domingo, 16 de octubre de 2011

Nudos y cruces

Un asesino en serie de niñas pequeñas, en cuyo modus operandi no aparece en modo alguno el componente sexual, pone en jaque a la policía de la Edimburgo de mediados/finales de los 80 y el pánico cunde entre los padres de la ciudad.

Una investigación periodística centrada en el tráfico de heroina en el corazón de la ciudad amenaza con destapar una red de corrupción policial.

Un policía muy normalito empieza ha recibir anónimos con una pequeña frase y un nudo de distinto tipo. Un mensaje que no entiende en absoluto.

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 Anderson, el policía encargado de la investigación sobre el asesino en serie.

Gill Templer, inspectora que, asignada a la investigación, se encarga de las relaciones públicas con los medios de comunciación.

Jim Stevens, ambicioso periodista que, en busca de reconocimiento internacional, sólo mira de reojo la investigación, mientras centra todos sus intentos en desenmascarar la red de drogas de la que nadie parece saber nada.
Michael Rebus, hermano de John, adinerado hipnotizador de aclamada fama, que parece guardar un oscuro secreto.

John Rebus, el gran protagonista de la historia, el eje central de toda la trama. Quien recibe los anónimos y acaba de ser asignado al grupo de investigación del asesino en serie. Bebedor, católico, fumador compulsivo . Un policía  normalito, con pasado en las S.A.S, y tendencia a sufrir profundas depresiones en lo que hoy (la novela se escribió en 1987) seguramente se diagnosticaría como un caso claro de estrés post-traumático.

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Tres historias y cinco personajes cuyos caminos se van entrecruzando  tanto profesional como personalmente hasta alcanzar el desenlace.

Una buena novela, entretenida y bien escrita, que se lee casi del tirón y que gana en intensidad conforme van pasando las páginas y John Rebus se acerca a descubrir lo que  está reprimiendo de su pasado. Una novela donde el ayer y el hoy se dan alcance, donde no está claro si habrá un mañana para alguno de los personajes.

Ian Rankin me ha sorprendido por la agilidad de su narración, lejos de otros afamados  escritores británicos como P.D. James y Val McDermid, mucho más cargantes, más centrados en la recreación de ambientes y situaciones que en los personajes en sí.  Rankin sólo necesita explicar cuatro datos insignificantes de sus personajes para dejar que la novela ubique al lector y le dote de una mejor noción de lo que realmente está sucediendo.

El único pero a la novela es cierta previsibilidad en un par de momentos concretos pero  parece fruto de lo que ha llovido desde finales de los años ochenta y lo mucho que se ha escrito desde entonces, que a un defecto del autor o de la obra.

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