reflejo de la clase media-baja de la sociedad griega actual, Guikas lo es de los puestos más significados dentro del organigrama de cualquier administración. Es la voz de la vertiente política. Una persona especialmente hábil para "conseguir salvar la ropa" dentro de esa piscina llena de tiburones en que se está convirtiendo la maquinaria policial y judicial de los países mediterráneos, aunque, como en esta novela, a veces también él se lleva una honda sorpresa/decepción y se ve superado por los elementos. Un personaje que ha ido a más, distanciándose pasito a pasito del Vicequestore Patta de Donna Leon, más torpón y simple que el creado por Markaris. Alguno de sus intercambios con Jaritos* no tienen nada que envidiar a las "no discursiones" de éste con su señora.

Verdad: Concepto escurridizo que, como sucede con la atracción de la gravedad, parece ir perdiendo empuje cuanto más alto se encuentra uno en la pirámide clasista de la sociedad actual. Si se vive en cualquier sociedad mediterránea o, sin hacerlo, se ha leído a autores como Carofiglio, Donna Leon, Lorenzo Silva, Jean-Claude Izzo o Markaris, no debería ser necesario constatar que "no siempre nos hace libres" y, por desgracia, no siempre va de la mano de conceptos como justicia.

Suicidio: Muerte a manos de uno mismo. Si es en público y retransmitido por televisión debería ser, a priori, una de las pocas ocasiones en que la policía se pudiese permitir un descanso. Pero claro eso debe ser para quienes están en servicio activo, los que están convalecientes (ver convalecencia*) parecen padecer algun tipo de extraña atracción hacia algunos de estos sucesos en particular.

Eminentes figuras: 1. Sobrenombre con el que se conoce a quienes ocupan los (tan ansiados y nombrados) puestos más significativos dentro de la estructura social. Es precisamente la posición en la pirámide alimenticia la que les confiere el título de "eminentes" no su sabiduría ni catadura moral. Como se puede observar en la novela a través de personajes como Favieros o Stefanakos suelen ser individuos de doble moral. Sería un error confundir la imagen dada ante las cámaras y la opinión pública con la que muestran cuando no hay focos ante ellos. 
2. En los tiempos modernos se utiliza para referirse a quienes han sabido exprimir al máximo las "ventajas" ofrecidas por la globalización, los avances tecnológicos y la apertura de fronteras en su búsqueda de enriqucimiento.
3. Dicese de quienes no han dudado en extender sus garras a los países en vía de desarrollo buscando mano de obra ultrabarata y menos miramientos en ese absurdo que son "los derechos de los trabajadores y la prevención de riesgos laborales". 
4. Dicese de quienes en busca de riqueza y poder dejan de lado cualquier tipo de miramiento o consideración moral y se desprenden de cualquier vestigio ideológico pasado en su lucha por enriquecerse de manera desproporcionada y ostentar puestos de gran poder.
5. En tiempos pretéritos quienes se comportaban así eran llamados "chorizos", "sinvergüenzas" o "ladrones". Hoy son "modelos a seguir"

Sociedad griega: 1. Término utilizado para referirse a un tipo de sociedad mediterránea cuyo modelo económico ha entrado en quiebra. ¡Error!, el modelo que ha quebrado es el social, que ha llevado aparejado el económico, y no sólo allí, también en otras muchas sociedades.
2. Pueblo sociable que, dominado por el egoismo y la envídia, deja de lado cualquier idea de respeto hacia los demás en la búsqueda de la satisfacción y el progreso personal. La amplia mayoría de sus ciudadanos se deja llevar por pensamientos como: "si no me cuesta nada porque está subvencionado es que es gratis", "si he engañado por 10 euros y no me han pillado, ¿por qué no lo intento con 20?", "si Pepe (o Kalimeros o Gianni, depende de la sociedad mediterránea de la que estemos hablando) tiene una piscina, yo la quiero cubierta y con tobogán"...
3. Podría usarse como sinónimo de Sociedad italiana, española o portuguesa.
4. Relacionando el apartado 2 de esta definición con el apartado 5 de la definición de "Eminentes figuras" se puede decir que son sociedades en donde antes se consideraba "chorizos" y "sinvergüenzas" a quienes transgredían la ley, hoy se añade la coletilla "y tontos", limitando su uso sólo para referirse a aquellos que "se han dejado pillar porque han hecho una chapuza".

Petros Markaris
1. Autor griego de cierto renombre que se caracteriza por haber empezado a hablar de la crisis mucho antes que otros pero, sobretodo, por hacerlo sin pelos en la lengua y mostrando muchos de las situaciones y comportamientos que han originado la quiebra del sistema.
2. Espejo parecido al de la madrastra de Blancanieves, capaz de devolver siempre el reflejo imperfecto de nuestra persona, obligándonos a contemplarnos tal y como somos,y no a fijarnos sólo en las cosas que nos gustan de nosotros. Su "magia" reside en una extraoridinaria capacidad para captar la atención del lector que, aún cuando le cuenta cosas que no quiere oír, en ningún momento se plantea tirar el libro por la ventana. ¡¡Y encima lo hace con un tacto y una sensibilidad exquisita!!
3. A diferencia de otros autores este excelso narrador no da cobijo al lector. Aquí no cabe achacar los males a organizaciones delictivas (como la Mafia italiana de Donna Leon), a comportamientos individuales (como en la novela negra americana más clásica) o a comportamientos xenófobos o centrados en colectivos marginales (como pasa en la obra de Jean-Claude Izzo), aquí los culpables de muchos (no todos, afortunadamente) de los grandes males de la sociedad, somos todos nosotros. Así nos lo hace saber, mostrando la sociedad en todos sus estratos y niveles: amas de casa (como Adrianí), hombres del campo (como los padres de Janis), médicos (el propio Janís), periodístas (Sotirópulos), políticos y altos cargos directivos tanto de organismos estatales (como Guikas) como privados, estudiantes (Katerina) o más llanos, como puede ser un quiosquero o un camarero. Una mirada "a pie de calle" tan cautivadora como aterradora.
4. Objeto digno de encomio por quien escribe, que ha optado por rendir su particular homenaje a un autor superlativo preparando el post como un juego de definiciones en (espero que claro) homenaje al Dimitrakos, ese diccionario que ameniza los últimos minutos del día a Kostas Jaritos.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Nemesis - Harry Hole, vol. 4

En mi último post cometí la imprudencia de afirmar que Jo Nesbo era uno de mis escritores nórdicos favoritos. Una afirmación que por entonces sólo sustentaba en el buen regusto que me habia dejado la lectura de "Petirrojo", la tercera novela (primera publicada en España) con Harry Hole como protagonista. Afortunadamente, una vez concluída la lectura de "Némesis", el siguiente libro de la serie, he podido dormir tranquilo sabiendo que no había cometido ninguna temeridad.

He leído en algunos blogs que el volumen de sus libros puede ser un poco excesivo y  que, en ocasiones, la obra se hace larga.  Ese no ha sido mi caso hasta la fecha aunque debo reconocer que el haber tenido que leerlo de forma  discontinua  ha podido alterado mi percepción. Lo cierto es que en todo momento he podido disfrutar de Harry Hole en cada uno de los excasos ratos que he podido sacar, fundamentalmente porque su creador se centra más en dotar de profundidad a sus  personajes que en ir describiendo con todo detalle los entornos, permitiendo un acercamiento a cuantos pueblas sus novelas, algo que Camilla Lackberg a pesar de los fríos parajes de "La princesa de hielo" no ha conseguido.

Una de las cosas que me gusta de la serie es la decisión de elaborar tramas que no sólo se entretejen (normalmente en la novela hay más de una historia que discurren de forma paralela) sino que mantienen un hilo conductor común. En "Petirrojo" es el nacionalismo, que envolvía toda la novela y que servía para  mostrar la evolución política e ideológica de una sociedad (la noruega)  durante el último siglo, desde la forma en que vivió el surgimiento de la Alemania Nazi hasta nuestros días, con todas las heridas que aún permanecen sin cicatrizar. En "Némesis" se mezclan las dos concepciones de la palabra: por un lado "la venganza", un sentimiento que contamina a casi todos los personajes y les lleva a intentar , de una forma u otra, resarcirse de un agravio mientras en las radios y televisores se narra  la evolución de la invasión de Afganistan como represalia por los atentados llevados a cabo en suelo americano. Por otro el concepto de "Némesis" con la idea de "antagonismo" en referencia al duelo constante que se establece a lo largo de toda la novela entre Harry Hole y Tom Waaler, una rencilla que arranca de la novela anterior y que alcanza su climax cuando la evolución de las tramas pone a nuestro protagonista en la papel de forajido y a Waaler en el del detective devoto que de forma altruista emprende la caza de quien hasta entonces le acechaba.

La capacidad de Nesbo para conseguir llevar dos y en ocasiones tres investigaciones en paralelo sin incurrir en errores o caer en el absurdo o en el aturullamiento resulta sorprendente, pero no menos  que su facilidad para ser capaz de tocar la tecla del lector, llevándole a dejar de lado la tensión de la investigación para sumergirse de golpe y porrazo pero sin brusquedad alguna en la borágine emocional que supone la vida privada/amorosa de Hole, un personaje que, en esas ocasiones, se muestra mucho más vulnerable y frágil de lo que se ve durante el desarrollo de su labor de investigación.

Un libro notable del que no me gustaría despedirme sin reseñar cautro elementos que hacen de él algo más que una novela para pasar el rato: un primer capítulo que nos introduce en la trama de golpe, sin aviso, llevándonos de 0 a 100 en apenas 10 páginas; los dos interrogatorios protagonizados por ese enigmático y cautivador personaje que acaba resultando Raskol Baxhet, uno hilarante, con el Jefe del Grupo de Atracos, Ivaarson como protagonista (víctima) y el otro, su primer encuentro con Harry Hole, un tour de force del que no queda claro quien sale ganador; un revolver Jericho del ejercito israelí que  con su segunda aprición en la novela abre la puerta a la que promete ser una quinta novela apasionante y, por último, pero no menos importante, la aparición de la entrañable Beate Lonn y su "girus fusiforme", un personaje singular, buen contrapunto de Hole, que espero que acabe por convertirse en un elemento fijo a lo largo de la serie.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Las perfecciones provisionales

 Supongo (espero) que mi tendencia a catalogar y etiquetar las cosas, a comparar y establecer preferencias , sea más un rasgo distintivo que un defecto insubsanable. Aunque me gustar pensar que está más cerca de lo primero que de lo segundo, reconozco que a veces tengo mis dudas. Dudas que se acrecentan tan pronto como expongo públicamente esa parte privada de mí que subyace en esas elecciones.

Por mucho que lo niegue públicamente tengo mis preferencias en casi todo: cine, música, series de televisión y, por supuesto, libros. De hecho espero conmemorar mi primer año con el blog (si las circunstancias lo permiten) con una particular (y ficticia) entrega de premios. Entonces, como ahora, estoy convencido de que me resultará muy difícil explicar el porqué de ciertas elecciones, sólo puedo prometer intentarlo.

Dentro de la novela negra actual (o de las novelas que las editoriales engloban dentro de este amplio grupo) para mí existen tres subgéneros que me permiten etiquetar a la mayor parte de los autores: la americana (más norte que sur, pero americana, a fin de cuentas), la nórdica y la mediterránea. Sé que hay más, supongo que tantas como lectores, pero mis bloques de lectura dentro del género encuentran acomodo en estas tres grandes categorías, si bien soy consciente de que siempre hay excepciones, como la inclasificable (y querida) Fred Vargas o mi más reciente descubrimiento, Rosa Ribas.

Si alguien me pregunta, dependiendo del momento, existen un grupo de autores que se suceden en  la lucha por los puestos más elevados de mi podio particular. Una fluctuación que procuro evitar circunscribiendo la respuesta al tipo de novela de la que estamos hablando. Así, dentro de la novela norteamericana la cúspide la ocupa la extraña pareja formada por Dennis Lehane y John Connolly. Entre los nórdicos peco de poco popular pues, aunque incluyo a Henning Mankell mis preferencias actuales se decantan (cada vez más) por la maltratada serie en España de Konrad Sejer, el inspector creado por Karin Fossum y por el increible Jo Nesbo. Finalmente, dentro de la novela mediterránea se cobijan algunos de mis autores favoritos: el extinto Jean Claude-Izzo, Donna Leon, Petros Markaris o Andrea Camilleri.

Dentro de esta gran selección, de esta criba criminal que a ojos de más de uno me habrá hecho perder muchos puntos, faltan dos autores que para mí destacan a pesar de que no todo lo que escriben se circunscribe al género negro. Uno es español, se llama Lorenzo Silva y "su" Ruben Bevilacqua y "su" Alicia Chamorro eran hasta hace poco quienes coronaban mi Olimpo literario particular en solitario. Desde hace cosa de tres años comparten el puesto ex aequo con Guido Guerrieri, el abogado creado por Gianrico Carofiglio, que tantas buenas tardes me ha dado con sus cuatro novelas publicadas hasta ahora y cuya quinta espero como agua de mayo.

Intentar explicar el por qué sería algo parecido a intentar explicar por qué me conmueve "El Fantasma de la Ópera" de Gaston Leroux o como puedo encumbrar un relato tan corto como "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde" de Stevenson, supongo que todo se reduce a una mera cuestión de piel.

Guido Guerrieri tiene algo de cada uno de los personajes que más sigo de la novela mediterránea: la Italia de Brunetti con esa corrupción que mancilla las instituciones y ese gusto exquisito por la buena comida; la desesperación ante la vida que tiñe la mirada de Fabio Montale o la capacidad de Bevilacqua para  diseccionar la realidad actual con un par de comentarios afilados bajo una mirada hostilmente romática.  Pero lejos de convertirse en un mero "pastiche", el abogado de Bari se ha convertido en un ente complejo, real, tangible, que presenta la realidad mediterránea cotidiana con verosimilitud, sin dejar de lado las miserias de los individuos que la conforman: la soledad de quien sólo tiene consuelo en el trabajo, la de aquel que se enfrenta a un divorcio y cree que la vida pierde todo el sentido o aquel otro que intenta rehacer su vida y reencontrarse consigo mismo cuando aún hay tiempo. A lo largo de las cuatro novelas que se han publicado hasta ahora (¡ojala mi querida Karin fuese tratada con el mismo respeto!) se encuentra en constante cambio, fruto de la vida y las distintas pruebas a las que nos va sometiendo.

Guerrieri tiene algo que muchos otros personajes no tiene, una capacidad innata para generar empatía en el espectador ante cuanto le acontece. Es una persona normal (no sé si como tú que lees este post, pero desde luego, sí como yo), cuyos pensamientos y dudas me resultan totalmente familiares pues en uno u otro momento hemos pasado, sino por el "mismo lugar", por alguno muy parecido.

No soy parcial pero posiblemente ese es el gran mérito de Carofiglio, su capacidad para  haber construido un personaje que se te mete "bajo la piel", al que le coges cariño y con el que sufres cada vez que cae. Y otra cosa no pero "caer", lo que se dice "caer", Guerrieri lo hace con frecuencia y no siempre con elegancia. Y es que en el mundo de los mortales, donde si a uno le golpean pierde el sentido más pronto que tarde, resulta inevitable que el protagonista se equivoque, incluso cuando él mismo es consciente del grave error que está cometiendo. Incluso a veces, cuando es capaz de rehuir la tentación,  cuando obra bien, acaban saliéndole mal las cosas, pero eso también pasa.

"Las perfecciones provisionales" es, posiblemente, la mejor novela de la serie hasta la fecha. Quien lea la contraportada puede que espere encontrarse con una novela de investigación muy clásica, posiblemente esa persona deba seguir esperando...y esperando... y esperando... pues no lo es. La búsqueda en la que se sumerge Guerrieri tiene el resultado cantado desde el principio. No lo dudan los padres de la chica que ha desaparecido, no lo hacen los carabinieri ni, durante la mayor parte de la novela, lo hace "nuestro" abogado. Pero es el precio a pagar para seguir explorando a nuestro protagonista y la sociedad que le ha tocado vivir. 
 
Es esta una novela nostálgica, donde conocemos algo más de lo que fue su pasado antes de convertirse en abogado y de la suerte dispar que ha tenido quienes estudiaron con él. También es un claro reflejo del gran salto generacional que se ha producido en las últimas dos décadas, donde los avances tecnológicos y sociales y conceptos como la universalidad y el cosmopolitismo han ido distanciando a los padres y los hijos. Es una novela dura, sin necesidad de ver sangre en ningún momento y sin que la violencia haga más que una mera presencia testimonial al final. Una obra sobre la madurez y el arrepentimiento, sobre la soledad y la necesidad de compañía, sobre el complejo de Peter Pan y ese extraño gen que parece que tenemos algunos "tíos" por el que nos convertimos en tontos babosos si se nos acerca alguien mucho más joven y nos dirige una simple mirada.
Pero también es un canto para la esperanza, ese, precisamente, del que carece la obra de Jean Claude-Izzo, porque mientras que a Montale le acaba dando alcance siempre "el destino" que la sociedad ha escrito para él, Guerrieri todavía tiene salvación. Quizás porque él no es inmigrante, o porque Bari no es Marsella, o porque forma parte de una clase media con cierta influencia o quizás, ¿por qué no?, porque en su momento eligió seguir adelante y levantarse, seguir luchando sin perder la esperanza.
 
No sería justo terminar sin reseñar que hay algo más que me vuelve loco de esta novela, el uso de referencias cinéfilas, literarias y musicales de Gianrico Carofiglio a lo largo de la obra, que  muestran situaciones y lugares con un detalle que no siempre es posible alcanzar mediante palabras. Supongo que parte de su efecto reside en moverse en la misma sintonía que el autor, funcionar con las mismas referencias pero, sea por lo que sea, reconozco que me cuesta mucho poder mirar mal a alguien capaz de hacer referencia de una forma u otra a Leonard Cohen, "Loca academia de policía", "Snoopy", Paul Valery, la película "Philadelphia" o la serie de novelas escritas por Michael Connelly con Harry Bosch como protagonista, sin perder un ápice de coherencia y credibilidad.
 
Si esto fuese la revista "Fotogramas" ahora tendría un rinconcito minúsculo en el que poner algo así como "Lo mejor" y "Lo peor". Como no tengo nada que envidiar a ninguna revista, por buena que sea, he aquí mi final:
Lo peor: que ya no podré volver a leer esta novela por primera vez. Afortunadamente eso no me va a impedir leerla tantas veces como quiera.
Lo mejor: El taxista lector y, por supuesto, el dúo formada por Nadia y Baskerville.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Nivel 26

No sé si la culpa de lo que sucede últimamente en el mundo editorial la tiene quién inventó la frase "rizar el rizo", si el (de)merito se la debo otorgar a quien incorporó el "más difícil todavía" al mundo del circo o  si todo tiene su origen en ese alto dirigente del mundo del fútbol que tuvo a bien hablar por primera vez de la "excelencia" no como un título con el que dirigirse a jueces y a ciertos títulos nobiliarios sino como la necesidad imperiosa de ciertos personajes de alcanzar trascendencia y universalidad, de dejar su marca en la historia, de alcanzar cotas por las que siempre puedan ser recordados.

Ese mismo personaje, que podría llegar a ser objeto de mofa de no ser uno de los empresarios más exitosos del país, puso de moda la idea de que la acumulación de lo mejor (¡estrellas y recursos) es la forma (tal vez la única) de alcanzar el triunfo. Una idea que parece haber calado hondo en el mundo editorial.

Como me pasó con "Sé lo que estás pensando", "Nivel 26" me parece un producto de laboratorio. Un intento desmesurado por alcanzar el Olimpo literario bajo la acumulación de "lo mejor" que pueda haber aunque ese "lo mejor" poco o nada tenga que ver con el mundo literario actual.

Da la sensación de que alguien encargó un estudio de mercado, uno de esos fríos análisis estadísticos en el que se pregunta a una pantalla de ordenador (como si del espejo mágico de la madrastra de Blancanieves se tratase) qué es lo que más gusta en la sociedad y entonces el iluminado de turno contrata a un alquimista  reconicido para que introduzca todos esos elementos en sus redomas para ver qué sale, porque, según su planteamiento, el resultado será algo sublime, un éxito seguro.

El estudioso estadista de turno miró su gran pantalla de cristal y obtuvo varias pautas sobre que es "lo que gusta": el thriller procedimental , el sensacionalismo, Hannibal Lecter y los malos muy, muy malos  y "lo multimedia". 

No discuto que a la gente le gusten esos cuatro elementos, en abstracto y de forma independiente, con la excepción del "sensacionalismo" (que siempre me impone mucho respecto), son cosas que yo habría marcado en una encuesta aunque claro no necesariamente para un libro ni mucho menos para que todos estén metidos con calzador.

Hay cosas bastante claras, por muy bueno que pueda ser uno en su parcela, no tiene porque serlo necesariamente en las demás. Es cierto que durante el Renacimiento los artistas eran polifacéticos, cubriendo distintas ramas del mundo del arte, pero también lo es que a veces un buen guionista es sólo eso, unb uen guionista y su sitio está en la televisión, no en el mundo literario. Si Guillermo del Toro se equivocó al dar el salto literario con "Nocturna" (y decir esto me cuesta mucho porque me gusta mucho su obra ), Anthony E. Zuiker ha pecado de no conocer sus limitaciones. En papel no se pueden dejar tantas cosas "al azar"...no se puede esperar que cada cambio de capítulo se produzca un fundido en negro y la imagen se traslade a otra parte así sin más. Ni que la intuición de actores y directores suplan  los vacios emocionales del guión...

Supongo que ahí intervenía el "elemento multimedia", esa remisión constante a la página web oficial del producto a la que se puede ir accediendo con distintas claves para seguir el desarrollo de la novela. Por desgracia, por mucho que me haya hecho mucha ilusión ver de nuevo a Michael Ironside actuando,  éste sistema no deja de ser poco práctico para quién, como yo, acostumbra a leer en los viajes hacia sus distintos destinos (trabajo, casa, una cita (¡¡já, qué gracioso, una cita!!) o lo que sea). Sentado en un vagón de tren con 300 páginas en la mano, las remisiones a enlaces de internet carecen de sentido, llenan de frustración y dejan al lector con la duda de si debe proseguir con la lectura (y se arriesga a perder algo) o si debe esperar e intentar seguir cuando esté en casa delante del ordenador. Para mí la lectura es entretenimento y distracción, no frustración ante la imposibilidad de seguir con la lectura.  Por si alguien tiene dudas  la trama se puede seguir perfectamente sin los clips adicionales pero entonces la obra queda desnuda, con todas sus vergüenzas expuestas al aire.

Sobre los "malos malísimos" conviene decir que no basta sólo con que sean inteligentísimos, retorcidísimos y, hasta cierto punto, aterradores...es necesario que sean carismáticos, que tengan ese algo atrayente del que dotó Conan Doyle a Moriarty o Thomas Harris al Sr. Lecter. Sqweegel no lo es y da la sensación de que en su concepción Zuiker confundió lo extraordinario y atrayente con lo morboso y sórdido. Eso sin valorar los errores pueriles e infantiles que llevan a los investigadores a seguir sus  pasos.. por mucho que al final, en un giro de "tuerca" que acaba resultando el colmo del despropósito, el autor intente justificarlo.

Por último "sensacionalismo" no debería ser confundido con voyeurismo, ni con desagrado desmedido, ni con morbosidad exacerbante, con "lo macabro" (que decían en el comienzo de la serie Castle), ni mucho menos con la casquería...y, sin embargo, esos elementos se dan, y mucho, a lo largo de la novela, que tiende a ser demasiado explícita por momentos, buscando más causar "impresión" que otra cualquier otra cosa. Personalemente la excena con los tres adolescentes es una de las más desagradables y posiblemente evitables de cuantas he leído y visto en los últimos años. A veces tan importante como explicar las cosas es ser capaz de sabe poner límites y dejar que el propio lector rellene los huecos, sin necesidad de entrar en tantísimos detalles.

Con lecturas como esta es como logro poner en perspectiva obras como "El ángel rojo" de Franck Thilliez o "Todo lo que muere" de John Connnolly, elaboradas pero sencillas, bien llevadas y entretenidas, pero , por encima de todo, creíbles dentro de su propio género y estilo. El primero capaz de demostrar que a veces no hay nada más aterrador que profundizar en los rincones más sórdidos y remotos de la sociedad actual, que no siempre se encuentran precisamente en los llamados "bajos fondos". El segundo capaz de poner los pelos de punta al lector conforme nos va descubriendo como  a veces distinguir el bien y el mal no resulta tan sencillas como lo quería pintar Robert Louis Stevenson en "Jekyll y Hyde", y e que, las apariencias engañan.

viernes, 28 de octubre de 2011

La hija del Samurái

La segunda novela publicada de Dominique Sylvain, protagonizada por la excomisaria Lola Jost y la masajista Ingrid Diesel, se queda a medio camino en su intento por alcanzar los distintos estilos literarios abiertos por otros escritores franceses como Fred Vargas, Jean Christophe Grange o Franck Thilliez.

“Se queda a medio camino”, quizás no sea na forma muy sútil de decir que esta segunda entrega es un buen forma de ejemplificar el “quiero y no puedo”. Un proyecto con buenas intenciones que se va diluyendo según transcurre la novela.

Cada una de las páginas de “La hija de Samurai” supone un paso más que aleja esta obra de su predecesora “El pasadizo del deseo”. El afán por describir la situación de la sociedad francesa actual, la realidad de sus habitantes desde un punto distinto, en un intento por evitar el tóno más sombrío y duro de Franck Thilliez en “El ángel rojo”, lleva a la autora a intentar abrazar otras muchas influencias. Por desgracia el intento se queda en mero, un acto de osadía que no alcanza, ni por asomo, la graciosa excentricidad de las historias de “Los tres evangelistas” de Fred Vargas ni al surrealismo del que hace gala serie de Adamsberg, el más pintoresco de los personajes ideados hasta la fecha por la arriesgada escritora francesa.

Sin el realismo de Thilliez, ni la estravagancia de los personajes de Vargas, el último recurso de Sylvain es intentar crear un ambiente de tensión, el halo de misterio y la atmósfera cargada de oscuridad que pueblan las obras de Jean-Christophe Grange, pero, como sucede con todo lo demás, se queda en el camino.

Que durante la mayor parte de la narración el peso de la novela recaiga en Diesel, un personaje extravagante (un poco “demasiado”, a muchos niveles), en lugar de en la excomisaria Jost, no ayuda a la novela. De hecho sólo cuando ésta asume el control de la situación, la novela se reconduce, aún cuando al lector se le sigan ocultando algunos datos que le impiden tomar la delantera en la resolución del asesinato.

“La hija del samurai” es una novela que va de menos a más. Un crecimiento directamente proporcional a la evolución de la investigación, que va apartando la morralla que inicialmente se entromete en la investigación de la muerte\suicidio de una joven performance. La aparición de una mano cortada dentro de la novela de Ingrid Diesel y la existencia de un extraño justiciero que campa por sus anchas por los subterráneos de un hospital entrampan la novela, la vuelven confusa y frenan su evolución, ralentizando la lectura e impidiendo al lector seguir con interés la investigación en curso. ¿demasiada guarnición para tan poca chicha?

La sensación, al finalizar, es la de el espectador que acude a un circo de nueva creación en un intento de dar con una buena imitación del “Circo del Sol” pero en versión barata para descubrir que en cada pista hay una actuación pero que todas ellas son independientes y tan distantes entre sí que impiden observar todo el espectáculo en su conjunto. Un collage pretencioso e inconexo que dista mucho de la novela anterior, mucho más sencilla, sí, pero también más interesante y mejor llevada.

jueves, 20 de octubre de 2011

La conexión del teléfono

Tres cartas le bastan a Andrea Camilleri para montar su novela. Tres cartas en tres meses, las enviadas por Filippo Genuardi de Vigata al Comendador para solicitar una línea telefónica a finales del siglo XIX en Vigata (ese pueblo de ficción en que Andrea Camilleri ambienta todas sus novelas). Aquí, como en todo cuanto escribe el genial autor italiano, los cómos y los por qués tienen una importancia fundamental.

Las relaciones entre los carabinieri y la policía italiana, las existentes entre los altos cargos políticos y sociales, la mafia, la iglesia y la corrupción. Todo tiene cabida en una novela de casi 300 paginas que, en realidad, no habrían sido mucho más de 150 páginas de cualquier otro libro al que se le haya aplicado un formato mas usual. Lastima que lo ajustado de su metraje y lo concienzudo de las tramas no den más cuartelillo a la hora de analizar su contenido pues, al hacerlo, posiblemente el lector perdería el gran aliciente de la novela, el desarrollo de la trama.

Una sátira muy ácida sobre la sociedad italiana en conjunto, desde el ciudadano más insignificante al mas alto jerifalte, donde todos y todo parece tener cabida y donde al final nadie se queda sin recibir. ¿Lo merecido? ¿Es acaso el final injusto? Para mí no, ahora bien, el concepto de "lo merecido" es tan subjetivo que...

Una obra que se compone de cartas y diálogos, que el autor utiliza para explayarse, sin cortapisas, sobre la realidad italiana (¿no es posible decir directamente mediterránea dada la situación actual de casi todos los países de la zona?) actual. Un sistema viciado y vicioso donde todos, absolutamente todos, tienen algo que callar.

Amante como soy de la obra de Camilleri debo confesar que prefiero "La conexión del teléfono" y las otras dos novelas independientes que he leído hasta ahora ("La ópera de Vigata" y "La muerte de Amalia Sacerdote") sobre las que conforman la serie protagonizada por Salvo Montalbano, pues aunque todas hablan y critican la realidad italiana, las que cuentan con la presencia del Comisario de Vigata tienden a edulcorar (al final) un poco el mensaje e intención que rige toda la obra del autor.  De todas formas todas ellas son críticas tan elaboradas, ingeniosas y divertidas que bien merece la pena leerlas.

domingo, 16 de octubre de 2011

Nudos y cruces

Un asesino en serie de niñas pequeñas, en cuyo modus operandi no aparece en modo alguno el componente sexual, pone en jaque a la policía de la Edimburgo de mediados/finales de los 80 y el pánico cunde entre los padres de la ciudad.

Una investigación periodística centrada en el tráfico de heroina en el corazón de la ciudad amenaza con destapar una red de corrupción policial.

Un policía muy normalito empieza ha recibir anónimos con una pequeña frase y un nudo de distinto tipo. Un mensaje que no entiende en absoluto.

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 Anderson, el policía encargado de la investigación sobre el asesino en serie.

Gill Templer, inspectora que, asignada a la investigación, se encarga de las relaciones públicas con los medios de comunciación.

Jim Stevens, ambicioso periodista que, en busca de reconocimiento internacional, sólo mira de reojo la investigación, mientras centra todos sus intentos en desenmascarar la red de drogas de la que nadie parece saber nada.
Michael Rebus, hermano de John, adinerado hipnotizador de aclamada fama, que parece guardar un oscuro secreto.

John Rebus, el gran protagonista de la historia, el eje central de toda la trama. Quien recibe los anónimos y acaba de ser asignado al grupo de investigación del asesino en serie. Bebedor, católico, fumador compulsivo . Un policía  normalito, con pasado en las S.A.S, y tendencia a sufrir profundas depresiones en lo que hoy (la novela se escribió en 1987) seguramente se diagnosticaría como un caso claro de estrés post-traumático.

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Tres historias y cinco personajes cuyos caminos se van entrecruzando  tanto profesional como personalmente hasta alcanzar el desenlace.

Una buena novela, entretenida y bien escrita, que se lee casi del tirón y que gana en intensidad conforme van pasando las páginas y John Rebus se acerca a descubrir lo que  está reprimiendo de su pasado. Una novela donde el ayer y el hoy se dan alcance, donde no está claro si habrá un mañana para alguno de los personajes.

Ian Rankin me ha sorprendido por la agilidad de su narración, lejos de otros afamados  escritores británicos como P.D. James y Val McDermid, mucho más cargantes, más centrados en la recreación de ambientes y situaciones que en los personajes en sí.  Rankin sólo necesita explicar cuatro datos insignificantes de sus personajes para dejar que la novela ubique al lector y le dote de una mejor noción de lo que realmente está sucediendo.

El único pero a la novela es cierta previsibilidad en un par de momentos concretos pero  parece fruto de lo que ha llovido desde finales de los años ochenta y lo mucho que se ha escrito desde entonces, que a un defecto del autor o de la obra.

martes, 11 de octubre de 2011

Percy Jackson and the Titan's curse - Percy Jackson y la maldición del Titán

 Rick Riordan ha conseguido dotar de actualidad la mitología griega. Ha exportado todo esa amalgama de dioses, monstruos y héroes al siglo XXI manteniendo el espíritu de todas sus leyendas. El desamparo de los héroes, la ayuda indirecta de los dioses, la predestinación y los oráculos e incluso la tragedia.

Un batiburrillo que, a priori, parecía difícilmente extrapolable a la sociedad actual pero que con mucha imaginación e ingenio ha sido capaz de llevar a cabo. Es cierto que lo ha hecho centrándose en un público más próximo a la pubertad que la edad adulta pero también ha dejado guiños para aquellos de nosotros que todavía nos resistimos a dejar de soñar, que sonreímos con los sonrojos del primer amor y que tenemos el bagage suficiente como para poder disfrutar de unas aventuras que nos traen de nuevo a muchas de las criaturas con las que nos hemos criado. Las mismas que hace 20 años Hollywood llevaba a la gran pantalla y que hoy, aprovechando el gusto por lo antiguo, el éxito de esta serie de novelas y, por que no decirlo, cierta ausencia de ideas, remakea (perdón a cualquiera al que esta palabra le chirríe) buscando recuperar su época más dorada.

En "La maldición del Titán" el levantamiento de los Titanes contra los dioses prosigue. Al frente del ejercito de monstruos y héroes que se preparaba para servir a Kronos se ha situado "El General", una enigmática figura en la sombra que ha urdido un plan para desatar el fin de los dioses del Olimpo. Para evitarlo Percy Jackson deberá lograr salvar a una diosa que está en peligro y, en el camino, descubrir el paradero de la desaparecida Annabeth, pero antes debe conseguir formar parte del grupo de 5 héroes a los que asigne la misión. Una misión de la que, según el oráculo, más de un miembro no va a regresar y de la que no está llamado a formar parte.

Percy se verá obligado a recorrer Estados Unidos de costa a costas en busca de la única pista que puede  seguir, la criatura a la que Artemisa intentaba dar caza cuando fue secuestrada. En el camino se verá  enfrentará con el "León de Nemea", el "Jabalí de Erimantea" y un primer prototipo del gigante Talos, para acabar frente a Ladón en el Jardín de las Hespérides, en un viaje que guarda una estrecha relación con el que muchos siglos antes emprendiese el intrépido Hércules en su búsqueda de inmortalidad.

Emoción, humor, acción y mucha imaginación en una novela que no da descanso, que por momenots logra sorprender y que siempre conserva ese "aire" trágico que rodea a las historias de la cultura griega clásica. Y, como entonces, el amor cobra un papel fundalmental, siendo el elemento que marcará el devenir de los acontecimientos y de las relaciones. Un amor que aparece en casi todas las formas imaginables, incluído el filial, cuya presencia (o ausencia) puede jugar un papel crucial ante  lo que está por llegar 

¿Quién será el descendiente de los grandes dioses del que habla la gran profecía? Intentar anticiparlo resulta complicado, todo parece apuntar a Percy pero cada vez son más los personajes y las posibilidades se multiplican. Ya sólo quedan dos novelas para averiguarlo...

Un último comentario. He leído esta novela en inglés. No es un libro complicado de leer, el vocabulario es más que asequible y al estar construido casi todo en diálogos no se hace pesado. Lo digo por si alguien lo quiere intentar leer así, más que nada porque en un momento dado, cuando los héroes visitan la "Presa Hoover", se produce un juego de palabras entre el término "presa" (dam, en inglés) y la expresión  (maldición) "Damn", que da mucho juego, logrando hacer reír tanto a los protagonistas como al lector (aunque en este caso no sé si más por haber sido capaz de entender la gracieta que por la gracia en sí).

martes, 27 de septiembre de 2011

Muerte de un forense

"Muerte de un forense" es una novela para los amantes de la obra de Agatha Christie, bien directamente en papel, bien a través de la serie de televisión "Se ha escrito un crimen", que protagonizada Angela Lansbury, convirtió a Jane Marple, uno de los grandes protagonistas creados por la inmortal escritora inglesa,  en un éxito catódico.

También guarda algún punto en común con "El misterio del cuarto amarillo" de Gaston Leroux, pero el pequeño misterio que constituye la forma en que pudo entrar y salir el asesino de un edificio en apariencia herméticamente cerrado, no es más que una mera distracción que, resuelta al principio de la novela, acaba relegado a un segundo plano.

La  novela, que comienza con el asesinato de una joven en un pozo de tajón y concluye con el descubrimiento de su asesino,  tiene como hilo conductor y eje central de la novela, es el asesinato del Dr. Lorrimer, forense de un pequeño centro de investigación donde un grupo de expertos técnicos de laboratorio colaboran  con el Cuerpo de Policía en la resolución de las distintas investigaciones criminales.

Las primeras 80 páginas de la narración sirven para presentar a todos los personajes que guardan relación con el centro, bien por su labor en él, bien porque guarden una relación estrecha con alguno de los que trabajan allí.

Ante nuestros ojos desfilan Brenda Pridmore, el detective Doyle, la prima del difundo y secretaria del director Angela Foley, el experto en caligrafía Middlemass,  el director Howarth y su hermanastra, ilustradora de libros. Un conjunto variopinto de personas todas ellas con algún secreto que ocultar y, en ocasiones, más de un motivo para desear la muerte del difunto.

Es en ese totum revolutum de relaciones personales y laborales enquistadas en  donde el comandante Adam Dalghiesh y su acompañante, el Detective Massingham, se ven obligados a ahondar, en su intento por dilucidar dónde,  entre toda esa maraña de secretos, mentiras y medias verdades, se esconde la verdad. Y es que, cuando uno cuenta con excasas pruebas físicas y los sospechosos son expertos en los más variados métodos forenses, no siempre es fácil saber en que datos, por muy científicos que sean, se puede confiar.

Una buena idea que, como suele pasar con las novelas de P. D. James, sufre de altibajos en la narración. Largas descripciones y un ritmo excesivamente lento, sobre todo durante la presentación de los personajes, se alternan con pasajes dinámicos y bien llevados donde los interrogatorios dan vivacidad a la obra.

No deja de ser paradójico la infinidad de palabras que necesita utilizar la escritora británica para detallar un entorno del tipo que sea  (rural, urbanos, natural o artificial) mientras que, tratándose de personas, posee una asombrosa capacidad para dejar entrever el carácter de los distintos personajes centrándose en rasgos muy concretos, que se ponen de manifiesto gracias a la atenta mirada de su protagonista. P. D. James sólo necesita recurrir a ciertos rasgos de la fisonomía, su forma de comportarse o el uso de ciertas palabras durante el interrogatorio para perfilar clos ragos más significativos de cada uno de sus caracteres

Curiosamente el personaje que menos se muestra pero que siempre parece capturar la atención del lector es el comandante Adam Dalghliesh, un hombre sobrio y taciturno, escritor de poesía,  del que apenas asoman pequeños datos, suministrados con cuentagotas,  conforme pasan las novelas, gracias a la acumulación de interrogatorios y a  la visión de quienes se ven obligados a trabajar con él.
El único pero, eso sí, un "PERO" (CON MAYÚSCULAS) es la dificultad para poder interactuar con la investigación.  Los detalles se suceden durante la narración y ocultos a simple vista aparecen los elementos claves que permitirían al lector intentar anticipar la identidad de el/la asesino/a. Por desgracia por mucha atención que se preste a los detalles siempre hay algún pequeño elemento que cambia la percepción de cuánto se ha visto hasta entonces. Es ahí, por desgracia, donde más claramente se pone de manifiesto el embrujo que la "La Christie" ha tenido sobre la obra de su sucesora.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Sicario: la venganza

A veces lo más difícil es intentar entender qué le falta a un libro para llegar al lector. Hay grandes obras que dejan frío y obras bastante mundanas que cautivan al más exceptico. No es una cuestión de la profesión u oficio del personaje, ni de su carácter, tiene que ver con lograr una completa identificación entre lector y protagonista. Un equilibrio difícil de alcanzar.

“Sicario”, la primera novela protagonizada por John Rain es un ejemplo claro de cómo una buena novela puede dejar frío al más pintado. Entretenida, con bastante acción y una ambientación bastante próxima a la novela de espías, esta primera obra escrita por Barry Eisler, adolecía de cierta frialdad, una acusada indiferencia del lector hacia el destino de su protagonista. Habrá quien lo achaque a que John Rain es un asesino profesional, un especialista en causar muertes naturales, pero la realidad es que la sociedad hace mucho que dejó de escandalizarse por eso. 

Hoy, las barreras que el decoro y, en su defecto, el derecho internacional habían levantado para impedir ciertas actuaciones de dudosa moralidad, han caído y nos encontramos en un periodo gris en el que todo parece estar legitimado si uno es capaz de venderlo bien. Guerras declaradas bajo falsos pretextos, cacerías y persecuciones justificadas por tecnicismos legales, medios de comunicación que mediatizan la opinión pública condicionando la respuesta social con el tratamiento que se da a la noticia... los ejemplos son abundantes, forman parte de nuestro día a día.

En la última década, dentro del mundo del cine y la televisión se encuentran grandes ejemplos de como ha cambiado la mentalidad de la sociedad actual. "El ala oeste de la Casa Blanca" dedicaba  un par de episodios a estas cuestiones en "Matamos a Yamamoto", legitimando un asesinato de Estado por el "bien nacional".  "24" elevaba a los altares a Jack Bauer, el intrépido agente americano que hacía cuanto tenía que hacer con tal de lograr salvar el país. Y sin embargo, en esta época en la que los límites de lo "correcto" están cada vez más desdibujadas, el personaje de John Rain no termina de llegar al lector. ¿Por qué?¿Qué le diferencia de Bauer?

Posiblemente las dos grandes diferencias sean el cómo y el por qué de su actuación. Mientras que el protagonista de "24" actúa por un marcado sentimiento de patriotismo y  mediatizado por una vida personal/familiar tortuosa y revuelta, John Rain actúa movido por el dinero, sin entrar en cualquier otro tipo de consideración y siempre con una frialdad que le aisla de cualquier posible vínculo emocional. 

Ni siquiera cuando conoce a Midori (hija de su última víctima) y entabla una relación con ella, pierde la perspectiva, evitando sucumbir a la emoción, anteponiendo su superviviencia a todo lo demás. Su saber estar,  su capacidad para instrumentalizar y despersonalizar a cuántos forman parte de su vida, difícilmente puede llegar a despertar ningún tipo de simpatía en quien lo observa.

Afortunadamente en "Sicario: la venganza", la secuela de la primera entrega,  Barry Eisler ha logrado acercar su personaje al gran público. Ha pasado un año, la mafia japonesa, el Keisatsu (el equivalente japones al F.B.I americano) y la C.I.A, van tras su pista, mientras él se oculta a la espera de su oportunidad para abandonar el país. 

Cuando Tatsu localiza a Rain comienza una novela totalmente distinta, con un personaje vulnerable que, a diferencia de "Sicario", se ve obligado a volver a matar para no quedar expuesto ante quienes le buscan.  Ahora los objetivos han cambiado. Las víctimas son miembros de la Yakuza y no ex miembros de la administración (con hijos y seres queridos que lloren su marcha), que intentan sacar a la luz la corruptela política de los Altos estamentos.

Estamos ante una novela mas profunda, mas elaborada, que muestra el entramado político, económico y social que condiciona el futuro de Japón, un país subyugado por la influencia de la mafia y el peso específico que tiene su economía para la estabilidad mundial. Aprovechando las charlas entre los protagonistas, el autor desmigaja las "amistades" e intereses comunes que tienen grupos a priori tan antagónicos como los Yakuza y la C.I.A.

Pero por encima de todos los tejemanejes políticos, las luchas de poder, el  fiel reflejo de la sociedad japonesa, y el amplio muestrario de jazz y whisky (de las que Eisler/Rain demuestran ser grandes conocedores), "Sicario: la venganza" es una novela de personajes. Esta vez más elaborados, con mayor trasfondo, con dobleces e intereses contrapuestos.  Así nos encontramos de nuevo con Haruyoshi (Harry) el hacker empleado por John en ocasiones anteriores se enamora y acaba cuestionando a su antiguo empleador/compañero/mentor/amigo, como un adolescente que intenta emanciparse de la figura paterna. O  el regreso de Midori a Tokyo, buscando las respuestas que John  le ocultó en la primera novela. Una búsqueda de la verdad que se convierte en el desencadenante de  los acontecimientos que rodean toda esta segunda obra. Y de fondo la sombra de Brasil, el destino elegido por Rain como su próximo refugio, la personificación del sueño de libertad que atesora y, a su vez,  cuna de nacimiento de Naomi Nascimento, la nueva e interesante mujer que, pese a su breve paso por la novela, acaba ocupando un pequeño y significativo lugar en la vida del protagonista. 

En "Scary Movie 2" se iniciaba un fútil (pero curioso) debate sobre las segundas entregas de las sagas en cine . Sobre si éstas eran siempre peores que las primeras partes o si, por el contrario, podían superar a la opera príma de su creador. Tal vez los guionistas de "Scary Movie 17" o de alguna otra película lleven ese debate al mundo de la literatura. Espero que si eso ocurre alguien se acuerde de como esta segunda entrega de la serie creada por Barry Eisler elevó (con creces) el listón puesto por su antecesora, dejando el esquema más típico de lado, enriqueciendo la trama en todos sus frentes: personajes, el estudio político de Asia,  el análisis de la sociedad japonesa actual,  las luchas y combates (en esta segunda novela con mayor presencia, más elaborados/documentados/entretenidos) y la figura de Murakami, rival/antagonista/objetivo de John Rain, un asesino a sueldo utilizado por la Yakuza que no sólo provee bastante entretenimiento y tensión durante la trama sino que actúa como perfecto contrapunto de John Rain, si éste último hace lo que hace por dinero o superviviencia, el otro lo hace por disfrute personal, convirtiendo el dolor y sufrimiento ajeno en un hobby personal.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Soy el número 4

9 gardians (nativos del planeta Lorien con poderes propios) y sus correspondients cêpans (sus mentores y guardianes, desprovistos de poderes) se esconden en la Tierra, ocultando su presencia de los Mogadorians que les buscan para exterminarles e impedir que delaten su presencia a los terrícolas.

Un hechizo lanzado antes de su marcha protege a los jóvenes, que sólo pueden ser eliminados siguiendo un orden preciso pero que, como contrapartida, les impide estar juntos.

John Smith tiene 15 años, vive con Henry, su mentor, intentando no llamar la atención y pasar desapercibido, hasta el día en que en su pierna aparece una nueva cicatriz, la tercera, la señal de que Tres ha muerto. La caza ha comenzado y él es la presa, el número cuatro

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Resulta curioso como suceden las cosas. No habría dado con este libro de no haber sido por el trailer que vi colgado en youtube hace unos cuantos meses. Hoy, tras haber leído la novela y visto la película, no puedo dejar de pensar en cómo es posible que alguien se haya quedado contento con su adaptación a la gran pantalla. ¿dónde queda toda la rebeldía de la novela?¿y las explicaciones al cómo y por qué de cuanto acontece?¿y el mensaje pro medio ambiente que subyace en los distintos caminos seguidos por las dos razas alienígenas?

La película, como prometía el trailer, está llena de acción, un espectáculo de fuegos de artificio y veinteañeros aparentes que deambulan durante casi dos horas para llegar a la más que presumible confrontación final.

Que nadie me entienda mal, me gustan la pirotécnia y los efectos especiales tanto o más que a cualquiera y tampoco dudo de las excelencias en la gran pantalla a Dianna Agron y Teresa Palmer, pero lo que vi una tarde en  Méndez Álvaro poco tiene que ver con lo que escribió el creador de la serie Pittacus Lore, quien quiera que sea el que se esconde tras ese alias.

Antes se adaptaban las novelas, ahora se hacen películas basadas en los libros y ese (¿pequeño?) matiz, empieza a convertirse en un gran agujero negro.

Como pasara hace un par de años con la adaptación de la serie Crepúsculo, la productora ha optado por convertir una buena novela en un taquillazo blockbuster. Un producto de consumo rápido dirigido a un público muy concreto, el que puebla las salas de cine. Que se haya quedado en el tintero todo lo que convierte “Soy el número cuatro” en algo más que una novela de entretenimiento, parece no importar a nadie. Y yo me pregunto, ¿alguien se imagina “La historia Interminable” o “Momo” convertidas en un mero espectáculo circense despojado de todo su significado?

No me gustaría que quien haya visto la película renuncie a la lectura del libro, bien porque crea que ya lo sabe todo o porque juzgue la obra por su adaptación a la gran pantalla.

Como ya he dicho en otras ocasiones, no todas las novelas son fácilmente encasillables. En una de las revistas de fantasía que procuro ojear han creado una categoría propia que cubre ese hueco existente entre las novelas infantiles y las novelas para adultos. Esa categoría “Young adults” cubre un espectro mucho más amplio, dando cabida a todas esas obras que por temática y tratamiento se encuentran un poco en esa zona intermedia, ese limbo literario que en ocasiones condena a las creaciones que caen en él al olvido.

“Soy el número cuatro” habla de asumir responsabilidades. De cambio, tanto emocional como físico, en un momento en el que el cuerpo no responde a lo que le pedimos. Del primer amor, de la búsqueda de la identidad propia, de la necesidad de independencia y de libertad. De la necesidad de pertenencia y la sensación de soledad. En el fondo habla del paso de la adolescencia a la edad adulta pero amplificado por el hecho de que John Smith, con sólo 15 años, está luchando por su vida, en una batalla que empezó mucho tiempo atrás pero que ahora le ha dado alcance.

“Soy el número cuatro” es una novela en dos tiempos, con dos ritmos distintos, una primera  parte más humana, más emocional, donde mientras se esconde en un pequeño pueblo de Ohio, John experimenta el primer amor y la sensación de haber encontrado su sitio. Se siente parte de algo, no sólo con su amada Sarah, también con Sam, su primer gran amigo y con Bernie Kosack el perro vagabundo que recoge nada más llegar a su nuevo hogar y que se acaba conviertiendo en uno de los grandes protagonistas (sorpresas) de la novela.

Y una segunda donde el “destino” o los Mogadorians, hacen acto de presencia siguiendo el rastro de su presa, alterando el equilibrio alcanzado por John, poniendo en peligro todo lo que es importante para él. Una segunda parte más viva, con un ritmo más ágil, rápida y trepidante, donde se empiezan a desentrañar algunos de los secretos que rodean la desaparición de Lorien y el oscuro destino que esta segunda raza prevee para la Tierra. 

Pero por encima de todo la novela es un conjunto armónico, que por su factura recuerda a “Crepúsculo”, la primera novela de la serie creada por Stephenie Meyer, que consiguió mezclar dos mundos tan distintos como el del "drama teen " (con sus romances, desencuentros y hormonas revueltas) y el oscuro mundo de los vampiros (con su misterio, glamour y peligro), aunque en el caso de "Soy el número cuatro" estamos ante una obra más madura, dirigida a un público más amplio y con una una trama más elaborada, menos previsible, más sorprendente.

Un libro interesante que da más de lo que se espera, que incluye momentos emocionantes e incluso emotivos (aunque no resulten sorprendentes) y que termina con un leve anticipo de lo que vendrá en la segunda novela de la serie. Un primer atisbo de Seven escondida en un convento de España, con su cêpan queriendo dejar de lado su pasado, convertida en una monja de clausura. Un pequeño atisbo de lo que vendrá que dispara la curiosidad del lector y abre el apetito para lo que está por llegar.

Para quienes estén interesados se ha publicado un anexo, que , son apenas 30 páginas (en el original) centrados en Six, la inquietante y sorprendente chica de la que apenas nos desvelan nada en el primer libro, al  hacer su incorporación casi al del final del libro. Lo vi el otro día cotilleando en el amazón inglés y allí lo han sacado para ebook por un precio irrisorio (por lo bajo, que nadie piense mal), no sé qué planes habrá de traer ese pequeño relato a España, ignoro si se incorporará a la segunda novela, se venderá suelto o si caerá en el olvido.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Hora cero en Phnom Penh

Pasan los días (ya son cuatro) desde que acabé "Hora cero en Phnom Penh" y todavía me pregunto cuánto del pero que le pongo al libro es culpa del autor, cuanto de la editorial y cuanto mío.

Me pasa siempre que leo una novela que en un momento dado me lleva al equívoco. Tengo la certeza de que hay una parte que no es responsabilidad mía. Es la confusión formal, la que se origina cuando dentro de la novela se pasa del punto de vista de un personaje, normalmente Vicent Calvino, a cualquier otro: Pratt, Shaw, etc... en casi todos estos saltos no hay ningún elemento que marque esa transición. Ni un espacio mayor entre párrafos, ni uno de esos característicios símbolos que incorporan algunos libros para marcar saltos espaciales o temporales. ¿Decisión del escritor? ¿error de la editorial al preparar el libro? no importa quién es el culpable, es un error, pequeño, es cierto, pero crea cierta inseguridad en el lector que, en algún momento atribuye a un personaje comportamientos que no son suyos y genera cierta inseguridad ante lo que se está leyendo.

El otro elemento que genera confusión es el propio Calvino. Un buen personaje que, tras investigar por la red muchos asocian a Hammett y Chandler pero que a mí, por momentos, me hace añorar a Fabio Montale (y eso, para mí son palabras mayores).

Triste, gris, consumido por la realidad que contempla, un mundo totalmente distinto al occidental, lleno de miseria, dejado de la mano de Dios. Un personaje que sufre incluso cuando encuentra el amor, temeroso de que el objeto de su pasión esté implicada en una red de tráfico de joyas y asesinatos. Pero por momentos un personaje poco definido, confuso, que hasta la mitad de la novela no termina de dejar claro si sabe lo que realmente está pasando. Del texto, que refleja sus pensamientos, se deduce que sí, sus acciones no lo dejan nada claro.

Una indefinición que le resta credibilidad a una novela que, de no se por eso, habría sido una muy buena novela, donde un encargo para encontrar a una persona acaba situándo a Calvino en medio de una investigación policial a gran escala que busca desmantelar una organización internacional con fuertes conexiones en distintos estamentos políticos en Asia.

Dura, crítica y realista, suple cierta inconsistencia de su trama y ese tufo  demasiado existencialista que desprenden varios de sus personajes, con una descripción de la situación que atravesó (que muy probablemente todavía atraviesa) Camboya.

Una exposición honesta y concreta de lo que sucede cuando las cámaras de televisión y los reporteros abandonan los países del tercer mundo. La narración de lo que sucede una vez que algún gran lider político sale a una rueda de prensa para señalar como la labor de las grandes democracias occidentales han terminado su labor de implantación de la democracia en un país del tercer mundo.

Mientras ellos celebran una intervención que les ha reportado infinidad de beneficios económicos y comerciales y nosotros nos sentamos en nuestros sofás con la "conciencia tranquila" de que hemos contrubuido de alguna forma a hacer de este "un mundo mejor", en esas partes del mundo a las que nadie quiere mirar, la gente de la calle se sumerge aún más en la miseria, cambiando, simplemente,  el objeto de su miedo. Ya no está Pol Pot, pero los jémeres siguen ahí y además, ahora, aparecen nuevos peligros, occidentales dispuestos a aprovechar la precaria situación de la zona y miembros de las (presuntas) fuerzas del orden que se convierten en la fuente de los abusos que estaban llamados a evitar.

Como novela negra la obra de Christopher G. Moore flojea por momentos, pero como crónica de sociedad, como crítica social, no tiene precio. Si convertimos Phnom Penh en el personaje central de la trama, dejando a Calvino de lado y centramos nuestra atención en los personajes más secundarios de la trama, descubrimos una obra que discurre entre la difusa línea que separa la novela social de la costumbrista.

A través de Thu (la avejentada prostituta vietnamita), Carole Summerhill-Jones (intrépida periodista que al mirar el mundo a través de su cámara de fotos pierde la noción de lo que está viendo en pos del reconocimiento mundial), la doctora Verónica y el sargento  de la UNTAC Shaw, podemos empezar a comprender la magnitud de la tragedia que se vive en estos países.

Me cuesta creer que ninguno de los insufribles aforismos de Calvino vayan a permanecer en mi recuerdo. Estoy seguro de que la trama, como muchos de sus personajes, caeran en el olvido, cubiertos por capas y capas de novelas e historias que tengo pendientes de lectura. Pero me gustaría creer (necesito creer) que ese poso de tristeza, esa sensación de desaliento que me ha dejado la novela, permaneceran y me llevará a cuestionarme muchas de las cosas que veo en las noticias todos los días.  Que la próxima vez no desviaré mi mirada a la realidad que no me gusta e intentaré hacer algo para cambiarlo. Tal vez así  mi indiferencia hacia lo que pasa en otros lugares será cada vez menor y la próxima vez que me queje por "lo que me falta" piense en "lo mucho que tengo".

Si algo espero recordar es esa pequeña lección que la doctora Verónica da a Vincent Calvino en el hospital, reflexionando sobre el bien, el mal y lo relativos que son ambos conceptos en función de la situación que nos ha tocado vivir a cada uno. Como bien expone Moore por boca de la doctora, es muy sencillo hablar en términos absolutos cuando uno posee todo, cuando es un privilegiado, ¿pero qué pasa cuando no es así?¿qué sentido tienen la moral, la ética y los límites morales cuando uno se muere de hambre y teme por los suyos?¿es correcto "crear" guerras por motivos económicos acosta de la infinidad de vidas humanas que se van a perder, no sólo durante el conflicto, sino también después de él?

jueves, 8 de septiembre de 2011

Yendi - The Vlad Taltos series (vol. 2)

Steven Brust es un autor sorprendente que con la serie protagonizada por Vlad Taltos ha logrado romper con prácticamente todos los tópicos que han rodeado a la fantasía épica en las últimas dos décadas.

Nada de novelas con 400 o 500 páginas como poco. Fuera quedan las luchas del bien contra el mal, los príncipes azules o las princesas guerreras. En sus páginas no se encuentran grandes cruzadas ni gestas heróicas, los grandes bardos que canten brillan por su ausencia y el único ruído que se oye es el de la risa de Loiosh cada vez que Vlad mete la pata. Imagino que para muchos todo eso será el motivo que estaban buscando para ni siquiera dar una oportunidad a la serie. ¡Allá ellos!

No voy a mentir, ni "Jhereg" ni "Yendi" pueden ser consideradas novelas sobresalientes, no van a marcar una época y puede que para muchos no sean más que una tontería. Su narrativa y sus historias no tienen el peso de la obra de otros autores mucho más afamados como Brandon Sanderson, Margaret Weis o Tadd Williams, y, sin embargo, ofrece algo que ninguno de los autores anteriores da consus novelas, un libro ligero, entretenido, ameno y dinámico que tan sólo utiliza 147 páginas (en inglés, aunque en español no se irá mucho más allá) para contar una historia muy poco convencional.

¿Quién es capaz de narrar la lucha entre dos líderes de pequeños corpúsculos mafiosos por hacerse con el control de los prostíbulos y salones de juego clandestinos de una ciudad?¿Quién es capaz de hacerlo sin convertirlo en un baño sangriento en el que el ruido del entrechocar de las armas no deja lugar para nada más?¿quién es capaz de demostrar que las muertes pueden sucederse sin necesidad de que los cadáveres pueblen las hojas de la novela?

Como hiciera en "Jhereg", Steven Brust consigue aproximar la novela fantástica a la mejor de las representaciones dramatúrgicas. La "Presentación", "nudo" y "desenlace" del teatro clásico encuentran su sitio en una novela que transcurre en apenas 3 escenarios, los que permiten los distintos cruces de camino entre  Vlad Taltos, Aliera, Morrolan, Loiosh y Kragar. 

Con la excepción del desenlace final, cuanto acontece en la historia se da a conocer por medio de los disitintos diálogos, herramienta narrativa fundamental que nos acerca a una historia  n la que los paisajes y los entornos aparecen desenfocados, apenas esbozados, relegados a un segundo (o tercer) plano, en pos de un mayor dinamismo.
Vlad Taltos, el "oriental" ("humano") que vive entre los dragaeranos, miembro del clan Jhereg (el clan de los ladrones, delincuentes y gente sin clan), lider de una pequeña banda que se ve obligado a defender su territorio de los intentos de conquista de otro pequeño lider mafioso, es un personaje entrañable, divertido y  no-tan-pardillo, que permite al lector ir adentrándose en todo el entramado político y social del mundo de Dragaera. Un submundo lleno de intrigas, misterios y dobleces que difícilmente dejarán al lector indiferente.

Esta segunda novela sitúa su trama en mitad de la primera, antes de que Vlad haya consolidado su posición como uno de los mejores asesinos y más "renombrados" Jheregs de la ciudad. Justo en el momento en que conoce al amor de su vida, establece y consolida su estatus social y descubre que está arropado por un grupo de "amigos" que siempre le prestan ayuda dentro de los "límites" que sus respectivos clanes y estatus le permiten.

La obra de Brust es innovadora, sencilla, divertida e intrigante. Uno de los mejores ejemplos de cómo a veces no es necesario mostrar 300.000 distintos tipos de razas, viajar 20.000 leguas o cabalgar a lomos de un unicornio, para constuir una buena obra. Lo suficientemente buena para resultar interesante y lo suficientemente corta, quizás la mejor prueba para demostrar que su autor conoce las limitaciones de su producto, que no intenta alargar de forma innecesaria.

Creo que lo más justo es comparar la serie de Vlad Taltos con la copa de cava con sorbete de limón que se sirve en muchas fiestas. Para algunos sólo será una buena forma de "limpiar el paladar" en esos momentos en esté empachado de novela negra pero no esté preparado para afrontar otras obras, ¿mayores? del género fantástico. Para mí, además, es  refrescante, ligéramente ácida y, si te pasas con ella, se te sube a la cabeza.

viernes, 2 de septiembre de 2011

¿quién teme al lobo?

A quien se acerque por primera vez a una novela escrita por Karin Fossum le conviene tener en cuenta una serie de cosas:

Fossum es la menos nórdica de todos los autores que he leído hasta ahora. Al menos de todos los autores de novela negra. Su estilo es más directo y mucho menos descriptivo que el de los demás, buscando un acercamiento mucho más subjetivo. Sus novelas hablan sobretodo de personas, no de entornos o de situaciones sociales.

Su obra, al centrarse tanto en las personas, goza de una atemporalidad y universalidad que hoy en día no hay muchas novelas del género que las tengas. Sus tramas no se ven condicionadas por la ubicación de la acción, ni por la climatología ni por las circunstancias socio-políticas de un momento, ajenas a un marco físico y temporal concreto.

Con la salvedad de "No mires atrás" (siempre hay una excepción que confirma la regla), sus libros no siguen las pautas de la novela negra, ni la clásica ni la actual. Encuadradas dentro del género negro,por su temática, no suelen tener un desarrollo al uso, quedando la investigación relegada a un segundo plano, más como refuerzo de la idea central desarrollada en la novela, que como hilo conductor.

La serie está protagonizada por Konrad Sejer, pero, en el mejor de los casos, éste no es más que uno de los personajes que intervienen en una trama, normalmente centrada en terceras personas cuya vida ha sufrido un giro inesperado a raíz de un "golpe" de suerte.

La suerte o su ausencia, forman parte inextricable de la trama. Los acontecimientos no tienen su origen en una preparación previa minuciosa, son el resultado de una reacción ante un hecho totalmente imprevisible que marca un momento puntual de la vida de algunos personajes. Y hablo de "suerte" y no de "destino" pues siempre queda claro que lo que sucede es fruto de "una decisión voluntaria" y no "algo inevitable".

Siempre aparece un sentimiento como el elemento que acompaña a los personajes durante toda la historia., un eje central, un elemento común. Por ejemplo, en "El ojo de Eva" ese sentimiento es "la venganza".

Finalmente, los títulos de las novelas tienen mucho que ver con el devenir de la historia y siempre guardan un pequeño secreto, una pequeña trampa, un pequeño mensaje. En el caso de la citada "El ojo de Eva", estamos ante un juego de palabras con el característicio "ojo por ojo" y, por otro lado, como "el ojo" de Eva Magnus, o lo que ella cree ver, es el desencadenante de la historia.

¿Quién teme al lobo? es posiblemente la obra de Karin Fossum que más me ha gustado hasta la fecha. La más atemporal y desde luego, la más universal pues, al estar centrada en un valle prácticamente podría haber sucedido en cualquier lugar de la geografía mundial. Lejos quedan Mälmo, Estocolmo, Oslo y las demás ciudades que estamos acostumbrados a conocer a través de los demás autores de la región. 

La historia, que sucede hoy, pero que podría haber sucedido hace 20 años o hace 10, habla de dos elementos fundamentales: la suerte y la culpa.
La suerte, elemento recurrente en la obra de la autora noruega, aparece como el elemento determinante de la trama. Se manifiesta en la forma de un hecho sorprendente que rompe con las previsiones del protagonista de la acción y desencadena unos acontecimientos que, inicialmente, no estaban previstos. Lo que nunca queda claro es si su presencia  o su ausencia es algo bueno o malo.  Que te cojan cuando estás llevando a cabo un hurto es "mala suerte", como lo es cruzarse con un policía justo cuando uno va a cometer un atraco a un banco pero ser testigo de un asesinato o coger como rehén a un sospechoso de asesinato, es algo bueno o malo. Y lo más importante, ¿para quién?

Por otro lado la culpa. Sentimiento que define a cada uno de los cuatro protagonistas de la historia. A uno por su ausencia y a los demás por distintas formas de manifestarse, unsentimiento que condiciona su vida, impidiéndoles vivir sin complejos. Desde Errki, un esquizofrénico, cuya patología se origina en la muerte de su madre y el sentimiento de culpa que experimenta desde entonces por esa y otras muertes, al inspector Sejer, que se aleja de cualquier posible relación sentimental por considerarlas una falta de respeto  (una traición) hacia su difunta esposa.

¿Quién teme al lobo? habla de lo malas que pueden llegar a ser las habladurías y de como la gente se deja llevar por el miedo a lo que no pueden comprender. Habla de la soledad y el miedo que puede llegar a experimentar las personas cuando deben convivir con sus miedos sin recibir la ayuda de un especialista. Habla de como a veces es peor para uno no ser cogido cuando comete un acto delictivo porque siempre hay alguien dispuesto a hacernos pagar por lo que sabe... pero también habla de la necesidad de compañía y de comprensión del ser humano. De lo dura que puede llegar a ser en ocasiones la soledad y de lo liberador que puede llegar a ser para una persona encontrar en otra comprensión y respeto.

Posiblemente esta sea la novela de Karin Fossum en que más cueste entrar, algo habitual en la obra de la escritora noruega, que siempre sitúa la novela en los momentos que van a desencadenar la acción, obligando al lector a hacer un esfuerzo inicial que luego, eso sí, se ve ampliamente recompensado. En esta novela el comienzo es aún más duro porque nada más empezar se centra en el personaje de Errki, un esquizofrénico que convive dentro de su propia cabeza con otros dos personajes, por lo que el lector, al que la situación le pilla de sorpresa, se siente ligeramente desubicado. Una vez pasado ese primer momento la historia se desarrolla de manera agil y sencilla, aunque conviene advertir de que, como en casi todas sus obras, al final  de su lectura queda un ligero regusto ligeramente amargo, un poso de tristeza que permanece algún tiempo después de su lectura. Si bien en esta ocasión se ve "endulzado" con el brillo de esperanza que deja la aparición de Sara, la doctora que trataba a Errki, en la vida de Konrad Sejer, a quien, por primera vez, se muestra cercano, frágil y vulnerable, hasta cierto punto entrañable.

Lástima que la cuarta novela de la serie no se haya publicado. Parece que los amantes de la serie hemos tenido la "mala" suerte de nacer en un país donde las obras se traducen sin orden ni concierto (estoy seguro de que habrá alguna razón de peso) y los amantes de Sejer deberemos decidir si esperamos a que las editoriales la publiquen en poco tiempo o nos lanzamos a ciegas a leer, así, de sopetón,  la octaba novela de la serie "Una mujer en el camino



domingo, 21 de agosto de 2011

El policía que ríe

Hay épocas en las que se me cruzan los cables, me enfado con el mundo, me obceco y me exaspero. Seguramente una sóla palabra no sirva para definir el tipo de persona en que me convierto en esas ocasiones pero si resume una parte importante de lo que me pasa, me convierto, si se me permite usurpar el título a una famosas canción del verano,  en "el venao". El término "venao" le da un matiz más de irracionalidad y resume en una sóla palabra mi estado cuando empecé, hace menos de una semana, con la lectura de la cuarta novela protagonizada por Martin Beck.

No había empezado su lectura cuando ya tenía prácticamente pensado lo que iba a escribir. Un crítica bastante amarga sobre un conjunto de novelas que me habían decepcionado enormemente, sobretodo teniendo en cuenta que había llegado a ellas gracias a  la recomendación de dos escritores que me gustan mucho como Henning Mankell y Jo Nesbo.  

Esperaba más, mucho más, de la obra de los proclamados "padres" de la novela nórdica actual, autores de un cambio en la concepción de la novela negra de la época que desencadena en la concepción actual del género en el norte de Europa, pero la serie de Martin Beck no había cubierto mis espectativas. No es que no hubiese cubierto todas, es que no había cubierto prácticamente ninguna. 

Lentas, rozando el tedío en alguna ocasión, centradas casi en exclusiva en la investigación criminal, incapaces de mostrar la sociedad en la que discurre la trama y con un protagonista hipocondríaco, quejica, apagado, con una vida personal casi inexistente, sin hobbies ni pasiones y con un matrimonio gris y roto.  Un personaje que absorbe todo el protagonismo y apaga el resto de la obra con su presencia. Un agujero negro sito en el centro de una galaxia de cuya atracción nada parece poder escapar.

En ese momento (el martes o así) lo tengo clarísimo, firmo quedarme con la versión 3.0 del modelo, la ofrecida por Mankell, con Wallander caminando por Escania y su entorno. Con su evolución y su recreación de la sociedad sueca del momento. Una fórmula que mejora sobremanera al original y lo lleva mucho más lejos, alterando los elementos básicos y haciéndolo  crecer de forma exponencial. Y lo hace con los mismos medios que tenian a su disposición Sjöwall o Wahlöö, relegando la tecnología a un segundo plano y centrando la investigación en el puerta a puerta y en el cotejo de datos en reuniones dentro de despachos. Sin personajes especialmente brillantes, vamos gente común como tú y como yo (al menos como yo, que no era mi intención ofenderte, querido lector), que analiza, observa, razona y, en ocasiones, comete errores.

Y entonces, mientras reflexiono sobre la entrevista en la que oí a Henning Mankell, una simple pregunta  aparece ante mí y, si bien al principio me hace pensar en el gran periodista que ha perdido España conmigo, al final siembra la duda en mis convicciones anteriores: ¿Cómo es que nadie le ha preguntado nunca a Mankell si realmente le gusta toda la obra de estos autores? y si no es así, ¿cómo es que aún así la alaba? 

Y con ella otra más, igual de comprometida pero mucho más peligrosa porque es una pregunta que debo responder yo mismo, ¿acaso a mí me gusta toda la obra de los autores que recomiendo?¿cómo hablo de Mankell de forma tan elogiosa cuando dentro de su bibliografía hay obras que no terminan de gustarme?¿Acaso no me desencantaron enormemente "El hombre sonriente" y "La quinta mujer"?¿Y   Dennis Lehane con "Shutter island"?

Entonces toda esa rabia que, insospechadamente, había ido acumulando contra Henning Mankell como causante de mis desdichas y deudor de casi 60 euros por la compra de las novelas de Martin Beck, se vuelve contra mí ¿es siempre Mankell el Mankell versión 3.0 de la novela negra sueca del que siempre hablo o éste último es una evolución a lo largo de sus novelas?¿no es la suma de sus aciertos y sus fracasos lo que le ha llevado a su posición actual? ¿Es posible que ese Mankell 3.0  fuese en sus primeras novelas una simple versión 1.7? ¿acaso no hubo un momento en que estaba de Escania y de Malmo hasta las narices?¿y de la relación de Wallander con su ex-mujer Mona? ¿me he olvidado de que Linda Wallander no fue siempre policía y que fue cobrando protagonismo conforme pasaban los libros? ¿me he olvidado también de que en "Asesinos sin rostro", el personaje que me cautivó fue el de Rydberg y no Wallander?

Y entonces, muy a mi pesar, "se hizo la luz", aunque para ello fue preciso pulsar ese extraño interruptor llamado "El policía que ríe", la cuarta entrega de la  serie escrita por Wahlöö y Sjöwall. La que eleva un listón que, tras el buen comienzo de "Roseanna", no había hecho más que ir descendiendo y descendiendo hasta caer en picado con "El hombre en la ventana".

Una cuarta entrega que difiere (y mucho) de las anteriores. En primer lugar porque el protagonismo ya no es único. Martin Beck no es la única cabeza visible de la investigación y, desde luego, no es su forma de pensar y su vida la única que se nos da a conocer. Kollberg, Melander o Ronn asumen un rol mucho más protagonista y hay capítulos en los que la narración recae exclusivamente sobre ellos. Esta pluralidad otorga nuevos elementos de juicio al lector que, por primera vez, puede comparar y al hacerlo descubrir que, con todo, no es que Martin Beck sea un "despojo" a todos los niveles, sino que es el trabajo que realizan y la propia sociedad sueca la que imbuye en los inspectores ese aire gris y taciturno, esa desesperanza ante lo que ocurre.


Una tristeza que se origina no sólo en las inclemencias climatológicas, sino también en la realidad que se ven obligados a contemplar en el día a día. El tener que contemplar lo bajo que puede llegar a caer el ser humano, las duras condiciones de vida a las que tienen que hacer frente ciertas personas, como otras se aprovechan y abusan de una situación de preponderancia y superioridad y como todo eso se esconde tras una fachada muy cuidada y colorista. 

Es la primera vez que se hace mención a la mediocridad de ciertas instituciones suecas, a como se cuida la imagen hacia el exterior aunque eso suponga descuidar la labor interior y es, por encima de todo, la primera vez que se muestra lo ardua que puede llegar a ser la labor policial, el desgaste que supone a nivel interno y  externo, la relación con los compañeros y lo difícil que es mantenerse impermeable ante todo lo que se les viene encima.

No sé si es una novela notable pero sí que es superior a las tres anteriores. Una obra que me permite conectar con el personaje y su entorno. Una evolución que acerca lo visto hasta ahora con los autores suecos contemporáneos, donde los 50 años de diferencia que hay con el momento actual no tiene una trascendencia decisiva. Aquí no importan los medios y los instrumentos materiales, importan los policías y la labor que realizan. Algo nuevo en la serie a lo que hay que sumar que, por primera vez, se pasa revista a la sociedad sueca en plenitud, mostrando las grandes diferencias que existen entre la imagen que se tiene de ellos y lo que realmente sucede en el país.

En cualquier sociedad hay clarooscuros y para poder apreciarlos es necesario poder tener una visión más global, no sólo de las instituciones sino también de los individuos y las relaciones familiares. No basta sólo con conocer la visión de Beck, es necesario también poder verlo todo a través de los ojos de otros personajes, como Melander o Kollberg, para poder contrastar. Desde el "no tan simple" Rönn hasta el inefable Ullholm deben tener su pequeño hueco en la narración.

Y, por supuesto, destacar la presencia del "humor", tanto el de los personajes como el de sus creadores,  que atempera un poco el ambiente gris y lóbrego de la época y la crudeza de la realidad que se muestra y que, por primera vez hace presencia en la serie y adereza el resultado del último interrogatorio.

Sólo cabe esperar que esa forma de entender la novela negra que comenzó con "Roseanna" a mediados de los años 60 y que ha ido evolucionando hasta hasta nuestros días,  no llegue a su fin con "El hombre inquieto" de Mankell.