Real.
Una palabra, una nada más, para resumir una novela. Pero
quizás la que mejor describe lo que es la obra de Franck Thilliez.
¿Creíble?...
Sí, pero no porque sea "real". A veces la realidad es
tan ¿atroz?, ¿dura?, ¿extraña?, que resulta increíble. Al menos para mí que más
de una vez (y de dos y tres) me he encontrado pensando que algo no me
podía estar pasando, que no era posible, que tenía que ser un sueño.
Thilliez es creíble porque escribe bien, porque es capaz de
crear un entorno propio para dar cabida a la trama, un conjunto armónico que
justifica cuanto aparece en la novela. Lo mejor de todo es que, además, lo hace
con sentido.
Todo cuanto crea puede haber sucedido. Es más, cuando acabas la
novela estás convencido de que ha pasado y que lo único que ha hecho es
utilizar sucesos reales bien documentados para ubicar su obra. Imagina la cara
de pánfilo que se te queda cuando decides investigar y tras poner en google
"Síndrome E" lo único que salen son referencias a su novela, no la
ristra de páginas de medicina en las que esperabas cotillear todo lo posible sobre
esa afección humana. Y lo mismo pasa con todo lo demás, porque tú sigues
buscando, convencido de que entonces lo que ha pasado es que ha cambiado el término
clínico o que se ha modificado durante la traducción de la novela pero que debe
estar ahí, como los casos de los que habla en la novela, los libros que
utilizan los investigadores, etc... Ese es su gran poder, ser capaz de hacer
verosímil una ficción literaria.
Dura.
Mucho. Fundamentalmente porque sus novelas se sumergen en la
naturaleza humana, no sólo la del posible asesino, también en la de los
protagonistas y en la de personas que giran alrededor de la trama.
No la dureza del cine o de la literatura de consumo rápido, la
de la vida misma. Aquí no hay casquería o descripciones prolongadas de largas
agonías, sólo víctimas que se convierten en asesinos, personas destrozadas por
la pérdida de un ser querido, matrimonios que se rompen por el desgaste de los
año o la soledad de quien vive cualquiera de estas cosas sin encontrar una
persona con quien compartirlas.
Lo que hace verosímil esta novela es que refleja la dureza del
día a día, la misma que de una forma u otra experimentamos todos. La única diferencia
entre que lo veas por la calle o lo leas en un libro es que aquí no apartas la
mirada para
darles un poco de intimidad si no que te sumerges en la trama un poco más
porque te puedes permitir sentir compasión o curiosidad sin tener que
disimular.
Humana.
Mucho. Aunque eso no tiene porqué ser bueno. Es casi imposible
leer esta novela o su predecesora, "El ángel rojo", y no pensar en lo
infame y monstruoso que podemos llegar a ser.
Cuando uno lee una novela de psicópatas siempre tiene la opción
de pensar "ese es que está chala'o" o "está para que le
encierren" y así mantener la distancia pero cuando ves personas como tú
haciendo auténticas bestialidades amparándose en razonamientos que ellos creen
fundados es inevitable que se te ponga la carne de gallina.
Aterradora.
Sin necesidad de monstruos venidos del espacio o criaturas
infernales que vuelven a la vida para seguir haciendo el mal. Orwell lo dejo
claro "El gran hermano te vigila", no creo que haya nada más
aterrador que leer sobre grupos organizados (da igual si son corporaciones
económicas, gobiernos nacionales o asociaciones de ricos con ansias
megalómanas) dispuestos a hacer lo que haga falta con tal de conseguir su
objetivo.
No son necesarias perecuaciones interminables ni que los protagonistas
jueguen al ratón y al gato con el malo para crear tensión. Basta con que quien
escribe sepa trasmitir el desasosiego del investigador que no es capaz de
encontrar la brecha que le permita arrancar definitivamente o la sospecha de
que siempre hay alguien un paso por delante de ellos, la sensación de que en
cualquier momento todo se puede torcer y acabar muy mal.
Amarga
Esa es la sensación que impregna toda la novela. Aquí los
descubrimientos no se celebran con alegría porque nos adentran un poco más en
las miserias humanas. El fin de la cacería no supone el castigo del malo sino
la representación de como la sociedad falló a una persona a lo largo de su vida
hasta límites insospechados. Y, a veces, las circunstancias y las personas
alcanzan un punto del que no es posible hacerles retornar.
Ni siquiera los finales se salvan, más cerca del "y aún hay
más" que del "vivieron felices y comieron perdices".
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Me gusta Franck Thilliez. Me impresionó mucho "El ángel
rojo", me sobrecogió por la dureza de lo que contaba. Siempre lo he
comparado con la película "Asesinato en 8 mm", aunque también podría
haber hablado de "Tesis", pero por encima de todo lo que me llama la
atención de este escritor es su capacidad para manejar las tramas.
No es social, porque aunque habla de personas lo hace como sumas
de individualidades y no como colectivos uniformes. Cuantos forman parte de su
obra son personas disgregadas, carentes de un nexo que les una.
No estamos en la Marsella de Jean Claude-Izzo, no hay nexos de pasados
compartidos o miserias comunes, sino individuos que se cruzan unos en el camino
de los otros. Para ser comparables a los personajes de Thilliez les falta esa
sensación de "pertenencia" que tienen las historias de mi padre
cuando habla de "la corrala" o mi ex-compañera de trabajo Mari
Ángeles cuando habla de su infancia en el pueblo.
Los protagonistas de "El síndrome E" estás
desarraigados. Carentes de vínculos, son individuos a la deriva (al menos
emocionalmente). Tienen las ideas claras, cumplen perfectamente su función
social pero algo en su pasado les ha marcado y les impide echar raíces, y sin
algo donde afianzarse casi da la sensación de que les faltan motivos para
seguir adelante.
Me gusta Sharko. Con toda su tristeza, con su rabia, con sus
compulsiones y sus taras. Me parece un personaje con el que es fácil
identificarse. Durante las dos primeras novelas de la serie (ésta es la
segunda), el personaje cobra empaque, se va perfilando pero también va
cambiando. Cambian las circunstancias y por tanto cambia él, en "El ángel
rojo" había una rabia que no hay en esta segunda que es mucho más triste,
con un tono más apagado (a pesar de contar con una mayor carga de adrenalina).
Me gusta Lucie Henebelle, la nueva incorporación a la serie, a
pesar de que hay una parte de ella que no consigo entender. ¿Será que me falta
una pieza de su pasado para que todo encaje o simplemente es que no he llegado
todavía a experimentar esa devoción por mi trabajo que me haga olvidar r todo
lo demás, incluida la vida familiar?
Lucie y Sharko hacen bueno eso de 1+1=7, que cantaba Fran Perea.
No se quitan protagonismo, se complementan y se ayudan. Juntos crecen y se
potencian y procuran a la serie una ternura que no había poseído hasta la
fecha.
Por último y vital
Thilliez debe estar de moda porque tras la publicación de
"El ángel rojo" pasó mucho tiempo sin que se publicase otra novela de
la serie y ahora hay otras cuatro en el mercado. Sé que "El síndrome
E" está en boca de muchos y la gente se ha lanzado de cabeza a leer la
trilogía que coprotagonizan Sharko y Lucie. Yo recomiendo seguir el orden pero
para gustos...
No me habría venido mal hace una semana conocer el orden de la
serie. Por si a alguien le interesa es: "El ángel rojo", "luto
de miel", "El síndrome E", "Gattaca" y
"Atomka".
En unos meses leeré "Luto de miel", así podré rellenar
el pequeño hueco que notaba durante la lectura de esta tercera entrega
(siento si en el cuerpo del post aparece "el síndrome E" como la
segunda, no lo es. Si sirve de disculpa yo lo he aprendido hace poco más de 10
minutos y llevo un mosqueo de bigotes).
Consejos para navegantes que quieran surcar las novelas
francesas:
Si quieres probar algo distinto, TOTALMENTE DISTINTO, Fred
Vargas.
Si quieres visitar una "barriada" europea, entender lo
que es un gueto y los problemas de crecer y vivir en zonas marginales:
"Chourmo", "Solea" y "Total Keops" de Jean
Claude-Izzo.
Si quieres tensión y una buena novela negra, no te limites a
apostar a Jean Christophe Grange, dale una oportunidad a Frank Thilliez, te
sorprenderá.