domingo, 30 de diciembre de 2012

iBoy (Shibboleth II)

Si "iBoy" no es mí novela de esta año poco le va a faltar, porque me ha gustado (mucho, mucho), porque me ha sorprendido cuando menos lo esperaba y porque compagina el entretenimiento con algo de sensiblería, aunque quizás sea mejor empezar por el principio.

Siempre tengo la sensación de que hay quien piensa que para hablar de lo peor del ser humano y de nuestras miserias es necesario llevarnos a un futuro post-apocalíptico. Da igual si es en cine (por ejemplo, "Dredd 3d", que vi ayer) o en literatura (evidentemente, "En la carretera" de McCarthy o mucho más antigua, "Soy leyenda" de Mattheson). Lo que aún no he averiguado es el por qué, no sé si es que no se dan cuenta de que una parte del camino que "podría desencadenar" ese futuro ya está pasando/ha pasado, si es que no pierden la esperanza de parar el proceso o si, simplemente, prefieren ser políticamente correctos y no molestar a "las masas lectoras" hablándoles de una realidad que (lo mismo) ya están sufriendo en sus propias carnes. 

Evidentemente el canibalismo no está extendido por el planeta, el respeto por los demás todavía no se ha perdido por completo y aún hay gente que no se ha resignado y ha dejado de luchar, pero el presente no dista tanto de un futuro deplorable que, por desgracia, puede no estar tan lejos. ¿Entonces?

Por eso me ha gustado tanto la novela de Kevin Brooks, porque está ambientada hoy y, además, porque para hablar de situaciones extremas y de sociedades que se empiezan a colapsar no ha ambientado su trama en el continente africano ni el la región más pobre de sudamérica, sino en Londres, en un barrio marginal, en uno de esos "territorios" de las grandes ciudades donde nadie quiere mirar y a donde no llegan todas las buenas intenciones y los proyectos de los políticos. 

Además Tom Harvey, el "Iboy" del título, no es un personaje que se limita a sobrevivir y que sólo reacciona para salvar su vida o salir de su miseria, lo hace por miedo a que lo que ha sucedido (la violación de su amiga Lucy) vuelva a acontecer y eso es un cambio argumental con respecto a otras novelas anteriores pues en esas casi todos los protagonistas se limitan a reaccionar ante lo que les está aconteciendo, situados entre la espada y la pared no les queda más remedio que moverse, pero ese no es el caso de Tom, a diferencia de lo que hacen todos los demás personajes de la novela o como hacemos los demás (al menos como hago yo la mayor parte del tiempo)  que se limitan (nos limitamos) a pensar que "esas cosas pasan", "que no van a cambiar", "que algo habrá hecho para merecerlo", "que eso no me va a pasar a mí nunca" y "que la vida es una mierda pero que qué se le va a hacer".

Y no es que a Tom no le haya pasado nada, al contrario, él también sufrió una agresión, el resultado de una broma de mal gusto que acabó mal y que le dejó en coma durante 3 semanas, tras la que despertó con restos de un Iphone incrustados en su cerebro y la capacidad para conectarse directamente a la red. Es entonces cuando decide hacer algo, aunque en un primer momento decide hacer algo porque, como leyó en Spiderman, "un gran poder conlleva una gran responsabilidad", pero claro nadie le explicó ni en los tebeos ni en la televisión ni en la vida que toda acción conlleva una reacción opuesta e inversa y que cada uno de nuestros actos se cobra también un pequeño precio y eso es algo que el tiene que aprender "por las malas", porque tener acceso instantaneo a toda la red de datos de internet puede ser una virtud pero también hay que estar preparado para lo que venga después y él no lo está. Es entonces cuando Tom aprende nociones sobre el "relativismo moral" y sobre los distintos matices del bien y el mal, es entonces cuando se ve obligado a madurar.

No he reventado nada de la trama pues lo narrado apenas sucede en las primeras 20 páginas de la novela y, encima, ya viene contado en la sinopsis. El resto es posiblemente una de las mejores críticas a la sociedad actual y a la pérdida de valores que he leído en los últimos años, sobre todo teniendo en cuenta que además está ambientada en una sociedad desarrollada del "Primer mundo" y no en países en vías de desarrollo. Aquí no valen coartadas morales de que eso "no sucedería aquí" o "es que ya se sabe que allí abajo...", "esto" es el aquí y el ahora de una sociedad caduca y obsoleta incapaz de hacer autocrítica, y va siendo necesario.

"iBoy" habla de la falta de privacidad que ha supuesto internet cuando enfrente se tiene a alguien con los recursos suficientes para explotarla en todo su potencial, de la pérdida de valores de la juventud fruto de la dejadez de las instituciones y de sus "mayores", de la pérdida de sentimiento y de la deshumanicación del ser humano. Nadie se debería llamase andanas, la novela no lleva lo que está sucediendo a su vertiente más extrema, simplemente sigue mirando cuando llega al punto donde nosotros (habitualmente) retiramos la mirada y es que, por mucho que estemos acostumbrados a ver noticias aterradoras en las noticias (muchas de ellas acontecidas en nuestra propia ciudad), nunca nos cuestionamos el cómo se ha llegado a esa situación y el "hacia donde" nos estamos dirigiendo. La novela de Brooks mira directamente al origen del problema y nos lo muestra sin pudor. En su caso encarnado en la vigura de "Hell-man", "The Devil" o Howard Ellman, la figura que se sitúa detrás de todo el mundo clandestino de la ciudad, el jefe en la sombra, el hombre que da miedo precisamente porque representa todo aquello que no queremos, un producto de nuestro tiempo.

No pretendo engañar a nadie, ver las miserias de nuestra sociedad es complicado y por eso la lectura de la novela no es fácil, a pesar de que está bien escrita y se lee con una enorme facilidad (incluso en inglés). Hay momentos muy duros porque aunque la violación no se narra si hay las suficientes referencias como para que un adulto entienda lo que pasó y ver lo que está pasando en el bloque de edificios en el que vive Tom y en las zonas aledañas "duele" y "revuelve" pero "Iboy" también habla de esperanza y de que aún es posible hacer algo porque si algo rebosa el personaje de Tom es "humanidad" y "cambio" y porque conforme avanza la novela uno se da cuenta (como se da cuenta él) de que en el fondo es un hombre en una misión, una de rescate (no de venganza) que cada una de sus dos partes  (en constante lucha) ha emprendido a su manera, Iboy buscando evitar que "vuelva a pasar" utilizando las herramientas que tiene a su disposición y Tom intentando recuperar para la vida a su amiga Lucy, con lo único que tiene, amor.

Creo que "Iboy" podía ser una buena lectura didáctica para muchos adolescentes actuales, incluso podría sustituir  la lectura de "Ética para Amador" de Sabater, con que yo crecí. El mundo ha cambiado y los niños siguen siendo niños pero lo son en un mundo que les muestra demasiado de una forma repentina y brusca, que son incapaces de procesar adecuadamente. Quizás por eso ésta sería una buena lectura a partir de cierta edad y siempre acompañados, una novela para comentar y sobre la que hablar. 

Creo que muchos padres y aspirantes a padres deberían echarle un vistazo para intentar entender "lo que está pasando" a una generación que ya nos coge un poco lejos y que no llegamos a entender por completo porque su "infancia" y su "adolescencia" poco o nada tienen que ver con la nuestra (y eso que a mí no me coge especialmente lejos... al menos en cuanto a número de años se refiere). Pero lo más importante es que esta es una novela que suma, que aporta algo, que te muestra algo (porque para que enseñase tendríamos que dejarnos y que pensar y eso es algo que quizás ya no estamos tan acostumbrados a hacer) y que debería llevarnos a cuestionarnos a nosotros y  a la sociedad que estamos construyendo con un poco de autocrítica y mirando mucho más allá de los dichosos modelos educativos (que esos sí que están haciendo aguas por todos los lados).

"Iboy" es una novela para leer y para releer. Para guardar para esos días en que uno pierde parte de la esperanza en el ser humano y se da cuenta de que hemos perdido el camino. Y está en español, que yo no lo sabía cuando la compré (aunque tampoco creo que hubiese cambiado las cosas).

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