domingo, 30 de diciembre de 2012

iBoy (Shibboleth II)

Si "iBoy" no es mí novela de esta año poco le va a faltar, porque me ha gustado (mucho, mucho), porque me ha sorprendido cuando menos lo esperaba y porque compagina el entretenimiento con algo de sensiblería, aunque quizás sea mejor empezar por el principio.

Siempre tengo la sensación de que hay quien piensa que para hablar de lo peor del ser humano y de nuestras miserias es necesario llevarnos a un futuro post-apocalíptico. Da igual si es en cine (por ejemplo, "Dredd 3d", que vi ayer) o en literatura (evidentemente, "En la carretera" de McCarthy o mucho más antigua, "Soy leyenda" de Mattheson). Lo que aún no he averiguado es el por qué, no sé si es que no se dan cuenta de que una parte del camino que "podría desencadenar" ese futuro ya está pasando/ha pasado, si es que no pierden la esperanza de parar el proceso o si, simplemente, prefieren ser políticamente correctos y no molestar a "las masas lectoras" hablándoles de una realidad que (lo mismo) ya están sufriendo en sus propias carnes. 

Evidentemente el canibalismo no está extendido por el planeta, el respeto por los demás todavía no se ha perdido por completo y aún hay gente que no se ha resignado y ha dejado de luchar, pero el presente no dista tanto de un futuro deplorable que, por desgracia, puede no estar tan lejos. ¿Entonces?

Por eso me ha gustado tanto la novela de Kevin Brooks, porque está ambientada hoy y, además, porque para hablar de situaciones extremas y de sociedades que se empiezan a colapsar no ha ambientado su trama en el continente africano ni el la región más pobre de sudamérica, sino en Londres, en un barrio marginal, en uno de esos "territorios" de las grandes ciudades donde nadie quiere mirar y a donde no llegan todas las buenas intenciones y los proyectos de los políticos. 

Además Tom Harvey, el "Iboy" del título, no es un personaje que se limita a sobrevivir y que sólo reacciona para salvar su vida o salir de su miseria, lo hace por miedo a que lo que ha sucedido (la violación de su amiga Lucy) vuelva a acontecer y eso es un cambio argumental con respecto a otras novelas anteriores pues en esas casi todos los protagonistas se limitan a reaccionar ante lo que les está aconteciendo, situados entre la espada y la pared no les queda más remedio que moverse, pero ese no es el caso de Tom, a diferencia de lo que hacen todos los demás personajes de la novela o como hacemos los demás (al menos como hago yo la mayor parte del tiempo)  que se limitan (nos limitamos) a pensar que "esas cosas pasan", "que no van a cambiar", "que algo habrá hecho para merecerlo", "que eso no me va a pasar a mí nunca" y "que la vida es una mierda pero que qué se le va a hacer".

Y no es que a Tom no le haya pasado nada, al contrario, él también sufrió una agresión, el resultado de una broma de mal gusto que acabó mal y que le dejó en coma durante 3 semanas, tras la que despertó con restos de un Iphone incrustados en su cerebro y la capacidad para conectarse directamente a la red. Es entonces cuando decide hacer algo, aunque en un primer momento decide hacer algo porque, como leyó en Spiderman, "un gran poder conlleva una gran responsabilidad", pero claro nadie le explicó ni en los tebeos ni en la televisión ni en la vida que toda acción conlleva una reacción opuesta e inversa y que cada uno de nuestros actos se cobra también un pequeño precio y eso es algo que el tiene que aprender "por las malas", porque tener acceso instantaneo a toda la red de datos de internet puede ser una virtud pero también hay que estar preparado para lo que venga después y él no lo está. Es entonces cuando Tom aprende nociones sobre el "relativismo moral" y sobre los distintos matices del bien y el mal, es entonces cuando se ve obligado a madurar.

No he reventado nada de la trama pues lo narrado apenas sucede en las primeras 20 páginas de la novela y, encima, ya viene contado en la sinopsis. El resto es posiblemente una de las mejores críticas a la sociedad actual y a la pérdida de valores que he leído en los últimos años, sobre todo teniendo en cuenta que además está ambientada en una sociedad desarrollada del "Primer mundo" y no en países en vías de desarrollo. Aquí no valen coartadas morales de que eso "no sucedería aquí" o "es que ya se sabe que allí abajo...", "esto" es el aquí y el ahora de una sociedad caduca y obsoleta incapaz de hacer autocrítica, y va siendo necesario.

"iBoy" habla de la falta de privacidad que ha supuesto internet cuando enfrente se tiene a alguien con los recursos suficientes para explotarla en todo su potencial, de la pérdida de valores de la juventud fruto de la dejadez de las instituciones y de sus "mayores", de la pérdida de sentimiento y de la deshumanicación del ser humano. Nadie se debería llamase andanas, la novela no lleva lo que está sucediendo a su vertiente más extrema, simplemente sigue mirando cuando llega al punto donde nosotros (habitualmente) retiramos la mirada y es que, por mucho que estemos acostumbrados a ver noticias aterradoras en las noticias (muchas de ellas acontecidas en nuestra propia ciudad), nunca nos cuestionamos el cómo se ha llegado a esa situación y el "hacia donde" nos estamos dirigiendo. La novela de Brooks mira directamente al origen del problema y nos lo muestra sin pudor. En su caso encarnado en la vigura de "Hell-man", "The Devil" o Howard Ellman, la figura que se sitúa detrás de todo el mundo clandestino de la ciudad, el jefe en la sombra, el hombre que da miedo precisamente porque representa todo aquello que no queremos, un producto de nuestro tiempo.

No pretendo engañar a nadie, ver las miserias de nuestra sociedad es complicado y por eso la lectura de la novela no es fácil, a pesar de que está bien escrita y se lee con una enorme facilidad (incluso en inglés). Hay momentos muy duros porque aunque la violación no se narra si hay las suficientes referencias como para que un adulto entienda lo que pasó y ver lo que está pasando en el bloque de edificios en el que vive Tom y en las zonas aledañas "duele" y "revuelve" pero "Iboy" también habla de esperanza y de que aún es posible hacer algo porque si algo rebosa el personaje de Tom es "humanidad" y "cambio" y porque conforme avanza la novela uno se da cuenta (como se da cuenta él) de que en el fondo es un hombre en una misión, una de rescate (no de venganza) que cada una de sus dos partes  (en constante lucha) ha emprendido a su manera, Iboy buscando evitar que "vuelva a pasar" utilizando las herramientas que tiene a su disposición y Tom intentando recuperar para la vida a su amiga Lucy, con lo único que tiene, amor.

Creo que "Iboy" podía ser una buena lectura didáctica para muchos adolescentes actuales, incluso podría sustituir  la lectura de "Ética para Amador" de Sabater, con que yo crecí. El mundo ha cambiado y los niños siguen siendo niños pero lo son en un mundo que les muestra demasiado de una forma repentina y brusca, que son incapaces de procesar adecuadamente. Quizás por eso ésta sería una buena lectura a partir de cierta edad y siempre acompañados, una novela para comentar y sobre la que hablar. 

Creo que muchos padres y aspirantes a padres deberían echarle un vistazo para intentar entender "lo que está pasando" a una generación que ya nos coge un poco lejos y que no llegamos a entender por completo porque su "infancia" y su "adolescencia" poco o nada tienen que ver con la nuestra (y eso que a mí no me coge especialmente lejos... al menos en cuanto a número de años se refiere). Pero lo más importante es que esta es una novela que suma, que aporta algo, que te muestra algo (porque para que enseñase tendríamos que dejarnos y que pensar y eso es algo que quizás ya no estamos tan acostumbrados a hacer) y que debería llevarnos a cuestionarnos a nosotros y  a la sociedad que estamos construyendo con un poco de autocrítica y mirando mucho más allá de los dichosos modelos educativos (que esos sí que están haciendo aguas por todos los lados).

"Iboy" es una novela para leer y para releer. Para guardar para esos días en que uno pierde parte de la esperanza en el ser humano y se da cuenta de que hemos perdido el camino. Y está en español, que yo no lo sabía cuando la compré (aunque tampoco creo que hubiese cambiado las cosas).

jueves, 27 de diciembre de 2012

Origami Essence


En el mes de marzo, al dejar el mundo de las oposiciones de lado, me encontré con mucho tiempo libre, muy poquitas ganas de pensar y, sobre todo, ninguna gana de quedarme parado.

Fue entonces cuando el origami entró en mi vida. Fue algo accidental, se juntaron mi curiosidad por la papiroflexia (que siempre había estado ahí pero que nunca había ido a más, porque ¡¡total, para hacer dos pajaritas y tres ranitas que saltan!!) y un accidente, una búsqueda de búhos por Internet que me llevó a ver uno de papel, precisamente  de Román Díaz, que se convirtió en un punto de inflexión.

Con el convencimiento de que quería añadir ese búho a mi colección y la temeridad que da el desconocimiento, decidí que si ahí afuera había gente que podía hacer “eso”, yo también debería poder, que simplemente iba a ser una cuestión de tiempo y paciencia.

Han pasado nueve meses y… y aún sigo aquí, dándole al papel en mis ratos libres, ojeando y cotilleando diagramas de unos y otros, mientras intento aprender sobre los distintos tipos de papel que existen para poder decidir cual debo usar y en qué momento. En este tiempo el origami se ha convertido en mi compañero de entretenimiento, en la forma en que mato un número importante de horas, perdido entre hojas y colores, intentando progresar. 

Si en un principio sólo estaba Román Díaz, ahora cotilleo a Robert Lang, Gachepapier, Joseph Wu, Andrei Ermakov, Eric Madrigal, Richard Galindo o Tom Defoirdt, entre otros y raro es el día en que no paso algún rato mirando galerías de flickr, por diversión y motivación.

El objetivo de poder hacer el búho de Roman Díaz sigue ahí, pero ya no es el único. De distintos autores han ido surgiendo nuevos proyectos y nuevas metas. Un día quiero conseguir hacer el Toro de Stephan Weber o el murciélago de Tom Defoirdt, me gustaría llegar a saber como consigue Gachepapier dar tanto carácter a sus figuras o como consigue Obelisk crear figuras tan realistas, quizás por eso siga intentándolo día tras día, siempre con la idea de un día poder llevar a cabo mi propia creación.

Por mucho que el número de diseñadores y plegadores que conozco va en aumento y los modelos que quiero conseguir llevar a cabo no parecen tener fin siempre encuentro el momento para volver a Roman Díaz y su “Origami Essence”, una obra ingeniosa y curiosa que disfruto ojeando y cotilleando y también plegando.  Y es que si algo diferencia a Roman Díaz de otros autores es que consigue que el proceso de llevar a cabo sus figuras (al menos aquellas que ahora mismo estoy capacitado para plegar) sea algo divertido.

Utilizar “divertido” en algo relacionado con un mero doblar el papel parece algo absurdo pero creo que es la palabra que mejor define lo que se siente cuando uno pliega las obras de este original creador. Su gran mérito es convertir el proceso de plegado en un fin en si mismo, el resultado final relegado a un segundo plano, subyugado por el  placer de ver como este autor es capaz de convertir los pasos intermedios en algo único.

Cuando empecé a plegar lo hice de la mano de Román Díaz , primero con su pequeño panda, luego con sus peces inflables y finalmente (y de momento) con su jabalí y su pingüino. Durante bastante tiempo “Origami essence” fue mi libro de referencia y el único documento que usaba para plegar. Es un libro didáctico y bien diagramado que permite una introducción paulatina y gracias al blog que su creador publicó hasta 2011 (dosisdiaria.blogspot.com) uno puede adentrarse en el mundo del origami y empezar a entender cuál es realmente ese misterioso atractivo que tanto cautiva a quienes lo prueban.

Diaz es didáctico e informativo, pero además es tremendamente entretenido y acercarse a su obra es como intentar hacer un puzzle mientras alguien te explica el por qué se han cortado las piezas de una forma u otra. Siguiendo sus pasos uno tiene la sensación de que el papel se va colocando donde debe, en su posición natural, como si sólo te estuvieses limitando a darle su forma original y eso es algo que no todos los diseñadores consiguen y lo sé porque una de las cosas que más me sorprendió cuando empecé a realizar figuras de otros autores es que el proceso de plegado se convertía en algo “forzado”, en algo muchísimo menos entretenido, más un trabajo que una diversión.

Hoy, tras todo el tiempo pasado, sigo prefiriendo a Román Díaz a muchos otros autores precisamente por eso, por ese “algo” intangible que acompaña a sus creaciones, desde las más complejas a las más sencillas.

Y sí, posiblemente hablar de origami y de la obra de Roman Diaz no sea lo más lógico en este blog, a fin de cuentas no es una novela, ni un tratado, sino más bien una colección de imágenes y de pautas que uno debe seguir para alcanzar un objetivo pero sí es la obra que más he mirado y remirado a lo largo de todo este año, lo he hecho en infinidad de ocasiones y estoy convencido de que de ahora en adelante lo haré muchísimas otras más porque aún me queda mucho por hacer y por aprender.

Y para los que nada más empezar han pensado ¿¿origami, y para qué sirve eso? Sólo puedo decir:

- Pocas cosas me han dado tanta tranquilidad como el origami. No creo que sea la solución a todos los problemas del mundo pero sí una forma de desconectar de la realidad y de disfrutar haciendo algo con las manos a un precio muy razonable.

- La variedad de posibilidades y variantes que ofrece el mundo del papel parece casi ilimitada: pop-ups (esas tarjetas recortadas que hacen las delicias de los niños), kirigami (que son construcciones de papel donde se puede recortar y pegar) o el propio origami, donde se utiliza papel (normalmente cuadrado) para construir figuras por medio de pliegues, sin recortar, pegar o realizar aditamento alguno. 

Para quienes estén interesados en cotillear y descubrir algo más tan sólo puedo recomendar algunos creadores que conozco con algunas de las figuras que más me gustan. Normalmente basta con poner el nombre del autor y el de la creación para poder ver en “Imágenes” de google un repertorio de esa figura plegada por distinta gente aunque hay autores que disponen, además, de páginas en flickr para mostrar sus fotos y creaciones. El listado que sigue no es exhaustivo y sólo intenta mostrar alguna de las posibilidades que ofrece este amplio mundo pero hay muchísimo más y es difícil que no haya algún diseñador que no se ajuste a los gustos de quien busca.

Román Díaz:  y su máscara de león, su “Roc”, evidentemente su “Buho para Nicolás”, su hipocampo o su garza.

Robert Lang:  y toda su colección de insectos de papel, con especial atención a sus mantis y, fuera de eso, el  colibrí (hummingbird) que expuso en el museo de Minnesotta.

Eric Joisel: que ha dejado una colección de músicos inimitable, junto a un pangolín sobresaliente y a tres figuras del Señor de los anillos para el recuerdo.

Obelisk: o como se diga en su idioma natal, pues es asiático. A mí, por ejemplo, me gusta mucho su “Housemaid”

Satoshi Kamita: y cualquiera de sus dragones.

Joseph Wu: Y su Gorgona.

Stephen Weber y Tom Defoirdt: del primero su toro, del segundo su murciélago y su gato.

Gachepapier y su “Red baron”, a medio camino entre Snoopy y “Patán” de los autoslocos.

Beth Johnson:  con sus máscaras, sus osos, sus búhos y su tortuga

Eric Gjerde:  con cualquiera de sus teselas.

- El origami me ha permitido crear figuras de papel y alegrar el día a gente que me importa regalándoselas posteriormente. Creo que hay pocas cosas mejores que esa, por mucho que requiera muchísimo tiempo y esfuerzo aprender a hacerlas realmente bien y creo que es una actividad que cualquier padre/madre debería intentar compartir con sus hijos. No sólo le va a ayudar a tener una estupenda percepción espacial y a mejorar la coordinación mano-ojo, sino también a ser paciente mientras se divierte en el proceso. Hay muchos libros de animales y figuras para niños y muchos de ellos son sencillos y  muy entretenidos. En una época en la que la televisión, los móviles, Internet y las consolas parecen absorber todo nuestro tiempo, tal vez sea un buen momento para retomar las manualidades junto a las personas a las que queremos y así poder pasar un rato en compañía de los más pequeños disfrutando con las cosas más simples. Quienes puedan deberían intentar aprovecharlo al máximo.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Deuda de sangre

"Deuda de sangre" es un retroceso. Lo es dentro de la bibliografía de su creador porque aunque se trate de novelas de otras series por aquí han pasado varias obras posteriores y lo es biográficamente porque su protagonista, Terry McCaleb, también había pasado ya por aquí ("Más oscuro que la noche"), ahora podemos conocer sus orígenes.

A nivel argumental y a nivel estilístico está mucho más próxima a "El hielo negro", por ejemplo, que a otras novelas más próximas a ella en el tiempo, como "El vuelo del ángel". Hablo de una cuestión estética y no temática, el problema (si es que lo es) no es que se trate de otra novela con asesino en serie (y en el caso de Michael Connelly van unas cuantas) sino de la forma en que desarrolla el libro y sus personajes.

Para mí hay dos Connellys, el que más intimista, con personajes en crecimiento, normalmente con novelas con protagonismo compartido (aunque no sean propiamente corales),  que trata (aunque sea coyunturalmente) de los problemas que en un momento dado preocupan a la sociedad y el de "los llaneros solitarios", esas en las que un tipo X (llamesé Bosch, McCaleb o McEvoy) se encuentra en medio del camino de un asesino en serie y casi toda la trama argumental se limita a narrar el pulso entre uno y otro por descubrir quién es el ratón y quién el gato.

El primero de los dos a mí me gusta, el segundo tiende a aburrirme un poco porque lo que cuenta ya lo he visto, o porque se parece bastante a otras cosas qué he visto antes, muchas de ellas en productos del mismo autor. De una forma un tanto temeraria y tirando un poco de bagage personal, fijo el año del cambio en 1999, con la publicación de "El vuelo del ángel", he leído cuatro obras posteriores a esa fecha de publicación, dos de la serie de Bosch (el citado "El vuelo ..." y "Más oscuro que la noche") y dos con Michael Haller como protagonista ("el inocente" y "El veredicto") y las cuatro me han gustado, una de ellas con McCaleb paseando por sus páginas. De antes de 1999 sólo hay un par de novelas, como "El eco negro", por ejemplo, que me hayan llamado la atención. "Deuda de sangre" que es de 1998, no ha sido ninguna excepción y quedará relegada a mi limbo literario junto al resto de novelas que han pasado sin pena ni gloria, sin dejar huella.

Es una novela pesada, que me ha parecido larga y además se me ha hecho lenta y eso que he podido dedicarle muchas horas seguidas. Así que, en mi caso, no ha sido un problema de "como no tengo mucho tiempo y leo de 20 en 20 páginas, se me ha hecho interminable y no he terminado de engancharme". Mi problema ha sido más del tipo  "esto ya lo he visto" y "a este tipo no lo aguanto", en este caso un  ex profiler del FBI que se olvida de su retiro forzado para investigar la muerte de una mujer durante un atraco a una tienda.

Los motivos de su vuelta no vienen mucho al caso y lo único que conseguiría sería reventar la novela y eso es algo que no estoy por la labor de hacer, aunque sólo sea para evitar tener que ir poniendo Spoiler por aquí y por allá. Lo que realmente importa es que hay muy poco que permita diferenciar a McCaleb del resto de personajes literarios denfrentados a asesinos en serie, salvo, eso sí, por el hecho de que "volvió a la vida" gracias a un trasplante de corazón, pero eso y nada, en el fondo,  es casi lo mismo.

 Éste McCaleb qno es muy distinto al Bosch de las primeras novelas o al Jack McEvoy de "El poeta", cambia la profesión y los compañeros de aventuras pero la idea y el trasfondo es similar. A lo mejor si "Deuda de sangre" hubiese sido la primera de todas mi opinión sería distinta, pero es que es la última de una larga lista y el tema cansa un poco. Además ni sus compañeros de batalla, ni los posibles aliados con los que se enemista, ni su antagonista ("El asesino del código") aportan nada reseñable a la novela y esta acaba pasando sin dejar nada que llevarse al buche y eso que Connelly lo intenta incluso con algún autohomenaje y algún guiño para los seguidores de su universo como a "El poeta" o Michael Haller.

Quizás leído en frío suene duro pero es que "Deuda de sangre" (que por cierto me costó bastante conseguir porque, como suele suceder con estas cosas, justo cuando la intenté comprar estaba descatalogada) me ha decepcionado mucho. Parte de la culpa es mía por no haber seguido  el orden lógico pero  esperaba mucho y me he encontrado con un mero eco de sus predecesoras y con un problema añadido, el McCaleb que termina esta novela no se parece para nada al que aparece en "Mas oscuro que...", al menos no lo es a nivel moral y eso, para mí, si que es grave. 

Se puede discutir sobre lo inadecuado que resulta no leer las novelas en su orden "natural" pero no que las series deben mantener la coherencia y el McCaleb que critica y censura a Bosch en la séptima entrega de su serie no puede arrastrar un pasado como el que deja al final de esta novela, ¿dónde está la lógica?¿y la coherencia? 

Total, que no sólo leo una novela que no ni fu ni fa sino que encima en el camino pierdo a McCaleb porque ya no sé con qué me voy a encontrar la próxima vez que vaya a su encuentro. De todas formas, intentado ser un poco honesto con la novela y teniendo en cuenta las fechas en las que estamos y que posibles  condicionantes externos hayan podido influir en mi valoración, he aquí un miniresumen, espero que neutro:

Te gustará si...te gustan las novelas con asesinos en serie y te da los mismo haber leído 7 que 200.... disfrutas viendo a federales, policías locales y detectives privados bufándose unos a otros y compitiendo para ver quién la tiene más grande... crees que a veces uno tiene que hacer lo que tiene que hacer, sin importar cuantas leyes se tenga que saltar... consideras que toda novela que se precie necesita un giro inesperado (aunque resulte forzado) ... si no conoces a Michael Connelly o si te gusta escriba lo que escriba, es más, tú no ves dos épocas distintas (o las ves pero prefieres la primera)... o si crees que la ley del talión nunca debió perder su vigencia.

Te llamará menos la atención sí... estás hasta los mismísimos de quienes se toman la justicia por su mano y  de los giros inesperados... si buscas algo distinto... si has leído más de una de estas novelas:"El hielo negro", "la rubia de hormigón", "El poeta" o "El último coyote"... si esperas persecuciones sin fin, acción, tiros  y tensión a raudales...eres de los del Connelly post 1999... o, si como yo, esperabas poder conocer/disfrutar  un poco más de McCaleb.

domingo, 16 de diciembre de 2012

A study in Scarlet - Estudio en Escarlata

Hablar de Sherlock Holmes puede parecer un brindis al sol, un intento de dar algo de caché  al blog. La verdad es que ni me lo había planteado, para mí, hablar de él es un marrón importante. Una de esas cosas que haces porque te comprometiste a escribir de todo lo que fueses leyendo a partir de un momento pero que cuando llega la hora te apetece tan poco que casi, casi te planteas no leer esa novela y coger cualquier otra para poder cubrir el expediente sin más. Leer esta serie completa (que hasta ahora nunca lo he hecho) e intentar hacerlo en su versión original son dos de esas cosas que siempre tienes en mente y que nunca te pones a hacer. Veremos si esta vez es la buena.

No creo que este post vaya a abrir los ojos a nadie, al menos a nivel literario. Si la obra de Sir Arthur Conan Doyle es famosa es fundamentalmente por el singular detective que acuñó y que se acabó convirtiendo en su peor pesadilla. Al menos eso es lo que recuerdo de unos artículos que lo ponían de ejemplo de escritor subyugado por le éxito de su personaje hasta el punto de llegar a convertirle en su esclavo, hasta el punto de verse obligado a  resucitarlo "milagrosamente" porque el público así lo exigió.

De Holmes se ha escrito y se ha hablado tanto que no creo que haya nadie que no sepa quién es y que o bien haya leído alguna de sus novelas o, por contra, haya decidido que no lo va a hacer. Éstos, los más, habrán podido encontrar en la televisión y el cine una forma más sencilla de conocerle.

En mi caso, el primer contacto con Sherlock Holmes también se debió a la televisión, en concreto a la serie animada “Sherlock Hound”, o al menos así es como creo recordarlo. Fue algún tiempo después cuando tuve acceso a la versión literatura fueron “Estudio en Escarlata” (la misma novela que trato hoy) y, si las fechas no me fallan, de eso hace casi dos décadas ya. Todavía conservo esa primera edición, la que publicó Bruguera en su colección Todolibros. 

Holmes ha sido un personaje que siempre me ha gustado. Su soltura, esa capacidad para asombrary dejar a todos boquiabiertos ante lo que sólo resulta "evidente” cuando él lo explica, pero también sus defectos, casi-casi tan grandes como sus virtudes, como una ausencia de modestia que roza la soberbia, ese (por momentos irritante) ir de sobrado y una incapacidad manifiesta para entender cualquier otra forma de pensar que no sea la suya.

El tiempo ha ido pasando y la fidelidad literaria que me ha mantenido alejado de "nuevas versiones" del personaje que han ido apareciendo, no ha funcionado de igual forma a nivel televisivo o cinematográfico. No es la primera vez que alabo la reciente versión televisiva británica, capaz de adaptar el personaje a los tiempos modernos. Una tarea complicada que ellos han conseguido manteniendo casi intacta la idea global de las novelas.

Guy Richie hizo algo totalmente distinto, reconvirtió una parte del personaje y de su relación con Watson para llevarlo a la gran pantalla. Un formato de dos horas requería más dinamismo y más acción y el director británico se la procuró con una sucesión de luchas. Quizás un poco demasiado de todo, moldeando el personaje a los gustos de quien se disponía a narrar sus historias. También un poco excsivo Robert Downey Jr, o quizás demasiado poco Watson (Jude Law) y prácticamente nada Irene Adler, y sí, ya sé que ella precisamente es la que no debería salir porque no hace acto de presencia en las novelas (al menos no en las que yo he leído) pero es que Rachel McAdams es mucha Irene Adler y su ausencia en pantalla se nota sobremanera.

Y ahora, hace apenas unos meses, “Elementary”, la que muchos temían (entre otros yo) que fuese a ser una mera adaptación “USA” de la última versión británica y que se ha convertido en una de las mejores adaptaciones que se han hecho, por encima de la última versión británica.

Y eso que en “Elementary” Watson es mujer y, encima, extranjera. Nada más y nada menos que Lucy Liu (¡quién me iba a decir a mí que me acabaría gustando verla actuar!) y su Watson, no es un exdoctor licenciado del ejército británico sino una exdoctora que ejerce como “acompañante” que ayuda a mantener a la gente alejada de sus adicciones. Porque el Holmes americano (interpretado por un Johnny Lee Miller soberbio con su acento británico) es un exdrogadicto que acaba de salir del centro de desintoxicación.

Lee Miller consigue plasmar en su actuación la esencia, el auténtico carisma de Holmes. El aire de superioridad y desdén hacia los demás que a veces resulta atractivo y otras hiriente, cierta dejadez hacia su persona cuando se encuentra inmerso en una investigación, su renuncia al mundo de las emociones ante el poder de la razón y un carácter obsesivo que (unido a una relación amorosa con un triste final) le hace proclive a la depresión, el ensimismamiento y, por supuesto, el (ab)uso de sustancias estupefacientes. Pero también un hombre que necesita contar con alguien que alabe, aplauda y entienda su labor, alguien capaz de hacer ver a los demás (lectores/espectadores, según el caso) que su grandeza reside, precisamente, en ser capaz de hacer fácil, lo difícil y posible lo que a priori parece imposible.

En eso, el “Watson” de Liu es, curiosamente, el más similar/parecido de cuantos he visto hasta la fecha. El más real. Mucho más que el interpretado por Martin Freeman en la versión británica, demasiado hierático, demasiado estoico, demasiado ...Holmes. El “watson femenino” es más cercano, más humano, más entendible. Capaz de maravillarse ante la portentosa capacidad de su “protegido” para atar cabos y ver cosas donde otros no las ven pero siempre anteponiendo algo “el sentido común” (el sentido más universal, el de superviviencia) y de cotidianidad a la subyugación a la lógica de Holmes.  Quizá por eso, a pesar de que el cambio de sexo de Watson pueda ser (o sea) un atentado contra la obra original, esta es la versión que más se aproxima al recuerdo/imagen que siempre he tenido cuando de la serie literaria. 

Holmes es un ser fascinante pero sus propias fortalezas tienden a ser su mayor debilidad y Watson actúa siempre como contrapeso y ancla para equilibrar lo que, de otro modo, no sería más que el breve paso de una estrella fugaz en su camino a la autodestrucción. El personaje de Liu ejerce así de contrapunto al de Miller, del mismo modo que el Watson literario lo hace con Holmes y es alrededor de esa realidad como se cimenta y una relación de amistad/compañerismo/dependencia extraña donde uno obtiene el reconocimiento que cree tan merecido y el otro una forma de recuperar el interés por la vida,. 

"Estudio en Escarlata" es el comienzo de una asociación que ejemplifica el que a veces 1+1=3. Es la novela en la que de forma totalmente fortuita Holmes y Watson se conocen. Es el momento en que  se instalan en el famoso 221B de Baker Street y el punto de inflexión en la carrera de Holmes. También la única ocasión que recuerdo en el que la "motivación" del asesino tenga un lugar especial. En las demás novelas Holmes explica la forma y los por qués de la actuación del delincuente pero en "Estudio en Escarlata" conocemos de primera mano los acontecimientos que desencadenan en el asesinato de dos hombres en Londres con apenas 24 horas diferencia. Algo insólito en la serie que hace de esta novela algo único que merece la pena ser leído aun cuando dentro de la serie haya otras novelas, como "El signo de los cuatro" o "El sabueso de los baskerville", en principio mejores.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Blood rites - Derecho de Sangre (Harry Dresden, vol. 6)

"Blood rites" es la sexta entrega de la serie protagonizada por Harry, así que si estás leyendo estoy y no has leído las anteriores lo mejor que puedes hacer es parar aquí y correr a la librería para comprar "Storm Front" ("Tormenta"), que es la primera y, por ende, la mejor forma de comenzar. Y es que aquí eso "Empezar la casa por el tejado" que canta Fito no tiene ninguna vigencia. (No lo puedo asegurar pero tengo la sensación de que cuando comenté la quinta entrega ya hablé de los motivos por los que esta serie merece la pena, así que si tienes alguna duda sobre si compensa o no, la respuesta es sí y en el citado post encontrarás la explicación).

Para el resto, es decir, para quien lee esto sabiendo ya quién es Harry y conoce todo  por lo que ha pasado en las novelas anteriores, ahora empieza el post de verdad.

Como lector de Harry, como devoto seguidor que lo relega siempre para esas ocasiones en que necesita animarse, distraerse y olvidarse un poco de "todo lo demás" (aunque a veces eso hace que acabe dejando pasar demasiado tiempo), la primera pregunta que siempre acude a mi cabeza antes de empezar a leer es ¿quién sale en esta entrega? y es que, por mucho que disfrute con todo el universo con el que Jim Butcher ha rodeado a su singular protagonista, siempre hay unos que me atraen más que otros y parece que el libro gana en interés si aparece X y no Y.

El cast de "Blood rites" es bastante interesante aunque para algunos tal vez resulte un tanto exiguo. Acostumbrado a presenciar un desfile interminable de personajes en las últimas novelas, en esta entrega son apenas 3 los pilares que rodean al "pobre" Harry: Kincaid, Thomas y la sempiterna Teniente Murphy.

Kincaid, al que ya conocimos en "Death masks" como guardián de Ivy, "The oracle" y que ahora vuelve como mercenario contratado por Harry para echarle una mano en una arriesgada misión. Un personaje intrigante tanto por su carácter y habilidad como por los secretos que guarda. En "Blood rites" comienzan a mostrarse algunos de ellos, incluida la enemistad manifiesta que existe entre Ebenezar McCoy (el mentor de Harry) y él.

Thomas, el vampiro de la Corte Blanca que desde que conoció a Harry en "Grave Peril" no ha dejado de revolotear a su alrededor y que en esta entrega vuelve para cobrarse un favor (que tal vez no resulte tan pequeño como en un principio podría pensarse).

Karrin Murphy, la Teniente de Investigaciones Especiales, ese personaje recurrente de cada novela que no siempre tiene el protagonismo que me gustaría. Cada día un poco más alejada de ese personaje estricto e incapaz de discernir matices que era en "Storm Front". A veces te cansas de leer sobre personajes a los que les suceden cien mil historias y ellos siguen erre que erre con lo suyo como si nada hubiese pasado. Murphy, como Harry, son dos ejemplos de como deben ir evolucionando los personajes dentro de una serie. En esta nos encontramos con una versión más vulnerable pero también más decidida a afrontar lo que está por venir. Pasada la crisis que "el incidente Kravos" desencadenó ahora nos encontramos con un personaje  más "humano" pero también más decidido, más "en su sitio" y también más femenino. ¡¡Ojito al momento del año con Kincaid quitándole los vaqueros en pleno rescate de unos niños!!¡¡y decían que nadie podría superar a Katherine Zeta-Jones en su numerito en "la trampa"!!

Pero, ¿qué te vas a encontrar si decides ponerte a leer?
A Harry trabajando como parte del equipo que rueda una película para la industria del porno... vampiresas luchando con ropa de encaje y tacones altos... un aquelarre de brujas dispuestas a todo por venganza, que no amor...unos monos demoniacos con alas  dispuestos a hacer las delicias de los amantes de "El mago de Oz"... la aparición (aunque sea breve) de Bob (¿¿volverán las marmitas y las pócimas alguna vez a ocupar su lugar en las tramas??)... por fin conocemos a la familia de Murphy y, creedme, menudo dramón, a su lado los de "Dinastía" eran unas monjitas de la caridad...y, por supuesto, la presentación en sociedad de Mouse, un nuevo personaje entrañable a añadir a un amplio elenco.

Que más... a sí, la oportunidad de volver a ver a Ebenezar y descubrir algo más de su (no tan claro) pasado, de conocer mucho más sobre la Corte Blanca y su "Hambre" (o como quiera que traduzcan al español "The Hunger", sí, con "H" mayúscula) esa especie de parásito/criatura que convierte a quienes los (so)portan en algo más que en amantes de la lujuria y el placer.

Ya puestos a mirar en el pasado (Kincaid, Ebenezar, etc...) por qué no hacerlo en el de Margaret LeFay o lo que es lo mismo, la madre de Harry. Tras un par de novelas donde su sombra (figura) había dejado de planear sobre nuestro protagonista, en esta entrega (¡por fin!) se arroja algo de luz sobre su vida, obra y milagros. En concreto sobre su final y su relación con la Corte Blanca.

Aunque, por encima de todo, y quizás lo más importante "Blood rites" es la primera ocasión en que Harry decide coger el toro por los cuernos e intentar combatir el fuego con fuego, es decir, esta es la primera novela donde nuestro protagonista decide pasar al ataque y dar duro a pesar de todos sus miramientos, dilemas ético-morales y las Murphys del mundo con los que tendrá que lidiar antes de hacerlo. Merece la pena verlo.

Y, lo que para mí es más importante, todo ello con coherencia y sin el agobio/saturación/masificación que hubo en "Death Masks", novelón interesantísimo pero tan poblado y tan lleno de acontecimientos que por momentos aturullaba un poco. Con matices y excepciones y siempre teniendo en cuenta que todas sus  novelas dejan momentos para el recuerdo, a mí "Blood Rites" me ha parecido una de las mejores en una valoración global, quizá sólo por detrás de "Grave peril", que hasta donde he leído es la mejor de la serie.

No sé qué más puedo decir para vender el producto. Si has llegado hasta aquí, una de dos, o me tienes mucho cariño y has leído hasta el final el post o es que ya eres seguidor de la serie y tenías ganas de que te pusiesen los dientes largos. Si es lo primero... se agradece. Si es lo segundo, no tardes, merece (y mucho) la pena. 

En una semana extraña y poco agradecida "Blood rites" ha sito una buena tabla de salvación, al menos durante el tiempo que tardé en devorarlo, es decir, un par de días... lo que no quiere decir más que por un lado he tenido tiempo libre para dedicarle y lo principal, que todo el que he tenido (o al menos una gran parte) lo he dedicado por completo a su lectura.

Y ahora, como decía Porkey al final de los "Looney Toones", ¡¡E-e-e-esto es todo amigos!!

domingo, 2 de diciembre de 2012

Venus privada

Antecedentes de hecho: Una semana desastrosa, de esas que parece que nunca acaban y que cuando lo hacen, como no podía ser menos, finalizan con una última cornada, con la puntilla. 

Nada me gustaría más ahora mismo (o desde hace 48horas) que poder convertirme en avestruz y meter la cabeza en un hoyo muyyyyy grande, ya la habriá sacado más adelante cuando alguna ardilla traviesa me avisase de que había llegado el deshielo. 

Familia y corazón, posiblemente las dos únicas "cosas" con capacidad para tumbarme han tenido que juntarse, mal negocio. Como una ha sido autoinfligida y viene siendo un desangramiento a muy largo plazo lo único que puedo decir es ''ungggg, eso ha dolido" y esperar tener una nueva oportunidad (y esta vez ser la persona que creo que soy o puedo/quiero llegar a ser y no estrpparla por XXXXXXava vez ). El otro asunto venía viéndose venir y creo que era necesario e inevitable así que ¡¡qué se le va a hacer!!, obligado a elegir entre dos males uno se queda con el menos malo, o al menos el que prové mejor suerte para aquellos a los que quiere.

Para terminar con los antecedentes una aclaración: A quien lea esto y sepa quien soy... estoy bien, "don't worry be happy" y todo eso. Veronica, Jacinta o Giorgiatos, estéis donde estéis, tranquilos nada se ha roto que no se pueda arreglar y en un par de días estaré por ahí dando la lata como siempre. A mis padres, cuando lean esto (que espero que sea dentro de unos días, jeje) conocéis todos los datos y madre, no es que esté despistado, ¡¡es que voy contando baldosas!! (realmente pasos pero bueno eso es lo de menos).

Hechos: "Venus privada" ha tenido la desgracia de llegar en la que posiblemente haya sido la peor semana de este año. Voy a procurar ser tan justo como sea posible pero con los antecedentes arriba expuestos y mi estado de ánimo actual reconozco que va a ser una labor harto complicada.

Conviene señalar para mi descargo que hay dos elementos de la novela que no la ayudan en absoluto y que habrían seguido siendo un problema aún en la mejor de mis semanas: por un lado su protagonista y,  por otro, la forma en que está escrita.  Como su forma es la parte más sencilla de analizar y, desde luego, la que puedo llevar acabo más rápidamente voy a empezar por ella. 

Casi toda la novela es una narración seca, bastante espesa y, por momentos, plana, en la que brillan por su ausencia los diálogos. Estos, además, en las escasas ocasiones en las que hacen aparición, son breves y bastante apagados (y una miaja pedantes/cargantes). Prácticamente no hay descripciones, ni de costumbres, ni de "tipologías ciudadanas", ni de los personajes. ¿Qué llevan?¿por dónde van?¿cómo reacciona la gente?¿qué mueve su sociedad? Aquí no hay nada de eso salvo, eso sí,  el nombre de varias calle. Si a alguien le vale con eso por mí perfecto, yo necesito/quiero más.

Sí que hay introspección y (¿psico?)análisis, desde el punto de vista del protagonista y, a veces, en la propia visión/lectura que algunos personajes hacen de si mismos. Pero cuando aparece es esquemática, sintética y enormemente fría. Quienes llevan el peso de la novela, fundamentalmente Lamberti (aunque puntualmente algún otro), son especialmente desapasionados, analistas frustrados de una sociedad que no llegan a entender y (creo que) en la que realmente no quieren vivir. Con mucho cuidado podría decirse que todos ellos son personajes marginales. 

El problema es que ese "marginal" parece evocar cosas como "apartados", "excluidos", "ilegal" o "minusvalorados". No es el caso, pues son ellos mismos quienes se autoimponen un aislamiento moral y cultural. Viven, piensan y actúan al margen de la inmensa mayoría de las personas, algo con lo que, como norma, estoy de acuerdo pero  que en ellos queda (se manifiesta) de una forma un tanto aberrante.

La novela, quizá por eso, o por los constantes (y desconcertantes) cambios de narración dentro de la "tercera persona" (donde unas veces es "como si" un tercero independiente estuviese narrando la escena y otras veces "parece que" es el propio cerebro del protagonista quien describe lo que sucede) no terminan de casar bien. Cuando se introducen, además, terceras opiniones/puntos de vista, como en el tramo final de la novela, la cosa se vuelve un poco/bastante rara.

Sobre su protagonista, el ex-doctor Duca Lamberti, aquí convertido (tras un "breve" paso por la carcel por un asesinato con el atenuante de "eutanasia") en asesor/ayuda para alcohólicos y posterior investigador/justiciero privado/social, creo que la mejor forma en que puedo definirlo es "mi némesis", pues en él temo ver ese reflejo oscuro que nunca quieres encontrar cuando te miras en el espejo, ese "Hyde" que todos podemos llevar dentro pero que procuramos no sacar.

Lamberti se rige por un código moral propio y actuar siguiendo sus dictados sin importar los daños y consecuencias que pueda causar. Practica una eutanasia que le lleva a la carcel, dejando un padre desolado y una hermana desamparada, sin tan siquiera pestañear, porque es lo que hay que hacer. Vaya por delante que lo que aquí valoro es la ausencia de cargo de conciencia por las consecuencias de sus actos a nivel familiar y no el hecho de practicar una eutanasia. 

Me asusta el fanatismo ciego que representa, esa creencia ciega en los valores y la moral propios que lleva a la gente a olvidarse de las consecuencias que para otras personas pueden tener sus actuaciones. Es ese egoismo moral, que mas pronto que tarde alcanza el mundo físico, el que me aterra y atenaza, el que combato cada vez que mis intenciones pueden desencadenar daños para terceros. En las ocasiones (demasiadas para mi gusto) en que me dejo llevar y todo eso aflora, surge dentro de mí un conflicto moral que me lleva a un autoflagelamiento interior que será muy necesario pero que penaliza hasta la parte más infinitesimal de mi ser. ¿cómo puede el protagonista de esta novela carecer de tales miramientos?¿qué le lleva a tratar a los demás como meras figuras de cera?¿por qué extraño resorte puede llegar a instrumentalizar a terceros con tal de conseguir sus fines?

"Venus privada" es una función en tres actos. La primera, que actúa como presentación, pone en la palestra a dos personajes bien distintos, un Duca Lamberti (arriba descrito) en busca de trabajo  y David, el hijo alcohólico de un millonario italiano que busca/pretende dar una última oportunidad a su vástago de redimirse ante sus ojos. 

La segunda parte de la novela abarca la explicación a los problemas con la bebida de David, un trágico suceso que le ha llevado a estar en la situación en que se encuentra. Es esa historia la que sitúa al propio Lamberti y al inspector Carrua tras la pista de una red de trata de blancas. 

La tercera parte es la conclusión y es donde mis problemas con el protagonista crecen de forma exponencial. Hasta entonces es alguien frío, enérgico, intransigente... pero (con ciertas reservas) podría estar en su papel, limitándose a ser "lo que tiene que ser", aquello por lo que el padre de David le paga. Pero, a partir de ese momento se torna en un hombre con una misión y parece que nada (ni siquiera la ley o el miedo por lo que le pueda pasar a otras personas) ni nadie (ni siquiera un antiguo amigo de su padre) parecen capaces de ponerle freno.

Conclusión/Sentencia: En mi peor semana y con un protagonista que podría ser (y no debe faltarle mucho llegar a serlo) mi antagonista, difícilmente puedo decir que se me haya hecho el culo gaseosa leyendo esta novela (y perdón por la expresión), ni que me haya encantado o me haya entretenido. Es más, por momentos, sobre todo en el tramo inicial, se me hizo algo/bastante larga pero aún entonces (todo sea dicho) no sentí la necesidad de dejar la novela apartada y comenzar con otra más de mi agrado. Esto, que para quien lo lea puede no tener ningún significado (¡no me extraña!), para mí lo tiene porque hace ya algún tiempo que decidí que si una novela no me entraba (por demérito de la obra o por demérito mío) ahí se quedaba hasta la próxima, si es que alguna vez llegaba a darse esa "próxima". La terminé y no puedo decir que "a la fuerza".

Nada más acabar con ella, hace un par de días, cruzó por mi cabeza (de forma fugaz pero llegué a atisbarlo) un pensamiento muy básico: ¿es esta la novela que nominaré como la que menos me ha gustado de este año? curiosamente el "sí" rotundo que sería de esperar si uno atiende a lo dicho anteriormente, no apareció entonces (ni tampoco ahora). No sé explicar por qué, pero sin empatía con el protagonista o los demás personajes, con un estilo que no me ha resultado ni fluido ni especialmente agradable de leer y en un momento personal que...esta novela "que me revuelve" y "me cabrea" mientras su lectura se me "atasca", no me ha parecido que estuviese mal.

Es más, siendo del mismo corte (incluso temporal, por mucho que haya casi 10 años entre las mismas) que "Los pecados de nuestros padres" de Lawrence Block, y siendo esta mucho más dinámica y entretenida y con un personaje como Matthew Scudder con un sentido/espíritu justiciero igual de crudo pero más "entendible" que el de Lamberti, tengo la sensación de que recomendaría antes la obra de Scerbanenco que la de Block, aunque como digo no sepa explicar el  por qué.

Tal vez cuando algún otro la lea sea capaz de dar un sentido a lo que a priori puede parecer una enorme contradicción. Yo, ahora mismo, lo único que pienso es en ponerme una buena peli que me entretenga un rato y en decidir de una vez donde voy a pasar mejor la tarde, tumbado en mi sofá viendo series o escondidito bajo la colcha de la cama, donde, con un poco de suerte, parece difícil que pueda cargala aún más y las desgracias posiblemente tendrán más difícil darme alcance .