domingo, 5 de agosto de 2012

Muerte en el hoyo 18

En la calle hace un calor mortal y ni siquiera en casa encuentro sosiego. En la habitación del ordenador, el segundo habitáculo donde paso mas tiempo (el primero, por supuesto, es el dormitorio) la temperatura alcanza cotas inhumanas y el cansancio y una buena cantidad de mala leche empiezan a aflorar. Da igual lo que haga, no importa cuanto y cuan duro lo intente, soy incapaz de hacer nada. Estos días sólo tengo ganas de dejar pasar el tiempo mientras intento evitar  derretirme.

Afortunadamente en estas fechas la televisión está llena de estímulos. Durante los próximos siete días estoy cubierto con lo que queda de Juegos Olímpicos: baloncesto, balonmano, voley-playa, las finales de tenis, lo que sea con tal de pasar el rato. Estas semanas, a la espera de las esperadas (y necesitadas) vacaciones, se están haciendo largas y la rutina que hasta ahora me alegraba los días ya no es suficiente. ¡¡Necesito un cambio con urgencia!!.

Por eso, cuando terminé "Muerte en la Universidad" tardé casi 24 horas en decidir qué iba a ser lo siguiente en leer. No quería algo especialmente largo porque entonces me iban a faltar estímulos a corto plazo pero tampoco estaba muy por la labor de experimentar. ¿Qué es lo que realmente quería? Sinceramente, distraerme pero, por encima de todo, intentar sonreír un poco ante la crispación que parece impregnar los distintos aspectos de mi vída cotidiana. La crisis mancilla todo y resulta casi imposible alejarse de ella un instante. De no ser por eso estoy seguro de que esta semana habría leído algo de Petros Markaris pero con la que está cayendo no parece la mejor opción,  podría convertirme en el primer caso de muerte por sobredosis de realidad y no estoy preparado para eso (al menos todavía). Así que decido buscar algo que me haga sonreír, así sin más y a ser posible que sea conocido para evitar un posible fiasco. De repente, como si del "Quién es quién" se tratase, sólo me quedan dos posibilidades, la siguiente novela de Myron Bolitar o hacerme con una de las novelas sueltas de Christopher Moore. Estoy seguro de que con éste me lo habría pasado mejor pero, por original que pueda ser, su humor ligeramente surrealista no parece la solución que estoy buscando. Así que, al final, me quedo con Bolitar.

Humor ácido, respuestas de graciosillo, referencias cinéfilas y cierto comportamiento infantil parecen convertir al peculiar personaje creado por Harlan Coben en una buena opción. El comienzo es ágil y las primeras cincuenta páginas pasan en un santiamén, más o menos hasta que hace aparición el primer atisbo de realidad, momento en el que las puyas y los comentarios socarrones van desapareciendo y dejan su lugar a un ligerto regusto amargo. Myron Bolitar es contratado para resolver el secuestro (si finalmente eso es lo que es) del hijo de una afamada golfista norteamericana, mientras el padre de la criatura debe mantener la cabeza fría pues está al frente de la clasificación del OPEN USA americano. El problema es que Myron está solo y eso sí que es peligroso.

Sin Win, que rehusa colaborar en la investigación por problemas con la familia de la víctima, ni Jéssica (la novia de Bolitar) que se ha quedado en New York y con la fiel Esperanza pidiendo convertirse en socia de la firma de representación deportiva, nuestro protagonista se siente, por primera vez en lo que va de serie, realmente solo. Sin sus muletas (que diría Jorge Bucay), Bolitar da las primeras muestras de debilidad. Frágil, dubitativo, por momentos sin recursos, su figura se desdibuja, sus gracias pierden parte de su toque y a la acción le falta lustre. Imagina a Charlie Brown sin que Snoopy hiciese aparición viñeta tras viñeta , ¿no sería un poco cargante? ¿Te imaginas a Odie (el perro que sale en las viñetas de Garfield) sin que éste hiciese aparición? seguro que su "gracia natural" perdería todo el sentido al no contar con el contrapunto malicioso del felino.
Traición, emoción, violencia, mafia o adulterio son algunos de los ingredientes de una novela que, por momentos, se parece a un mega guión de culebrón venezolano o a una de esas series televisivas de los 70-80, tipo "Dallas" o "Falcon Crest", con familias (siempre de/con muchíiiisimo dinero) que en realidad   son un nido de víboras donde los puñales vuelan sin cesar, los secretos forman montañas debajo de las alfombras y el sexo es la única moneda de la que todos (y todos quiere decir precisamente eso, todos) saben como hacer uso. Si a la fórmula le añadimos a la más prometedora futura estrella del golf, al judio homosexual más judio y menos homosexual de la historia, un incidente (o dos si son pequeños) ocurrido hace más de 20 años  y un pequeño surtido de abogados, neonazis, drogadictos y ex-luchadores de wrestling estaremos ante uno de los mayores galimatías creados  en el intento por construir una novela.

Si todo este compendio "actoral" lo hubiese reunido (el antes citado) Christopher Moore posiblemente habríamos tenido entre manos una de las más curiosas, entretenidas y divertidas sátiras humorísticas de la historia de la literatura moderna pero como quien ha puesto todas estas piezas en liza ha sido el señor Coben, la cosa se queda en una novela negra un tanto emborronada.  En esa "sala de los espejos" en la que se convierte "Muerte en el hoyo 18" el lector se ve abocado a adoptar un rol totalmente pasivo, condicionado por el "despiste" generalizado que parece impregnar a Bolitar en toda la novela y que, como casi siempre, desaparece, de forma injustificada,  en los momentos cruciales. Hay una parte, con cierto peso aunque algo tangencial, que el lector es capaz de anticipar sin problemas, pero el resto, farragoso y con un alto grado de aleatoriedad, resulta impredecible. Nuestra mirada se va trasladando de unos a otros, mientras los motivos ocultos de cada uno de ellos se nos van amontonando en cuestión de unas pocas páginas.

A veces tengo la sensación de que Harlan Coben siempre actúa "para su público". Donde unos optan por sobriedad y sentido común, él recurre a la confusión y el batiburrillo: muchos personajes implicados, todos con motivos (más de dos y más de tres), dinero-sexo-poder-venganza como gran cuarteto motivador y el pasado y el presente siempre entrelazados. Pero, en ese afán por conseguir la notoriedad, siempre deja la sensación de tener que recurrir a "el más difícil todavía" para concluir sus novelas. En ese  "aún hay más" con que adereza las últimas páginas de sus obras resta cuando debería sumar. Como en las viejas series de los 80-90 como "Diagnóstico Asesinato" o "Se ha escrito un crimen", al final siempre hay una revelación alucinante (y a veces alucinada) del estilo de: "Sí, sí, él no era él, era ella y lo sospeché desde el principio cuando vi su prominente nuez asomando por debajo del verdugo", con redoble de tambor de fondo mientras nos muestran un primer plano de todos   los protagonistas con los ojos como platos. ¿Y el público? el público exclama "maaaadre mía" o "menudo pifostio que se está montando aquí"...

Por suerte para él de vez en cuando todos tenemos ganas de dejarnos escandalizar un poco, de saborear subproductos que, aún con todo, siempre sirven para aderezar una temporada algo apática. Y para eso Coben es muy válido, capaz de conseguir una química sin igual entre dos protagonistas en principio muy dispares y de incluir secundarios variopintos que realzan la figura de los personajes centrales, mención especial para Carl, el luchador de wresling reconvertido en matón de lider mafioso.

"Muerte en el hoyo 18" en lo que es, una más de las novelas que conforman una serie que, aun con sus deficiencias, ofrece distracción y entretenimiento y, muy de vez en cuando, algún "momento de calidad" entre los dos pesos pesados de la novela. El resto es mera fachada, con mucho giro argumental, mucho golpe de efecto y, puntualmente, la posibilidad de conocer algo más de alguno de sus protagonistas. Aquí, en concreto algo del pasado de Win que, si bien no nos explica el por qué de su forma de ser (¿cómo haces eso con un sociópata?), sí que nos permite sentir algo más de simpatía por él y entender algo mejor la forma en que funciona la relación entre los dos protagonistas.  

Se podrán decir muchas cosas sobre él (y puede que no todas buenas) pero Harlan Coben es fiel a su estilo, quien se adentra en su mundo sabe a lo que se atiene. Al final todo se reduce a saber dónde te estás metiendo y aceptar que va a ser así, sin más. Si te ha gustado alguna de las novelas anteriores de la serie, está te gustará (aunque no sea para lanzar cohetes) sin importar los peros que se le puedan poner. Si no te han gustado, lo mejor que puedes hacer es coger el tiquet regalo de esta última e ir a la librería a cambiarla, sin esperes más. ¿Y si no lo has probado? Entonces busca "Motivo de ruptura" , el primer libro de la serie y dale una oportunidad pues de los que he leído (creo que ya son cuatro) hasta la fecha, los dos primeros son los mejores, con diferencia.

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