domingo, 18 de diciembre de 2011

Suicidio perfecto

Jaritos*, el personaje creado por Petros Markaris*, debe investigar* los suicidios* de dos eminentes figuras* de la sociedad griega*.

Todas las palabras reseñadas y acompañadas de un (*) pasarán a ser explicadas a continuación según la definición dada por el diccionario Hoguerakos:

Jaritos, de nombre Kostas, no "Pa", graciosos. Comisario ateniense que padece el calor de su ciudad natal mientras dura su convalecencia*. Tras el primer suicidio* se ve obligado a seguir aguantando el calor pero ahora dentro del Mirafiori (su amado coche) mientras se enfrenta a la segunda gran pesadilla de la urbe, sus interminables atascos. Y sí, mientras lo hace, sigue de baja. Casado con Adrianí*, padre de Katerina* y subalterno de Guikas*, deja dos frases para el recuerdo por el momento y significado que cobran dentro de la obra: "Empeorando, la situación mejora" y "No quiero ser un desagradecido, pero ¿cómo es que al final me siento siempre como un gilipollas?

Convalecencia:  Estado en el que uno se encuentra cuando recibe un balazo dirigido a otra persona. Los interesados en los motivos y por qués, deberán leer el libro: "Defensa Cerrada".

Adrianí: Esposa de Jaritos* y madre de Katerina*, se ha ido convirtiendo, a lo largo de las novelas de la serie, en uno de los principales elementos utilizados por Markaris* para establecer la mentalidad imperante en la sociedad griega*. Una mujer "de esas de antes", con serios problemas a la hora de entender a las jóvenes actuales que prefieren estudiar a aprender a cocinar para conseguir un buen marido. Sus "no disputas" con el protagonista tienen visos de acabar convirtiéndose en algo épico. ¡¡Ojito con el episodio de la llave desaparecida del Mirafiori y con el no menos hilarante del aire acondicionado!!

Katerina: Llamada a ser la gran valedora de su padre y una herramienta muy útil a lo largo de las novelas, en ésta, sin ir más lejos,  es quien "levanta la liebre" al regalar la memoria de Favieros a su padre. Esta joven estudiante de derecho, que sirve de contrapunto a su madre, ha ido quedando relegada a un segundo plano con la aparición de su novio-prometido-salvador Janis*

Janis: El as que Markaris* se sacó de la manga en la segunda novela. Capaz de engatusar, cual  encantador de serpientes, a Adrianí* y de sacar lo mejor de Jaritos*, a quien, en esta novela, sirve de estímulo, contacto y chofer. Un cardiólogo "todo en uno" que hace que me plantee la posibilidad de tener una hija sólo para ver si da con uno tan "apañao" como éste.

Investigar: Carrera de obstáculos en el que un policía loco, que cree en su oficio y en lo que hace, se empeña en ir esquivando cuantas trabas y problemas le va planteando un caso hasta dar con la verdad*. Aunque parezca mentira a veces es el autor de los hechos, que se esconde entre las sombras, quien ayuda al policía y son quienes deberían echarle una mano (subalternos, jefes, políticos y amigos de la víctima) quienes intentan ponerle la zancadilla. Pero ¿que se puede esperar, de un mundo en el que un hombre recibe un disparo salvando a una víctima y durante su convalencia* le puede quitar el puesto un trepa? (ver, Yanutsos*)

Yanutsos: típico exponente del hijo-amigo-primo-de-alquien que si es capaz de mantener la boca cerrada y hacer un par de cosas bien llegará a lo más alto sin mérito alguno. Gracias a Dios este no lo es y entre eso y la habilidad de Guikas*, no consigue hacerse con el puesto de Jefe del Departamento de Homicidios o estaríamos hablando de una serie muy distinta.

Guikas: Si Adrianí es el fiel reflejo de la clase media-baja de la sociedad griega actual, Guikas lo es de los puestos más significados dentro del organigrama de cualquier administración. Es la voz de la vertiente política. Una persona especialmente hábil para "conseguir salvar la ropa" dentro de esa piscina llena de tiburones en que se está convirtiendo la maquinaria policial y judicial de los países mediterráneos, aunque, como en esta novela, a veces también él se lleva una honda sorpresa/decepción y se ve superado por los elementos. Un personaje que ha ido a más, distanciándose pasito a pasito del Vicequestore Patta de Donna Leon, más torpón y simple que el creado por Markaris. Alguno de sus intercambios con Jaritos* no tienen nada que envidiar a las "no discursiones" de éste con su señora.

Verdad: Concepto escurridizo que, como sucede con la atracción de la gravedad, parece ir perdiendo empuje cuanto más alto se encuentra uno en la pirámide clasista de la sociedad actual. Si se vive en cualquier sociedad mediterránea o, sin hacerlo, se ha leído a autores como Carofiglio, Donna Leon, Lorenzo Silva, Jean-Claude Izzo o Markaris, no debería ser necesario constatar que "no siempre nos hace libres" y, por desgracia, no siempre va de la mano de conceptos como justicia.

Suicidio: Muerte a manos de uno mismo. Si es en público y retransmitido por televisión debería ser, a priori, una de las pocas ocasiones en que la policía se pudiese permitir un descanso. Pero claro eso debe ser para quienes están en servicio activo, los que están convalecientes (ver convalecencia*) parecen padecer algun tipo de extraña atracción hacia algunos de estos sucesos en particular.

Eminentes figuras: 1. Sobrenombre con el que se conoce a quienes ocupan los (tan ansiados y nombrados) puestos más significativos dentro de la estructura social. Es precisamente la posición en la pirámide alimenticia la que les confiere el título de "eminentes" no su sabiduría ni catadura moral. Como se puede observar en la novela a través de personajes como Favieros o Stefanakos suelen ser individuos de doble moral. Sería un error confundir la imagen dada ante las cámaras y la opinión pública con la que muestran cuando no hay focos ante ellos. 
2. En los tiempos modernos se utiliza para referirse a quienes han sabido exprimir al máximo las "ventajas" ofrecidas por la globalización, los avances tecnológicos y la apertura de fronteras en su búsqueda de enriqucimiento.
3. Dicese de quienes no han dudado en extender sus garras a los países en vía de desarrollo buscando mano de obra ultrabarata y menos miramientos en ese absurdo que son "los derechos de los trabajadores y la prevención de riesgos laborales". 
4. Dicese de quienes en busca de riqueza y poder dejan de lado cualquier tipo de miramiento o consideración moral y se desprenden de cualquier vestigio ideológico pasado en su lucha por enriquecerse de manera desproporcionada y ostentar puestos de gran poder.
5. En tiempos pretéritos quienes se comportaban así eran llamados "chorizos", "sinvergüenzas" o "ladrones". Hoy son "modelos a seguir"

Sociedad griega: 1. Término utilizado para referirse a un tipo de sociedad mediterránea cuyo modelo económico ha entrado en quiebra. ¡Error!, el modelo que ha quebrado es el social, que ha llevado aparejado el económico, y no sólo allí, también en otras muchas sociedades.
2. Pueblo sociable que, dominado por el egoismo y la envídia, deja de lado cualquier idea de respeto hacia los demás en la búsqueda de la satisfacción y el progreso personal. La amplia mayoría de sus ciudadanos se deja llevar por pensamientos como: "si no me cuesta nada porque está subvencionado es que es gratis", "si he engañado por 10 euros y no me han pillado, ¿por qué no lo intento con 20?", "si Pepe (o Kalimeros o Gianni, depende de la sociedad mediterránea de la que estemos hablando) tiene una piscina, yo la quiero cubierta y con tobogán"...
3. Podría usarse como sinónimo de Sociedad italiana, española o portuguesa.
4. Relacionando el apartado 2 de esta definición con el apartado 5 de la definición de "Eminentes figuras" se puede decir que son sociedades en donde antes se consideraba "chorizos" y "sinvergüenzas" a quienes transgredían la ley, hoy se añade la coletilla "y tontos", limitando su uso sólo para referirse a aquellos que "se han dejado pillar porque han hecho una chapuza".

Petros Markaris
1. Autor griego de cierto renombre que se caracteriza por haber empezado a hablar de la crisis mucho antes que otros pero, sobretodo, por hacerlo sin pelos en la lengua y mostrando muchos de las situaciones y comportamientos que han originado la quiebra del sistema.
2. Espejo parecido al de la madrastra de Blancanieves, capaz de devolver siempre el reflejo imperfecto de nuestra persona, obligándonos a contemplarnos tal y como somos,y no a fijarnos sólo en las cosas que nos gustan de nosotros. Su "magia" reside en una extraoridinaria capacidad para captar la atención del lector que, aún cuando le cuenta cosas que no quiere oír, en ningún momento se plantea tirar el libro por la ventana. ¡¡Y encima lo hace con un tacto y una sensibilidad exquisita!!
3. A diferencia de otros autores este excelso narrador no da cobijo al lector. Aquí no cabe achacar los males a organizaciones delictivas (como la Mafia italiana de Donna Leon), a comportamientos individuales (como en la novela negra americana más clásica) o a comportamientos xenófobos o centrados en colectivos marginales (como pasa en la obra de Jean-Claude Izzo), aquí los culpables de muchos (no todos, afortunadamente) de los grandes males de la sociedad, somos todos nosotros. Así nos lo hace saber, mostrando la sociedad en todos sus estratos y niveles: amas de casa (como Adrianí), hombres del campo (como los padres de Janis), médicos (el propio Janís), periodístas (Sotirópulos), políticos y altos cargos directivos tanto de organismos estatales (como Guikas) como privados, estudiantes (Katerina) o más llanos, como puede ser un quiosquero o un camarero. Una mirada "a pie de calle" tan cautivadora como aterradora.
4. Objeto digno de encomio por quien escribe, que ha optado por rendir su particular homenaje a un autor superlativo preparando el post como un juego de definiciones en (espero que claro) homenaje al Dimitrakos, ese diccionario que ameniza los últimos minutos del día a Kostas Jaritos.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Nemesis - Harry Hole, vol. 4

En mi último post cometí la imprudencia de afirmar que Jo Nesbo era uno de mis escritores nórdicos favoritos. Una afirmación que por entonces sólo sustentaba en el buen regusto que me habia dejado la lectura de "Petirrojo", la tercera novela (primera publicada en España) con Harry Hole como protagonista. Afortunadamente, una vez concluída la lectura de "Némesis", el siguiente libro de la serie, he podido dormir tranquilo sabiendo que no había cometido ninguna temeridad.

He leído en algunos blogs que el volumen de sus libros puede ser un poco excesivo y  que, en ocasiones, la obra se hace larga.  Ese no ha sido mi caso hasta la fecha aunque debo reconocer que el haber tenido que leerlo de forma  discontinua  ha podido alterado mi percepción. Lo cierto es que en todo momento he podido disfrutar de Harry Hole en cada uno de los excasos ratos que he podido sacar, fundamentalmente porque su creador se centra más en dotar de profundidad a sus  personajes que en ir describiendo con todo detalle los entornos, permitiendo un acercamiento a cuantos pueblas sus novelas, algo que Camilla Lackberg a pesar de los fríos parajes de "La princesa de hielo" no ha conseguido.

Una de las cosas que me gusta de la serie es la decisión de elaborar tramas que no sólo se entretejen (normalmente en la novela hay más de una historia que discurren de forma paralela) sino que mantienen un hilo conductor común. En "Petirrojo" es el nacionalismo, que envolvía toda la novela y que servía para  mostrar la evolución política e ideológica de una sociedad (la noruega)  durante el último siglo, desde la forma en que vivió el surgimiento de la Alemania Nazi hasta nuestros días, con todas las heridas que aún permanecen sin cicatrizar. En "Némesis" se mezclan las dos concepciones de la palabra: por un lado "la venganza", un sentimiento que contamina a casi todos los personajes y les lleva a intentar , de una forma u otra, resarcirse de un agravio mientras en las radios y televisores se narra  la evolución de la invasión de Afganistan como represalia por los atentados llevados a cabo en suelo americano. Por otro el concepto de "Némesis" con la idea de "antagonismo" en referencia al duelo constante que se establece a lo largo de toda la novela entre Harry Hole y Tom Waaler, una rencilla que arranca de la novela anterior y que alcanza su climax cuando la evolución de las tramas pone a nuestro protagonista en la papel de forajido y a Waaler en el del detective devoto que de forma altruista emprende la caza de quien hasta entonces le acechaba.

La capacidad de Nesbo para conseguir llevar dos y en ocasiones tres investigaciones en paralelo sin incurrir en errores o caer en el absurdo o en el aturullamiento resulta sorprendente, pero no menos  que su facilidad para ser capaz de tocar la tecla del lector, llevándole a dejar de lado la tensión de la investigación para sumergirse de golpe y porrazo pero sin brusquedad alguna en la borágine emocional que supone la vida privada/amorosa de Hole, un personaje que, en esas ocasiones, se muestra mucho más vulnerable y frágil de lo que se ve durante el desarrollo de su labor de investigación.

Un libro notable del que no me gustaría despedirme sin reseñar cautro elementos que hacen de él algo más que una novela para pasar el rato: un primer capítulo que nos introduce en la trama de golpe, sin aviso, llevándonos de 0 a 100 en apenas 10 páginas; los dos interrogatorios protagonizados por ese enigmático y cautivador personaje que acaba resultando Raskol Baxhet, uno hilarante, con el Jefe del Grupo de Atracos, Ivaarson como protagonista (víctima) y el otro, su primer encuentro con Harry Hole, un tour de force del que no queda claro quien sale ganador; un revolver Jericho del ejercito israelí que  con su segunda aprición en la novela abre la puerta a la que promete ser una quinta novela apasionante y, por último, pero no menos importante, la aparición de la entrañable Beate Lonn y su "girus fusiforme", un personaje singular, buen contrapunto de Hole, que espero que acabe por convertirse en un elemento fijo a lo largo de la serie.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Las perfecciones provisionales

 Supongo (espero) que mi tendencia a catalogar y etiquetar las cosas, a comparar y establecer preferencias , sea más un rasgo distintivo que un defecto insubsanable. Aunque me gustar pensar que está más cerca de lo primero que de lo segundo, reconozco que a veces tengo mis dudas. Dudas que se acrecentan tan pronto como expongo públicamente esa parte privada de mí que subyace en esas elecciones.

Por mucho que lo niegue públicamente tengo mis preferencias en casi todo: cine, música, series de televisión y, por supuesto, libros. De hecho espero conmemorar mi primer año con el blog (si las circunstancias lo permiten) con una particular (y ficticia) entrega de premios. Entonces, como ahora, estoy convencido de que me resultará muy difícil explicar el porqué de ciertas elecciones, sólo puedo prometer intentarlo.

Dentro de la novela negra actual (o de las novelas que las editoriales engloban dentro de este amplio grupo) para mí existen tres subgéneros que me permiten etiquetar a la mayor parte de los autores: la americana (más norte que sur, pero americana, a fin de cuentas), la nórdica y la mediterránea. Sé que hay más, supongo que tantas como lectores, pero mis bloques de lectura dentro del género encuentran acomodo en estas tres grandes categorías, si bien soy consciente de que siempre hay excepciones, como la inclasificable (y querida) Fred Vargas o mi más reciente descubrimiento, Rosa Ribas.

Si alguien me pregunta, dependiendo del momento, existen un grupo de autores que se suceden en  la lucha por los puestos más elevados de mi podio particular. Una fluctuación que procuro evitar circunscribiendo la respuesta al tipo de novela de la que estamos hablando. Así, dentro de la novela norteamericana la cúspide la ocupa la extraña pareja formada por Dennis Lehane y John Connolly. Entre los nórdicos peco de poco popular pues, aunque incluyo a Henning Mankell mis preferencias actuales se decantan (cada vez más) por la maltratada serie en España de Konrad Sejer, el inspector creado por Karin Fossum y por el increible Jo Nesbo. Finalmente, dentro de la novela mediterránea se cobijan algunos de mis autores favoritos: el extinto Jean Claude-Izzo, Donna Leon, Petros Markaris o Andrea Camilleri.

Dentro de esta gran selección, de esta criba criminal que a ojos de más de uno me habrá hecho perder muchos puntos, faltan dos autores que para mí destacan a pesar de que no todo lo que escriben se circunscribe al género negro. Uno es español, se llama Lorenzo Silva y "su" Ruben Bevilacqua y "su" Alicia Chamorro eran hasta hace poco quienes coronaban mi Olimpo literario particular en solitario. Desde hace cosa de tres años comparten el puesto ex aequo con Guido Guerrieri, el abogado creado por Gianrico Carofiglio, que tantas buenas tardes me ha dado con sus cuatro novelas publicadas hasta ahora y cuya quinta espero como agua de mayo.

Intentar explicar el por qué sería algo parecido a intentar explicar por qué me conmueve "El Fantasma de la Ópera" de Gaston Leroux o como puedo encumbrar un relato tan corto como "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde" de Stevenson, supongo que todo se reduce a una mera cuestión de piel.

Guido Guerrieri tiene algo de cada uno de los personajes que más sigo de la novela mediterránea: la Italia de Brunetti con esa corrupción que mancilla las instituciones y ese gusto exquisito por la buena comida; la desesperación ante la vida que tiñe la mirada de Fabio Montale o la capacidad de Bevilacqua para  diseccionar la realidad actual con un par de comentarios afilados bajo una mirada hostilmente romática.  Pero lejos de convertirse en un mero "pastiche", el abogado de Bari se ha convertido en un ente complejo, real, tangible, que presenta la realidad mediterránea cotidiana con verosimilitud, sin dejar de lado las miserias de los individuos que la conforman: la soledad de quien sólo tiene consuelo en el trabajo, la de aquel que se enfrenta a un divorcio y cree que la vida pierde todo el sentido o aquel otro que intenta rehacer su vida y reencontrarse consigo mismo cuando aún hay tiempo. A lo largo de las cuatro novelas que se han publicado hasta ahora (¡ojala mi querida Karin fuese tratada con el mismo respeto!) se encuentra en constante cambio, fruto de la vida y las distintas pruebas a las que nos va sometiendo.

Guerrieri tiene algo que muchos otros personajes no tiene, una capacidad innata para generar empatía en el espectador ante cuanto le acontece. Es una persona normal (no sé si como tú que lees este post, pero desde luego, sí como yo), cuyos pensamientos y dudas me resultan totalmente familiares pues en uno u otro momento hemos pasado, sino por el "mismo lugar", por alguno muy parecido.

No soy parcial pero posiblemente ese es el gran mérito de Carofiglio, su capacidad para  haber construido un personaje que se te mete "bajo la piel", al que le coges cariño y con el que sufres cada vez que cae. Y otra cosa no pero "caer", lo que se dice "caer", Guerrieri lo hace con frecuencia y no siempre con elegancia. Y es que en el mundo de los mortales, donde si a uno le golpean pierde el sentido más pronto que tarde, resulta inevitable que el protagonista se equivoque, incluso cuando él mismo es consciente del grave error que está cometiendo. Incluso a veces, cuando es capaz de rehuir la tentación,  cuando obra bien, acaban saliéndole mal las cosas, pero eso también pasa.

"Las perfecciones provisionales" es, posiblemente, la mejor novela de la serie hasta la fecha. Quien lea la contraportada puede que espere encontrarse con una novela de investigación muy clásica, posiblemente esa persona deba seguir esperando...y esperando... y esperando... pues no lo es. La búsqueda en la que se sumerge Guerrieri tiene el resultado cantado desde el principio. No lo dudan los padres de la chica que ha desaparecido, no lo hacen los carabinieri ni, durante la mayor parte de la novela, lo hace "nuestro" abogado. Pero es el precio a pagar para seguir explorando a nuestro protagonista y la sociedad que le ha tocado vivir. 
 
Es esta una novela nostálgica, donde conocemos algo más de lo que fue su pasado antes de convertirse en abogado y de la suerte dispar que ha tenido quienes estudiaron con él. También es un claro reflejo del gran salto generacional que se ha producido en las últimas dos décadas, donde los avances tecnológicos y sociales y conceptos como la universalidad y el cosmopolitismo han ido distanciando a los padres y los hijos. Es una novela dura, sin necesidad de ver sangre en ningún momento y sin que la violencia haga más que una mera presencia testimonial al final. Una obra sobre la madurez y el arrepentimiento, sobre la soledad y la necesidad de compañía, sobre el complejo de Peter Pan y ese extraño gen que parece que tenemos algunos "tíos" por el que nos convertimos en tontos babosos si se nos acerca alguien mucho más joven y nos dirige una simple mirada.
Pero también es un canto para la esperanza, ese, precisamente, del que carece la obra de Jean Claude-Izzo, porque mientras que a Montale le acaba dando alcance siempre "el destino" que la sociedad ha escrito para él, Guerrieri todavía tiene salvación. Quizás porque él no es inmigrante, o porque Bari no es Marsella, o porque forma parte de una clase media con cierta influencia o quizás, ¿por qué no?, porque en su momento eligió seguir adelante y levantarse, seguir luchando sin perder la esperanza.
 
No sería justo terminar sin reseñar que hay algo más que me vuelve loco de esta novela, el uso de referencias cinéfilas, literarias y musicales de Gianrico Carofiglio a lo largo de la obra, que  muestran situaciones y lugares con un detalle que no siempre es posible alcanzar mediante palabras. Supongo que parte de su efecto reside en moverse en la misma sintonía que el autor, funcionar con las mismas referencias pero, sea por lo que sea, reconozco que me cuesta mucho poder mirar mal a alguien capaz de hacer referencia de una forma u otra a Leonard Cohen, "Loca academia de policía", "Snoopy", Paul Valery, la película "Philadelphia" o la serie de novelas escritas por Michael Connelly con Harry Bosch como protagonista, sin perder un ápice de coherencia y credibilidad.
 
Si esto fuese la revista "Fotogramas" ahora tendría un rinconcito minúsculo en el que poner algo así como "Lo mejor" y "Lo peor". Como no tengo nada que envidiar a ninguna revista, por buena que sea, he aquí mi final:
Lo peor: que ya no podré volver a leer esta novela por primera vez. Afortunadamente eso no me va a impedir leerla tantas veces como quiera.
Lo mejor: El taxista lector y, por supuesto, el dúo formada por Nadia y Baskerville.