viernes, 24 de noviembre de 2017

El laberinto de la serpiente - Saga de Guillem de Montclar, Vol. 2



Tras "La sombra del Templario", Nuria Masot y sus creaciones quedaron en esa situación de cuarentena previa donde entran aquellas novelas que leo y pasan sin pena ni gloria, un "está bien" es un "ya veremos" camuflado, una posible lista C para novelas que "ni fu ni fa" pero que siempre te queda la duda de si es que tuviste un mal día cuando las cogiste o si es que realmente ahí no hay nada que rascar y, simplemente, mi opinión difiere de la de muchos otros que la ponen varios peldaños más arriba en su lista.

Ese  "esta bien" cuando se trata de novelas aisladas no tiene mayor trascendencia pero cuando se trata de un volumen dentro de una serie indica que si un buen día recaigo, cojo la siguiente y no cambia el resultado, el resto de la serie se cae de la mesilla inmediatamente y no hay grúa que los vuelva a subir para tener una tercera oportunidad.

La serie de Masot está en el borde, más fuera que dentro, a la espera de que un ligerísimo soplo de aire acabe por precipitarla hacia el olvido.

Lenta, con poca miga, carente de ritmo en muchos de sus páginas y de tensión en todas, con un tono general más gris que los de las túnicas de sus personajes, la novela es plana y sin inflexiones, con tendencia a distanciarte de lo que lees y a dejar que el día a día vuelva a adueñarse de tu cabeza de forma constante.

Lo fácil, lo cómodo y puede que hasta "lo políticamente correcto" sería andarme con evasivas y centrarme en su protagonista, Guillem de Montclar  para construir un escrito sobre su vacuidad y paso anónimo por mi vida en dos ocasiones, su falta de carisma y la falta de empatía que genera todo él pero la realidad es que es cuanto le rodea es más de lo mismo y él se limita a mimetizarse con su entorno sin aportar nada a la historia.

El conjunto de la trama es, cuando menos, inverosímil. 

Lo es la parte mágica/secreta que representa la trama del maestro Serpentarius, provista de una fantasía cuasi mística, donde la ciencia ocupa poco o nada de espacio con un conjunto de fenómenos insólitos para los que se nos ofrece una respuesta cuando menos...¡¡uyyy, pero qué digo, si no hay respuesta alguna!! simplemente es que Serpentarius era bla, bla, bla... y sus secretos se han ido con él.

Fuegos de artificio con pólvora mojada.

Por otro lado, la trama "terrenal", la que gira entorno a una antigua leyenda de una fuente y un antiguo rito pagano que se solapa con la aparición actual de distintas muertes en la misma localización, poco a poco se va convirtiendo en una especie de parodia, un revoltijo de formulas manidas y malos taaaaan caricaturizados que acaban por resultar cargantes, sobreactuados hasta el extremo y sin misterio que desentrañar.

Las novelas de Masot están muy lejos de hacerla sombra a "El nombre de la rosa" de Umberto Eco, (ni en la primera ni en la segunda entrega da la talla) carece de sustancia y se va convirtiendo poco a poco en algo tonto, que lees por acabarla y no dejar nada a medias pero lo haces sin pizca de gracia.

En el fondo tiene un punto de "Cozy mistery" con cierto pudor hacia mostrar la parte más real de las muertes, un tono bastante ingenio y una alarmante tendencia a simplificar y reducir a lo más absurdo el conjunto que lo compone, quitando cualquier curiosidad o interés en el lector.

Valoración: no me ha gustado

En su línea, ese mezcla naive entre misterio, novela negra y religión pero mejor hilada, hay lecturas más gratas, con diálogos algo más vivos, algo de tensión y cierta complicidad, a los que recurrir. 

Si se quiere una lectura de época curiosa, no exigente pero bien llevada, puede coger por ejemplo los de la serie de Peter Tremaine, por ejemplo, y viajar de la mano de Sor Fidelma y Eadulf.

Aviso que Fidelma (y Tremaine) entran en un ritmo algo repetitivo y es cierto que cayó en un estancamiento de sus personajes y, sobre todo, sus relaciones que llevó la serie a caer, a partir de la cuarta o quinta entrega, en cierta sensación de deja vú pero si lo que se busca como lector son conspiraciones políticas o religiosas, luchas de poder y traiciones, con luchas intestinas de fondo, todo ello tratado de una forma ligera y sin pretensiones pero con cierto candor (en la dosis justa) resultan una lectura agradable y entretenida sin llegar al notable.

sábado, 18 de noviembre de 2017

Frío en Velesta


¿Don Winslow se fusiona con Alexis Ravelo para crear un autor?

Creo que hay algo de los dos autores en el estilo de Axel Beiner/Joaquín Piquer.

Don Winslow:

De Winslow una forma de tratar la historia como una suma de distintas historias que se van entrecruzando para conformar un conjunto unitario en el último tercio de la historia.

Beiner y  Winslow coinciden en la temática (o parte de ella) con el mundo de la droga de fondo pero difieren bastante en la forma en que tratan la materia. 

El autor americano es más pausado, probablemente más árido y también bastante máx exhaustivo, pero tiene (dota de) una mayor sensación de verosimilitud y realismo. 

Donde Beiner tiene momentos en que la narración se asemeja demasiado a la plasmación en papel de acciones propias de películas de acción americanas o de aquella serie malilla de Antena 3 llamada "Polícias,  en el corazón de la calle", el creador de, entre otras, "El poder del perro" construye desde la sobriedad, la parquedad y un acercamiento menos dinámico.

Creo que ya hace poco comenté que para mí hay varios Winslows, uno tremendo pero exigente ("El poder del perro", "Salvajes", "Los reyes de lo cool"), otro bueno y entretenido, con proyección para las masas ("La hora de los caballeros", "El invierno de Franckie Machine") y otro para pasar el rato (la serie de Neil Carey).

Beiner se mueve entre el entretenido que casi llega a bueno y el de pasar el rato sin más. Se queda muy lejos de la profundidad de la historia de "El poder del perro" o de la honestidad de la propuesta de las dos partes de "Salvajes" pero tiene bastante acierto en la forma en que plantea la historia y la ramificación de las tramas.

Alexis Ravelo:

Con él también hay elementos en común. 

Un acercamiento a una realidad más cotidiana. Una forma más llana de escribir y una menor necesidad de trascendencia que en el caso de Winslow pero en el proceso por hacer "un producto" bastante híbrido y resultón, se pierde el realismo sobrio de Ravelo, la sensación de autenticidad, de estar leyendo sobre la sociedad actual desde el punto de vista de esa zona media venida a menos que ha perdido su sitio y que se mete en serios problemas en su lucha por sobrevivir.

En ese sentido Beiner es más plano y sus personajes (y son unos cuantos) carecen de profundidad, demasiado ajustados a sus roles para ofrecer algo más en un sentido u otro.

Los de Ravelo llegan y lo hacen porque es difícil que a parte de "los malos" no entiendas o te identifiques o seas capaz de justificar a alguno de los "no tan malos" que habitan en su universo (podríamos ser cualquiera de nosotros si un mal golpe de suerte pusiese nuestra vida en jaque).

Alex Beiner/Joaquín Piquer

De forma individual valorar a Beiner me cuesta.

Por un lado, lo bueno

Muchísima acción, contundencia, adrenalina, subidas de tensión y violencia a mansalva. ¿A quién no le apetece de vez en cuando un dulce?

Además la narración acompaña. Ritmo rápido, lectura ágil con sensación de bastantes menos páginas, mucho cambio de personaje (que también ayuda a ver más puntos de vista y a que no acabe uno tan saturado de "ese personaje que...") y las páginas que fluyen en concordancia con el ritmo del texto. 

Todo muy de agradecer, ayudando a crear una novela genial para una semana ajetreada donde quieres algo capaz de captarte sin que te exija demasiado. Una de esas lecturas que tiene que permitirte entrar y salir con rapidez de ella sin tener sensación de estar perdiendo información por el camino.

En ese sentido y teniendo en cuenta las semanas de las que vengo y el ritmo que me toca llevar estos días, una lectura ideal. 

Me ha ofrecido desconexión cuando lo necesitaba, me ha permitido sumergirme en sus páginas casi nada más ponerme a leer en cada ocasión y ha añadido el punto adicional de tensión que me ha hecho dejarlo aparte para retomar mis quehaceres con un deje de amargura por haber querido avanzar un poco más cada vez.

Por el otro, los peros

Personajes algo unidimensionales, con poco desarrollo interior y, quizás, demasiado circunscritos al rol para el que se les introduce en la historia, sin mayor carga ni transcedencia.

Una protagonista, Pilar Brausse, demasiado... demasiado. Algo cargante, algo resabiada, un poco demasiado capaz, excesivamente opaca y con un toque película de Serie B americana que no me termina de gustar. 

Conforme me hago mayor esa sensación de que a un personaje le pase lo que le pase no le va a suceder nada y va a seguir adelante sin alterarse, sin secuelas ni replanteos... no me termina de cuadrar.

Sobre la trama... Demasiado giro inesperado. Mucho efectismo, un exceso de juego de espejos y mucha reserva a la hora de facilitar información para tratar de sorprender... en el camino el espectador pierde parte de complicidad con la historia y se limita a dejar que le guíen y le lleven por los derroteros prefijados.  Y eso cada vez me gusta menos.

No soy dado ni a genios grandilocuentes ni a giros tramposos que surgen de la nada pero que quien escribe trata de venderme como algo lógico con una explicación surgida ex professo para la ocasión. Por eso no me gusta el escritor John Vernon y no termino de sentir cariño por Brausse y su parte de la historia.

Además queda cierta sensación de inverosimilitud en algún momento y demasiada acción sobreactuada para lo que es mi gusto a día de hoy. Curioso cuando tengo la sensación de que era innecesario a la vista del conjunto y el material del que disponía el autor. 

Del "continuará" final sólo puedo decir que me ha cabreado.

Creo que como conjunto podría haber sido más de lo que ha dado y que elementos para triunfar tiene pero que le falta un punto más en todo para ser algo realmente bueno, aunque no inolvidable.

Valoración: Está bien. Sin más. Y me ha venido de perlas.

En tono parecido... mi recomendación.

Está en la línea del spaghetti crime de Dazieri pero no ha terminado de conjugar bien todos los elementos y queda una sensación de artificiosidad que no termina de agradarme.

Con el mismo tono pero una construcción superior y una sensación de obra mucho más redonda, este año ha pasado por aquí "Efecto Dominó" de Olivier Norek.




lunes, 13 de noviembre de 2017

Yo veo en la oscuridad


Creo que lo que define a "Yo veo en la oscuridad" como novela es común a lo que marca toda la carrera de Karin Fossum.

Es una obra incómoda: estamos acostumbrados a ser espectadores en las historias pero siendo parte activa. 

Vemos, oímos y sentimos lo que quiere el autor que es el responsable de conseguir nuestra inmersión en la historia, de generar esa extraña sensación de dentro-fuera que hace de la lectura un extraño placer (¿culpable?). En "Yo veo en la oscuridad" eso no sucede. 

Con la novela en la mano no te sumerges, lees siendo consciente de ese doble plano (narración, lector) que normalmente se busca que desaparezca cuando coges un libro. O, al menos, esa es la sensación que en muchos momentos pretendo alcanzar.

Me gusta que las palabras, las frases y la narración escrita se desdibuje y se diluya. Es una metamorfosis del papel en algo "más real",  una conversión a imágenes que permite que me evada y dejar atrás sensaciones, pensamientos e inquietudes de mi vida.

La autora noruega, en todas sus novelas, me niega ese deseo y me castiga con la sensación permanente de lector cotilla, de voyeur, lo que de entrada me genera sensación de indefensión.

Desde el momento en que tomo entre mis manos una novela de Karin Fossum sé que no voy a sentirme cómodo en ningún momento, quizás por eso lo haga con cuentagotas (aunque el ritmo de publicación de las editoriales españolas tampoco ha ayudado mucho en la última década.

Es un texto muy difícil de clasificar.

Por ambientación debe de ser novela negra pero muy lejana a los referentes clásicos del género y a mucha distancia de las distintas reformulaciones del mismo.

No es procedimental, pues la ciencia ocupa muy poco lugar en el texto (por no decir ninguno) y no es elemento definidor de lo que se lee.

Tampoco es social, situada lejos de cualquier entorno realmente identificable o de costumbres y ritmos de región alguna. La sociedad no importa y los elementos que definen y encuadran lo que rodea a los pocos personajes tampoco.

Lo más próximo... el thriller psicológico pero entendido de una forma totalmente distinta a lo que se suele leer, es un thriller vago e impreciso, un viaje azaroso en donde te sientes cautivo de algo que te violenta.

Es una lectura ajena al disfrute, se lee para experimentar cierto tipo de angustia ante la vulnerabilidad e impotencia que experimentas ante lo que ponen ante tus ojos.

No sólo no puedes disfrutar con lo que lees sino que sientes la necesidad de que termine, pero sabiendo como termina, para que todo de alguna forma cobre sentido.

Es de alguna forma una ambientación minimalista e introvertida, con mucha introspección, que nos adentra en la mente y forma de obrar de un grupo muy reducido de personas durante periodos muy delimitados de tiempo.

Siempre nos da margen a situarnos y a "ver" lo que está sucediendo pero no terminas nunca de tener claro cuál es el hilo conductor de la historia ni qué pretende la autora con la narración, sólo te sientas y lees para ver que te cuenta y eso asusta.

Es muy cruda. 

No me gustaría que nadie se llevase las manos a la cabeza, aquí no corre la sangre a borbotones ni las muertes se amontonan.

No se trata de crueldad, sino de crudeza, que a veces es incluso peor. A la sangre te inmunizas hasta cierto punto a la gente no.

Sólo se habla de la vida desde la perspectiva de una persona pero se hace sin tapujos y es probable que lo que se lee no guste, a fin de cuentas todos, en un momento u otro, nos hemos definido como "normales" y Fossum nos exige un ejercicio de alienación en donde vemos, sentimos y obramos con la decisión y procesos mentales de alguien que no se rige por los mismos valores ni por la misma interpretación de los hechos. Una persona que obra siguiendo pensamientos y razonamientos que nos resultan irracionales.

Leer las novelas de esta singular autora es someterse a un ejercicio de autocastigo en el que te ves obligado a comprender (sin entender ni compartir) las motivaciones de sus protagonistas, mientras, en ocasiones, eres consciente de que su creadora está removiendo emociones y sensaciones en ti en contra de tu voluntad.

Arrítmica.

Lo da una lectura que te está dejando un profundo regusto amargo en el alma pero que necesitas terminar para poder dar por cerrado ese capítulo. Sin saber  qué pasa con Riktor es imposible parar.

Lo da también la forma de escribir, sin apenas inflexiones, condicionada por la forma distante y alienante en que su protagonista ve y percibe las cosas, anestesiado ante el mundo. Un "sin sangre" (que diría gente que me rodea) pero con un reprís peliagudo que pone los pelos de punta.

A pesar de estar acostumbrado a ser enfrentado a psicópatas y asesinos en serie, el ejercicio que propone "Yo veo en la oscuridad" me ha resultado costoso y por momentos tedioso, siempre con un cabreo en ciernes por no ser capaz de dejar el libro de lado y, encima, por sentirme cautivado por la necesidad de entender si el destino o el azar, harían algo para paliar mi desazón.

Desde la lejanía y sin el punto extra que el genio neoyorkino de Woody Allen es capaz de poner en sus películas, la lectura de la novela de Fossum es algo parecido a ese "nervio" creciente que aparece en el espectador cuando ve "Match point" y quiere averiguar cómo acaba la historia, hasta que un burdo anillo golpea en una barandilla, comienza a girar y sólo eres capaz de contemplar como da vueltas, desenfocado y fuera de plano, sin saber hacia donde dirige el destino sus pasos pero con una sensación creciente en tu interior que te lleva a desear poder soplar (¿en qué dirección? eso mejor que lo conteste cada uno).

Con "Yo veo en la oscuridad" sucede algo parecido, con gente menos guapa en escena y mucho menos encanto, lejos de ninguna urbe que aporte magia o un guión que mitigue la desazón que experimentas como lector pero con un protagonista que evoca sensaciones similares al Jonathan Rhys Meyer más contenido visto hasta la fecha.

No hay florituras
.

Hablo de la traducción pero me cuesta imaginar algo distinto en el original.

El lenguaje como elemento de transmisión llano, aséptico, arrítmico, pausado y parco, carente de emoción. 

Una sucesión de palabras que te informan pero no te llegan, haciéndote la lectura difícil e incómoda, tanto o más que su protagonista único, un Riktor que sin transmitir lo que siente te agobia y hastía desde su asepsia y anodinidad. Una criatura sin rasgos distintivos, una sombra sobre dos piernas que se desplaza sin evocar ni permitirte el más mínimo acercamiento a su persona, tal y como el lenguaje que lo narra.

Inusitada

Coetánea de Mankell en mi estantería, Fossum siempre se ha caracterizado en todas y cada una de sus novelas por ser distinta a cuanto he leído y esperado.

Su lectura es distante, lejos del candor, la luz o la emoción que en un momento u otro son capaces de transmitir los autores mediterráneos.

No hay ritmo ni adrenalina, no hay pausa porque no hay velocidad, sólo monotonía y ritmo monocorde, lejos de la novela negra americana, siempre dispuesta a acelerar nuestro cuerpo o nuestras emociones, a hacer brotar la adrenalina o los sentimientos, a hacernos experimentar.

Y, curiosamente, lejos del resto de autores nórdicos, mucho más dados a las fórmulas estereotipadas y a la novela social. No hay aquí nada de Camila Lackberg (a quién precedió) ni de Stieg Larsson (con quién no comparte el ritmo) ni del citado Mankell.

Hay, con mucha distancia, ecos y semejanzas momentáneas con Jussi Adler Olsen (al menos con "Los chicos que cayeron en la trampa" o con el Lemaitre de "Tres vídas y una vida", con quién comparte la sensación final de novela extraña que desubica y apesadumbra, que muestra realidades que no queremos ver y plantea dudas y dilemas internos al generarnos reacciones que no nos gustan ante protagonistas para el olvido

Valoración: Está bien

Me gustaría que la valoración fuese algo más pero no me ha generado ese confort que hace que la nota suba.

Está bien escrita, consigue lo que pretende, tanto con el lenguaje como con la historia y te lleva como lector a donde quiere.

No es la primera novela de Fossum que leo y lo escrito arriba suele ser común a las sensaciones dejadas por muchas (si no todas) las novelas que he leído de ella, si bien normalmente todas han llegado a mover algo en mí más allá del rechazo hacia el personaje.

Pero en todas ellas estaba Konrad Sejer, que obraba de  "narrador/defensor de la verdad" frente a la "realidad" que inicialmente habíamos conocido a través de los personajes "protagonistas". 

En "Yo veo en la oscuridad" no existe esa segunda figura que actúe de Cicerón y nos guíe, tampoco hay nada que explicar porque ni Fossum nos pretende engañar ni Riktor favorece la conexión suficiente para que se produzca el engaño.

Durante la lectura vemos lo que hay, algo desalentador e inasible, para un espectador sometido al castigo de entender y a la obligación de aceptar que en el mundo existen criaturas que no entienden la vida y la realidad como lo hace la mayor parte y que su sombra e influencia es algo que no se puede desdeñar, porque la persona sobre la que leemos podría ser el vecino de al lado o cualquier otra persona que se cruce en nuestro camino.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

The prophecy con - Rogues of the republic, vol. 2


La mayor parte de las personas tenemos coletillas

Me refiero a esa tendencia (más frecuente conforme van pasando los años y nuestros cerebros se van anquilosando) a repetir un mismo tipo de comentario en contextos similares. Yo las tengo. 

Pero antes de que quienes me conocen corran a escribirme recordando mis dejes al hablar (esos "si bien" y "es cierto que", entre otros...) que los hay también, quiero dejar claro que no me refiero a los dejes al hablar, de entre los que destaca en los últimos años el "Saboooooor" de Samanta Vallejo-Nájera, sino a las fórmulas hechas e ideas recurrentes que forman parte de nosotros y nuestra idiosincracia.

Es habitual leer en este blogs cosas como "le falta punch", "no tiene la dosis necesaria de adrenalina", "le falta ritmo"... condicionado siempre por la sensación de que hay momentos en los que cuando leo (sobre todo en el mundo de la fantasía) busco consciente o inconscientemente mi dosis particular de acción que me distraiga y amenice el rato.

Pero como suele suceder, basta desear algo para que cuando se te conceda te des cuenta de que "eso que querías" no era real sino una mera apreciación personal tuya y que, por mucho que sería preferible que no fuese así, cuando Dios te quiere castigar, te concede lo que pides. 

Como si hubiese escupido hacia arriba y me hubiese caído el lapo en el ojo, así me he quedado con la segunda entrega de la serie de Patrick Weekes. Sensación dominante de "y ahora que dices, merluzo, sobre una novela que te da lo que llevas demandando como un niño pequeño todo este tiempo y que no ha terminado de llenarte"... Pues no lo sé, la verdad. ¿que ha sido demasiado de todo sin llegar a nada?

Con "The prophecy con" me ha pasado como con la segunda entrega de XXX o con la última de Riddick, sobre el papel tienen todo lo que pido, me cogen totalmente entregado para su causa tras las películas anteriores y resulta que me quedo con una sensación que, sin ser desagradable, está muy lejos de la plenitud que debería haber experimentado.

En el caso de "XXX: el retorno de Xander Cage" quizás la explicación sea fácil. La película es una fool, carente de contenido, una sucesión de escenarios y actuaciones rocambolescas que pierde parte de la magia (y el sentido) de la primera entrega, sin dejar nada especialmente bueno que llevarse: ni la actuación de Vin Diesel, ni Rammstein poniendo los pelos de punta con su actuación, ni ná de ná.

Con la segunda entrega de "Rogues of the republic" no puedo decir lo mismo.

Voy a procurar ser tan honesto y justo como sea posible, porque sé que dependiendo de cómo lo escriba esta reseña habrá quien piense que he detestado el libro (y, en buena lógica, que soy muy tonto al seguir leyendo una serie que... blablabla) o quién sabe si será precisamente todo lo contrario.

Lo cierto es que a grosso modo tengo la sensación de que "The prophecy con" y la primera entrega de la serie "The palace job" son, sobre el papel, todo aquello que siempre he "escrito" que un libro de fantasía debería tener: acción a raudales, adrenalina a mansalva, alguna lucha para enmarcar, exuda ritmo, velocidad y energía.

Pero da la sensación que de tanto que ha querido dar se ha quedado en mucho menos de lo que podría haber sido o, al menos, que ha ido dirigida a un público que no se corresponde con mi perfil al 100%. Materia prima hay y la idea de fondo es bastante mejor de lo que durante la lectura podría parecer, pero la forma en que lo materializa su creador le resta parte del lustre y la convierte en "una más".

Voy cumpliendo años y, evidentemente (y por desgracia) parte de las cosas que necesito no son las que busco (o persigo), y, como no soy un lumbreras, resulta que necesito llegar a tener eso que "en teoría quiero" para darme cuenta de que "no es lo que necesito".

A la novela de Weekes (o a las novelas) les falta algo de empaque para resultar novelas de mi gusto, o al menos del Gusto de mi versión 39.0.

Primero: la longitud de una novela no determina la calidad. 

Lo demuestra Andrea Camilleri dos o tres veces al año. Tener un texto de más de quinientas páginas no es garantía de tener delante un producto elaborado, simplemente de que quizás no se sabe sintetizar.

En esta lectura pasa. Hay varias escenas más o menos próximas en su desarrollo que transmiten sensación de episodio recurrente. Paja y relleno para aumentar el volumen de la obra y, quizás, poder introducir algún elemento adicional en las luchas que sorprenda y saque alguna onomatopeya admirativa, sin aportar nada relevante al conjunto

Segundo: A los personajes les sigue faltando profundidad. 

El tratamiento en esta entrega es mejor que en la primera, eso es indudable. 

Weekes aprovecha que ya están todos presentados para poder profundizar en algunos de los problemas interiores que experimentan algunos de los integrantes del grupo, fundamentalmente las secuelas de la primera entrega.

Así que esta historia supone una mejora sensible con respecto a la anterior pero aún así da la sensación de que todos los personajes están ultraperfilados, circunscritos a una serie de características estereotipadas que como lector asumes y atribuyes, sin que en ningún momento esas distintas facetas implícitas se muestren o se exploten para construir un producto de calidad.

Tercero: Demasiada sensación comiquera y eso me cansa.

Por un lado tengo el problema de que no visualizo personajes "de carne y hueso" sino dibujos animados desenvolviéndose por distintas superficies, como si estuviese viendo una película de Pixar o de Disney (es más, en mi imaginario, quizás condicionado por las portadas de los libros, los trazos de cada uno guardan cierta similitud con los dibujos que en su día utilizaron para Hércules).

Por otro, esa sensación de comic de 24 páginas de marvel (pienso en la Patrulla X que conocí en los 90, pero creo que es extrapolable a muchos otros de la misma y de distintas editoriales) con la sucesión constante de luchas. Menganito se enfrenta con Blablabla, justo cuando termina (medio convaleciente y arrastrándose por el lugar elegido para ambientar) aparece el siguiente contendiente que justo pasaba por ahí, el consabido Blablabla, mientras tanto, huye malherido pero dispuesto a retornar en unas 30 páginas más tarde, mientras la nueva contienda aumenta la dosis de inverosimilitud y falta de credulidad del lector.

Además, como en esos grandes hitos de mi infancia, aquí nadie cae. Te hieren, casi, casi, te llevas tu propio brazo arrancado del cuerpo, pero en 5 páginas y un par de fórmulas milagrosas después vuelves a la batalla completo, casi más fuerte, sin apenas miedo a fallar porque eres de otro material y no temes a nada.

En la época post "Juego de Tronos" (podría decir post Crónicas de la Dragonlance que ahí ya caía algún protagonista, pero su repercusión fue mucho menor y hay que estar a la última) donde el realismo prima sobre la fantasía y a grandes luchas se sucede siempre el recuento cruento de daños y caídos, resulta inusitadamente extraño seguir en ese perfil de "tranquilo, que aquí no pasa nada porque soy como Mister Potato, se me cae una parte pero me la vuelven a pegar".

Creo que "The prophecy con", como la novela anterior, es más propia de una Young adult alto talludita que de una fantasía adulta exigente. Falta el personaje joven que aporte la proximidad a ese tipo de lectores pero estoy convencido de que se sumergirán rápido en la narración y pronto la estarán disfrutando.

Como adulto me ha faltado un poco más para poder disfrutar de la historia y tener esa sensación de interés constante. Como lector, dentro de un ámbito steampunk, sigo preferiendo a Chris Wooding, con mucha diferencia. Dentro de un concepto más amplio de fantasía, "The Grim company" aprovecha mejor sus recursos y da mayor sensación de disfrute al lector. Al menos a este lector.

Valoración: está bien. Y sí, por si hay dudas, leeré la tercera entrega... siempre y cuando no siga habiendo aumentando el volumen de la serie. Si aparece una cuarta entrega ya veré que hago.