viernes, 24 de noviembre de 2017

El laberinto de la serpiente - Saga de Guillem de Montclar, Vol. 2



Tras "La sombra del Templario", Nuria Masot y sus creaciones quedaron en esa situación de cuarentena previa donde entran aquellas novelas que leo y pasan sin pena ni gloria, un "está bien" es un "ya veremos" camuflado, una posible lista C para novelas que "ni fu ni fa" pero que siempre te queda la duda de si es que tuviste un mal día cuando las cogiste o si es que realmente ahí no hay nada que rascar y, simplemente, mi opinión difiere de la de muchos otros que la ponen varios peldaños más arriba en su lista.

Ese  "esta bien" cuando se trata de novelas aisladas no tiene mayor trascendencia pero cuando se trata de un volumen dentro de una serie indica que si un buen día recaigo, cojo la siguiente y no cambia el resultado, el resto de la serie se cae de la mesilla inmediatamente y no hay grúa que los vuelva a subir para tener una tercera oportunidad.

La serie de Masot está en el borde, más fuera que dentro, a la espera de que un ligerísimo soplo de aire acabe por precipitarla hacia el olvido.

Lenta, con poca miga, carente de ritmo en muchos de sus páginas y de tensión en todas, con un tono general más gris que los de las túnicas de sus personajes, la novela es plana y sin inflexiones, con tendencia a distanciarte de lo que lees y a dejar que el día a día vuelva a adueñarse de tu cabeza de forma constante.

Lo fácil, lo cómodo y puede que hasta "lo políticamente correcto" sería andarme con evasivas y centrarme en su protagonista, Guillem de Montclar  para construir un escrito sobre su vacuidad y paso anónimo por mi vida en dos ocasiones, su falta de carisma y la falta de empatía que genera todo él pero la realidad es que es cuanto le rodea es más de lo mismo y él se limita a mimetizarse con su entorno sin aportar nada a la historia.

El conjunto de la trama es, cuando menos, inverosímil. 

Lo es la parte mágica/secreta que representa la trama del maestro Serpentarius, provista de una fantasía cuasi mística, donde la ciencia ocupa poco o nada de espacio con un conjunto de fenómenos insólitos para los que se nos ofrece una respuesta cuando menos...¡¡uyyy, pero qué digo, si no hay respuesta alguna!! simplemente es que Serpentarius era bla, bla, bla... y sus secretos se han ido con él.

Fuegos de artificio con pólvora mojada.

Por otro lado, la trama "terrenal", la que gira entorno a una antigua leyenda de una fuente y un antiguo rito pagano que se solapa con la aparición actual de distintas muertes en la misma localización, poco a poco se va convirtiendo en una especie de parodia, un revoltijo de formulas manidas y malos taaaaan caricaturizados que acaban por resultar cargantes, sobreactuados hasta el extremo y sin misterio que desentrañar.

Las novelas de Masot están muy lejos de hacerla sombra a "El nombre de la rosa" de Umberto Eco, (ni en la primera ni en la segunda entrega da la talla) carece de sustancia y se va convirtiendo poco a poco en algo tonto, que lees por acabarla y no dejar nada a medias pero lo haces sin pizca de gracia.

En el fondo tiene un punto de "Cozy mistery" con cierto pudor hacia mostrar la parte más real de las muertes, un tono bastante ingenio y una alarmante tendencia a simplificar y reducir a lo más absurdo el conjunto que lo compone, quitando cualquier curiosidad o interés en el lector.

Valoración: no me ha gustado

En su línea, ese mezcla naive entre misterio, novela negra y religión pero mejor hilada, hay lecturas más gratas, con diálogos algo más vivos, algo de tensión y cierta complicidad, a los que recurrir. 

Si se quiere una lectura de época curiosa, no exigente pero bien llevada, puede coger por ejemplo los de la serie de Peter Tremaine, por ejemplo, y viajar de la mano de Sor Fidelma y Eadulf.

Aviso que Fidelma (y Tremaine) entran en un ritmo algo repetitivo y es cierto que cayó en un estancamiento de sus personajes y, sobre todo, sus relaciones que llevó la serie a caer, a partir de la cuarta o quinta entrega, en cierta sensación de deja vú pero si lo que se busca como lector son conspiraciones políticas o religiosas, luchas de poder y traiciones, con luchas intestinas de fondo, todo ello tratado de una forma ligera y sin pretensiones pero con cierto candor (en la dosis justa) resultan una lectura agradable y entretenida sin llegar al notable.

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