domingo, 25 de noviembre de 2012

"Magic burns" - Kate Daniel's serie. Vol 2

Las últimas semanas han sido duras. No sé si es posible afirmar que han sido peores que las anteriores pero a mí, particularmente, se me han hecho más cuesta arriba. Las noticias se suceden y parece que nunca están dispuestas a arrojar un poco de esperanza a la gente. 

Paro, desahucios, corrupción... dramas humanos generalizados poco a poco van haciendo acto de presencia (y mucha mella) en el día a día. Antes era el primo del amigo de un compañero, ahora es tu amigo Pepe (que se queda en paro sin que sus dos carreras y sus cuatro idiomas sirvan para nada), tu tía MariPili (a la que le han detectado un...y la tienen que operar aunque los médicos no son nada optimistas) o un conocido de tus padres que muere de forma inesperada.

El curro, ese sitio donde pasas casi un tercio de tu vida y que se empeña en que vivas para él, hace tiempo que dejó de actuar como tabla de salvación. Una comunidad de compañeros hasta la fecha bastante bien avenida donde las penas de tu vida personal quedaban relegadas a un segundo plano, se ha convertido en el campo base para heridos en combate, donde todos acuden buscando llorar sus penas y liberarse, aunque sólo sea durante un ratito, de sus miserias.

¿Qué queda?¿qué se puede hacer? Huir con todas tus fuerzas. Evadirse, distraerse y tratar de buscar solaz en las pocas cosas que ahora mismo deparan algo de alegría. En mi caso algo de ejercicio físico, un poco de cocina (no mucho que si no el ejercicio físico sirve de poco), procurar unos Reyes satisfactorios (para aquellos a quienes quieres) donde la imaginación y el toque personal sumen más que el coste económico (lo que no resulta nada fácil) y, por supuesto,  leer. Esta semana algo mas fuerte, fantasía en estado puro, con unas gotas de imaginación, una buena subida de adrenalina y mucho entretenimiento... y si en el camino consiguen sacarme una sonrisa mucho mejor.

Si la narrativa contemporánea es el trilero de la esquina que hace que te sientas como la persona más inteligente y preparada del mundo obviando que muchas de las miserias que lees son las mismas que tú padeces y la novela negra/social es ese increible ilusionista que te hace visitar infinidad de localizaciones y culturas que de otra forma apenas podrías llegar a atisbar, el género fantástica y la ciencia-fición son el mejor escapista del mundo, el que te ayuda a "salir" (aunque sea momentaneamente) de ese tanque lleno de agua que te agobia y te asfixia, en el que a veces se convierte la vida.

Ilona Andrews es buena precisamente en eso, en proveer a quien se acerca a sus obras de momentos de enorme distracción, esos en los que te olvidas de que eres un mero lector y ves pasar ante tus ojos la narración como un conjunto nítido y definido de imágenes y no como un agalmama sin fin de letras que se unen con mayor o menor sentido. Cuando interrumpo la lectura de sus novelas  nunca me quedo en la página 40 sino en ese momento en el que Kate Daniels acaba de... y es "acaba de" porque si es un "se encuentra en o con" siento la necesidad de seguir leyendo hasta que ese lance particular llega a su fin.

Si se me permite seguir con la analogía con la magia, Andrews sería un buen escapista que consigue distraer y entretener con su "performance" hasta que el espectador se olvida por completo de que está rodeado de cientos de personas que, como él, han pagado una entrada para ver un espectáculo. Cuando las luces se apagan y comienza el show no hay artista ni escenario, ni palomas blancas, ni cadenas de acero ni cajas que alguien parte en dos con un serrucho herrumbroso, allí sólo están Kate o Curran o Ghastek o Derek o Bran o cualquier otro de los ayudantes que Ilona ha decidido invitar a su show y, por supuesto, ella con sus "malas artes" y su prosa brujeril y tú, ese espectador cautivado por su actuación.

Sus novelas no son las mejores que he leído pero sí que cumplen con todo lo que espero de ellas y eso que a cada nueva entrega le pido un poco más. Siempre cumple y además de forma notable. 

Su universo, ese que en "Magic bites" apenas daba para unos pocos vampiros, unos cuantos cambiaformas y algún monstruo de pesadilla dispuesto a salir de su retiro sabático para sembrar el terror en el mundo, va cobrando cada vez más forma, aparecen nuevos personajes (como Bran o Andrea), se producen nuevas situaciones, y se generan nuevas criaturas.

"Magic burns" transcurre apenas unas semanas después de su predecesora y, como es lógico, sigue su estela y con las consiguientes secuelas de lo que allí aconteció. Lo hace con coherencia, sin reescribir a sus personajes pero aceptando que el ser humano (y las demás criaturas,jeje) son algo cambiante, algo móvil, influenciado y condicionado por las vivencias previas. Así vemos a una Kate algo más concienciada de su soledad y, quizá, un poco más  fragilidad pero también más madura, más asentada, más segura. Y de su mano vuelven Jim (el hombre-jaguar), Darren (el hombre-lobo), Ghastek y su legión de vampiros y, por supuesto, Curran, el lider de "The pack" (esa agrupación de cambiaformas). Pero no lo hacen solos, a ellos se suman Andrea (una "caballera" de la Orden que ha sido puesta en cuarentena tras haber tenido que matar a su compañero,afectado por el Lycos Virus), Bran (un extraño personaje, que armado con un arco y la capacidad para desvanecerse en el aire, no para de irrumpir en la guarida de los cambiaformar para robarles unos planos de la ciudad), o Julie, una frágil niña que recurre a Kate buscando a su madre, una primeriza aspirante a bruja que a desaparecido unas noches antes sin dejar rastro.

La investigación de su desaparición y la recuperación de los planos robados sitúan a Kate en medio de la lucha entre dos facciones en guerra desde los tiempos de los antiguos celtas y es que cuando las olas de magia se intensifican todo es posible, incluso que los dioses vuelvan a pisar la Tierra.

Una segunda novela que es un paso adelante, que marca la evolución, no sólo de Kate, sino de todo el universo creado por Ilona Andrews. Un cambio hacia algo distinto, en un medio totalmente distinto y con las salvedades oportunas, algo muy parecido a lo que sucedíó cuando Guillermo del Toro rodó la segunda entrega de Hellboy,  con ese "toque" distinto que aúnque lo emparentaba con su predecesora, guiaba los caminos de sus protagonistas en una dirección y estética algo distinta.

Una lectura altamente recomendable a pesar de que la confrontación final, como suele suceder en ese tipo de novelas y siempre remarca mi padre (a quiene esto le suele molestar bastante), resulte más caótica que entretenida y se resuelva con tal velocidad y parquedad que deja al lector un poco insatisfecho. Menos mal que la edición cuenta en sus últimas páginas con un adelanto de la tercera entrega que hace que se nos pongan los dientes largos y dejemos a un lado todo lo demás.

P.D: Hace ya algún tiempo que dejé de leer este tipo de fantasía en español. Hasta entonces solía compaginar la lectura de las dos ediciones (la española y la inglesa) con un pequeño margen de tiempo, intentando compensar así mi insuficiente inglés. Conforme fui siendo consciente de que era capaz de seguir (con un nivel aceptable aunque nunca suficiente) la lectura del texto en su versión original fui dejando de comprar la versión traducida pero no olvido que, por aquel entonces, en algunos foros empezó a haber ciertas quejas al poco cuidado que se estaba poniendo en la traducción de este tipo de novelas (al menos en las de Harry Dresden) por la editorial que la publicaba. Desconozco si sigue siendo así pero si se va a comprar la versión traducida sería recomendable informarse antes.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Ojo de drágon

Tenía previsto empezar este post hablando de Ícaro, el hijo de Dédalo, que si no me falla la memoria fue el constructor del laberinto del minotauro  para ejemplificar/comparar con lo que me había sucedido leyendo "Ojo de dragón" pero anoche, justo cuando me acostaba, me di cuenta de que la historia de Ícaro habla, fundamentalmente, de la soberbia del ser humano y de lo rápido que pasamos de un extremo a otro olvidando nuestro pasado y ese no es el mensaje que quería transmitir en este post.

Justo entonces pensé en algo mucho más sencillo, un dicho popular que siempre intento recordar para que actúe como cortapisa a mi (aparentemente insaciable) curiosidad, pues es a ella a quien debo un alto porcentaje de mis quebraderos de cabeza cotidianos. 

Fue la curiosidad y el hambre por aprender la que me llevó a comprar una novela negra que estuviese centrada en China, país del que desconozco practicamente todo y cuya sombra está resultando ser muchísmo más alargada que aquella de los cipreses sobre la que escribió Miguel Delibes.

Malacostumbrado por la  televisión y esa sucesión de programas que muestran a conciudadanos viviendo en distintas regiones del mundo, normalmente felices, satisfechos y enormemente contentos, mi cerebro tiende a olvidar que el mundo es un sitio inhóspito donde sólo un reducido porcentaje de personas viven en condiciones óptimas (y por óptimas lease "humanas") y que "ahí fuera" lejos de las fronteras del (así proclamado) Primer Mundo, existe un sin fin de miseria y de pobreza, de desesperación y miedo, que saca (en muchas más ocasiones de las que sería recomendable) lo peor del ser humano.

Las imágenes y sonidos que puntualmente golpean nuestra conciencia cuando vemos el telediario o vamos a una exposición fotográfica que denuncia la situación por la que atraviesa (o mejor, en la que vive, porque para "atravesar" debe haber algo al otro lado a lo que se pueda llegar) gente en otras regiones del mundo, tiende a quedar reducidas a fogonazos puntuales, burdos flashes que nuestro cerebro ( o nuestra mala conciencia) tiende a borrar con la rapidez con la que una nueva y dulce imagen surge para ocupar su lugar.

No soy Eduard Punset, así que no voy a teorizar sobre los motivos y las causas que explican por qué nuestro organismo se comporta de esa manera, sólo soy una persona que, de vez en cuando, lee un libro en un intento por darse cuenta, por intentar aprehender (y aprender), lo que realmente está sucediendo en otros lugares y cuales son las posibles causas que lo originan.

"El chino" de Henning Mankell, "El poder del perro" de Don Winslow o "El corazón del cazador" de Deon Meyer, son tres claros ejemplos de novelas que instruyen (y denuncian) mientras entretienen, alertando de lo que está sucediendo en distintos lugares de planeta, dirigiendo la atención del lector a dramas personales que a corto, medio o largo plazo desencadenarán en dramas globales. Ninguna de ellas es una novela "fácil" de leer a pesar de estar muy bien escritas (y traducidas) en los tres casos y difícilmente se convertirán (por grandes que sean las ventas de algunas de ellas) en "la novela de la que hablas con tu vecino en el ascensor". Hay algo en este tipo de literatura, como en cierto tipo de cine, que lleva al recogimiento y a la interiorización de lo que has visto, a la introspección.

"Ojo de dragón" es una de esas novelas. De las que es imposible que dejen indiferente a quien las lee, de las que puede llegar a costar acabar porque lo que estás leyendo no te gusta, porque lo que "ves" no te deja en buen lugar (ni a ti, ni a mí, ni a la inmensa mayoría). A fin de cuentas muchas de las cosas "que suceden" lo hacen amparadas en nuestra indiferencia y, a la vez,  en nuestro apetito insaciable.

La novela de Andy Oakes transcurre en China. "Transcurre" porque no sólo está situada en ella, forma parte de ella y sólo tendría cabida en ella. La República Popular es un organismo viviente y Oakes el patólogo que nos describe algunos de las afeccciones que la aquejan, algunos de sus achaques son internos (como ese sistema de castas, ahora llamado Administración, que sirve como elemento de segregación, de estratificación social. Quienes tienen siempre tendrán y se les proveerá, mientras que quienes están abajo sólo tienen acceso a lo mínimo (y allí lo mínimo es mucho menos que en otros muchos países) y otros externos (la mirada cínica americana con su doble moral donde hoy castigo y repruebo un comportamiento para, el día de mañana, poder utilizar ese mismo asunto en mi propio beneficio).

"Ojo de dragón" no es un tratado filosófico, tampoco un estudio político, es, simple y llanamente, una novela negra donde un investigador chino (mestizo, para más datos) intenta resolver el asesinato de ocho personas de las que nadie quiere saber nada y, en paralelo y entrecruzados, los intentos de una madre (representante del gobierno americano) por descubrir por qué su hijo se convirtió en una de esos ocho muertos.

La tensión la pone la siempre acechante sombra del poder, los vecinos que observan a través de los resquicios de sus persianas, los "buenos samaritanos" siempre dispuestos a hacer lo que haga falta por el Partido (así, con mayúsculas) y la muerte de cuantos guardan alguna relación con el caso. Sin aspavientos, sin grandes persecuciones, sin detalles especialmente sangrientos (aunque con omisiones igualmente impactantes), Andy Oakes consigue provocar una inquietante sensación de desamparo, de desesperación y de aislamiento. Sun Paio, su protagonista, está prácticamente sólo ante el peligro, es un hombre desgraciado que sabe que su mayor enemigo en la investigación es la misma sociedad a la que intenta proteger, un conjunto de personas adoctrinadas, educadas para vivir bajo el condicionamiento de unas ideas que las esclavizan y las conducen a la más absoluta de las miserias, siempre con el convencimiento (y la falsa ilusión) de que un día las tornas cambiarán y serán ellos quienes estén "arriba" viviendo la vida, aprovechándose de los demás.

"Ojo de dragón" es esa novela que todo el mundo debería leer aunque posiblemente a muchos no les gustarán. No es una novela fácil, no se lee especialmente rápido (y eso que está construida casi sin subordinación (curioso que lo que sobra en la novela falte en la forma), que siempre permite un mayor detalle pero que resulta  proclive a ralentizar la lectura/comprensión de la obra) y está llamada a remover alguna conciencia (tampoco muchas, que nadie se asuste) pero no será la novela que la gente debata en ninguna sobremesa y como habla de China (y no de alguno de los países de la Unión) tampoco hará sonar las alarmas (¿Habría tenido el mismo éxito la trilogía de Millenium de haberse ambientado en un país asiático?¿habría llamado tanto la atención si las estadísticas que allí aparecían hubiesen hecho referencia a la situación de alguno de los países africanos?)

En la película "The vow" ("Todos los días de mi vida" en España), Leo, el personaje que interpreta Channing Tatum, habla de "momentos de impacto", esos que ponen tu vida patas arriba impidiendo que siga el mismo cauce que llevaba hasta entonces. Un cambio forzado que unas veces resulta ser para bien y otras, las mas,  para peo). "Ojos de dragón" está llamada a convertirse en la representación física de uno de esos momentos en mi vida, sea porque convencido como estoy de que lo que ahí se narra (y otras muchísimas cosas que no se cuentan) no deben seguir sucediendo e intente hacer algo para vitarlo o para mal (porque en ese pugna entre mi alma y mi cerebro (con el señor Punset como árbitro) sea este último el que se haga con el control y me resetee, y, por tanto, me convierta en una de esas personas que en lugar de intentar hacer algo decide agachar la cabeza o mirar hacia otro lado). El tiempo lo dirá, de momento me consolaré pensando que tal vez (¡ojalá sea así!) este post sea un primer paso en la buena dirección.

P.D: No creo que sea la primera vez que alguien nos da un toque de atención sobre todo lo que está sucediendo en el mundo mientras miramos hacia otro lado o porque, aun sabiéndolo,  hacemos bueno eso de "mejor ellos que yo". Sólo por eso, por esos fugaces instantes (ojalá sólo fuesen fugaces) en los que pensamos que todo vale con tal de nuestra propia supervivencia, haciendo bueno eso de "ojos que no ven corazón que no siente", somos merecedores del premio "hoguera de las maldades" a los personajes mas malvado del año. 

Como la economía no está para muchas alardes simplificaré esta idea con la nominación del Doctor Charles Haven, ese monstruo creado por la sociedad actual,   para el premio, como máxima representación de todo aquello contra lo que habría que luchar.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Vive como puedas

Tengo una amiga (afortunadamente no sólo una, sino varias) con la que suelo intercambiar regalos cuando llegan nuestros respectivos cumpleaños (que, por cierto, están muy próximos en el tiempo).  Desde hace algún tiempo Verónica (que es como la voy a llamar porque no tengo tantas amigas como para perder una por usar su nombre real en un post sin su permiso) y yo nos regalamos libros, que tal vez no sean el regalo más habitual hoy en diá pero sí, al menos en mi caso, un intento por regalar algo más personal.

Regalar a alguien que no comparte tus gustos (en este caso literarios) es harto complicado, como ella misma deja claro con las disculpas y explicaciones que suelen acompañar sus presentes. Entre el volumen de libros que leo (que no sé si es muy grande o muy pequeño pero sí que parece ser bastante molesto para sorprenderme) y un gusto ecléctico que se aleja un poco (o bastante) de lo que a ella le gusta, no le queda otra que tirar por el camino de en medio y regalarme novelas que a ella le han gustado y que cree que, por diversas razones, puedo llegar a disfrutar.

A ella le gusta la narracion más intimista, más personal, donde ves los problemas cotidianos de la gente, sus dudas, sus quehaceres... también le gusta reírse (quizás por eso leyó "Maldito karma" y le gustó tanto) y Murakami, que por lo que recuerdo, de cuando comencé a leer "Kafka en la orilla" (y no, no lo he terminado todavía, Vero, pero no te preocupes que lo haré en breve y mientras está bien resguardado y no coge polvo), casi casi es más fantástico que los libros que yo leo y se califican de fantasía, pero en fin...

A mí me gustan las cosas más sociales, menos introspectivas y, fundamentalmente, menos cercanas. De miserias cotidianas tengo mucho en el día a día y si quiero llorar viendo dramas cotidianos me basta con poner los telediarios, así que cuando cojo un libro busco algo que me saque de mi versión actual y me sitúe lejos (en el tiempo, en el espacio o en otra dimensión), así que no siempre me encuentro con la moral suficiente como para acercarme a sus regalos.

Sin embargo, no hace tanto que leí la cuarta entrega de Harry Flashman y quizá, sólo quizá por eso (ya que fue ella quién me lo "presentó") decidí darle la oportunidad a "Vive como puedas", novela que, en situación normal, no habría recibido la más mínima atención por mi parte. Con ese título y sin haber leído ninguna opinión favorable sobre la novela, creo que no le habría dedicado ni un segundo vistazo en una librería, puede que ni siquiera me habría fijado en su título o lo habría calificado como "de autoayuda". Tras su lectura debo decir que, posiblemente, habría sido un craso error y eso que es, como he dicho antes, una de esas novelas que a ella le gusta pero que yo rehuyo haciendo fu-fu como los gatos.

"Vive como puedas" es la historia de Luís, un hombre al que conocemos en un momento puntual de su vida y dejamos poco tiempo después con una situación totalmente distinta. Sería genial poder hablar de catarsis existencial, de renovación personal o de tesis literaria sobre la esencia del ser humano. Realmente es una crónica del día a día de Luís durante un periodo reducido de tiempo donde lo único que sucede es "la vida", que dicho así suena a poquita cosa y que vivida suena un tanto desbordante.

El martes, si no recuerdo mal, intercambié un mail con Verónica, comunicándole que ya llevaba la mitad de la novela y que no estaba mal. Ella habló de un libro especial que funciona muy bien como comedia porque hace reir pero que también habría funcionado muy bien como drama porque, en el fondo, es lo que es. Entonces (y ahora) yo pensé lo mismo, que es un libro con el que te ríes por no llorar, porque motivos haypara hacerlo los hay a puñados pero quizá, sólo quizá, hay extractos que se parecen tanto a nuestro día a día, a nuestras situaciones o, al menos, a nuestros razonamientos de "botijo", que a uno no le queda más remedio que reírse, aunque sólo sea porque el Sr. Bergés, con su novela, nos da la oportunidad de hacerlo de nosotros mismos y de nuestras miserias.

No quisiera que quién lee esto crea que este es un dramón con mayúsculas, porque no lo es, más bien (y con contadas y tristes excepciones) es una recopilación de miserias, situaciones absurdas y "quemes diarios" que todos (creo que casi sin excepción) experimentamos cada día. ¿Has pensado alguna vez en hechos que pasaron hace ya muchos años y que te hicieron perder los papeles?¿has tenido alguna vez una de esas visiones en las que recuerdas una discursión con alguien como si la estuvieses viendo desde fuera y, al verte ahí parado diciendo toda esa sarta de gilipolleces (perdón por.. pero es la única forma en que se me ocurre explicarlo) te has dado cuenta de lo estúpido que fuiste o lo patético que fue tu comportamiento? Pues la novela es (un poco) eso, la narración del día a día de una persona y la posterior reflexión de esa persona cuando, por las noches, escribe su diario (y la oportunidad que se nos presenta a nosotros de recordar situaciones, parecidas o similares, y de quitarles algo de hierro desde la distancia que otorga el recuerdo).

Luís comete muchísimos errores, hace cosas que posiblemente nosotros no haríamos o que no compartimos, aunque presenciamos el proceso que le lleva a cometerlas, pero también realiza otras muchas que a más de uno no le importaría hacer pero no encuentra el valor suficiente para llevarlas a cabo (como vacilar a un policía o mandar a la porra a los jefes). No es un personaje fácil, pero sí tremendamente cercano a nosotros, quizá porque nos recuerda un poco a nosotros (o a mí puntualmente) y otro poco a nuestro hermano o a aquel amigo que cuando "pasó lo que pasó" hizo eso que...

A mí, recordarme, lo que se dice recordarme, me recordaba pocas cosas (mentira y gorda....) pero traía sistematicamente a mi memoria una antigua sitcom americana llamada "Un chapuzas en casa" donde Tim Allen se pasaba casi 20 minutos diários metiendo la pata y haciendo reír con un comportamiento algo "primitivo" para luego redimirse al final, aprendiendo una importante lección. Quizá la relación con su mujer y esos salvajes hijos que tenía en la ficción no guarden una relación muy estrecha con la realidad de Luís (su segunda mujer Sandra y los hijos con los que vive (Everest y Valle)) pero ese constante quiero pero no puedo, esa falta de madurez que afloraba a la menor ocasión y, sobre todo, las charlas a través de la valla de la casa con el Señor Wilson, hombre mayor, cercano, reflexivo  que ejercía de mentor-consejero-amigo, me recuerdan mucho a las que tiene Luís con su vecino neurólogo (que Luís tiene tendencia a confundir con un psicólogo en cuanto tiene la más mínima oportunidad):

Como este es un libro que se sale de lo que suelo leer no encuentro una comparación que me permita salir del paso sin problemas. Así que procuraré explicarme con palabras (¡¡qué rabia!!). "Vive como puedas" me ha gustado a pesar de que no es mi estilo y de que quizás es un poco "demasiado". Quizás acumula demasiados sucesos en muy poco tiempo, quizás pretende ser siempre demasiado graciosa o simplemente no permite que su poso de tristeza se asiente cuando es lo que la situación requeriría, pero posiblemente eso sea la vida, una sucesión de acontecimientos que unas veces se atropellan por hacer su aparición en nuestra vida y otras, por más que los esperamos con los brazos abiertos, nunca llegan. Quizá todos tengamos épocas en las que reímos para no llorar y lloramos de risa, sin saber muy bien porque hoy es A y mañana es B, y no al revés. Quizá, sólo quizá, la novela de Bergés sea un retrato fiel de la cotidianidad sin la patina del "lo que debería ser" con la que a veces intentamos ocultar una realidad que no llegamos a entender o que no queremos aceptar.

Lo cierto es que funciona, es distendida, se lee bien y consigue arrancar alguna que otra sonrisa (y la mía no es de las que aflora fácilmente), algún pensamiento introspectivo y, por qué no reconocerlo, alguna lagrima. Incluso Luís, que es un personaje que a priori no se comporta como a mí me gustaría y  mete la pata mucho más de lo normal, logra caer bien y eso es mérito de su creador, porque la criatura fácil, lo que se dice fácil, no lo pone. Quizá, y en esto pretendo rendir un pequeño homenaje a la novela, de intentar definirla con una sola palabra esa sería  "endorfinas", esas que nos hacen sentir bien, que Luís busca durante toda la novela y que su autor se encarga de procurarnos a través de la risa y el llanto.

Supongo que lo más justo para terminar este post sea realizar un profundo homenaje a la figura de Verónica, por llevar pululando por mi vida más de dos décadas (que se dice pronto) y por seguir intentando llevarme por el buen camino literario por mucho que me resista. Primero fue George McDonald Fraser, ahora  Bergés...¿Mañana Murakami?, quién sabe, ella, que es lo importante,  no pierde la esperanza y se resiste a darme por perdido.

domingo, 4 de noviembre de 2012

El lejano país de los estanques - Serie de Bevilacqua y Chamorro, vol. 1

Hablar de Lorenzo Silva ahora, que no hace ni dos semanas que se llevó el Premio Planeta por la séptima entrega de esta serie, puede parecer algo oportunista. Poco puedo decir en mi descargo salvo, quizá,  que sigo a este autor desde hace bastante tiempo y que, aunque hasta la fecha por el blog no habían aparecido ni Ruben Bevilacqua ni Virginia Chamorro, he leído las seis novelas que han protagonizado (y se han publicado) hasta ahora. Alguna, como esta que aquí me ocupa, en más de una (y de dos) ocasiones.
El otro día un compañero que se enganchó aprovechando la publicación de "La estrategia del agua" me dijo con tono socarrón: "Qué, poniéndote al día para leer la séptima, ¿no?. Y sonreí. No, no he releído esta novela con esa intención, aunque puede que, ya puestos, lo acabe haciendo. Lo hice porque unos días antes se la recomendé a mi tía, que había terminado con la cuarta entrega de Guido Guerrieri hacía poco y no sabía qué leer. 

En mi cabeza Guerrieri y Bevilacqua siempre se identifican, se entrecruzan en un proceso sin fin. Si alguien que ha disfrutado con los libros de Carofilgio me pide una recomendación le mando a comprar esta novela. Si es al reves, le mando a por "Testigo involuntario". No es la primera vez que lo hago y seguramente no sea la última.
Los dos (Bevilacqua y Guerrieri) son personajes cotidianos, próximos, de estar por casa, (aunque para nada mundanos). Personajes (o personas) "normales", como pueda serlo quien lee esto o quien lo escribe (o eso espera al menos). Gente que tiene problemas, que forma parte de una sociedad que cambia a un  ritmo tan vertiginoso que acaba por hacernos perder pie a cuantos por ella transitamos.  
Ambos son divorciados (Bevilacqua además tiene un hijo), ligeramente existencialistas, tremendamente inconformistas con su situación, poco dados a la autocompasión y mucho a la autocrítica y, sobre todo, solventes. Personajes sin fisuras, completos aún en su falta de entereza.

Interesantes por su cercanía, por su capacidad para acercarnos a una realidad que experimentamos (sea en nuestras propias carnes o en la de nuestros seres queridos) todos los días, por reflejar muchas de nuestras dudas e inseguridades, de nuestra preocupaciones (laborales, morales o personales), esas que siempre parecen aflorar cuando menos lo esperamos. En resumidas cuentas, humanos.
Transitan por sus respectivos universos llenos de dudas e inquietudes, son enormemente reflexivos, aunque no por eso se convierten en "esclavos de la lógica",  lo que demuestran cada vez que se dejen llevar,  aún sabiendo que lo que hacen les puede acarrear más de un problema (al menos con ellos mismos). 

Siempre parecen estar en medio de una lucha encarnizada por hacerse con el control de su vida, aunque ambos saben que es algo que no está (ni estará) en sus manos y, como buena prueba de ello, han sufrido unos cuantos  desengaños que les han llevado a desarrollar un marcado cinismo hacia los finales felices y los "comieron perdices"... aunque siempre parecen guardan una reserva de esperanza (por pequeña que sea) que les lleva a levantarse todos los días para ver qué les aguarda.

En ninguna de sus obras (y creo que hasta la fecha suman 10 entre los dos) el protagonismo lo tiene  "la acción", mas bien al contrario, en ninguna de las dos series se ven armas, aunque Bevilacqua sea guardia civil. Lo que importa son las personas, sus vidas, sus miserias y la forma en que interactúan unas con otros, retratos costumbristas de su sociedad y su tiempo, reflejo de  la auténtica realidad del ser humano, con realismo pero con ese atisbo de esperanza al que se aferran sus dos protagonistas para seguir adelante.
Pero no todo son semejanzas, Lorenzo Silva es más ampuloso en su escritura, lo que le aleja/impide alcanzar la fluidez que atesora Carofiglio (o su traducción), pero cuenta con una irónia (y un finísimo toque de humor) del que, por lo general, carecen las obras del italiano.  

Guerrieri es más introspectivo, más íntimista... mas personal, porque protagoniza sus libros en exclusiva, sin compartir con nadie. Retrata la sociedad italiana narrando situaciones que muestran a las claras qué, cómo y porqué sucede en Italia, pero desde un lado mucho más humano que Andrea Camilleri y posiblemente con un toque más realista que el de Donna Leon.

Bevilacqua es un personaje mucho más social. Crece cuando se rodea de otros y es capaz de poner en palabras lo que piensa en esos momentos. La reflexión personal suele ser más autocrítica, siempre después de momentos en los que sabe que ha hecho algo que no debería. Habla de España, pues es español a pesar de su apellido uruguayo, pero la retrata de un modo distinto. Su mundo es el de las personas, que reflejan las distintas tipologías y modos de proceder del "español de pro". Desgaja la sociedad poco a poco, pues cada novela le lleva a un ambiente y una mentalidad distinta, parecida pero con matices. 

Conforme su compañera va cogiendo protagonismo Bevilacqua es menos Bevilacqua y más Ruben. Y Ruben da mucho juego. Casi tanto como Virginia (Chamorro), la novata con quien comienza sus andanzas en "El lejano país de los estanques" y que no le ha abandonado hasta la fecha, aunque ahora ya no es "la novata" y si su compañera y amiga. 

Chamorro da a la serie otra dimensión, más humana, convertida en un ancla que fija a Ruben en el presente. Le lleva a no mirarse tanto el ombligo y a abrirse más. Con ella él vuelve un poco al mundo, pierde parte de su cinismo y gana en muchas otras cosas. Ella es, sobre todo al principio,  la juventud inocente e inmaculada, la pieza de fruta un poco verde mientras que él representa la madurez resabiada, siempre amagando con pasarse del todo y alcanzar ese punto donde ya no hay quién se la coma. 

Intentar elegir entre Carofiglio y Lorenzo Silva sería algo así como elegir entre "papá y mamá". Creo que juntos conforman un todo mucho más interesante que individualmente, que a pesar de sus similitudes son muy diferentes y que por eso son lecturas complementarias. A Carofiglio le debo haber irrumpido en mi vida en momentos difíciles y haberme ayudado a suavizarlos. A Lorenzo Silva el acompañarme desde hace mucho más tiempo y haber conseguido que me tomase la novela negra española en serio.

"El lejano país de los estanques" es la mejor forma de conocer su mundo y a sus dos protagonsitas. Con esta novela comienza todo y si gusta el resto de la serie va a encantar, porque cada novela se apuntala en la anterior y avanza un poco más. No sólo porque su lenguaje se va "purificando" y aparta cada vez un poco más esa sensación de "recargamiento" que al principio era tan patente (a lo mejor, simplemente, te acostumbras y dejas de prestarle atención, todo es posible), también porque sus personajes siguen creciendo y, por lo que parece, todavía no han alcanzado su punto álgido.

En esta novela apenas hay sangre (salvo la de alguna nariz partida), pero es una novela dura, una crudeza que se deriva de contemplar las cosas sin miramientos, reflejando "lo que de verdad ocurre" (aunque eso implique ver a unos guardia civiles alabar las curvas de un cadáver o explicar lo difícil que es resistirse a la carne), con víctimas que eran cualquier cosa menos inocentes y personas llevadas hasta el límite, tanto que llegan a matar.

Si la lees y te gusta ten en cuenta que no es la mejor de la serie, para mí esa es "La niebla y la doncella" (aunque "la estrategia el agua" no le va muy a la zaga), y sonríe porque aún te quedan otras 5 (a partir del 6 de noviembre, 6) novelas más por delante para disfrutar de su pareja protagonista.