domingo, 16 de diciembre de 2012

A study in Scarlet - Estudio en Escarlata

Hablar de Sherlock Holmes puede parecer un brindis al sol, un intento de dar algo de caché  al blog. La verdad es que ni me lo había planteado, para mí, hablar de él es un marrón importante. Una de esas cosas que haces porque te comprometiste a escribir de todo lo que fueses leyendo a partir de un momento pero que cuando llega la hora te apetece tan poco que casi, casi te planteas no leer esa novela y coger cualquier otra para poder cubrir el expediente sin más. Leer esta serie completa (que hasta ahora nunca lo he hecho) e intentar hacerlo en su versión original son dos de esas cosas que siempre tienes en mente y que nunca te pones a hacer. Veremos si esta vez es la buena.

No creo que este post vaya a abrir los ojos a nadie, al menos a nivel literario. Si la obra de Sir Arthur Conan Doyle es famosa es fundamentalmente por el singular detective que acuñó y que se acabó convirtiendo en su peor pesadilla. Al menos eso es lo que recuerdo de unos artículos que lo ponían de ejemplo de escritor subyugado por le éxito de su personaje hasta el punto de llegar a convertirle en su esclavo, hasta el punto de verse obligado a  resucitarlo "milagrosamente" porque el público así lo exigió.

De Holmes se ha escrito y se ha hablado tanto que no creo que haya nadie que no sepa quién es y que o bien haya leído alguna de sus novelas o, por contra, haya decidido que no lo va a hacer. Éstos, los más, habrán podido encontrar en la televisión y el cine una forma más sencilla de conocerle.

En mi caso, el primer contacto con Sherlock Holmes también se debió a la televisión, en concreto a la serie animada “Sherlock Hound”, o al menos así es como creo recordarlo. Fue algún tiempo después cuando tuve acceso a la versión literatura fueron “Estudio en Escarlata” (la misma novela que trato hoy) y, si las fechas no me fallan, de eso hace casi dos décadas ya. Todavía conservo esa primera edición, la que publicó Bruguera en su colección Todolibros. 

Holmes ha sido un personaje que siempre me ha gustado. Su soltura, esa capacidad para asombrary dejar a todos boquiabiertos ante lo que sólo resulta "evidente” cuando él lo explica, pero también sus defectos, casi-casi tan grandes como sus virtudes, como una ausencia de modestia que roza la soberbia, ese (por momentos irritante) ir de sobrado y una incapacidad manifiesta para entender cualquier otra forma de pensar que no sea la suya.

El tiempo ha ido pasando y la fidelidad literaria que me ha mantenido alejado de "nuevas versiones" del personaje que han ido apareciendo, no ha funcionado de igual forma a nivel televisivo o cinematográfico. No es la primera vez que alabo la reciente versión televisiva británica, capaz de adaptar el personaje a los tiempos modernos. Una tarea complicada que ellos han conseguido manteniendo casi intacta la idea global de las novelas.

Guy Richie hizo algo totalmente distinto, reconvirtió una parte del personaje y de su relación con Watson para llevarlo a la gran pantalla. Un formato de dos horas requería más dinamismo y más acción y el director británico se la procuró con una sucesión de luchas. Quizás un poco demasiado de todo, moldeando el personaje a los gustos de quien se disponía a narrar sus historias. También un poco excsivo Robert Downey Jr, o quizás demasiado poco Watson (Jude Law) y prácticamente nada Irene Adler, y sí, ya sé que ella precisamente es la que no debería salir porque no hace acto de presencia en las novelas (al menos no en las que yo he leído) pero es que Rachel McAdams es mucha Irene Adler y su ausencia en pantalla se nota sobremanera.

Y ahora, hace apenas unos meses, “Elementary”, la que muchos temían (entre otros yo) que fuese a ser una mera adaptación “USA” de la última versión británica y que se ha convertido en una de las mejores adaptaciones que se han hecho, por encima de la última versión británica.

Y eso que en “Elementary” Watson es mujer y, encima, extranjera. Nada más y nada menos que Lucy Liu (¡quién me iba a decir a mí que me acabaría gustando verla actuar!) y su Watson, no es un exdoctor licenciado del ejército británico sino una exdoctora que ejerce como “acompañante” que ayuda a mantener a la gente alejada de sus adicciones. Porque el Holmes americano (interpretado por un Johnny Lee Miller soberbio con su acento británico) es un exdrogadicto que acaba de salir del centro de desintoxicación.

Lee Miller consigue plasmar en su actuación la esencia, el auténtico carisma de Holmes. El aire de superioridad y desdén hacia los demás que a veces resulta atractivo y otras hiriente, cierta dejadez hacia su persona cuando se encuentra inmerso en una investigación, su renuncia al mundo de las emociones ante el poder de la razón y un carácter obsesivo que (unido a una relación amorosa con un triste final) le hace proclive a la depresión, el ensimismamiento y, por supuesto, el (ab)uso de sustancias estupefacientes. Pero también un hombre que necesita contar con alguien que alabe, aplauda y entienda su labor, alguien capaz de hacer ver a los demás (lectores/espectadores, según el caso) que su grandeza reside, precisamente, en ser capaz de hacer fácil, lo difícil y posible lo que a priori parece imposible.

En eso, el “Watson” de Liu es, curiosamente, el más similar/parecido de cuantos he visto hasta la fecha. El más real. Mucho más que el interpretado por Martin Freeman en la versión británica, demasiado hierático, demasiado estoico, demasiado ...Holmes. El “watson femenino” es más cercano, más humano, más entendible. Capaz de maravillarse ante la portentosa capacidad de su “protegido” para atar cabos y ver cosas donde otros no las ven pero siempre anteponiendo algo “el sentido común” (el sentido más universal, el de superviviencia) y de cotidianidad a la subyugación a la lógica de Holmes.  Quizá por eso, a pesar de que el cambio de sexo de Watson pueda ser (o sea) un atentado contra la obra original, esta es la versión que más se aproxima al recuerdo/imagen que siempre he tenido cuando de la serie literaria. 

Holmes es un ser fascinante pero sus propias fortalezas tienden a ser su mayor debilidad y Watson actúa siempre como contrapeso y ancla para equilibrar lo que, de otro modo, no sería más que el breve paso de una estrella fugaz en su camino a la autodestrucción. El personaje de Liu ejerce así de contrapunto al de Miller, del mismo modo que el Watson literario lo hace con Holmes y es alrededor de esa realidad como se cimenta y una relación de amistad/compañerismo/dependencia extraña donde uno obtiene el reconocimiento que cree tan merecido y el otro una forma de recuperar el interés por la vida,. 

"Estudio en Escarlata" es el comienzo de una asociación que ejemplifica el que a veces 1+1=3. Es la novela en la que de forma totalmente fortuita Holmes y Watson se conocen. Es el momento en que  se instalan en el famoso 221B de Baker Street y el punto de inflexión en la carrera de Holmes. También la única ocasión que recuerdo en el que la "motivación" del asesino tenga un lugar especial. En las demás novelas Holmes explica la forma y los por qués de la actuación del delincuente pero en "Estudio en Escarlata" conocemos de primera mano los acontecimientos que desencadenan en el asesinato de dos hombres en Londres con apenas 24 horas diferencia. Algo insólito en la serie que hace de esta novela algo único que merece la pena ser leído aun cuando dentro de la serie haya otras novelas, como "El signo de los cuatro" o "El sabueso de los baskerville", en principio mejores.

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