miércoles, 25 de enero de 2012

El camino blanco

Admiración, asombro, respeto y envidia.

Cuatro manifestaciones difíciles de provocar en terceros y, sin embargo, capaces de resumir en muy pocas palabras lo sentido, vivido y experimentado con la lectura de cualquiera de las cuatro novelas protagonizadas por Charlie Parker que he podido disfrutar hasta la fecha ("Todo lo que muere", "El poder de las tinieblas", "Perfil asesino" y, por supuesto, "El camino blanco"). 

¿Será que soy blandito?¿Me vendo facil?... No lo sé, voy a exponer mis puntos y a partir de ahí cada uno que saque sus conclusiones:

Hecho: Hasta que he leído esta novela no sabía que existía el Congaree o qué era el "gullah". Carolina del Sur era una región de Estados Unidos  que no habría sabido situar y que, desde luego, no entraba en ninguna de las múltiples visitas que algún día espero poder llevar a cabo a tierras americanas. "Hugo" era el título de una película que estaba por venir y no el nombre de un huracán que asoló parte de la zona. Pero, por encima de todo, nunca pensé que aprendería tanto sobre los movimientos segregacionistas o el Ku Klux Klan (del que no llegaba a imaginar ni su arraigo, ni su antigüedad ni mucho menos la gran significancia que tuvo en su origen la Guerra de Secesión). 

Hecho: Yo, que nunca he entendido la segregación racial, que no he entendido el por qué, si hace tanto tiempo que ciertos comportamientos tuvieron lugar (¿no dicen que agua pasada no mueve molino?), la situación sigue estando tan enquistada y resulta tan insostenible, he empezado a atisbar lo hondo que el dolor, el resentimiento y el odio pueden llegar a arraigar y lo difícil que puede resultar seguir adelante por mucho que hayan pasado varias generaciones. 

He presenciado de primera mano como ahorcaban y quemaban vivo a un hombre negro desde el punto de vista de quien asistía a verlo porque no hacerlo podía suponer un problema; desde la perspectiva de quien llevaba a cabo semejante atrocidad y, como no, lo he vivido (sin prácticamente que me salvaguarde ) en las carnes de quien la padecía. Y, por duro que sea reconocerlo, no he tenido la tentación de apartar la mirada. 

He visto como la falta de contención de un hombre ante una humillación le costaba la vida y he entendido que el problema no es que se tratase de una humillación, sino que se trataba de una humillación más. 

He formado parte de esos sucesos y he podido aprender algo nuevo sobre las motivaciones de mis congéneres y sobre las mías propias. Que me haya gustado lo que he aprendido es una cuestión totalmente distinta.


Hecho: Sigo leyendo esta serie de novelas a pesar de que cuentan con un elemento sobrenatural que me acerca cada día un poco más a entender el significado del "creepy" anglosajón. Puedo con vampiros, hombres-lobo, brujas y criaturas mil. Leo sobre ellas, me cautivan, me inquietan y me entretienen, pero reconozco que el vudú, la magia criolla, el más allá y todo cuanto se resiste a quedarse allí consiguen que se me pongan los pelos de punta. Terrores ancestrales, la cábala y la posible existencia de "ángeles" y "mensajeros" que campen a sus anchas por esta Tierra, puff, puff, puff. Pero sigo leyendo... ¿lo más grave? que lo hago con avidez.

He decidido seguir a Charlie Parker por los extraños caminos que se ve obligado a recorrer. Desde que leí "Todo lo que muere" nuestros caminos parecen haberse entretejido y no seré yo quien los desenmarañe ahora. Y si Ángel y Louis deciden venir con nosotros, mucho mejor. ¡¡Ojalá  "el Bubba" de Dennis Lehane se ponga por delante!! lo mismo así podemos salir de dudas y descubrir quien es mejor...

Hecho: Charlie Parker es un personaje increible, redondo como pocos. De su mano avanzas por un terreno inhóspito y cambias. O al menos te ves obligado a reconocer que las cosas desde la barrera se ven siempre mucho más fáciles de lo que son en realidad. Descubres facetas de ti que no siempre conocías. Incluso llegas a asumir (por mucho que cuando lo piensas te cueste aceptarlo) que a veces alguien debe de morir porque es la única forma de que ciertas cosas dejen de suceder. Es un mal necesario y,  aún así, debe llevarse a cabo.¿Nos lo enseña Louis?¿es culpa de cuanto sucede con el reverendo Faulkner?¿Tiene que ver con los sucesos que rodean la investigación del asesinato de Marianne Larousse o la consecuencia de cuanto ha pasado a lo largo de las tres novelas anteriores? ¿Realmente importa cuál es el desencadenante? ¿no es más importante el resultado? Lo cierto es que cuando uno acaba la novela, si te paras a comparar el incidente inicial en la cabaña con las serpientes ( y la motivación de entonces de Charile Parker) y la forma en que se termina el libro, te das cuenta  de que toda la obra gira entorno a esa cuestión (que de simple no tiene nada). ¿Será este un punto de inflexión que marcará el devenir de la serie?


Hecho: Las secuelas que la detención del reverendo Faulkner ha dejado en nuestros protagonistas y el intento de este por recuperar la libertad. La historia de un matrimonio que busca desesperadamente una pista sobre el destino de a su hija, desaparecida unos años atrás. Un abogado que recurre a Charlie Parker para que le ayude a encontrar al verdadero asesino de una joven  antes de que se ejecute a su defendido. Tres historias que se une para formar una trama única que, a pesar de tener sus raíces en el pasado, marcará el presente y futuro de cuantos forman parte de las mismas. Todas ellas complejas y ricas en matices, marcadas desde el principio por la violencia y la tragedia y habitadas por un sin fin de predadores y presas, aunque las víctimas brillan (casi) por su ausencia.

Hecho:  John Connolly es capaz de conjugar una historia vibrante y entretenida con una narración fluida y cautivadora. Ilustra (e instruye) sin dogmatizar, ambienta como pocos y demuestra que sobriedad no tiene porque ser sinónimo de aburrimiento ni una renuncia al entretenimiento. Un estilo propio ameno, atractivo, atrayente y cautivador, que seduce desde el comienzo,  con un pulso creciente hasta que alcanza, como siempre, un climax sublime al final de la narración.


Como resultdo de todo lo expuesto arriba y con el permiso (espero que también con el  beneplácito de vuecencia), una única conclusión, cuatro míseras palabras que deberían decirlo todo: Admiración, asombro, respeto y envidia.

domingo, 15 de enero de 2012

El déspota adolescente

No hace mucho, en un artículo en el que listaba los que para él han sido las mejores series del año pasado, el blogger Alberto Rey reflexionaba sobre el distinto propósito y finalidad que tenían formatos, en principio tan similares, como el de película y el de la miniserie de televisión.

Entonces, mientras elucubraba sobre si "aquella reflexión sobre formatos mediaticos" era extrapolable al mundo literario y si, en mi caso, prefería historias contadas en una sola novela o aquellas otras narradas a lo largo de una serie, llegué a una extraña conclusión...no sé si prefiero los unos o los otros pero lo que sé seguro es que el relato corto no es un formato que me guste. ¡¡Ojo!!, que me refiero a historias cortas y no a novelas cortas. No es lo mismo "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde" de Stevenson (con sus 80 páginas), que, por ejemplo, alguno de los relatos cortos de "Quisiera que alguien me esperara en algún lugar" de Anna Gavalda.

Incapaz en un primer momento de explicar el por qué de mi aseveración pensé en dos situaciones que describiesen, aunque fuese de forma sesgada, el motivo de mi rechazo. Así pensé en dos situaciones, más o menos cotidianas, que reflejar mis porqués...

Supuesto A: Allí, al fondo, ves a un grupo de personas que conoces (da igual si son amigos con los que has quedado, compañeros de trabajo o familiares). Están absortos escuchando la historia que está contando uno de ellos, así que, cuando llegas a su altura en silencio, te sitúas en el primer hueco que ves, espectante, intentando descubrir de qué están hablando. Pero, cuando aún no te has llegado a enterar de qué va la cosa, el orador termina de contar su historia. Parecía ser un chiste o una anécdota muy graciosa, al menos todos se están riendo, incluso Mariano, que mira que es seco, está tronchado de la risa, mientras tú, que acabas de llegar y no sabes de que va la historia te quedas con un palmo de narices...

En general, cuando me dispongo a leer un relato corto tengo la sensación de que estoy entrando en la sesión de una pelicula (en un cine cualquier...ahora más bien en un multicine cualquiera) y la película ya está algo más que empezada y al final todo parecía girar alrededor de esos fatídicos 5 minutos de metraje que me he perdido (¡¡malditos problemas para aparcar!!). Es esa sensación de que me estoy perdiendo algo la que me desagrada, esa especie de carrera que emprendo contra el reloj y su tic-toc,tic-toc, para situarme en la historia antes de que esta concluya y me quede con cara de tonto... y nunca sé si es que yo no estaba preparado cuando empecé a leer o es que realmente es el autor el que no ha sabido "hacerme entrar" en la obra.

*****

Supuesto B: Estás en un banquete (por un cumpleaños, un evento del trabajo o una boda, el motivo no importa, estás ahí, ¿que más da el por qué?, ¡¡no seas tan pejiguero!!) y alguien (camarero o invitado, amigo o desconocido) te ofrece uno de los tentempiés diminutos que ocupan una parte cada vez menos significativa de la bandeja. 
Algo indeciso, pues lo único que puedes deducir de lo que está ante ti, es que parece un saquito de patata relleno de algún tipo de sustancia untosa, te hacer con una de esas minúsculas porciones y, armándote de valor, lo introduces en tu boca.
La explosión de saber que emerge del objeto (sigues y seguirás sin saber de qué se trata) te embriaga y subyuga. Sin embargo, nada dura eternamente y tan pronto como tragas todo ese gozo condensado ha sido relegado al pasado. Quieres más.. pero, ¿dónde está la maldita bandeja??
Te giras a un lado y a otro en pos de un vislumbramiento fugaz, con un sólo pensamiento asaltando tu mente... ¡¡más, quiero más!! ... cuando cinco minutos más tarde das con la dichosa bandeja que, como suele suceder (¡¡maldito sean Murphy y su ley!!), se encontraba en la otra punta de la estancia. Cuando llegas hasta donde está, acalorado y exaltado, ansioso por probar un bocado más, descubres que ya no queda ninguna gota más de esa misteriosa ambrosía...

No hay cosa que más rabia me dé que dar con algo que me gusta y que justo entonces me lo quiten. ¡Como si no fuese bastante complicada de por sí la vida como para que encima me anden tocando las narices!. Sí,  sé que con las "novelas-novelas" (si se me permite la licencia) también pasa pero el proceso es más lento, más largo, da más tiempo a disfrutar. A ver si así queda algo más claro: si corro los 100 metros, durante esos 100 metros no me da tiempo casi ni a respirar, mucho menos a pensar. Tengo que asimilar cuanto acontece y responder a los imprevistos sobre la marcha, por instinto. Si corro 5 kilómetros, a lo mejor al principio sólo pienso en correr pero al cabo de un rato, el cuerpo acaba funciona casi-casi solo y la cabeza puede ir por libre...

*****

En resumen, salvo en contadas ocasiones, los relatos cortos me dejan frío y, normalmente, insatisfecho. Podría decir indiferente pero la verdad es que, a la larga, esa frialdad tiene tendencia a convertirse en animadversión, no en indiferencia. Como no me sobra el tiempo (y tampoco el dinero, para que engañarnos), invertir en un/unas historia/s que no me terminan de convencer o que (no se si casi es peor) me dejan tal y como estaba, siempre acaba por provocarme cierto malestar.

Habrá quien piense que eso es porque no he dado todavía con el relato corto que me abra los ojos. Lo cierto es que, en general, no tengo queja de los recopilatorios de relatos cortos que han caído en mis manos hasta la fecha. "Cuentos para pensar" de Jorge Bucay, "El gato negro y otros cuentos" o "El escarabajo de oro y otros relatos" de Poe,  "Yo robot" de Asimov o, la arriba citada "Quisiera que alguien me esperara en algún lugar" de Gavalda. Todos ellos me han gustado. Es cierto que unos más que otros (algunos de los cuentos de Bucay los tengo siempre presentes) pero, salvo contadas excepciones, son "obras" (porque si digo novelas puede originar alguna confusión) que no dejan mucho poso. Es más, cuando intento recordarlas, me suelo encontrar con que no soy capaz de separar los relatos, sólo la idea que subyace en el fondo de alguno de ellos (o de todos si tienen un eje central común).

Y sabiendo todo esto, ¿por qué compré "El déspota adolescente"? Primero, por aquel entonces (no hace tanto, un par de semanas, más o menos) ya estaba en mi poder esta recopilación dede relatos cortos que el escritor Lorenzo Silva había ido publicando en su página web entre 1998 y 2003. Segundo y más importante, no lo compré, fue un regalo que me trajeron los Reyes (je,je). Yo me limité a incluirlo en la carta junto con algunos otros libros y fueron ellos (los Reyes, claro), el destino o mi incapacidad para elegir alguna de entre las "novelas-novelas" de Lorenzo Silva, lo que quiso que acabase esta obra en mis manos.

Hoy no lo lamento. Podría decir que porque  hasta la fecha no había leído ninguna otra novela escrita por él  que no fuesen las protagonizadas por Bevilacqua y Chamorro y no estaría mintiendo en modo alguno aunque sí faltaría un poco a la verdad. Lo cierto es que no lo he lamentado porque, aun cuando con algunas de sus historias he tenido los mismos (o similares) problemas que los expuestos un poco más arriba, con otras no ha sido así y sea por el (¿elevado?) número en que estas segundas han hecho aparición  o por su calidad, me quedo convencido de que alguna de sus historias, como la del joven Jonathan en "Sonríe, mama", permanecerán en mí durante bastante tiempo.

No niego que conforme vaya acumulando nuevas lecturas y mis propias vivencias vayan ocupando espacio en mi memoria (un espacio muy limitado, como ya reconocía Sherlock Holmes), algunas de sus historias se irán diluyendo. Estoy casi convencido de que la "Fábula de Polito y Gamboa" será una de las primeras y posiblemente "La tentación de Spinoza" no le vaya muy a la zaga. Pero hay otras (bastantes más de las que llegué a pensar antes de empezar su lectura) que permanecerán. Mucho tiene que ver en estos casos el que el protagonismo del relato lo tengan una serie de experiencias pasadas, vivencias que han marcado el devenir de los protagonistas, que en algún caso me han resultado bastante cercanas. ¡¡Y no, "la cabezada del canónigo" no ha sido una de ellas, aunque su juego entre "lo que es mero sueño", "lo que es pesadilla" y lo que es "recuerdo" me ha llamado mucho la atención (y me hizo sonreír).

Dice en su prólogo Lorenzo Silva que son relatos que tienen en común "la juventud" aunque él, poco después, la equipara con "la inmadurez". Para mí la segunda tiene menos cabida en la novela, a pesar de ser, en muchos casos, sinónimo de la primera. Creo que muchas, si no todas, las historias tienen en común el tratarse de vidas marcadas por acontecimientos pasados (más o menos recientes). Sucesos que condicionan el devenir de las vidas de los distintos protagonistas, en muchos casos, para mal (y el que avisa no es traidor).

De entre todas, las narraciones que mejor parecen reflejar el trasfondo que intenta plasmar su autor son dos: "El déspota adolescente", que da nombre a estar recopilación y que, siendo el primero que escribió, adolece de cierta opacidad lingüística, con un estilo algo rebuscado/recargado, a pesar de ser, curiosamente, la historia que mejor ejemplifique el pensamiento (posiblemente atemporal) de cualquier adolescente y "Sigurd, el elegido" o como la vida nos puede llevar por mil y un caminos distintos, a veces desdiciéndonos de lo que hemos hecho poco tiempo antes.

Creo que es conveniente advertir que Lorenzo Silva no es siempre un autor de verbo fácil. Las acotaciones, aclaraciones y en ocasiones vocablos en desuso pueden hacer (y hacen) aparición con cierta profusión pero a mí, salvo en un par de historias (fundamentalmente la de "El déspota adolescente") no me ha impedido, ni molestado la lectura. Es más este relato es un buen ejemplo para ver como, a lo largo de las historias, el lenguaje y las formas evolucionan acercándose más a las del "Lorenzo-Silva-actual", ese que cautiva por la forma tanto como por el fondo, siendo capaz, incluso, de marcar el ritmo de lectura de quien intenta seguir sus historias.

Yo terminé la lectura con una doble alegría: por un lado la del reencuentro con un escritor que me gusta (acompañada, eso sí, del placer de sentir que no me había equivocado en la elección de la obra); por otro, el saber que el año pasado debí de ser muy bueno porque la edición que me han traído los Reyes cuenta con dos historias adicionales, "Contártelo, Adela" y "Sonríe, mama", que ponen un broche inmejorable a las historias anteriores.

lunes, 9 de enero de 2012

El águila del imperio

Siempre me ha llamado mucho la atención el periodo que se conoce como Antigüedad clásica. Explicar el por qué puede resultar un ejercicio bastante complejo, sobre todo si no me limito al clásico (socorridísimo y quizás algo pomposo) "¡¡hombre, por qué va a ser, pues porque son la cuna de la civilización occidental actual!!". 

Debo reconocer que parte de mi interés y curiosidad si tienen su origen en el hecho (innegable) de que las sociedades occidentales actuales tienen en las culturas clásicas algo más que un mero referente. Si alguien tiene alguna duda al respecto que se acerque a un estudiante en derecho y le pregunte. Lo cierto es, que muchas, por no decir la mayor parte, de las figuras y principios que rigen nuestro ordenamiento jurídico (y, por ende, por mucho que le pese a la gente, nuestra sociedad) tienen su origen en la Roma clásica (el principio "non bis in idem" o el "in dubio pro reo", o figuras como la usucapio y el usufructo son algunos de los numerosos ejemplos que se podrían poner aquí…). Pero mentiría si dijese que es el único y principal motivo por el que giro mi mirada hacia aquella época.

Frente a la gente que disfruta estudiando la Revolución Industrial, las circunstancias que desembocaron en la Revolución Francesa o las causas de la crisis económica del 29 (de mil novecientos, claro)... a quienes profeso el máximo respeto (vaya eso por delante), yo, en mi búsqueda de evasión (no exenta de aprendizaje en la medida de lo posible) prefiero un viaje mucho más lejano en el tiempo, a un momento en el que la ciencia y la teconología, la visión del mundo, de la religión y del propio ser humano, son (o eran) tan distintos a los actuales que adquieren cierto matiz surrealista, un tanto fantástico. Lo cierto es que dos milenios es tiempo más que suficiente como para sofocar cualquier posible similitud con el tiempo presente en mi cabeza.

Yo no sé si a la gente le pasa pero cuando leo, por ejemplo, sobre la Inglaterra victoriana, no puedo dejar de comparar y contraponer el “antes” y el “ahora” y no termino de desengancharme del momento presente. A veces sólo quiero disfrutar y dejar a un lado los problemas y quehaceres cotidianos, es entonces cuando me refugio en el mundo clásico, que es cierto que no deja de ser un “antes más lejano” pero es precisamente en ese  “más lejano” donde encuentro sosiego. No trae consigo la carga de situaciones/tiempos/lugares más próximos. Y, además, ¡que porras! de vez en cuando me gusta ver un poco de sangre, a gente luchando por su vida y la subida de adrenalina cuando se avecina una emboscada…y no siempre estoy por la labor de esperar a que estrenen “Furia de Titanes 2” (y demás películas por el estilo) o a que saquen una nueva versión del “God of War” para la consola.

Ahora bien, entre la amalgama de libros que sitúan el mundo clasico en su punto de mira, ¿cuál se debe coger?.¡¡A mí, que nadie me mire!! No tengo la receta mágica del éxito. Es más, mi sistema de selección (por llamarlo así), no sólo no es extrapolable, sino que es muy cuestionable (un resumen atrayente, un personaje histórico que me haya llamado la atención... a veces, una mera y burda sensación o, por qué no confesarlo, una buena portada).

Al final, creo que lo que queda es tirarse al ruedo, porque, en el fondo, resulta díficil justificar haber leído a Lindsay Davis (y su Marco Didio Falco) y no haberse planteado nunca enfrentarse a “Yo, Claudio”. Y cito la obra de Robert Graves como podría haber citado a cualquier otro de los que se encuentra en ese saco que contiene mis descartes (¿temporales?), como podría ser la serie sobre Roma escrita por Colleen McCullough o la reciente "Trilogía de Escipión" de Santiago Posteguillo (aunque, esta última, muy hábilmente, se la endosé a mi padre para que hiciese de filtro previo...algo que, por cierto, no ha tenido a bien hacer).

Prefiero creer que hay narradores para todos los gustos y que si hoy mi estantería cuenta con novelas de Lindsay Davis, Steven Saylor, (el hoy citado) Simon Scarrow o Valerio Massimo Manfredi, mañana pueden asomar cualquiera de los otros. Ya ha pasado en otras ocasiones, la última de la mano de la que para mí es, sin duda alguna, la mejor novela salida de la pluma (o de la impresora de turno) de Javier Negrete, "Salamina".

Lo cierto es que por H, o por B (retomaré un poco el hilo del post) llegó a mis manos (la verdad sea dicha, fui en su busca), la primera novela de la serie protagonizada por el joven Marco Licinio Cato. Que, a diferencia de otras series, como la  protagonizada por el crapula/espía/hilarante "Harry Flashman" de George MacDonald Fraser o la que narra las aventuras del "Sharpe" de Bernard Cornwell, no es una novela (o una serie) creada para el lucimiento de su protagonista, sino un viaje iniciático y coral, que nos introduce en los entresijos políticos del Imperio Romano pocos años después del nacimiento de Cristo. (¿Puedo añadir, aunque sea con retraso, en el "pro" de las narraciones centradas en el mundo clásico, el ser las únicas que permiten cambiar el d.C por un a.C cuando se habla de referencias temporales?)

Scarrow sitúa su ficción histórica poco después del intento de Escriboniano de reinstaurar la República (durante la regencia de Claudio I), lo que explica el momento de gran inestabilidad política que está viviendo el Imperio en ese momento, y, además, se convierte en el elemento desencadenante que subyace en mucho de cuanto acontece en esta primera novela, entre otras cosas (y no la menos importante) el que la Segunda Legión Augusta, comandada por Tito Flavio Vespasiano, deba dejar su asentamiento en Germania para formar parte de la fuerza invasora que intente conquistar Britania.

Sus tres protagonistas (Cato, Macro y Vespasiano), que se reparten el peso de la novela (aunque no de forma proporcional), son los elementos de los que se sirve Scarrow mostrar la situación social de la época y como viven/ven/entienden/comprenden todo cuanto está aconteciendo en la sociedad romana (y todo sin salir del acuartelamiento o de la vida castrense) desde la distinta perspectiva que da su formación y situación social en una sociedad tan clasista como la romana.

Curiosamente, el joven Marco Licinio Cato, cuyo alistamiento resulta condición indispensable para lograr la condición de liberto (un esclavo liberado), pese a su juventud, inmadurez e inocencia, no será (ni de lejos) el más ingenuo de los personajes. Obligado a cambiar las fiestas y las gestiones palaciegas por la dura vida castrense y la limpieza de las letrinas, es el encargado de transmitir al lector ese sentimiento de pertenencia y compañerismo que imperaba en las milicias romanas, pero, sobre todo, la gran importancia (y relevancia) que tenía el llegar a ser considerado "un hombre libre" por mucho que, en la busca de la libertad, uno debiese dejar atrás las comodidades y el confort de la vida en palacio.

Junto a Cato (y por encima de...) el centurión Macro, un curtido veterano que acaba de alcanzar el punto álgido de su carrera militar, pero que vive con el miedo de que su analfabetismor, le llegue a costar el puesto. Un personaje tosco y torpe (socialmente hablando) que no sólo sirve como exponente del sentir de la clase media/baja (los plebeyos), sino que, por encima de todo, actúa como mentor de Cato, mientras adereza (gracias a su “particular” forma de entender la vida) la narración con algún momento cómico y  entrañable.

Finalmente surge la figura de Vespasiano, representante del máximo estamento social (los patricios), que nos imbuye en los tejemanejes políticos conforme él mismo se ve obligado a abrir los ojos a la dura realidad imperante en las altas esferas y a la despiadada lucha por alcanzar un puesto de honor al frente de la sociedad romana. En esa maraña de conspiraciones, secretos de Estado y espionaje, su mujer Flavia y el tribuno Vitelio, los dos mucho más curtidos que el comandante de la Segunda Legión, parecen llamados a dar mucho que hablar.

La presencia de Narciso (liberto y mano derecha del emperador, que deja una actuación memorable en la "arena", en la mejor demostración posible de cómo la inteligencia es la mejor herramienta de un buen político a la hora de resolver ciertas situacioens); una (más que interesante) explicación del (gran) peso que tiene el dinero para que un emperador pueda permanecer en su puesto; la necesidad de nuevas glorias para contentar al pueblo y una misión (no tan) secreta, completan una obra entretenida y agradecida, cuyo estilo llano y poco recargado parecen un buen reclamo para atraer a quienes suelen rehuír el lenguaje ampuloso y recargado con que algunos autores recubren su "vasto" conocimiento

Personalmente me ha gustado. Mejorable, por supuesto. No me habría importado una "miaja" más de sangre y lucha pero, entonces, posiblemente se habría alargado más y me quejaría del gasto innecesario de papel (jeje). ¿Las hay mejores? indudablemente (al menos por lo visto hasta ahora). Me remito a lo dicho varios párrafos más arriba: "Salamina" de Javier Negrete, una obra redonda como pocas. Ahora bien, éste última, es una novela suelta, independiente y, lo fundamental, "terminada". "El águila del Imperio", por contra, se engloba dentro de una serie, de la que (para más inri) no es más que el principio (con todo lo que eso supone), por lo que mejor dejamos una valoración más profunda para cuando haya  más elementos de juicio.

Yo me quedo con que la próxima aventura transcurre en Britania. Con eso ya me ha cautivado. Sólo me deja pregunta: ¿habrá druidas?. ¿¡¡Que qué importa!!?  Eso, el que se atreva, que se lo diga a Uderzo y Goscinny si un día se los encuentra, porque, con un druida, unas gotas de poción mágica, un tallador de menhires y un galo con "un buen par de narices", consiguieron conquistar al mundo entero, jejeje.

domingo, 1 de enero de 2012

Premios "Hoguera de las Maldades" - Año I (2011)

Va a hacer casi un año que inició su andadura "La hoguera de las maldades" y he pensado que la mejor forma de celebrarlo era con una entrega de premios que resumiese todo este año de lecturas. Algo así como los Oscar, los Globos de Oro y los Golden Rasperry (¿qué cuáles son esos?, pues los anti-oscars, los Razzies) condensados en un "post" que espero que no se alargue demasiado.

Ni mi situación económica ni mi modesta vivienda permiten llevar a cabo un acto ostentoso, por lo que nadie debe esperar ver desfilar por aquí a Donna Leon, John Vernon y demás fauna, sorry. No me habría importado, la verdad, pero la situación es la que es. Tampoco habrá premios económicos, estatuas y demás fanfarria, sólo mi reconocimiento a una labor (o mi crítica, aunque no es mi intención hacer leña del árbol caído).

Como por un lado me gusta innovar no he querido limitar el título a un mero (y aburridísimo): "Mejor bla,bla,bla" o "Peor ble, ble, ble". Pero mi idea de renombrar las novelas utilizando referencias literarias, cinéfilas o musicales ha tenido que enfrentarse a mi miedo a topar con los "derechos de propiedad intelectual" y ha perdido, por lo que he optado por un término intermedio. Recordando mis tiempos de latín en el instituto (de los que no hace tanto) y alguna redacción un tanto ingeniosa que pergeñé por aquel entonces, he optado por bautizar la mayor parte de los premios utilizando "aurea dicta", que vienen a ser  dichos y frases hechas del mundo clásico cuyo uso, en muchos casos, ha llegado hasta hoy.

Dicho esto, si todos estamos de acuerdo, y una vez que me he adecentado con mi mejor bata, ¡¡¡QUE COMIENCE EL SHOOOOOOOOOW!!!!:

Premio "ab uno disce omnes" ("por uno conocerás a los demás") o el premio al autor más reiterativo en sus planteamientos, se va para James Patterson por "Segunda oportunidad", que tiene bastante de copy-page de sus novelas anteriores.

Premio "De gustibus et coloribus no est disputandum" ("el gusto y los colores no se discuten"o "para gustos los colores"), esa expresión latina que siempre ha enloquecido a mi padre y que no es más que la versión culta del socorrido "sobre gustos no hay nada escrito", para la novela que seguro que alguno considera que no he llegado a comprender en su justa medida y que, para mí, ha sido la más floja de todo el año: "Sé lo que estás pensando" de John Vernon.

Premio "Cave Canem" ("cuidado con el perro") al mejor personaje animal (da igual que sea fantástico o no): Posiblemente haya sido en esta extraña categoría donde mayor rivalidad haya habido: Loiosh el "jereg", de la serie de Vlad Taltos, Baskerville/Brutus de "Las perfecciones provisionales" o Bernie Kosar, el animal (con sorpresa incluida) de "Soy el número cuatro", han sido algunos de los personajes más entrañables, curiosos e interesantes de este año pero valoro mucho mi pellejo como para no dárselo a Temerario ("El dragón de su majestad") no sólo el único que realmente co-protagoniza la novela, también el que mayor club de fans ha cosechado entre mi entorno...

Premio "Amore mío", a la mejor historia de amor. En un año en el que la lectura de novela de contenido romántico ha brillado por su ausencia me gustaría aprovechar para darselo a dos novelas que he leído en los últimos años y que no creo que vaya a poder comentar en un futuro próximo: "Juntos, nada más" de Anna Gavalda (algo fría al principio pero muy interesante en su evolución) y "La mujer del viajero en el tiempo" de Audrey Niffeneger, o la novela que consiguió desbancar a "The notebook" de Nicholas Sparks, encumbrándose en el altar del género. Pocas novelas me han gustado tanto y pocos personajes han llegado a generarme tanta simpatía como Henry de Tamble y Claire Abshire.
Premio "Alto voltaje" para ese encuentro ("algo más que...") sexual/sensual  que comparten Harry Dresden y Susan Rodríguez en "Máscaras de muerte" de Jim Butcher. ¡¡hasta Kim Bassinger y Mickey Rourke tomarían nota de lo que ahí acontece!!.

Premio "Tu quoque, Brute, fili me" (la famosas frase de Julio Cesar, "También tú, Brutus, hijo mío" Julio Cesar) para el mejor personaje secundario es para: "Bubba Rogowski", el personaje creado por Dennis Lehane para la serie de Angie Gennaro y Patrick Kenzie, que empieza a reclamar una novela para él solito, ¿o no?. Aunque, ¡ojito!, que a final del año pasó por mis manos un gitano  (Raskol Baxhet, en "Némesis" de Jo Nesbo) que estuvo a punto de "robarle algo más que la cartera" in extremis. Y, ¡¡como no hacer una mención, por breve que sea, al trozo de papel hipercualificado que ha desbancado a los post-it como lo más demandado en las papelerías!!, el "ghost knife" de "Child of Fire".


Premio "Homo homini lupus est" ("el hombre es un lobo para el hombre") para el personaje más malvado de este año, que, para seguir con las aurea dicta, se va "Ex aequo" para dos personajes de la misma novela: Tom Waaler y Anna Bethsen, de "Némesis" de Jo Nesbo.

Premio "In artículo mortis", para la novela que supone el punto final de usa serie, este año se va para "Solea" de Jean Claude-Izzo, punto y final a la serie protagonizada por Fabio Montale. Nada me gustaría más que no tener que otorgar este premio por lo que significa pero temo que el año que viene, si es que hay una segunda entrega de premios, volverá a ser necesaria su aparición, esta vez para conmemorar la despedida de Kurt Wallander, cuya lectura no creo poder demorar mucho más. 


Premio "Gaudeamus igitur" ("Alegrémonos pues...", inicio del canto de graduación de los universitarios) para el autor revelación de este año: De nuevo "Ex aequo", en esta ocasión para Rosa Ribas, por lo que supone su llegada para mí, en un momento en que varios de los autores que me gustan son cada vez más y más mayores (Andrea Camilleri, Petros Markeris, Donna Leon...) y, por supuesto, Harry Connolly, por el soplo de aire fresco que supuso "Child of fire" dentro de la Urban Fantasy.

Como me cuesta mucho justificar qué novela es la que más me ha gustado o cual es mi favorita, he decidido dividir ese premio en varias categorías.
*Premio "Imaginata", para la mejor novela de Fantasía épica, Ciencia-Ficción o Young Fantasy: "Temerario, el dragón de su majestad" de Naomi Novik.
*Premio "Mocus pocus" para la mejor novela de Urban Fántasy: "Child of Fire" de Harry Connolly.
*Premio "Mare nostum" para la mejor novela negra mediterránea: "Suicidio perfecto" de Petros Markaris (que irrumpió a última haciendo bueno eso de que "más vale tarde que nunca")
*Premio "Aurora Borealis" para la mejor novela negra nórdica: "Némesis" de Jo Nesbo, una obra tan redonda que me ha impedido, siendo honesto, dejar que comparta premio con otras dos novelas que me han gustado mucho pero que están un peldaño por debajo: "¿Quién teme al lobo?", de Karin Fossum y "Ángeles en la nieve" de James Thompson.
*Premio "Dies peregrinorum" para la mejor novela negra norteamericana: "Abrázame, oscuridad" de Dennis Lehanne, por mucho que el final  de "Lo que es sagrado", del mismo autor, habría merecido un premio por sí solo.
 

Premio"E pluribus unum" ("de entre todos, uno"), el Premio Especial del Jurado, para "Las perfecciones provisionales" de Gianrico Carofiglio, que ha sido, a pesar de lo difícil que resulta de etiquetar, mi novela favorita de este año.

Premio "Vini, vidi, vinci" ("vine, vi y vencí" de Julio Cesar) a la mejor serie de televisión: ¡¡sí, a la mejor serie de televisión, que pasa!! No sólo de libros vive el hombre...y hay series muy buenas. Para dos series británicas (para más inri): "Sherlock" (temporada 1 con 3 episodios, eso sí, ¡¡ojo con el precio!!), una increíble adaptación a los tiempos modernos de uno de mis personajes literarios favoritos y la ¿gran desconocida?, "Luther", cuya temporada 1 me ha dejado estupefacto con un Idris Elba sensacional.


Por último, y para mí el más importante, Premio "Semper fi" ("Siempre fiel", el lema de los marines americanos) para...pues para todos aquellos que siguen el blog, desde los que lo hacen desde el principio (algún familiar y amigo) hasta los que un día, sin querer, pasaron por aquí y decidieron quedarse. En especial a alguien que desde Alemania me acompaña siempre en cada post, visitándolo poco después de que lo haya publicado (o al menos eso es lo que deduzco de las estadísticas de blogger gracias a mí gran instinto detectivesco, ¡si es que toooodo se pega"). Lo dicho, a todos, muchas gracias.

Y con esto y un bizcocho...¡¡Ahhh, no, un segundo, que alguien del público ha levantado la mano!! Digame, sí usted, el que está al fondo. ¿Cómoooo?¿que  para este año que empieza qué? Pues espero que salud, dinero y amor pero, como eso no está en mi mano, voy a lo que si lo está... si los quehaceres y obligaciones lo permiten, espero poder retomar autores que me gustan mucho y que todavía no han pasado por aquí (Lorenzo Silva, Deon Meyer, Henning Mankell, John Connolly), nuevos descubrimientos (Ilona Andrews), vuelta al mundo romano clásico (con  personajes como Marco Licinio Cato y Gordiano "El sabueso"), novelas contemporáneas que tengo pendientes ("One day", "Criadas y señoras" y "En la cocina") y  por supuesto, reencuentros con algunos conocidos de este año (como Dennis Lehane, Rosa Ribas, Jo Nesbo, Jim Butcher y Michael Connelly, entre otros). ¿Será posible? Lo ve(lee)remos, ¿no?


Mis mejores deseos para tí, que estás leyendo esto, para este año que comienza. Espero que nos encontremos muchas veces durante los próximos meses...