martes, 29 de octubre de 2013

Game of cages



“Child of fire” fue una promesa, por desgracia una que no se ha llegado a materializar. Todo lo que destacó en ella sigue ahí en esta segunda entrega pero sin la novedad del debut y sin algo realmente nuevo que llevarse a la boca, lo que entonces fue notable ahora apenas llega al suficiente.

Ray Lilly, el paria callejero que debutaba en las páginas de aquella sigue siendo el mismo en esta segunda entrega. Algo que, en principio, debería ser bueno porque si entonces funcionaba lo normal es que ahora también lo hiciese pero la realidad es que, de repente, por momentos, deja de ser creíble. 

Tras todo lo ocurrido en la primera novela su  blandura moral debería haber cambiado en algo. Resulta difícil creer que alguien que ha pasado por todo lo que ha pasado él se pueda permitir el lujo de seguir siendo tan naive, tan inocentón. Que un personaje no cambie ante los sucesos acaecidos durante una narración que sucede en muy poco tiempo es creíble. Sin margen para reflexionar uno sigue los mismos principios e ideales que siempre le han marcado pero, pasados unos meses, asimilada la experiencia y habiendo confrontado la situación (sobre todo cuando se supone que te ha dejado muy marcado) lo normal es que “algo”, por pequeño que sea, haya cambiado. El problema es que para él (para su autor) no ha sido así. Ante las mismas situaciones, las mismas reacciones. ¿creíble?¿suficiente?

La situación de su protagonista se traslada a los demás ámbitos de la novela.  Cambia el paisaje (cambiamos un pueblo por otro, una región inhóspita por otra más rural, gente taciturna con muchos secretos a sus espaldas por otros sociables y temerosos de lo que está sucediendo, pero los comportamientos y las situaciones, salvo contadas ocasiones, permanecen.

Sí, hay algo más de información sobre la sociedad “Twenty Palace”, sobre los “predators” y sobre la magia… pero no mucho más y metido un poco con calzador. Seguimos sin tener claro las reglas del juego, qué mueve a cada uno y lo único que se atisban son sombras un poco más definidas que antes, pero sombras, al fin y al cabo. Como en las últimas series de televisión con J.J. Abrams como productor (dicese Alcatraz) donde todo son nuevas preguntas y las respuestas brillan por su ausencia.

Magia nueva casi no hay. Misterios resueltos, tampoco. Ni siquiera algo nuevo sobre el “ghost knive” que tanto apunta y del que nada se concreta. Y Annalise también brilla por su ausencia.

Un comienzo interesante que poco a poco va perdiendo fuerza hasta retomar un poco el ritmo y la senda de la predecesora y sólo un pequeño repunte al final, tampoco nada del otro mundo, que permite a Harry Connolly salvar un poco los muebles y dejar alguna esperanza intacta para la tercera novela. Diría que no cuento más para no reventar la novela pero lo cierto es que hay poco mas. 

Un poco escaso para las esperanzas que despertó la primera entrega y, lo que es peor, la sensación de que estamos ante uno de esos temidos “he dado lo que he podido en la primera entrega y ahora ya no sé cómo seguir” o “si esto funciona porqué me voy a complicar mucho la vida. De momento sigo con lo mismo y luego ya veremos…”.

Yo me quedo con la misma cara que el  niño que tiene un globo de colores bonito e interesante en su mano y que de repente ve como el ******** de turno viene y se lo pincha. Una pena.

viernes, 18 de octubre de 2013

Los primeros de Tanith (Fantasmas de Gaunt - vol. 1)



No soy muy “bélico”…bueno, miento, soy muy combativo pero la parte “física” la repelo. Habría sido objetor de haber tenido que cumplir pero para cuando llegué ya no era obligatorio hacer el servicio militar, así que me libré.
Soy combativo y tengo mala leche pero las armas, la violencia y la confrontación es algo que no me gusta y ante lo que respondo mal… y sin embargo me gusta la plasticidad de una buena confrontación, el notar la camaradería en el aire y el sentir la necesidad de “cumplir con el deber”. Quizás por eso me gusta tanto la serie de “Los fantasmas de Gaunt”.. por eso y porque nunca sabes lo que va a pasar.
Cuando has leído un poco de cualquier otra serie te das cuenta de que las situaciones son más o menos estancas. Un grupo (hombres, hombres y mujeres, hombres y otras razas, etc…) se enfrentan a una misión. Normalmente arriesgada e impuesta por las circunstancias y durante todo el camino se tienen que ir sobreponiendo a lo que se les pone delante. Luchan por un bien mayor, con la idea y la certeza de que mas pronto que tarde alcanzarán su meta y que entonces todo se acabará y podrán descansar. Si durante la obra tienen nombre y apellido sabes que, en situación normal, vivirán para contarlo en la siguiente novela salvo aquel desgraciado con el que el escritor de turno quiere dar el sobresalto y decir: ¡¡ehhhh, que aquí no hay nada fijo!!!
Con “los fantasmas” no es así. Son un grupo de desahuciados, gente sin planeta que lucha por inercia sabiendo que si consiguen sobrevivir a esta batalla poco después vendrá otra y otra. Son una cifra infinitesimal en una lista enorme de carne de cañón. No importan a nadie, nadie les añorará, nadie piensa en ellos. Menos ellos mismos.
Y tener nombre y apellido tampoco les garantiza nada porque a lo largo de la serie son muchos los que caen y pocos lo hacen de un modo heroico. Casi ninguno será recordado y un par de novelas después ni siquiera el lector mas avezado (ese que lleva un listado detallado porque quién sabe si mañana llamará a su personaje en un juego de rol con ese mismo nombre) se acordará de ellos.
Gaunt, Milo, Mkoll, Mkenner, Domor, Colber, Rawne… algunos (posiblemente casi ninguno) seguirán ahí cuando acabe la serie. Otros habrán llegado para sustituirles y probablemente casi ninguno llegará al final.
 Así es la historia o, al menos, así es como elige contarla Dan Abnett.
Y a mí me gusta…
Porque no sé lo que me voy a encontrar y quizá por eso la disfruto más.
Porque no puedo dar nada por sentado. Hoy Domor está aquí pero ¿¿y mañana??? 
Porque tiene personajes increíbles apenas esbozados pero cuya marcha (muerte) se siente.
Porque sus historias están llenas de traición, conspiraciones y subterfugios pero también de camaradería, compañerismo y sacrificio.
Porque el tiempo pasa y pocos quedan pero los que llegan para cubrir los huecos se apoderan también de una pequeña parte de nuestro corazón.
Porque si buscas acción, adrenalina y tensión aquí la tienes a patadas.
Porque si lo empiezas no paras hasta que lo terminas. Sin importar cuantos Guerreros del Caos se pongan por delante para imperdírtelo.
“Los primeros de Tanith” es sólo el comienzo de una laaaarga serie. ¿cómo puedes pensar en perdértela?

lunes, 14 de octubre de 2013

Orgullo y prejuicio

Cogí “Orgullo y prejuicio” con algo de miedo. Con la sensación de que me iba a adentrar en un tiempo pretérito dominado por polvos de talco y miriñaques, lenguaje ampuloso e imposturas. Esa sensación que me acompaña cuando pienso que voy a sumergirme “en una novela de época”, en un tiempo pretérito, y el miedo se apodera de mí y hace que tema el término “clásico” que siempre acompaña algunas novelas.

Nada más lejos de la realidad.  La obra de Jane Austin es cualquier cosa menos arrogante. 

Su lenguaje es suave y coloquial, su lectura sencilla y su trama tiene gancho. Los amantes de los melodramas latinos y las telenovelas sensacionalistas pensarán que le falta gancho, que no tiene fuerza. Para mí, que no soy muy dado a esas cosas pero sí al romanticismo sencillo, es una obra interesante, sorprendente y muy entretenida tejida entre mal(y sobre)entendidos erróneos, en presunciones marcadas por los prejuicios, la lucha de clases y el miedo a que dirán.

Los personajes “de época” con las señoronas (requete)sabiondas buscando el mejor partido para su hija es algo que me revienta, igual que las cazafortunas y las “damiselas en apuros”, afortunadamente Austin debía pensar lo mismo que yo y relega todos esos personajes a un segundo plano, dejando la trama principal a Elizabeth Bennet, una chica/mujer “moderna” dentro de su época, hasta cierto punto contemporánea, activa sin caer en el feminismo recalcitrante y a un Darcy que crece con la novela, conforme sus actos contradicen sus palabras y sus acciones acaban con nuestros recelos.

“Orgullo y prejuicio” es precisamente eso, un tratado narrativo sobre lo malo y contraproducente que puede llegar a ser nuestra propia cabeza, cuando los miedos y los desvelos, nuestras inseguridades y dudas toman el control. Cuando uno deja de ver la realidad y se limita a interpretarla sin darse cuenta de que lo que está aconteciendo.

También habla de redención, de lucha, de familia, de cariño y de amor pero, lo más importante, de respeto. Del que uno se gana con su forma de proceder, no por su cuna, nacimiento o posición social. 

Odio las sociedades clasistas, los status quo y las situaciones inamovibles. A aquellos que cuando miran al prójimo ven una situación inamovible y dejan de luchar y a quienes no entienden que a veces uno tiene que enfrentarse a la situación que tiene enfrente, no resignarse. Quizás por eso Darcy y Elizabeth, me han encantado. Precisamente en ese orden aún cuando él no es el  protagonista de la novela pues toda cuanto acontece se muestra desde la perspectiva de ella. Sin embargo es él, Fitzwilliam Darcy quien desde el primer momento hace frente a una situación que le impide alcanzar sus sueños, quien decide plantar cara a una situación que no le permite ser feliz.

En los intercambios verbales entre los protagonistas (porque para que fuesen diálogos habría sido necesario que se escuchasen), en sus desencuentros, en sus luchas por dejar sentadas sus bases y sus principios he encontrado sinceridad y normalidad, incluso cotidianidad (a pesar de que la obra sea de finales del siglo XVIII) y eso me ha gustado.

No creí poder encontrar “redención” en una novela que tiene más de 200 años pero en la obra de Austin la he hallado. Por momentos arrancó mi sonrisa e incluso me hizo temer que el final no fuese a ser de mi agrado pero lo fue y, lo que es más importante, la obra lo alcanza con naturalidad, sin imposturas, sin frases hechas ni guiños recurrentes.

Estoy seguro de que hay obras mejor narradas, que hay tramas más elaboradas y autores con una mayor capacidad para plasmas ambientes y costumbres pero pocas me han llegado tanto como esta novela, sencilla en su forma y con un fondo sorprendente.