martes, 27 de septiembre de 2011

Muerte de un forense

"Muerte de un forense" es una novela para los amantes de la obra de Agatha Christie, bien directamente en papel, bien a través de la serie de televisión "Se ha escrito un crimen", que protagonizada Angela Lansbury, convirtió a Jane Marple, uno de los grandes protagonistas creados por la inmortal escritora inglesa,  en un éxito catódico.

También guarda algún punto en común con "El misterio del cuarto amarillo" de Gaston Leroux, pero el pequeño misterio que constituye la forma en que pudo entrar y salir el asesino de un edificio en apariencia herméticamente cerrado, no es más que una mera distracción que, resuelta al principio de la novela, acaba relegado a un segundo plano.

La  novela, que comienza con el asesinato de una joven en un pozo de tajón y concluye con el descubrimiento de su asesino,  tiene como hilo conductor y eje central de la novela, es el asesinato del Dr. Lorrimer, forense de un pequeño centro de investigación donde un grupo de expertos técnicos de laboratorio colaboran  con el Cuerpo de Policía en la resolución de las distintas investigaciones criminales.

Las primeras 80 páginas de la narración sirven para presentar a todos los personajes que guardan relación con el centro, bien por su labor en él, bien porque guarden una relación estrecha con alguno de los que trabajan allí.

Ante nuestros ojos desfilan Brenda Pridmore, el detective Doyle, la prima del difundo y secretaria del director Angela Foley, el experto en caligrafía Middlemass,  el director Howarth y su hermanastra, ilustradora de libros. Un conjunto variopinto de personas todas ellas con algún secreto que ocultar y, en ocasiones, más de un motivo para desear la muerte del difunto.

Es en ese totum revolutum de relaciones personales y laborales enquistadas en  donde el comandante Adam Dalghiesh y su acompañante, el Detective Massingham, se ven obligados a ahondar, en su intento por dilucidar dónde,  entre toda esa maraña de secretos, mentiras y medias verdades, se esconde la verdad. Y es que, cuando uno cuenta con excasas pruebas físicas y los sospechosos son expertos en los más variados métodos forenses, no siempre es fácil saber en que datos, por muy científicos que sean, se puede confiar.

Una buena idea que, como suele pasar con las novelas de P. D. James, sufre de altibajos en la narración. Largas descripciones y un ritmo excesivamente lento, sobre todo durante la presentación de los personajes, se alternan con pasajes dinámicos y bien llevados donde los interrogatorios dan vivacidad a la obra.

No deja de ser paradójico la infinidad de palabras que necesita utilizar la escritora británica para detallar un entorno del tipo que sea  (rural, urbanos, natural o artificial) mientras que, tratándose de personas, posee una asombrosa capacidad para dejar entrever el carácter de los distintos personajes centrándose en rasgos muy concretos, que se ponen de manifiesto gracias a la atenta mirada de su protagonista. P. D. James sólo necesita recurrir a ciertos rasgos de la fisonomía, su forma de comportarse o el uso de ciertas palabras durante el interrogatorio para perfilar clos ragos más significativos de cada uno de sus caracteres

Curiosamente el personaje que menos se muestra pero que siempre parece capturar la atención del lector es el comandante Adam Dalghliesh, un hombre sobrio y taciturno, escritor de poesía,  del que apenas asoman pequeños datos, suministrados con cuentagotas,  conforme pasan las novelas, gracias a la acumulación de interrogatorios y a  la visión de quienes se ven obligados a trabajar con él.
El único pero, eso sí, un "PERO" (CON MAYÚSCULAS) es la dificultad para poder interactuar con la investigación.  Los detalles se suceden durante la narración y ocultos a simple vista aparecen los elementos claves que permitirían al lector intentar anticipar la identidad de el/la asesino/a. Por desgracia por mucha atención que se preste a los detalles siempre hay algún pequeño elemento que cambia la percepción de cuánto se ha visto hasta entonces. Es ahí, por desgracia, donde más claramente se pone de manifiesto el embrujo que la "La Christie" ha tenido sobre la obra de su sucesora.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Sicario: la venganza

A veces lo más difícil es intentar entender qué le falta a un libro para llegar al lector. Hay grandes obras que dejan frío y obras bastante mundanas que cautivan al más exceptico. No es una cuestión de la profesión u oficio del personaje, ni de su carácter, tiene que ver con lograr una completa identificación entre lector y protagonista. Un equilibrio difícil de alcanzar.

“Sicario”, la primera novela protagonizada por John Rain es un ejemplo claro de cómo una buena novela puede dejar frío al más pintado. Entretenida, con bastante acción y una ambientación bastante próxima a la novela de espías, esta primera obra escrita por Barry Eisler, adolecía de cierta frialdad, una acusada indiferencia del lector hacia el destino de su protagonista. Habrá quien lo achaque a que John Rain es un asesino profesional, un especialista en causar muertes naturales, pero la realidad es que la sociedad hace mucho que dejó de escandalizarse por eso. 

Hoy, las barreras que el decoro y, en su defecto, el derecho internacional habían levantado para impedir ciertas actuaciones de dudosa moralidad, han caído y nos encontramos en un periodo gris en el que todo parece estar legitimado si uno es capaz de venderlo bien. Guerras declaradas bajo falsos pretextos, cacerías y persecuciones justificadas por tecnicismos legales, medios de comunicación que mediatizan la opinión pública condicionando la respuesta social con el tratamiento que se da a la noticia... los ejemplos son abundantes, forman parte de nuestro día a día.

En la última década, dentro del mundo del cine y la televisión se encuentran grandes ejemplos de como ha cambiado la mentalidad de la sociedad actual. "El ala oeste de la Casa Blanca" dedicaba  un par de episodios a estas cuestiones en "Matamos a Yamamoto", legitimando un asesinato de Estado por el "bien nacional".  "24" elevaba a los altares a Jack Bauer, el intrépido agente americano que hacía cuanto tenía que hacer con tal de lograr salvar el país. Y sin embargo, en esta época en la que los límites de lo "correcto" están cada vez más desdibujadas, el personaje de John Rain no termina de llegar al lector. ¿Por qué?¿Qué le diferencia de Bauer?

Posiblemente las dos grandes diferencias sean el cómo y el por qué de su actuación. Mientras que el protagonista de "24" actúa por un marcado sentimiento de patriotismo y  mediatizado por una vida personal/familiar tortuosa y revuelta, John Rain actúa movido por el dinero, sin entrar en cualquier otro tipo de consideración y siempre con una frialdad que le aisla de cualquier posible vínculo emocional. 

Ni siquiera cuando conoce a Midori (hija de su última víctima) y entabla una relación con ella, pierde la perspectiva, evitando sucumbir a la emoción, anteponiendo su superviviencia a todo lo demás. Su saber estar,  su capacidad para instrumentalizar y despersonalizar a cuántos forman parte de su vida, difícilmente puede llegar a despertar ningún tipo de simpatía en quien lo observa.

Afortunadamente en "Sicario: la venganza", la secuela de la primera entrega,  Barry Eisler ha logrado acercar su personaje al gran público. Ha pasado un año, la mafia japonesa, el Keisatsu (el equivalente japones al F.B.I americano) y la C.I.A, van tras su pista, mientras él se oculta a la espera de su oportunidad para abandonar el país. 

Cuando Tatsu localiza a Rain comienza una novela totalmente distinta, con un personaje vulnerable que, a diferencia de "Sicario", se ve obligado a volver a matar para no quedar expuesto ante quienes le buscan.  Ahora los objetivos han cambiado. Las víctimas son miembros de la Yakuza y no ex miembros de la administración (con hijos y seres queridos que lloren su marcha), que intentan sacar a la luz la corruptela política de los Altos estamentos.

Estamos ante una novela mas profunda, mas elaborada, que muestra el entramado político, económico y social que condiciona el futuro de Japón, un país subyugado por la influencia de la mafia y el peso específico que tiene su economía para la estabilidad mundial. Aprovechando las charlas entre los protagonistas, el autor desmigaja las "amistades" e intereses comunes que tienen grupos a priori tan antagónicos como los Yakuza y la C.I.A.

Pero por encima de todos los tejemanejes políticos, las luchas de poder, el  fiel reflejo de la sociedad japonesa, y el amplio muestrario de jazz y whisky (de las que Eisler/Rain demuestran ser grandes conocedores), "Sicario: la venganza" es una novela de personajes. Esta vez más elaborados, con mayor trasfondo, con dobleces e intereses contrapuestos.  Así nos encontramos de nuevo con Haruyoshi (Harry) el hacker empleado por John en ocasiones anteriores se enamora y acaba cuestionando a su antiguo empleador/compañero/mentor/amigo, como un adolescente que intenta emanciparse de la figura paterna. O  el regreso de Midori a Tokyo, buscando las respuestas que John  le ocultó en la primera novela. Una búsqueda de la verdad que se convierte en el desencadenante de  los acontecimientos que rodean toda esta segunda obra. Y de fondo la sombra de Brasil, el destino elegido por Rain como su próximo refugio, la personificación del sueño de libertad que atesora y, a su vez,  cuna de nacimiento de Naomi Nascimento, la nueva e interesante mujer que, pese a su breve paso por la novela, acaba ocupando un pequeño y significativo lugar en la vida del protagonista. 

En "Scary Movie 2" se iniciaba un fútil (pero curioso) debate sobre las segundas entregas de las sagas en cine . Sobre si éstas eran siempre peores que las primeras partes o si, por el contrario, podían superar a la opera príma de su creador. Tal vez los guionistas de "Scary Movie 17" o de alguna otra película lleven ese debate al mundo de la literatura. Espero que si eso ocurre alguien se acuerde de como esta segunda entrega de la serie creada por Barry Eisler elevó (con creces) el listón puesto por su antecesora, dejando el esquema más típico de lado, enriqueciendo la trama en todos sus frentes: personajes, el estudio político de Asia,  el análisis de la sociedad japonesa actual,  las luchas y combates (en esta segunda novela con mayor presencia, más elaborados/documentados/entretenidos) y la figura de Murakami, rival/antagonista/objetivo de John Rain, un asesino a sueldo utilizado por la Yakuza que no sólo provee bastante entretenimiento y tensión durante la trama sino que actúa como perfecto contrapunto de John Rain, si éste último hace lo que hace por dinero o superviviencia, el otro lo hace por disfrute personal, convirtiendo el dolor y sufrimiento ajeno en un hobby personal.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Soy el número 4

9 gardians (nativos del planeta Lorien con poderes propios) y sus correspondients cêpans (sus mentores y guardianes, desprovistos de poderes) se esconden en la Tierra, ocultando su presencia de los Mogadorians que les buscan para exterminarles e impedir que delaten su presencia a los terrícolas.

Un hechizo lanzado antes de su marcha protege a los jóvenes, que sólo pueden ser eliminados siguiendo un orden preciso pero que, como contrapartida, les impide estar juntos.

John Smith tiene 15 años, vive con Henry, su mentor, intentando no llamar la atención y pasar desapercibido, hasta el día en que en su pierna aparece una nueva cicatriz, la tercera, la señal de que Tres ha muerto. La caza ha comenzado y él es la presa, el número cuatro

************

Resulta curioso como suceden las cosas. No habría dado con este libro de no haber sido por el trailer que vi colgado en youtube hace unos cuantos meses. Hoy, tras haber leído la novela y visto la película, no puedo dejar de pensar en cómo es posible que alguien se haya quedado contento con su adaptación a la gran pantalla. ¿dónde queda toda la rebeldía de la novela?¿y las explicaciones al cómo y por qué de cuanto acontece?¿y el mensaje pro medio ambiente que subyace en los distintos caminos seguidos por las dos razas alienígenas?

La película, como prometía el trailer, está llena de acción, un espectáculo de fuegos de artificio y veinteañeros aparentes que deambulan durante casi dos horas para llegar a la más que presumible confrontación final.

Que nadie me entienda mal, me gustan la pirotécnia y los efectos especiales tanto o más que a cualquiera y tampoco dudo de las excelencias en la gran pantalla a Dianna Agron y Teresa Palmer, pero lo que vi una tarde en  Méndez Álvaro poco tiene que ver con lo que escribió el creador de la serie Pittacus Lore, quien quiera que sea el que se esconde tras ese alias.

Antes se adaptaban las novelas, ahora se hacen películas basadas en los libros y ese (¿pequeño?) matiz, empieza a convertirse en un gran agujero negro.

Como pasara hace un par de años con la adaptación de la serie Crepúsculo, la productora ha optado por convertir una buena novela en un taquillazo blockbuster. Un producto de consumo rápido dirigido a un público muy concreto, el que puebla las salas de cine. Que se haya quedado en el tintero todo lo que convierte “Soy el número cuatro” en algo más que una novela de entretenimiento, parece no importar a nadie. Y yo me pregunto, ¿alguien se imagina “La historia Interminable” o “Momo” convertidas en un mero espectáculo circense despojado de todo su significado?

No me gustaría que quien haya visto la película renuncie a la lectura del libro, bien porque crea que ya lo sabe todo o porque juzgue la obra por su adaptación a la gran pantalla.

Como ya he dicho en otras ocasiones, no todas las novelas son fácilmente encasillables. En una de las revistas de fantasía que procuro ojear han creado una categoría propia que cubre ese hueco existente entre las novelas infantiles y las novelas para adultos. Esa categoría “Young adults” cubre un espectro mucho más amplio, dando cabida a todas esas obras que por temática y tratamiento se encuentran un poco en esa zona intermedia, ese limbo literario que en ocasiones condena a las creaciones que caen en él al olvido.

“Soy el número cuatro” habla de asumir responsabilidades. De cambio, tanto emocional como físico, en un momento en el que el cuerpo no responde a lo que le pedimos. Del primer amor, de la búsqueda de la identidad propia, de la necesidad de independencia y de libertad. De la necesidad de pertenencia y la sensación de soledad. En el fondo habla del paso de la adolescencia a la edad adulta pero amplificado por el hecho de que John Smith, con sólo 15 años, está luchando por su vida, en una batalla que empezó mucho tiempo atrás pero que ahora le ha dado alcance.

“Soy el número cuatro” es una novela en dos tiempos, con dos ritmos distintos, una primera  parte más humana, más emocional, donde mientras se esconde en un pequeño pueblo de Ohio, John experimenta el primer amor y la sensación de haber encontrado su sitio. Se siente parte de algo, no sólo con su amada Sarah, también con Sam, su primer gran amigo y con Bernie Kosack el perro vagabundo que recoge nada más llegar a su nuevo hogar y que se acaba conviertiendo en uno de los grandes protagonistas (sorpresas) de la novela.

Y una segunda donde el “destino” o los Mogadorians, hacen acto de presencia siguiendo el rastro de su presa, alterando el equilibrio alcanzado por John, poniendo en peligro todo lo que es importante para él. Una segunda parte más viva, con un ritmo más ágil, rápida y trepidante, donde se empiezan a desentrañar algunos de los secretos que rodean la desaparición de Lorien y el oscuro destino que esta segunda raza prevee para la Tierra. 

Pero por encima de todo la novela es un conjunto armónico, que por su factura recuerda a “Crepúsculo”, la primera novela de la serie creada por Stephenie Meyer, que consiguió mezclar dos mundos tan distintos como el del "drama teen " (con sus romances, desencuentros y hormonas revueltas) y el oscuro mundo de los vampiros (con su misterio, glamour y peligro), aunque en el caso de "Soy el número cuatro" estamos ante una obra más madura, dirigida a un público más amplio y con una una trama más elaborada, menos previsible, más sorprendente.

Un libro interesante que da más de lo que se espera, que incluye momentos emocionantes e incluso emotivos (aunque no resulten sorprendentes) y que termina con un leve anticipo de lo que vendrá en la segunda novela de la serie. Un primer atisbo de Seven escondida en un convento de España, con su cêpan queriendo dejar de lado su pasado, convertida en una monja de clausura. Un pequeño atisbo de lo que vendrá que dispara la curiosidad del lector y abre el apetito para lo que está por llegar.

Para quienes estén interesados se ha publicado un anexo, que , son apenas 30 páginas (en el original) centrados en Six, la inquietante y sorprendente chica de la que apenas nos desvelan nada en el primer libro, al  hacer su incorporación casi al del final del libro. Lo vi el otro día cotilleando en el amazón inglés y allí lo han sacado para ebook por un precio irrisorio (por lo bajo, que nadie piense mal), no sé qué planes habrá de traer ese pequeño relato a España, ignoro si se incorporará a la segunda novela, se venderá suelto o si caerá en el olvido.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Hora cero en Phnom Penh

Pasan los días (ya son cuatro) desde que acabé "Hora cero en Phnom Penh" y todavía me pregunto cuánto del pero que le pongo al libro es culpa del autor, cuanto de la editorial y cuanto mío.

Me pasa siempre que leo una novela que en un momento dado me lleva al equívoco. Tengo la certeza de que hay una parte que no es responsabilidad mía. Es la confusión formal, la que se origina cuando dentro de la novela se pasa del punto de vista de un personaje, normalmente Vicent Calvino, a cualquier otro: Pratt, Shaw, etc... en casi todos estos saltos no hay ningún elemento que marque esa transición. Ni un espacio mayor entre párrafos, ni uno de esos característicios símbolos que incorporan algunos libros para marcar saltos espaciales o temporales. ¿Decisión del escritor? ¿error de la editorial al preparar el libro? no importa quién es el culpable, es un error, pequeño, es cierto, pero crea cierta inseguridad en el lector que, en algún momento atribuye a un personaje comportamientos que no son suyos y genera cierta inseguridad ante lo que se está leyendo.

El otro elemento que genera confusión es el propio Calvino. Un buen personaje que, tras investigar por la red muchos asocian a Hammett y Chandler pero que a mí, por momentos, me hace añorar a Fabio Montale (y eso, para mí son palabras mayores).

Triste, gris, consumido por la realidad que contempla, un mundo totalmente distinto al occidental, lleno de miseria, dejado de la mano de Dios. Un personaje que sufre incluso cuando encuentra el amor, temeroso de que el objeto de su pasión esté implicada en una red de tráfico de joyas y asesinatos. Pero por momentos un personaje poco definido, confuso, que hasta la mitad de la novela no termina de dejar claro si sabe lo que realmente está pasando. Del texto, que refleja sus pensamientos, se deduce que sí, sus acciones no lo dejan nada claro.

Una indefinición que le resta credibilidad a una novela que, de no se por eso, habría sido una muy buena novela, donde un encargo para encontrar a una persona acaba situándo a Calvino en medio de una investigación policial a gran escala que busca desmantelar una organización internacional con fuertes conexiones en distintos estamentos políticos en Asia.

Dura, crítica y realista, suple cierta inconsistencia de su trama y ese tufo  demasiado existencialista que desprenden varios de sus personajes, con una descripción de la situación que atravesó (que muy probablemente todavía atraviesa) Camboya.

Una exposición honesta y concreta de lo que sucede cuando las cámaras de televisión y los reporteros abandonan los países del tercer mundo. La narración de lo que sucede una vez que algún gran lider político sale a una rueda de prensa para señalar como la labor de las grandes democracias occidentales han terminado su labor de implantación de la democracia en un país del tercer mundo.

Mientras ellos celebran una intervención que les ha reportado infinidad de beneficios económicos y comerciales y nosotros nos sentamos en nuestros sofás con la "conciencia tranquila" de que hemos contrubuido de alguna forma a hacer de este "un mundo mejor", en esas partes del mundo a las que nadie quiere mirar, la gente de la calle se sumerge aún más en la miseria, cambiando, simplemente,  el objeto de su miedo. Ya no está Pol Pot, pero los jémeres siguen ahí y además, ahora, aparecen nuevos peligros, occidentales dispuestos a aprovechar la precaria situación de la zona y miembros de las (presuntas) fuerzas del orden que se convierten en la fuente de los abusos que estaban llamados a evitar.

Como novela negra la obra de Christopher G. Moore flojea por momentos, pero como crónica de sociedad, como crítica social, no tiene precio. Si convertimos Phnom Penh en el personaje central de la trama, dejando a Calvino de lado y centramos nuestra atención en los personajes más secundarios de la trama, descubrimos una obra que discurre entre la difusa línea que separa la novela social de la costumbrista.

A través de Thu (la avejentada prostituta vietnamita), Carole Summerhill-Jones (intrépida periodista que al mirar el mundo a través de su cámara de fotos pierde la noción de lo que está viendo en pos del reconocimiento mundial), la doctora Verónica y el sargento  de la UNTAC Shaw, podemos empezar a comprender la magnitud de la tragedia que se vive en estos países.

Me cuesta creer que ninguno de los insufribles aforismos de Calvino vayan a permanecer en mi recuerdo. Estoy seguro de que la trama, como muchos de sus personajes, caeran en el olvido, cubiertos por capas y capas de novelas e historias que tengo pendientes de lectura. Pero me gustaría creer (necesito creer) que ese poso de tristeza, esa sensación de desaliento que me ha dejado la novela, permaneceran y me llevará a cuestionarme muchas de las cosas que veo en las noticias todos los días.  Que la próxima vez no desviaré mi mirada a la realidad que no me gusta e intentaré hacer algo para cambiarlo. Tal vez así  mi indiferencia hacia lo que pasa en otros lugares será cada vez menor y la próxima vez que me queje por "lo que me falta" piense en "lo mucho que tengo".

Si algo espero recordar es esa pequeña lección que la doctora Verónica da a Vincent Calvino en el hospital, reflexionando sobre el bien, el mal y lo relativos que son ambos conceptos en función de la situación que nos ha tocado vivir a cada uno. Como bien expone Moore por boca de la doctora, es muy sencillo hablar en términos absolutos cuando uno posee todo, cuando es un privilegiado, ¿pero qué pasa cuando no es así?¿qué sentido tienen la moral, la ética y los límites morales cuando uno se muere de hambre y teme por los suyos?¿es correcto "crear" guerras por motivos económicos acosta de la infinidad de vidas humanas que se van a perder, no sólo durante el conflicto, sino también después de él?

jueves, 8 de septiembre de 2011

Yendi - The Vlad Taltos series (vol. 2)

Steven Brust es un autor sorprendente que con la serie protagonizada por Vlad Taltos ha logrado romper con prácticamente todos los tópicos que han rodeado a la fantasía épica en las últimas dos décadas.

Nada de novelas con 400 o 500 páginas como poco. Fuera quedan las luchas del bien contra el mal, los príncipes azules o las princesas guerreras. En sus páginas no se encuentran grandes cruzadas ni gestas heróicas, los grandes bardos que canten brillan por su ausencia y el único ruído que se oye es el de la risa de Loiosh cada vez que Vlad mete la pata. Imagino que para muchos todo eso será el motivo que estaban buscando para ni siquiera dar una oportunidad a la serie. ¡Allá ellos!

No voy a mentir, ni "Jhereg" ni "Yendi" pueden ser consideradas novelas sobresalientes, no van a marcar una época y puede que para muchos no sean más que una tontería. Su narrativa y sus historias no tienen el peso de la obra de otros autores mucho más afamados como Brandon Sanderson, Margaret Weis o Tadd Williams, y, sin embargo, ofrece algo que ninguno de los autores anteriores da consus novelas, un libro ligero, entretenido, ameno y dinámico que tan sólo utiliza 147 páginas (en inglés, aunque en español no se irá mucho más allá) para contar una historia muy poco convencional.

¿Quién es capaz de narrar la lucha entre dos líderes de pequeños corpúsculos mafiosos por hacerse con el control de los prostíbulos y salones de juego clandestinos de una ciudad?¿Quién es capaz de hacerlo sin convertirlo en un baño sangriento en el que el ruido del entrechocar de las armas no deja lugar para nada más?¿quién es capaz de demostrar que las muertes pueden sucederse sin necesidad de que los cadáveres pueblen las hojas de la novela?

Como hiciera en "Jhereg", Steven Brust consigue aproximar la novela fantástica a la mejor de las representaciones dramatúrgicas. La "Presentación", "nudo" y "desenlace" del teatro clásico encuentran su sitio en una novela que transcurre en apenas 3 escenarios, los que permiten los distintos cruces de camino entre  Vlad Taltos, Aliera, Morrolan, Loiosh y Kragar. 

Con la excepción del desenlace final, cuanto acontece en la historia se da a conocer por medio de los disitintos diálogos, herramienta narrativa fundamental que nos acerca a una historia  n la que los paisajes y los entornos aparecen desenfocados, apenas esbozados, relegados a un segundo (o tercer) plano, en pos de un mayor dinamismo.
Vlad Taltos, el "oriental" ("humano") que vive entre los dragaeranos, miembro del clan Jhereg (el clan de los ladrones, delincuentes y gente sin clan), lider de una pequeña banda que se ve obligado a defender su territorio de los intentos de conquista de otro pequeño lider mafioso, es un personaje entrañable, divertido y  no-tan-pardillo, que permite al lector ir adentrándose en todo el entramado político y social del mundo de Dragaera. Un submundo lleno de intrigas, misterios y dobleces que difícilmente dejarán al lector indiferente.

Esta segunda novela sitúa su trama en mitad de la primera, antes de que Vlad haya consolidado su posición como uno de los mejores asesinos y más "renombrados" Jheregs de la ciudad. Justo en el momento en que conoce al amor de su vida, establece y consolida su estatus social y descubre que está arropado por un grupo de "amigos" que siempre le prestan ayuda dentro de los "límites" que sus respectivos clanes y estatus le permiten.

La obra de Brust es innovadora, sencilla, divertida e intrigante. Uno de los mejores ejemplos de cómo a veces no es necesario mostrar 300.000 distintos tipos de razas, viajar 20.000 leguas o cabalgar a lomos de un unicornio, para constuir una buena obra. Lo suficientemente buena para resultar interesante y lo suficientemente corta, quizás la mejor prueba para demostrar que su autor conoce las limitaciones de su producto, que no intenta alargar de forma innecesaria.

Creo que lo más justo es comparar la serie de Vlad Taltos con la copa de cava con sorbete de limón que se sirve en muchas fiestas. Para algunos sólo será una buena forma de "limpiar el paladar" en esos momentos en esté empachado de novela negra pero no esté preparado para afrontar otras obras, ¿mayores? del género fantástico. Para mí, además, es  refrescante, ligéramente ácida y, si te pasas con ella, se te sube a la cabeza.

viernes, 2 de septiembre de 2011

¿quién teme al lobo?

A quien se acerque por primera vez a una novela escrita por Karin Fossum le conviene tener en cuenta una serie de cosas:

Fossum es la menos nórdica de todos los autores que he leído hasta ahora. Al menos de todos los autores de novela negra. Su estilo es más directo y mucho menos descriptivo que el de los demás, buscando un acercamiento mucho más subjetivo. Sus novelas hablan sobretodo de personas, no de entornos o de situaciones sociales.

Su obra, al centrarse tanto en las personas, goza de una atemporalidad y universalidad que hoy en día no hay muchas novelas del género que las tengas. Sus tramas no se ven condicionadas por la ubicación de la acción, ni por la climatología ni por las circunstancias socio-políticas de un momento, ajenas a un marco físico y temporal concreto.

Con la salvedad de "No mires atrás" (siempre hay una excepción que confirma la regla), sus libros no siguen las pautas de la novela negra, ni la clásica ni la actual. Encuadradas dentro del género negro,por su temática, no suelen tener un desarrollo al uso, quedando la investigación relegada a un segundo plano, más como refuerzo de la idea central desarrollada en la novela, que como hilo conductor.

La serie está protagonizada por Konrad Sejer, pero, en el mejor de los casos, éste no es más que uno de los personajes que intervienen en una trama, normalmente centrada en terceras personas cuya vida ha sufrido un giro inesperado a raíz de un "golpe" de suerte.

La suerte o su ausencia, forman parte inextricable de la trama. Los acontecimientos no tienen su origen en una preparación previa minuciosa, son el resultado de una reacción ante un hecho totalmente imprevisible que marca un momento puntual de la vida de algunos personajes. Y hablo de "suerte" y no de "destino" pues siempre queda claro que lo que sucede es fruto de "una decisión voluntaria" y no "algo inevitable".

Siempre aparece un sentimiento como el elemento que acompaña a los personajes durante toda la historia., un eje central, un elemento común. Por ejemplo, en "El ojo de Eva" ese sentimiento es "la venganza".

Finalmente, los títulos de las novelas tienen mucho que ver con el devenir de la historia y siempre guardan un pequeño secreto, una pequeña trampa, un pequeño mensaje. En el caso de la citada "El ojo de Eva", estamos ante un juego de palabras con el característicio "ojo por ojo" y, por otro lado, como "el ojo" de Eva Magnus, o lo que ella cree ver, es el desencadenante de la historia.

¿Quién teme al lobo? es posiblemente la obra de Karin Fossum que más me ha gustado hasta la fecha. La más atemporal y desde luego, la más universal pues, al estar centrada en un valle prácticamente podría haber sucedido en cualquier lugar de la geografía mundial. Lejos quedan Mälmo, Estocolmo, Oslo y las demás ciudades que estamos acostumbrados a conocer a través de los demás autores de la región. 

La historia, que sucede hoy, pero que podría haber sucedido hace 20 años o hace 10, habla de dos elementos fundamentales: la suerte y la culpa.
La suerte, elemento recurrente en la obra de la autora noruega, aparece como el elemento determinante de la trama. Se manifiesta en la forma de un hecho sorprendente que rompe con las previsiones del protagonista de la acción y desencadena unos acontecimientos que, inicialmente, no estaban previstos. Lo que nunca queda claro es si su presencia  o su ausencia es algo bueno o malo.  Que te cojan cuando estás llevando a cabo un hurto es "mala suerte", como lo es cruzarse con un policía justo cuando uno va a cometer un atraco a un banco pero ser testigo de un asesinato o coger como rehén a un sospechoso de asesinato, es algo bueno o malo. Y lo más importante, ¿para quién?

Por otro lado la culpa. Sentimiento que define a cada uno de los cuatro protagonistas de la historia. A uno por su ausencia y a los demás por distintas formas de manifestarse, unsentimiento que condiciona su vida, impidiéndoles vivir sin complejos. Desde Errki, un esquizofrénico, cuya patología se origina en la muerte de su madre y el sentimiento de culpa que experimenta desde entonces por esa y otras muertes, al inspector Sejer, que se aleja de cualquier posible relación sentimental por considerarlas una falta de respeto  (una traición) hacia su difunta esposa.

¿Quién teme al lobo? habla de lo malas que pueden llegar a ser las habladurías y de como la gente se deja llevar por el miedo a lo que no pueden comprender. Habla de la soledad y el miedo que puede llegar a experimentar las personas cuando deben convivir con sus miedos sin recibir la ayuda de un especialista. Habla de como a veces es peor para uno no ser cogido cuando comete un acto delictivo porque siempre hay alguien dispuesto a hacernos pagar por lo que sabe... pero también habla de la necesidad de compañía y de comprensión del ser humano. De lo dura que puede llegar a ser en ocasiones la soledad y de lo liberador que puede llegar a ser para una persona encontrar en otra comprensión y respeto.

Posiblemente esta sea la novela de Karin Fossum en que más cueste entrar, algo habitual en la obra de la escritora noruega, que siempre sitúa la novela en los momentos que van a desencadenar la acción, obligando al lector a hacer un esfuerzo inicial que luego, eso sí, se ve ampliamente recompensado. En esta novela el comienzo es aún más duro porque nada más empezar se centra en el personaje de Errki, un esquizofrénico que convive dentro de su propia cabeza con otros dos personajes, por lo que el lector, al que la situación le pilla de sorpresa, se siente ligeramente desubicado. Una vez pasado ese primer momento la historia se desarrolla de manera agil y sencilla, aunque conviene advertir de que, como en casi todas sus obras, al final  de su lectura queda un ligero regusto ligeramente amargo, un poso de tristeza que permanece algún tiempo después de su lectura. Si bien en esta ocasión se ve "endulzado" con el brillo de esperanza que deja la aparición de Sara, la doctora que trataba a Errki, en la vida de Konrad Sejer, a quien, por primera vez, se muestra cercano, frágil y vulnerable, hasta cierto punto entrañable.

Lástima que la cuarta novela de la serie no se haya publicado. Parece que los amantes de la serie hemos tenido la "mala" suerte de nacer en un país donde las obras se traducen sin orden ni concierto (estoy seguro de que habrá alguna razón de peso) y los amantes de Sejer deberemos decidir si esperamos a que las editoriales la publiquen en poco tiempo o nos lanzamos a ciegas a leer, así, de sopetón,  la octaba novela de la serie "Una mujer en el camino