domingo, 26 de agosto de 2012

Los crímenes del Big Ben

"Los crímenes del Big Ben" es una novela que tenía muy claro que no iba a comprar pero que en cuanto cayó en mis manos he leído con avidez. Por mucho que una parte de mí (pequeñita, es cierto, pero aún así una parte) echaba de menos a la pequeña Mary y daba vueltas a si el Sr. Easton volvería a cruzarse en su vida, tenía bastante  claro que tras el "chasco" que me llevé con la primera novela en lo que a relación precio-obra se refiere no iba a volver a suceder y eso implicaba minimizar el riesgo de que pasase de nuevo.

Chasco relativo, ¿vale? es una mera cuestión de gustos. A mí, 16 o 17 euros por esa primera novela (o por esta segunda) me parece un sablazo en toda regla. Nada me gustaría más que establecer una especie de regla matemática valoración (o calidad) vs precio de la novela para poder explicar en cifras los porqués de mi postura pero esa fórmula no existe (o yo la desconozco) y expresarlo con palabras resulta cuando menos largo.

Leo para distraerme y para pasármelo bien. Me gustan las novelas que me intrigan, que me cautivan y que me hacen querer (y desear) más. Mejor o peor escritas, más o menos instructivas, al final todo se reduce a una mera cuestión de gusto y, como (al menos a nivel literario) debo ser un poco facilón, son bastantes las novelas que encuentro de mi agrado. Gracias a eso tengo donde elegir. 

Cuando algo me gusta mucho no me importa lo más mínimo renunciar a lo que sea para conseguirlo (por ejemplo, la nueva novela escrita por Tad Williams, "The dirty streets of heaven", que sé que voy a estar erre que erre esperando la más mínima oportunidad para hacerme con ella), perocuando no estoy ante algo que "me vuelva loco" soy (o me tengo por) una persona bastante racional y entran en escena "múltiples variables". En ese momento sopeso y empiezo a cambiar cromos:  tengo 18-20 euros para gastar entre estas 15 (y me puedo quedar corto) novelas que tengo por ahí anotadas, ¿cuál cojo? en liza entran gustos y apetencias del momento, corazonadas, sensaciones y cifras. En ese duelo la primera descartada es Y. S. Lee, también suelen serlo Andrea Camilleri o Alexander McCall Smith, pues en los guarismos económicos en los que sus editoriales tasan sus obras se los "grandes tiburones" (al menos los míos: Jo Nesbo, Lehane, Mankell, Lorenzo Silva...) y en esa equiparación para mí no hay discursión posible. En formatos de bolsillo la lucha estaría más igualada pero como no parece que a estas alturas de la película esta serie vaya a tener  versión económica al final todo se reduce a elegir entre Y. S. Lee o Fred Vargas y uno cuesta el doble que el otro, ¿qué voy a coger? y lo que es más importante, si por el montante que mesupone "Los crímenes del Big Ben" puedes comprarte dos libros de autores que también te gustan, ¿acaso dudas?

¿Merecen la pena las novelas de Y. S. Lee? al menos las dos que he leído sí. ¿A cualquier precio? no, ahí fuera hay veinte, treinta, cuarenta autores (sólo en novela negra) que pueden ofrecer algo "que compense más" bien porque son mejores o porque son mucho más económicos.

Es una pena porque a mí me gusta la serie lo paso bien con sus dos protagonistas, sus idas, sus vueltas, sus dudas... todo el conjunto está bien construido y la ambientación del Londres de la época está muy lograda, sin grandes descripciones, sin pedantería, sin alardes, pero con solvencia, con un lenguaje sencillo (una parte del mérito será de quién lo haya traducido), una acción ligera pero atractiva y unos personajes simpáticos a los que rápidamente coges cariño.

Ya lo dije con la primera novela, es una lectura óptima para adolescentes (posiblemente más chicas que chicos) que podrán disfrutar de una historia de amor (parece que condenada a no triunfar) sin tener que adentrarse en la lobreguez de los vampiros y demás integrantes de la fantasía romántica sobrenatural (que en estos momentos parece la única forma de disfruten de un romance en condiciones), pero también los adultos encontrarán excusas y atractivos para seguir leyendo, no sólo por la parte del "amooooor" , también por la descripción de la del Londres y de los usos de la época una parte realmente conseguida donde sin detallar hasta la extenuación uno logra formarse una idea bastante aproximada de las situaciones a que tuvieron que hacer frente entonces.

En "La agencia: una espia en la casa" la trama se centraba en las familiar adineradas y en los negocios navieros, una temática más manida y, para mí, más aburrida. Allí era Mary quien desentonaba y eran sus (nuestros, bueeeeno, los míos) prejuicios clasistas de persona de clase baja los que imperaban. En "Los crímenes del Big Ben" la situación es diametralmente opuesta pues la muerte de un albañil en la obra para construir el parlamento británico sirve para conocer el día a día de la clase obrera trabajadora, el mundo del que salió Mary. Un mundo gris donde las fronteras entre lo correcto y lo que hay que hacer para poder vivir parecen no existir y que gracias a ella, sus recuerdos y sus reflexiones es posible llegar a comprender.

La investigación de esa extraña muerte  y una posterior investigación sobre el cumplimiento de las normas de seguridad en la obra son los instrumentos de los que se vale Y. S Lee para volver a juntar (y contraponer) a sus dos protagonistas.. A través de Mary, aquí caracterizado como el pequeño Mark, conocemos de primera mano  la situación real de la gente de la calle. No una mera instantánea donde se ve a alguien cogiendo comida de un contenedor de basura, también la explicación del por qué de ese comportamiento. Nadie mejor que ella para poner al lector en situación pues apenas unos años atrás se encontraba en esa misma situación. Es ella quien actúa de nexo entre las dos realidades londinenses: la de los favorecidos y la de los pobres. Los primeros altivos y altaneros, se rigen por unas leyes y una moral que ponen orden en una vida de excesos y bienestar mientras los segundos, en una situación límite, se valen de cuanto está en su mano (aunque es bien poco) para salir adelante. 

Explicar esa realidad, aunque sea someramente y de forma ligera, a través de los ojos de Mary es el mayor acierto del libro porque permite al lector ponerse enen situación y entender por lo que está pasando "esa gente". En un estado de bienestar donde ciertas cosas se dan por hecho, Y. S. Lee nos recuerda que hubo una época no tan lejana donde la gente trabajaba de sol a sol por dos perras, una cantidad que apenas daba para sustentar a una familia y, lo que es peor, con la certeza de que aquella era la vida a la que estaban destinados. Entonces enfermar o ser despedidos eran sinónimos de desamparo y muerte tanto para uno como para la familia y una sombra que enturbiaba el día a día de cuantos padecían esa situación.

James Easton es el contrapunto a Mary, representando a la sociedad como conjunto idílico y bien organizado, una utopía lejana a lo que se está narrando pero que él, desde su situación "privilegiada", desconoce. Así juzga, valora y busca castigo para quién ha obrado mal siguiendo el espíritu de la ley pero dejando aparte el lado humano. Es ese el punto de fricción en torno al que se construye la novela pues el rechazo y la incapacidad de Easton para entender (que no justificar) el comportamiento de los demáshace que Mary tema que tan pronto como el joven ingeniero conozca su pasado no querrá saber nada más de ella. Una vez más se cambian las tornas y ahora son los prejuicios de él los que suponen un freno a los sentimientos de los dos enamorados.¿conseguirán ponerse un día de acuerdo?

El libro ofrece entretenimiento, diversión, transformismo, fantasmas, embriaguez, romance, inspecciones de Sanidad, adulterio, asesinato y periodismo sensacionalista en apenas 3-4 horas de lectura ágil y muy amena.  ¿se puede pedir más?¿llegará el día en que podré añadir la coletilla "por menos" a la pregunta anterior? Tal vez ese día Y. S. Lee se sitúe en mucha mejor posición en mi lista de compras.

P.D: La forma en que escribo sobre Y. S. Lee, como me sucede con otros autores interesantes (que cuestiones monetarias me llevan a relegar a un segundo plano) puede dar lugar a equívocos. Hasta ahora "la agencia:(...)" es la única novela que, como norma, he recomendado a cuanta gente me ha preguntado por una novela pues, con la salvedad de que creo que el género masculino la disfrutará algo menos, abarca un umbral muy amplio de público y que cuenta a su favor con el hecho de ser una lectura muy asequible. De hecho es el libro que más veces he dejado lo que teniendo en cuenta que si son pocos los libros que me atrevo a recomendar son aún menos los que dejo, tiene mucho valor, al menos para mí.

domingo, 19 de agosto de 2012

The hundred thousand kingdoms - Los cien mil reinos

Yeine Darr es la eunu de su pueblo (¿dirigente?¿caudilla?¿gobernante? Interesados en saber la respuesta llamar a N. K. Jemisin, gracias) cuando recibe la orden del Emperador (su abuelo) de presentarse en la ciudad de Sky (la capital imperial). Los motivos de la llamada quedan claros desde el primer momento, va a ser nombrada heredera y, por tanto, se convertirá en una de las tres personas que pueden suceder al emperador en el trono. Lo que no está claro es el por qué.

Ella también la desconoce. No conoce a su abuerlo, Dekarta, más que por el hecho de que es el emperador. No ha tratado con él ni con nadie de su familia desde su nacimiento pues su madre, antaño única heredera al trono, renunció a ese derecho para fugarse con el hombre del que se había enamorado, un bárbaro de las tribus del Alto Norte.

Yeine sabe que no va a ser bien recibida y que en la Corte no está "su" lugar, pero no le queda más remedio que acudir y esperar que la instrucción previa que su madre le procuró le haya preparado para  desenvolverse entre los arameri, esa extraña raza gobernante, de la que ella, a pesar de tener el 50% de sus genes, no posee ninguno de los rasgos físicos (ni emocionales) característicos.

Éste es el punto de partida de la primera novela de la trilogía escrita por N. K . Jemisin, "Los cien mil reinos" (nombre con que se ha publicado en España respetando (¡¡aleluya!!) el título original). Para el lector avezado en esto de la fantasía, sobre todo épica, este comienzo no supondrá ninguna novedad ni aportará ningún elemento adicional que atraiga su atención pues es, posiblemente, uno de las formas más típicas de comenzar una narración de éste género. Si lo es, sin embargo,  su desarrollo, que se sale bastante de lo habitual, adentrándose en un territorio poco (nada) explorado hasta la fecha, con apenas acción pero con mucha tensión pues casi toda la novela es una lucha de poder donde múltiples intereses, casi siempre contrapuestos, tienen cabida.

Así, Dekarta, el emperador, pretende que su nieta se convierta en el sacrificio "humano" necesario para llevar a cabo la ceremonia de sucesión. Espera, de esta manera,  matar dos pájaros de un tiro: llevar el proceso de sucesión a buen término (máxime ahora que se está muriendo) y consumar su propia venganza. Pero, ¿por qué? y quizá lo más importante, ¿contra quién?

Scimina y Relad eran los grandes favoritos a acceder al trono imperial, al menos hasta que Yeine (su prima lejana) aparece en escena. ¿Qué ha movido al emperador a convocar al vástago de su única hija a palacio precisamente ahoras? Relad es taciturno, apagado y pasa sus días subyugado por los efectos del alcohol mientras Scimina es ambiciosa y no conoce límites a su poder, que, por si fuera poco, no teme utilizar cuando es necesario (y en otras tantas ocasiones en que no lo es). Sin ataduras, sin vínculos emocionales, sin escrúpulos, ¿quién quiere granjearse el amor y respeto cuando puede conseguir lo mismo a través del miedo?

Viraine, el médico y sumo sacerdote del dios Itempas en la ciudad de Sky, es el encargado de velar por la salud y bienestar del emperador pero también de "traer" el poder divino a la realidad cuando es necesario. En un mundo donde son pocos los que pueden llevar a cabo actuaciones mágicas, su poder es inmenso, máxime si se tiene en cuenta que es uno de los pocos  capaces de controlar (y castigar) a los mismismos dioses. Entonces ¿qué interés tiene en la joven Yeine?

Nahadoth (y Sieh, Kurue, Zhakkarn entre otros) son los "dioses cáidos" (si se me permite utilizar ese término). Los cien mil reinos creados por N. K. Jemisin eran politeistas, al menos hasta que el Gran dios Itempas mató a Enefa y derrotó a Nahadoth. Una trágedia donde el amor (y su más perversa manifestación, los celos) jugó un papel determinante. A partir de ese preciso momento, Nahadoth, el dios de la oscuridad, el del cambio, el incorformista, acabó confinado a un cuerpo humano y sólo por la noche recupera una ínfima parte de su poder. No fue el único en caer en desgracia, también lo hizo la progenie de Enefa, los otros díoses (¿convendría llamarlos "pequeños"?). Todos ellos entregados al emperador y su familia, condenados a obedecer las órdenes que estos impartan, a cumplir sus deseos, sean los que sean. En apenas un instante de sus vidas pasaron de dioses a armas, mero instrumentos de la voluntad de los siempre "finitos" mortales. Al menos hasta ahora, la ceremonia de sucesión se aproxima y con ella parece renacer su esperanza pero, ¿por qué?¿qué papel juega Yeine en todo esto?

Y por último, pero no la menos importante, la joven Yeine. Curtida en unas cuantas batallas pero lejos de estar preparada para las intrigas del palacio arameri. Mientras todos buscan poder o estatus ella busca conocimiento y, a través de él, la verdad. Dos son las preguntas que busca responder:  llegar a saber cómo era su madre (y que la llevó a marcharse del palacio) y descubrir quién estaba detrás de su asesinato. Aunque quizás lo más importante sea ver si está dispuesta a pagar el precio que se le va a exigir para conseguir esas respuestas y, aún más importante, si está preparada para aceptar las que obtenga.

Cuando leí la crítica a la novela ( en realidad cuando vi la puntuación que le daba el crítico) apunté raudo y veloz su título en mi lista y, en cuanto pude, la compré en inglés, apenas dudé, pues era muuuucho más barato. Afortunadamente se lee y se sigue muy bien y el inglés, para variar, no supone un problema. Ni términos poco frecuentes ni de nuevo cuño. Las cosas, en general, son bastante similares a lo que hay por aquí o a las que podríamos esperar en un mundo de fantasía corriente. Ni nuevas especies, ni criaturas asombrosas, ni situaciones fuera de lo común. Quizás sea eso, su normalidad, lo que resta parte del interés al conjunto cuando uno trata de explicarlo.

 A pesar de todos los nombres extraños de los personajes, de las diferencias entre las dos razas (arameri y darr, las únicas que aparecen en toda la novela) o de la presencia de componentes mágicos, casi toda la historia me ha recordado a los mitos griegos clásicos, con dioses humanizados campando por las tierras y palacios, enfrentamiento entre estos "seres superiores" y los humanos convertidos en piezas de una gran partida "cósmica". ¡¡Hasta la raza Darr guarda cierta similitud con las amazonas griegas. Además, como sucedía con el teatro de la época, las grandes pasiones/emociones (amor, odio, traición, celos) marcan los comportamientos de los personajes (una vez más, como allí, los dioses tampoco son ajenos a ellas) y uno no puede quitarse de encima el ligero aroma a tragedia que imprenga toda la novela. 

También hay "algo" (aunque un tanto remoto) que recuerda ligeramente al manga japones, en concreto a a uno que leí hace años (aunque no completo), llamado "Bastard", aunque la carga erótica de este último era mayor, mucho mayor, que la de esta novela (aún cuando en ésta también el erotismo ocupe un pequeño lugar). La idea está ahí pero soy incapaaz de darle forma en mi cabeza (¡sorry!)..

Difícil de clasificar, fuera de lo convencional y, sobre todo, de lo que esperaba cuando la elegí, esta primera entrega (dicen que relativamente independendiente de la siguiente) me ha sorprendido gratamente. Hasta cierto punto ligera, sin salidas de tono pero siempre con un componente de "tensión" (en múltiples manifestaciones: erótica, emocional o psicológica, dependiendo del momento) que capta nuestra atención, aunque quizá a algún seguidor más acérrimo de la fantasía clásica (Tolkieniana o Howardiana) le defraude un poco.

La segunda entrega de la serie "The broken kingdoms" promete bastante y parte de una premisa totalmente distinta a la anterior aun cuando algunos personajes vuelven a hacer acto de presencia. Estoy seguro de que la compraré y, si todo va bien, en unos meses aparecerá por aquí aunque esta vez no será la que elija cuando esté buscando un poco de acción y entretenimiento vanal.

domingo, 12 de agosto de 2012

La pesca del salmón en Yemen

En un plazo reducido de tiempo, más o menos un mes, he tenido el placer de poder  leer esta novela y ver su adaptación cinematográfica. De hecho fue esta última la que me llevó al libro, pues hasta entonces desconocía su existencia

"La pesca del salmón en Yemen" engloba distintas historias: la de un sueño que busca hacerse realidad,  la de dos personas cuyas vidas cambian profundamente durante el intento por hacer que éste se cumpla y la de quienes temen (o pretenden aprovecharse de= las posibles consecuencias sociales y políticas que el éxito del proyecto podría acarrear.

El sueño es el de un jeque yemení (el Sheikh Muhammed) que pretende crear un hábitat sostenible para el salmón en su país y, una vez logrado, instaurar su pesca como hobby nacional. Para muchos una extravagancia, una excentricidad más de un multimillonario aburrido acostumbrado convertidos en realidad todos sus caprichos; para el gobierno británico (o al menos para el Jefe de Prensa del Primer Ministro, Peter Maxwell) una posibilidad única para lavar la cara del país tras las últimas intervenciones militares en Oriente Próximo; para los grupos integristas un intento por occidentalizar la región, un peligro para el mundo árabe; finalmente, para el jeque, no es más que un intento por traer algo de confort a sus conciudadanos y de conseguir relajar un poco las diferencias sociales de una sociedad marcada por las distinas castas.

En medio de esa corriente se encuentran dos personas obligadas a intentar sacar adelante el proyecto, Harriet Chetwode-Talbot, que como empleada y gestora de las propiedades que el jeque tiene en territorio británico queda encargada de realizar la labor de mediación entre el jefe del proyecto y el jeque, y el Dr. Alfred Jones, el jefe del proyecto, como experto piscicultor y funcionario británico obligado por su gobierno a hacer cuanto sea posible por conseguir sacar adelante el proyecto. 

En la novela escrita por Paul Torday la parte política cobra mucho peso si bien en ningún momento se convierte en una tedioso disertación sobre las prácticas políticas comunes actuales. Más bien al contrario, es una crítica mordaz y muy ácida sobre el proceder habitual de quienes ostentan el poder, un examen satírico sobre  qué les guía, cómo llevan a cabo sus objetivos y cuál es el precio que están dispuestos a pagar.

Por eso la novela confiere un peso significativo a la figura de Peter Maxwell, una especie de relaciones públicas encargado de crear distracciones que desvien la atención de los medios de información cuando las  noticias puedan llegar a suponer un menoscabo significativo para la imagen de sus jefes. Es su búsqueda constante por encontrar algo "noticiable" que capte la atención y permita mejorar la devaluada imagen del gobierno  en Oriente Medio da con el proyecto del salmón y se encarga de "ponerlo en marcha".

Imaginativo, narcisista, trepa y zalamero, el personaje creado por Torday muestra la imagen del político con una percepción de sí misma poco menos que mesiánica, convencido de la gran importancia de su labor, capaz de dar y quitar apoyos en función de como evolucionen las cosas, siempre con la intención de seguir creciendo en  reconocimiento popular. Los cadáveres y las contradicciones dejados por el camino poco importa. 

La critica política (y social) ni empieza ni acaba con la figura de Peter Maxwell, tienen su particular momento de gloria el Primer Ministro británico, la Cámara de Representantes, la censura periodística y los movimientos migratorios ideológicos de cuantos pueblan la fauna política actual siempre condicionada a la captación de votos y aceptación social.
En un momento tan caliente como el actual donde la Administración Pública está en entredicho y la gente no parece distinguir entre lo que es el cuerpo administrativo normal y lo que es propiamente su dirección (siempre en manos de políticos), "La pesca del salmón en Yemen" presenta la posibilidad de ver los entresijos del poder y como, mal que nos pese al común de los ciudadanos,  a veces el currito, esa persona que da la cara ante nosotros, ciudadanos de a pie, no es más que un mandado sometido a los continuos vaivenes que se producen por la volubilidad de las ideas (opiniones e ideologías) de quienes están al frente de la nación.

La novela ofrece más, por supuesto, aunque desde un punto de vista más subjetivo, más personal, más particular, en la figura de Alfred Jones pues es a través de sus ojos (o lo que escribe en su diario) como conocemos cuanto acontece durante la persecución de esa "quimera" que, en un principio, es el sueño del jeque, con todos los problemas, obstáculos e ingerencias que sufre, no sólo el proyecto, sino también su relación matrimonial con Mary.

En la novela el personaje de Harriet ocupa un rol secundario y sólo cobra importancia a partir de la desaparición en combate de su prometido Robert, un mero instrumento para mostrar la difícil situación de quienes tienen parientes en "el frente", desde la extrema dificultad para comunicarse (y la total ausencia de intimidad cuando es posible hacerlo) hasta la ausencia de información y el escaso trato humano que se presta a quienes han perdido a alguien querido mientras servía a su país. Lo más destacable es que en ambas situaciones Paul Torday es capaz de mostrar situaciones muy crudas con una ironía y un cinismo tal que resulta muy complicado no llegar a sonreír ante lo absurdo de algunas situaciones que se producen por culpa de las instituciones públicas (mención especial para un servicio externalizado a la India donde un grupo de personas sin formación en la materia  se encargará de "intentar ayudar" a los familiares en ese "duro trance" por el que están pasando. Un servicio gratuito con un coste de llamada de 0,5 euros por minuto, siempre con la promesa de intentar minimizar los problemas idiomáticos que puedan llegar a surgir.)

La película, por por contra, trata todo el asunto fijando su mirada en las tres personas que forman parte de él: el jeque Muhammed, Fred Jones y Harriet. Durante las casi dos horas de metraje vemos como, fruto de su interacción, van cambiando. Alfred Jones un hombre gris, anodino y abotargado, despierta a una nueva realidad. Conoce el amor, la ilusión y descubre la capacidad de soñar. En pocas palabras, vuelve a la vida, conforme va descubriendo la "fé", aquí no tanto principio religioso como esperanza o convencimiento personal de que tarde o temprano las cosas van a salir. Si no se intenta es imposible que algo llegue a pasar. Una parte importante de ese cambio se produce en el momento en que conoce al jeque y éste, sin quererlo, dota a su vida de un objetivo del que hasta entonces carecía.

En ese proceso de metamorfosis de capullo snob integral en invernación a ..... también tiene  mucho que ver la presencia de Harriet quien, interpretada por Emily Blunt, que le obliga a salir de su ensimismamiento en un intento por ayudar a su colega que en un momento puntual atraviesa por por una mala situación personal. La química entre los tres personajes protagonistas y el toque de humor/acidez que pone la presencia de Kristin Scott Thomas en el papel de "Patricia" Maxwell, revisión (cambio de sexo incluido) del peculiar jefe del Jefe de Prensa creado para la nvoela, crean un conjunto muy interesante que procura dos horas de entretenimiento.

Supongo que la gran pregunta que queda por responder es ¿película o libro?...¡¡Y por qué no las dos!! Yo vi primero la película y posiblemente eso haya condicionado mi gusto pero para mí la adaptación cinematográfica es espectacular. Visualmente los paisajes de Escocia y los desiertos yemeníes dotan al conjunto de una estética única (eso sin contar, por supuesto, con los momentos en que la obra discurre por Londres), difícil de captar en la novela, que se adentra más en los procesos interiores y en las crisis políticas que en el medio en que suceden. 

La presencia de Emily Blunt capta la atención del espectador y dota a Harriet de matices que no posee en la novela, aquí mucho más protagonista, casi "co-" (y sin el casi) y el mismo Sheikh Muhammed posee una presencia que no es capaz de percibirse en su totalidad durante la lectura del libro. Quizás, sólo quizás, para mí, romántico empedernido, la película podría incluirse en ese reducido pero siempre (afortunadamente) floreciente bloque de obras que volver a visionar en algún momento de bajón.

Sin embargo la película sóla quizá carezca de la profundidad y el sentido global que la posterior lectura de la novela transmite. Por buena (y lo es) que pueda ser la interpretación de Scott Thomas, su rol es secundario, como lo es el aspecto político, dentro del conjunto del film. La novela nos acerca mucho más a la cruda realidad de la política actual, quizá porque nos reduce a todos (sea como espectadores, votantes o ciudadanos) a meras comparsas, meros instrumentos de campañas publicitarias a gran escala, que poco o nada tienen que ver con la ideología y sí con el poder, el dinero y el afan de notoriedad.

Acostumbrado a divagar cuando leo una noticia sobre si quienes salen públicamente a dar la cara son mentirosos redomados o simples mortales que se creen sus propias bravatas, la doble versión de esta historia permite ver como un mismo personaje puede dar cabida a las dos versiones. El Peter Maxwell descrito por Torday está más próximo a ese ególatra pagado de sí mismo que acaba por creerse su propio mensaje salvador, mientras la "Patricia" peliculera es un animal político mucho menos moldeable, más maduro y mucho más peligroso, con una desconsideración hacia los periodistas, los políticos y las demás personas que forman parte de esa "gran representación" que es la política moderna, fuera de lo común. Sólo por eso y por la parte de crítica social, tanto a la sociedad británica (en general occidental) y a la musulmana más radical, creo que la novela merece algo más que un vistazo. Además, la imagen global, sobre todo de la triste situación personal/matrimonial en la que vive Alfred Jones sólo puede llegar a entenderse a través de las notas de diario con que Torday va salpicando la lectura de la novela, un complemento indispensable para lograr entener la complejidad de la situación personal por la que atraviesa justo antes de comenzar la película.

Quizás por eso, a pesar de ser seguidor de la Srta. Blunt desde hace algún tiempo, amante de los finales más pastelones y edulcorados (que procura la película pero no la novela) y tener decidido que tan pronto como sea posible compraré el dvd,  sigo considerando el libro una experiencia complementaria única. Aunque, eso sí recomendaría ver, en primer lugar, la película. Y es que quizá, sólo quizá, aquí el orden de los factores sí que altere el producto.

domingo, 5 de agosto de 2012

Muerte en el hoyo 18

En la calle hace un calor mortal y ni siquiera en casa encuentro sosiego. En la habitación del ordenador, el segundo habitáculo donde paso mas tiempo (el primero, por supuesto, es el dormitorio) la temperatura alcanza cotas inhumanas y el cansancio y una buena cantidad de mala leche empiezan a aflorar. Da igual lo que haga, no importa cuanto y cuan duro lo intente, soy incapaz de hacer nada. Estos días sólo tengo ganas de dejar pasar el tiempo mientras intento evitar  derretirme.

Afortunadamente en estas fechas la televisión está llena de estímulos. Durante los próximos siete días estoy cubierto con lo que queda de Juegos Olímpicos: baloncesto, balonmano, voley-playa, las finales de tenis, lo que sea con tal de pasar el rato. Estas semanas, a la espera de las esperadas (y necesitadas) vacaciones, se están haciendo largas y la rutina que hasta ahora me alegraba los días ya no es suficiente. ¡¡Necesito un cambio con urgencia!!.

Por eso, cuando terminé "Muerte en la Universidad" tardé casi 24 horas en decidir qué iba a ser lo siguiente en leer. No quería algo especialmente largo porque entonces me iban a faltar estímulos a corto plazo pero tampoco estaba muy por la labor de experimentar. ¿Qué es lo que realmente quería? Sinceramente, distraerme pero, por encima de todo, intentar sonreír un poco ante la crispación que parece impregnar los distintos aspectos de mi vída cotidiana. La crisis mancilla todo y resulta casi imposible alejarse de ella un instante. De no ser por eso estoy seguro de que esta semana habría leído algo de Petros Markaris pero con la que está cayendo no parece la mejor opción,  podría convertirme en el primer caso de muerte por sobredosis de realidad y no estoy preparado para eso (al menos todavía). Así que decido buscar algo que me haga sonreír, así sin más y a ser posible que sea conocido para evitar un posible fiasco. De repente, como si del "Quién es quién" se tratase, sólo me quedan dos posibilidades, la siguiente novela de Myron Bolitar o hacerme con una de las novelas sueltas de Christopher Moore. Estoy seguro de que con éste me lo habría pasado mejor pero, por original que pueda ser, su humor ligeramente surrealista no parece la solución que estoy buscando. Así que, al final, me quedo con Bolitar.

Humor ácido, respuestas de graciosillo, referencias cinéfilas y cierto comportamiento infantil parecen convertir al peculiar personaje creado por Harlan Coben en una buena opción. El comienzo es ágil y las primeras cincuenta páginas pasan en un santiamén, más o menos hasta que hace aparición el primer atisbo de realidad, momento en el que las puyas y los comentarios socarrones van desapareciendo y dejan su lugar a un ligerto regusto amargo. Myron Bolitar es contratado para resolver el secuestro (si finalmente eso es lo que es) del hijo de una afamada golfista norteamericana, mientras el padre de la criatura debe mantener la cabeza fría pues está al frente de la clasificación del OPEN USA americano. El problema es que Myron está solo y eso sí que es peligroso.

Sin Win, que rehusa colaborar en la investigación por problemas con la familia de la víctima, ni Jéssica (la novia de Bolitar) que se ha quedado en New York y con la fiel Esperanza pidiendo convertirse en socia de la firma de representación deportiva, nuestro protagonista se siente, por primera vez en lo que va de serie, realmente solo. Sin sus muletas (que diría Jorge Bucay), Bolitar da las primeras muestras de debilidad. Frágil, dubitativo, por momentos sin recursos, su figura se desdibuja, sus gracias pierden parte de su toque y a la acción le falta lustre. Imagina a Charlie Brown sin que Snoopy hiciese aparición viñeta tras viñeta , ¿no sería un poco cargante? ¿Te imaginas a Odie (el perro que sale en las viñetas de Garfield) sin que éste hiciese aparición? seguro que su "gracia natural" perdería todo el sentido al no contar con el contrapunto malicioso del felino.
Traición, emoción, violencia, mafia o adulterio son algunos de los ingredientes de una novela que, por momentos, se parece a un mega guión de culebrón venezolano o a una de esas series televisivas de los 70-80, tipo "Dallas" o "Falcon Crest", con familias (siempre de/con muchíiiisimo dinero) que en realidad   son un nido de víboras donde los puñales vuelan sin cesar, los secretos forman montañas debajo de las alfombras y el sexo es la única moneda de la que todos (y todos quiere decir precisamente eso, todos) saben como hacer uso. Si a la fórmula le añadimos a la más prometedora futura estrella del golf, al judio homosexual más judio y menos homosexual de la historia, un incidente (o dos si son pequeños) ocurrido hace más de 20 años  y un pequeño surtido de abogados, neonazis, drogadictos y ex-luchadores de wrestling estaremos ante uno de los mayores galimatías creados  en el intento por construir una novela.

Si todo este compendio "actoral" lo hubiese reunido (el antes citado) Christopher Moore posiblemente habríamos tenido entre manos una de las más curiosas, entretenidas y divertidas sátiras humorísticas de la historia de la literatura moderna pero como quien ha puesto todas estas piezas en liza ha sido el señor Coben, la cosa se queda en una novela negra un tanto emborronada.  En esa "sala de los espejos" en la que se convierte "Muerte en el hoyo 18" el lector se ve abocado a adoptar un rol totalmente pasivo, condicionado por el "despiste" generalizado que parece impregnar a Bolitar en toda la novela y que, como casi siempre, desaparece, de forma injustificada,  en los momentos cruciales. Hay una parte, con cierto peso aunque algo tangencial, que el lector es capaz de anticipar sin problemas, pero el resto, farragoso y con un alto grado de aleatoriedad, resulta impredecible. Nuestra mirada se va trasladando de unos a otros, mientras los motivos ocultos de cada uno de ellos se nos van amontonando en cuestión de unas pocas páginas.

A veces tengo la sensación de que Harlan Coben siempre actúa "para su público". Donde unos optan por sobriedad y sentido común, él recurre a la confusión y el batiburrillo: muchos personajes implicados, todos con motivos (más de dos y más de tres), dinero-sexo-poder-venganza como gran cuarteto motivador y el pasado y el presente siempre entrelazados. Pero, en ese afán por conseguir la notoriedad, siempre deja la sensación de tener que recurrir a "el más difícil todavía" para concluir sus novelas. En ese  "aún hay más" con que adereza las últimas páginas de sus obras resta cuando debería sumar. Como en las viejas series de los 80-90 como "Diagnóstico Asesinato" o "Se ha escrito un crimen", al final siempre hay una revelación alucinante (y a veces alucinada) del estilo de: "Sí, sí, él no era él, era ella y lo sospeché desde el principio cuando vi su prominente nuez asomando por debajo del verdugo", con redoble de tambor de fondo mientras nos muestran un primer plano de todos   los protagonistas con los ojos como platos. ¿Y el público? el público exclama "maaaadre mía" o "menudo pifostio que se está montando aquí"...

Por suerte para él de vez en cuando todos tenemos ganas de dejarnos escandalizar un poco, de saborear subproductos que, aún con todo, siempre sirven para aderezar una temporada algo apática. Y para eso Coben es muy válido, capaz de conseguir una química sin igual entre dos protagonistas en principio muy dispares y de incluir secundarios variopintos que realzan la figura de los personajes centrales, mención especial para Carl, el luchador de wresling reconvertido en matón de lider mafioso.

"Muerte en el hoyo 18" en lo que es, una más de las novelas que conforman una serie que, aun con sus deficiencias, ofrece distracción y entretenimiento y, muy de vez en cuando, algún "momento de calidad" entre los dos pesos pesados de la novela. El resto es mera fachada, con mucho giro argumental, mucho golpe de efecto y, puntualmente, la posibilidad de conocer algo más de alguno de sus protagonistas. Aquí, en concreto algo del pasado de Win que, si bien no nos explica el por qué de su forma de ser (¿cómo haces eso con un sociópata?), sí que nos permite sentir algo más de simpatía por él y entender algo mejor la forma en que funciona la relación entre los dos protagonistas.  

Se podrán decir muchas cosas sobre él (y puede que no todas buenas) pero Harlan Coben es fiel a su estilo, quien se adentra en su mundo sabe a lo que se atiene. Al final todo se reduce a saber dónde te estás metiendo y aceptar que va a ser así, sin más. Si te ha gustado alguna de las novelas anteriores de la serie, está te gustará (aunque no sea para lanzar cohetes) sin importar los peros que se le puedan poner. Si no te han gustado, lo mejor que puedes hacer es coger el tiquet regalo de esta última e ir a la librería a cambiarla, sin esperes más. ¿Y si no lo has probado? Entonces busca "Motivo de ruptura" , el primer libro de la serie y dale una oportunidad pues de los que he leído (creo que ya son cuatro) hasta la fecha, los dos primeros son los mejores, con diferencia.