No hace falta haber leído muchas novelas de misterio ni haber visto series de televisión para saber que investigar cualquier indicio que pueda tener relación con los sucesos es un comportamiento lógico, exigible a cualquiera que forme parte de la investigación. ¿Qué decir entonces cuando nadie investiga todo lo relacionado con el "apartado postal"?, si en la carta del chantaje se hubiese pedido el ingreso de dinero en una cuenta corriente ¿no se habría extrañado la gente si la policía no hubiese examinado al titular de la misma y cualquier posible movimiento o acceso que hubiese podido tener lugar a la misma?
En el sistema judicial americano rige la doctrina del "fruto del árbol envenenado", que esgrime no sólo la inadmisible de cualquier prueba o dato conseguido de forma ilegal, sino la de cualquier conclusión o prueba que se hayan podido derivar de los mismos. Algo parecido pasa en el mundo de la literatura, una trampa fragrante desvirtúa el resto de la trama de la novela.
En el caso de "Sé lo que estás pensado" el problema es mayor ya que sin el "apartado postal" no existe ningún elemento que pueda llevar al descubrimiento del asesino. Cualquier investigación posterior al Sr. Dermott, aunque estuviese justificada por nuevos hechos, habría puesto de manifiesto la laguna inicial en el proceso investigador.
Consciente de que su error condiciona el desarrollo de la trama, John Vernon opta por crear una serie de situaciones (extravagantes e irrisorias), que permiten a la novela llegar al desenlace inicialmente previsto. No parece importarle dejar dos "cadáveres" más en el proceso, el de Davey Gurney al que sus grandes dotes y excepcional clarividencia parecen abandonar antes del mitad de la novela y el de Gregory Dermott que, en medio de una pataleta, prácticamente acaba suplicando a los detectives que caigan en su trampa.
En "El cerebro de Kennedy" Henning Mankell demostró que no se necesita de un detective para crear una novela de investigación y denuncia social. Con "Sé lo que estás pensado" John Vernon demuestra que un investigador, un asesino y un misterio pueden coexistir en las mismas páginas y ser, simplemente, una mera casualidad.