miércoles, 25 de octubre de 2017

La brisca de cinco - Bar Lume, vol. 1




Si tuviese que definirme creo que por desgracia una de las cosas que tendría que afirmar es que soy (me gustaría decir que he sido pero creo que hay momentos en que aún es así) una persona demasiado "firme" en sus ideas, una auténtica mosca cojonera en una discursión, hasta el punto de que alguna de las peloteras domésticas entre mi padre y yo sobre cuestiones de leyes (y otras muchos temas) han debido adquirir dimensiones casi parricidas, si no cómicas.

De él admiro su fé increbrantable en que todo debe ser discutible, no hay elementos ciertos al 100% y, como norma, uno debe ser capaz de cuestionar el proceder de los demás o al menos asumir que todos debemos ser objeto de escrutinio. 

Su caballo de batalla a ultranza es la ley y la forma en que entiende e interpreta la misma no suele coincidir en muchos casos la de jueces, juristas o la mayor parte de la sociedad (hijo incluido).

Mi visión mucho más reducida, sobre todo en la adolescencia (y todo el camino hasta los treinta), defendía que ciertos juicios de valor no merecen consideración por no tener en cuenta todo el conjunto de doctrinas, interpretaciones, valoraciones, y conocimientos leguleyos que el estudio de la carrera y la práctica legal te da.

La defensa (a veces "ciega") del respeto a las Instituciones y de la presunción de proceder inmaculado de las mismas siempre ha chocado con la de un hombre que cree que las instituciones las forman personas y que estás, por definición, no siempre obran de la forma más correcta (sea por mala fé, desconocimiento, ignorancia o error).

La vida demuestra que cosas seguras hay pocas y que los años tienden a dotar de una sabiduría y un "conocimiento" a quienes consiguen sobrellevarlos que los más jóvenes aún no han alcanzado.

Por todo eso, cuando leí el siguiente fragmento en "La Brisca de cinco" no pude más que sonreír.

- Sin duda - intervino Aldo -. En comisaría se realiza la investigación, es verdad, pero aquí se somete a examen de la sociedad civil la actuación de las fuerzas del orden que, en un país democrático, el ciudadano tiene el deber moral de valorar. Esto con el fin de no caer en una indecorosa aceptación servil que, como comprenderá...

Pensé en mi padre (que espero que siga ahí discutiendo y rebatiéndo mucho tiempo aunque no estemos de acuerdo muchas veces), en lo mucho que me habría irritado hace una década esta aseveración y lo poco que hoy me afecta y que hay una parte de mí, cada vez más grande, que asiente ante una aseveración semejante. Todo es objeto de cambio, nos guste o no.

Sigo sin creer que los "enjuicimientos populares" sea algo que se deba a hacer a la ligera (uno de los errores de la sociedad actual es confundir pareceres con fundamentos y el rumor y el corre-ve-y-dile con información veráz) pero creo, como en la frase, que en una democracia real el hecho de poder ser cuestionado y tener que dar información de los cómos y porqués ayuda, no sólo a preservar una buena praxis sino también a entender la forma en que han sucedido las cosas.

Así que a Marco Malvaldi le debo, de entrada, un pequeño viaje retrospectivo y una autocrítica dura en los días posteriores a su lectura, una pequeña reflexión sobre mis defectos y carencias y un reconocimiento tácito a la suerte que he tenido de crecer en el ambiente y con la familia que lo he hecho.

Y, además, me ha hecho sonreír. 

No mucho, porque es ligera y amena pero no tiene ese punto canalla/hilarante que puede tener Julio Muñóz Gijón o ese aire imaginativo/genial que acompaña a Matt Wallace en sus historias, pero lo justo.

Es costumbrista hasta cierto punto. Limitada a un ecosistema muy reducido como es en el fondo un bar, con su barra y las 4 mesas que posee y un grupo de personas mayores jugando a las cartas y dialogando con el camarero/barman/dueño del establecimiento.

Sin sangre, sin violencia, un poco Miss Marple pero sin la tensión que puede poner un efecto sonoro, por eso la denominación de "Cozy Mistery", unido a un toque ingenuo en el punto de partida y una crítica social bastante real tanto al sistema como a "sus salvadores de sobremesa", pero sin conseguir (o logrando evitar) convertirse en una obra más seria de lo que sería deseable, siempre, eso sí, manteniento su honestidad.

Está construida para ser atemporal, a fin de cuentas la gente habla, los rumores y las habladurías forman parte de nuestro día a día, todos tenemos amigos que conocen a alguien al que le dijeron que Fulano el otro día vió como... donde la tecnología, los móviles y los distintos avances no han llegado, no se los espera y aún no son bienvenidos.

De diálogo constante, muy fluida, con una lectura de un par de horas (puede que tres si haces una leve pausa para merendar) pero con un toque amable/agradable que te hace disfrutar de ese ratito lejos de tu cotidianidad pero envuelto por ella, con un protagonista incapaz de poner un café a media tarde porque no es el momento de hacerlo y de discutir con la autoridad porque lo que ve y piensa no casa con la forma en que están construyendo el puzzle de un asesinato.

Con las cartas de fondo (sin tanta presencia como podría deducirse del título pero con un halo inspirador que justifica su uso) y esas tertulias y ratos compartidos mientras se juega con amigos que nos hace retrotraernos a momentos de la infancia, al menos de la mía (con amigos que no siempre siguen formando parte de tu vida, en un momento en que pensabas que todo iba a ser mucho más fácil, con un parque de fondo que perteneció a gente que ya no está porque la vida tiene esas cosas y a todos nos llega nuestro momento).

De Malvaldi (casi mejor, "A Malvaldi") le debo tres horas de recuerdo y nostalgia, con sonrisas que me ha generado leer su obra aúnque no tan sólo lo que leía, con un personaje agradable, entendible y hasta asumible (quizás reflejo de alguien que no me importaría haber sido pero que sé que nunca seré), de diálogos punzantes, con el equilibrio justo de crítica y honestidad, con cierto amor familiar y algo de humor, con personas mayores que se comportan como tal aunque quizás lo que el autor escriba no siempre sea "lo correcto" y relaciones laborales bastante sanas, donde la resuesta ácida y ciertos diálogos hacen envidiar que la ficción no siempre sea "lo real". 

Creo que "La brisca de cinco" es, como mínimo un "está bien" para cualquiera, amena, ligera, inócua, inocente pero con un puntito ácido que se agradece, inteligente si eres honesto con lo que lees y posiblemente infravalorada en según que momentos, pero reconozco que es posible que para amantes de otros autores italianos como Carofiglio, Camilleri o incluso Donna Leon, le falte algo.

Para mí es un "Me gusta" porque me ha dado algo que no esperaba y que atesoro, en una lectura subjetiva que entiendo que no tiene porque ser así para los demás. 

Soy consciente de que no es un novelón y asumo que no es una lectura que haré por volver a tener en mis manos pero sí que leeré otras de la serie, simplemente para disfrutar del placer de un pequeño remanso de tranquilidad y una lectura agradable, aunque no logre alcanzar ese puntito interior al que ha llegado la primera entrega.

Valoración: me ha gustado.

sábado, 21 de octubre de 2017

The Grim Company - The Grim Company, vol. 1


La fantasía en general vive un momento bastante interesante, no sólo por el éxito televisivo mundial de la ya recurrente "Juego de tronos" sino por la proliferación de distintos autores que están consiguiendo hacerse con un nombre propio en el género, desde Brandon Sanderson y ese megauniverso (o cosmere) que ha creado y que sólo él parece saber cómo va a acabar a la proliferación de autores que han aprovechado las oportunidades de las Distopias para hacer el agosto. Sin embargo, da la sensación de que la más clásica de todas las variantes, la"espada y brujería" de toda la vida, aquella con la que crecí y que me hizo soñar con ser aventurero, está en vías de extinción.

Ni Ed Greenwood (y su Elminster), ni la serie de "La espada de la verdad" de Terry Goodkind, ni "Las monarquías de Dios" de Paul Kearney, ni James A. Moore con "Seven Forges", han conseguido mantener las constantes del género y los autores han ido derivando hacia otras subespecies"fantásticas.

La "espada y brujería" va dividiéndose y repartiéndose entre distintos subgéneros, ni mejores ni peores, simplemente distintos, que a mí, por momentos, no terminan de ofrecerme lo que busco.

Es cierto que como lector ahora tienes más opciones que antes: puedes ir hacia una Young fantasy de la mano de Rick Riordan y demás autores del ramo (ligeras, algo banales y quizás algo sosas para un adulto medio pero con un punto curioso y entretenido), optar por girar hacia versiones alternativas de la historia con dragones de por medio (Naomi Novik y su "Temerario" o Pierre Pevel y sus mosqueteros, por ejemplo) o dejarte seducir por algo mucho más exigente, detallado y coral como los "Juegos de Tronos" o "Las monarquías de Dios", con tintes más épicos y trascendentales pero en ninguno de ellos encuentras ese "algo especial" que daba, por ejemplo, Margaret Weis en "Las crónicas de la Dragonlance" (el resto de las series del universo Dragonlance las pongo más en entredicho, productos en muchos casos de consumo rápido aprovechando una fórmula y unos personajes ya exprimidos).

Hoy se llevan las sagas eternas donde cada libro (de 500 páginas en adelante y si llegan a 1.000 te damos un bonus) acaba cubriendo una ínfima parte de una trama ultracompleja de múltiples frentes a leer en decenas de libros, que reparte la atención entre todos ellos casi de forma uniforme y sin llegar a tomar partido por unos u otros pero los aventureros de toda la vida, los auténticos antihéroes, se extinguen, cayendo en el olvido. 

Los protagonistas de aquellas novelas, esa gente de bien obligada a ser héroes en contra de su opinión/decisión/voluntad, en textos no muy voluminosos pero con una idea muy clara y definida que ofrecían diversión, entretenimiento y acción a partes iguales, desaparecen.

Y con ellas esos personajes de "ensueño", totalmente definidos, con sus virtudes y sus defectos los que quién escribe hecha de menos. Esos mismos que luego escritores como Terry Prattchet podían coger, desgranar, exprimir y parodiar con gracia al permitirnos a todos formar parte de esa gran broma,  capaces en todo momento de identificar a la mayor parte de ellos sin dudar lo más mínimo.

En una época donde los superhéroes toman las pantallas de televisión volviendo a esos años finales de los 80 donde los cómics dominaban el consumo infantil, no estaría de más que alguien consiguiese rescatar parte del encanto fantástico ochentero en el ámbito de la fantasía. 

Esa misma fantasía que inspiró la idea de los juegos de rol y que hoy se ha visto reducida a meros clichés en infinidad de juegos de consola y ordenador que todo el mundo consume pero que no generan imaginario colectivo.

Quizás porque los propios juegos superan en mucho la ficción y su consumo es mucho menos exigente, el escritor de género se ha visto obligado a derivar hacia algo más profundo (o más intelectua, más hilvanado o cultureta) amparándose en una longitud desmedida para justificar la compra del libro.

Por ejemplo, Michael J. Sullivan en sus Crónicas de Ryiria se aproxima al recuerdo de Farth y el Ratonero Gris de Leiber pero su larga duración hace que sus tramas se diluyan un poco en la zona intermedia, dejando siempre mejor recuerdo por la potencia de su puesta en escena y el toque alegre de sus finales, que por el desarrollo intermedio.

En ese marco desolador llegó a mis manos (¡¡vamos, que compré!!), "The Grim Company", intento a ciegas por dar con algo de mi gusto (fue antes de "Carne picada" o lo mismo me habría dado más reparo fiarme de mi instinto)

"The Grim Company" es, claramente, una apuesta por una fantasía de ese corte más clásico, con algún cliché de género pero con las dosis justas de aportación propia que la convierten en una lectura a tener en cuenta. 

Muy definida, con una longitud aceptable, la sucesión de acontecimientos justa para que hablemos de una historia y no de una serie de catastróficas desdichas, sin grandes pausas que te disipen entre eventos y con personajes potentes o, al menos, con un par de ellos que lo son y te cautivan.

Como es la moda hay varios frentes abiertos y una narración coral, algo más concentrada que en otros casos (en este caso con 5-6 núcleos a seguir pero bastante interrelacionados como se verá después), narrando la perspectiva de distintos bandos, para contar una historia global que al final de la primera entrega se promete más compleja de lo que en un primer momento se pudiese vaticinar pero no tanto como para necesitar ir tomando nota en un cuaderno de mil nombres y eventos.

Como el texto no es todo lo homogéneo que me habría gustado, la intensidad y calidad de la narración varía en función de quién protagoniza el pasaje y la empatía que genera en el lector. Así, Davarus Cole, el teórico protagonista principal, es uno de esos personajes cargantes que si tuvieses delante estrangularías y te quitarías de en medio sin dudar desde casi el primer momento mientras que otros personajes a priori secundarios, como Sasha o Eremul, van ganando peso poco a poco, aunque en el conjunto de la obra no sean más que meros peones.

Hasta cierto punto arquetípica, la historia gana a partir del primer tercio cuando aparecen 3 bloques distintos en la intercalación de la narración:

Yllandris y la narración de lo que sucede en las High Fangs (el siempre socorrido "Norte"). Inhóspito, agresivo y peleón, que nos hace recordar al muro y los Salvajes de George R. R. Martin pero también a los pueblos bárbaros de Robert E. Howard.

Brodar Kayne, ese personaje que se queda en la retina y que admiras sin querer admitirlo. Un veterano de retirada que no se deja morir porque un código ético particular se lo prohíbe. Un luchador sin igual que debe hacer frente a los achaques de la edad y a su caída en desgracia desde el comienzo de la novela y que acaba robando el protagonismo a cuántos pasan por su lado.

Barnabas. El representante de la otra parte de la historia. Una de las grandes aportaciones de Luke Scull, innovación al frente de unos Augmentors, en los que algún mal pensado con algo de memoria podría ver retazos de esos "Dragones y Mazmorras" televisivos que algunos corríamos a ver y cuyos cromos coleccionábamos.

Con estos tres elementos y las distintas consideraciones políticas y morales que se van planteando conforme avanza la narración y nos muestran los distintos personajes, la historia cobra una nueva dimensión y la lectura adquiere un poco más de identidad, resultando al final algo bastante entretenido y bien llevado que se agradece por momentos y que evita caer en los momentos de bajón que pueblan las novelas con mucho más artificio y cientos de páginas de relleno.

Además, Scull consigue recrear/construir batallas distintas, épicas hasta cierto punto, llenas de tensión y adrenalina, de espadachines y asesinos, de magia y encanto, con criaturas infernales creando el pavor y personajes "reales" erigiéndose en salvadores. Un misticismo heroico que se echaba de menos en otras narraciones.

No pretendo engañar a nadie. No es la mejor novela del siglo y estoy convencido de que casi cualquiera de los libros de Martin o Sanderson son mucho mejor novela que ésta pero lo cierto es que su autor ha conseguido hacerme recordar por un momento esos sueños de infancia, esa capacidad de soñar y olvidar la realidad, vibrando y temiendo con (y por) los protagonistas (o al menos algunos de ellos) mientras la adrenalina bombea por el cuerpo a la espera de un enemigo al que hacer frente o de ese encuentro final que esperas, temes y ansías a partes iguales. Y eso no tiene precio.

Un pero... ninguna editorial española ha apostado todavía por ella. 

Valoración: Me ha gustado. Con cosas por mejorar y pulir pero en la línea de la narración que me gusta y con algo la sensación de haberme podido reencontrarme finalmente con un tipo de historia que me gusta y echaba de menos, me parece una buena lectura dentro del mundo de la fantasía.

lunes, 16 de octubre de 2017

Carne picada


Me equivoqué, de no haber sido así creo que nunca habría llegado a este libro.

Estoy convencido de que habría sido una pena pero, si normalmente digo cómo llego a ciertos libros, me parece lo lógico reconocer que "Carne picada" llegó a mí (o yo llegué a él) por un error y que, de  haber ido todo de la forma habitual,  es probable que ni habría sabido de su existencia.

Cuando me lancé a la caza de un libro, lo hacía buscando en concreto uno de Carlo Lucarelli, autor de novelas negras italianas. Quería leer algo suyo (es uno de los mencionados en aquel artículo sobre el "spaghetti crime" de "El país" de hace un par de meses), sin tener muy claro cuál. La idea era darle una oportunidad para ver si me interesaba seguir con él en la lista de pendientes (esta vez con un argumento propio no heredado) o si se podía caer por no ser de mi gusto. En el fondo se trataba de darle "su momento".

Al buscar en la página de la librería busqué por el autor y apareció un listado, entre el que el título "Carne picada" me llamó la atención. 

Vi la sinopsis, generé una expectativa (que a posteriori se ha demostrado injustificable) sobre crímenes y asesinatos en una cocina y no me fijé en ningún momento en que el nombre de la portada que acompañaba a Lucarelli era Leonardo y no Carlo.

Así que con ese derroche imaginativo y una portada que se ajusta perfectamente a lo que es el eje de la novela del autor y, desgraciadamente, al de mi paja mental, estaba totalmente dispuesto a emprender su lectura sin entrar a valorar nada más.

No me di cuenta del error (ni novela negra ni Carlo Lucarelli) hasta la mitad de la historia, cuando me puse a buscar cuándo había estado Lucarelli en una cocina o si todo lo narrado era pura y simple ficción.

Ahí, Leonardo apareció como alguien distinto a Carlo. Mientras éste es un maestro de la novela de misterio el otro es un cocinero que se convirtió en chef en la última década.

En mitad de una historia, sin sangre de por medio (salvo la originada por el corte de un dedo de la mano en un descuido) y sin sensación de thriller por ningún lado, acabé por reconocer el error, me reí de mi mismo, me puse colorado, dejé de buscar lo que no podía encontrar ahí y me limité a seguir disfrutando de la historia con los elementos que me habían dado, sin buscar nada más.

Es evidente que se sale de mis lecturas habituales, lejos de cualquier parecido con la novela negra o fantástica que suelo tener entre mano. Como casi todas las que me han gustado ha llegado a mi vida sin querer y se queda sin que haya forma de poder evitarlo, a pesar de no procurarme el solaz y la evasión que siempre busco.

"Juntos, nada más" de Anna Gavalda o "El silencio de la ola" de Gianrico Carofiglio, son dos de los mejores ejemplos de este tipo de novela que no tienen fama pero que en un momento dado me marcaron y desde entonces me acompañan con el paso de los años, a la espera de momentos futuros en las que las releeré (por segunda, tercera, cuarta vez...). La primera de las dos, que tiene un aire más cotidiano y también dedica algo de su tiempo al mundo de la cocina (aunque con un carácter más tangencial) ofrece algo más próximo a la obra de Lucarelli, si bien la forma de escribir del autor italiano se asemeja más a la de su compatriota.

Me gusta sus primeras páginas (y, por qué negarlo, lasúltimas). Para mí marcan el conjunto de la novela al predisponerte como lector. En ellas Lucarelli habla de por qué uno quiere ser cocinero y lo hace con honestidad, desde mil puntos de vista, con el conocimiento que da haber vivido y entendido las motivaciones, necesidades y deseos de quienes se mueven a tu alrededor. 

Lo hace sin juzgar y con una simpleza de planteamiento que te aproximan a él en apenas cinco minutos. Y lo mejor es que muchos de esos porqués no se circunscriben tan sólo al mundo de la cocina, son extrapolables a mil situaciones distintas de la vida (profesiones, hobbies, adicciones, etc...), describiéndolas con pulcritud y un carácter marcadamente directo.

Escribo sobre una novela introspectiva, que habla de personas (con el marco de la cocina de telón de fondo, pero podría haber sido algún otro universo profesional altamente competitivo y muy estresante, creo que por desgracia ejemplos sobran), del paso de los años, de las expectativas creadas (y de lo que sucede cuando no se cumplen), de los giros inesperados, de la suerte y de su ausencia...

Su protagonista, el propio Leonardo Lucarelli, nos narra casi veinte años de su vida. Lo hace de forma amena, describiendo el día a día, demostrando que no hace falta ser minucioso para ser detallado, con un personaje (él mismo) real y tangible, que vive muchas cosas, algunas (quizás muchas) de las cosas que cuanta forman parte del pasado común de muchos de nosotros y, quizás por eso, resulta muy agradable (y algo triste) de leer.

Ni siquiera la ambientación eminentemente italiana produce distanciamiento. Las personas (al menos con vínculos culturales marcadamente mediterráneos) son bastante similares y, aunque es evidente que las celebrities a las que se refiere en la novela no son conocidas aquí, no resulta difícil extrapolar comportamientos y caracteres.

Los desvaríos, inconsistencia, errores y triunfos (los del protagonista) son los de muchos de nosotros o, al menos, son muchos de los míos. Su aprendizaje similar, su carácter, sus impulsos, su forma de ir entendiendo el mundo, todo me ha hecho recordar y pensar en momentos y paisajes aislados, a las dudas de entonces (incluso aquellas que siguen acompañándole (o me) aunque pasan los años), los sueños que siempre están por ahí esperando a verse cumplidos, la sensación de que nos vendieron una versión de la vida que no llega nunca y que deja un poso muy amargo conforme avanza el tiempo y empiezas a entender que nunca va a presentarse como la habíamos concebido.

Lucarelli no vende el secreto de la felicidad y se agradece. Narra un periodo de su vida (casi hasta el presente) y deja abiertas todas las alternativas posibles, porque hasta cuando está cerrando la historia quedan pendiente dudas y reflexiones, con esa sensación de que su vida (y la nuestra) es cambiante y no existen fórmulas fijas que garanticen un resultado de forma permanente.

No incluye momentos muy románticos (ni en el concepto de la vida ni en cuestiones amorosas), lo que convierte su lectura en un ejercicio de realismo muy de agradecer, con una amistad increíble aunque escueta con un Matteo al que todos querríamos tener de amigo. 

Es la historia de una persona en una zona intermedia, lejos de esos afortunados que hacen realidad todas sus metas pero también de quién se cría y vive en zonas marginales y no tiene salida a su situación desde que nació. Por eso me ha resultado muy fácil identificarme con él, sentirme a gusto con su lectura y entender lo que le mueve (y lo que le detiene).

La ambientación en el mundo de la cocina sirve para explicar mejor un mundo idealizado en según que medios y martirizado en el resto, entendida como un ambiente de trabajo como muchos otros, cambiante, estresante y despótico, donde no siempre quién mas sabe es el que progresa y donde la suerte juega un papel muy importante en el resultado final de tu trabajo.

Que me gusta el mundo de la gastronomía y lo que mueve creo que alguna vez ha quedado patente en este blog pero, si bien me gusta la sensación de un protagonista que explora distintos aspectos de ese "ecosistema" tan singular y a la vez tan desgastante (desde la nouvelle cousine a la comida más tradicional, pasando por sitios que simplemente dan de comer de la forma más rápida y sencilla posible (sea o no buena)), lo que más me gusta es la sensación de que esta novela la ha escrito alguien que ha vivido con aciertos y fracasos y que cohabita espacios comunes a los míos.

Leer sobre ti mismo sin tener que escribirlo tú tiene un gran valor. Ese viaje personal en el que me ha sumergido "Carne picada" no tiene precio por mucho que sus peros existan y sean muy presentes, entre otros que no deja muchos momentos para el recuerdo a los que poder aferrarte cuando tratas de recordarla.Quizás, como pasa con la propia vida, lo inolvidable es la emoción sentida cuando pasas por el lance y el recuerdo que te deja cuando lees algo parecido en el que otro es el protagonista.

Valoración: me ha gustado.


miércoles, 11 de octubre de 2017

The graveyard book (El libro del cementerio)



Tocaba Gaiman.

No sé si por sibaritismo, populismo, curiosidad o interés, pero cuanto más lo pienso más claro tengo que era lo que tocaba.

Llevaba mucho tiempo rumiando esta lectura. Realmente lo que rumiaba era "una lectura de Gaiman". Durante mucho tiempo.  Hoy parece demasiado. 

Por un lado me movía la curiosidad, vi "Stardust" cuando salió, hace ya mucho tiempo y aunque en película no me terminó de llamar la atención siempre me he quedado con las ganas de enfrentarme al libro y ver qué tal. 

Por el otro, me puede el interés, la curiosidad y la vanidad. He leído a Tolkien, R. R. Martin, a la sociedad formada por Weis y Hickman, Herber, Sanderson, Clark y poco a poco intento que pasen por mis manos todos los "grandes clásicos" o los que lo serán. (Nota personal: China Mieville se sigue resistiendo).

Me gusta tener una idea global, no siempre siento la necesidad de explorar toda la bibliografía de un autor que me haya gustado pero sí tengo una compulsión extraña hacia lo nuevo y variado, a localizar referentes y explorarlos y Gaiman lo es, o al menos lo lleva siendo la última década.

Hace poco estrenaron "American Gods" en televisón y un primer vistazo me dijo que no era para mí pero que quién lo creo tiene mucho que ofrecer.

Hace un par de semanas vi que se publicaba "Mitos nórdicos" y supe que la acabaría leyendo si disponía de unos cuantos meses para ir cubriendo otras asignaturas pendientes. Pero, ¿cómo empezar a leer a Gaiman justo por su última obra? 

Así que mi problema había mutado. Ya no era cuestión de si iba o no a leer algo de Gaiman sino por dónde iba a empezar a hacerlo. Y, salvo el descarte de "Stardust" para evitar comenzar con una novela que ya supiese claramente de qué iba, no tenía un claro favorito. 

Descarté posibles segundas partes y secuelas y me lancé a la suerte, sin buscar sinopsis ni investigar nada en profundidad. El azar quiso que fuese "The graveyard book".

Si soy sincero el comienzo me costó. 

Su prosa no es la de autores de bestseller y consumo rápido. Tiene un ritmo o una musicalidad distinta y su lenguaje es algo más áspero, más incómodo, no siempre tan coloquial como me gustaría. 

Venía de leer "The hostage", donde la mitad de los diálogos tenían jerga y abreviaturas coloquiales propias de dialectos escoceses e irlandeses y, sin embargo, me costó bastante menos que esta novela. En ese sentido el avance fue lento (no mucho pero lo justo como para notarlo, lo que de por sí no es un buen comienzo).

Además el vocabulario es distinto al habitual, no es algo abrumador pero sí lo suficiente como para frenar la sensación de lectura fluida que me gusta. Una cuestión que me ha llamado la atención desde el principio, porque al principio lo interpreté 100% como un libro de Young adult y no terminaba de entender la exigencia para su lector en potencia.  Notaba un contrasentido entre el fondo y la forma y no terminaba de ajustarlo.

He leído "Momo" de Ende, y el lenguaje (que conste que la leí traducida) es otra cosa. La leí siendo un crío y hace unos años y creo que es una lectura de niños con un mensaje que los adultos han olvidado y que a veces necesitamos que nos recuerden.

"The graveyard book" es algo distinto, creo que es un libro de adultos que los niños pueden leer y disfrutar a su manera. O un libro intergeneracional (palabra que está muy de boga) que según quién lo lea ofrece cosas distintas.

El eje argumental no es especialmente complicado, para alguien joven debe ser algo parecido a la serie de "mi pequeño vampiro", mientras que para un adulto puede resultar algo demasiado liviano pero de fondo hay pequeñas cosas adicionales, momentos puntuales que te van transmitiendo algo distinto, información que como adulto interpretas y valoras de forma distinta a los más jóvenes, elementos que están ahí aunque no se mencionan  y que hacen que la novela te vaya cautivando aunque eres consciente de que "eres demasiado mayor para ese tipo de lectura".

No creo que se trate de Nobody, de Silas o de Scarlett, ni de los terribles Jack, creo que se trata de la reflexión sobre la vida, el paso del tiempo, el amor y el cambio. 

Quizás por eso se haya convertido en uno de esos pequeños tesoros que guardas muy dentro para volver a él en otros momentos de tu vida en donde buscas encontrarte o ver si te reconoces, como a mí me pasa con "El principito" de Saint-Exupéry y ciertas películas que te hacen volver, si no a ser el niño que fuiste, si al menos a reencontrarte con emociones y sentimientos que normalmente contienes en el frenesí cotidiano donde las formas se cuidan y todos llevamos armadura.

No sé en qué momento dejó de ser "la lectura a terminar sí o sí porque toca, me guste o no" a un "madre mía que todavía consigue que suelte una lágrima justo aquí, en mitad de la calle", pero la metamorfosis realmente se produjo.

Recuerdo su tramo final, ayer en el metro, inmerso en su lectura, con ese poso de tristeza que se te instala en el interior cuando notas que algo está llegando a su fin y no quieres que sea así, por muy inexorable que sea. Hasta el punto de que cuando te quedan 10 páginas y notas que el autor ha hecho su última pausa antes de cerrar la novela, haces una pausa injustificada para darte un ratito más que te permita despedirte del libro en condiciones.

Su momento cumbre ha hecho que sintiese cosas, no sé si una profunda tristeza, una enorme alegría... o ambas las dos. Es de esos finales que además te regalan una frase de esas que te marcan en un momento de tu vida (y corres a incluir como foto de tu perfil de whatsapp porque en ese momento crees que define parte de qué/quién eres) y un final que me hizo recordar los finales de dos películas ("Dentro del Laberinto" y "Los Goonies") con todas las emociones que generaron entonces en mi interior (ese cúmulo de sentimientos que se contraponen y te convierten durante unos instantes en una montaña rusa donde no sabes si reír de tristeza o llorar de alegría) y ese punto (¿y seguido?) que pone el fin a las mismas.

Quizás por eso, por ese punto que me ha tocado y que la convertirá en algo difícilmente olvidable, la valoro como algo increíble, aún cuando durante la mayor parte del tiempo habría sido una "Young adult" que no está mal, sin más.

Valoración: increíble.

P.D: Volveré a Gaiman, eso seguro.

P.D.II: Las ilustraciones de Chris Riddell suman y mucho.

sábado, 7 de octubre de 2017

The Hostage - Stratton, vol. 1


Tras las últimas lecturas que habían sido un poco fiasco, la primera entrega protagonizada por el operativo de las SBS John Stratton ha supuesto un buen apoyo para recuperar la esperanza.

No voy a engañar a nadie, es adrenalina, mucho movimiento (sin que implique que vaya acompañada de la misma dosis de violencia), algo de agitación y una pizca de tensión. Puede que no suene a "mucho" pero para mí ha sido un "bastante" muy satisfactorio y placentero.

Si algo tiene la novela es un personaje potente, relativamente humano (lo que ayuda a cogerle cierta simpatía) y coherente (otra cosa es que su filosofía de vida sea la que compartimos los demás) que tira del carro y convierte la historia en algo muy llevadero que se lee bien a pesar de su volumen (no se hace larga pero desde luego no es una novela corta).

La ventaja de la historia es que no gira sólo entorno a la parte militar de los grupos de intervención, también se ve la parte de inteligencia y, sobre todo, "la otra parte", la del Real IRA y los conseguidores, ejecutores y directores del movimiento.

No es parcial, hay buenos y malos, pero no es ultrapatriótica y trata de mostrar que en ambos lados hay gente de todo tipo y que en muchos casos la lucha se mantiene porque viene bien a mucha gente.

No todos los personajes que salen son agradables, ni siquiera alguno de los coprotagonistas, pero sí están bien construidos y nos permiten situarnos en distintas pieles y entender ciertos cómos y porqués aún sin necesidad de compartir las justificaciones que hay detrás.

Tiene una parta amorosa (o no) que no está mal y aporta un poquito más a la historia. 

Para no ser lo predominante en el género esa trama paralela está bien llevada y te deja con la curiosidad de mirar si en internet alguien filtra algo de sucesos posteriores que impliquen el regreso de algún otro personaje de la historia.

Dicho todo lo anterior me ha gustado por dos motivos:

- Venía del hambre y la sed y este aperitivo ha sabido como todo un manjar. 

No es por quitarle méritos (que los tiene) pero todo sabe mejor cuando vienes de una carencia y la novela de Falconer ha llegado justo cuando estaba carente y necesitado de una historia distinta, dinámica y ágil que me distrajese y permitiese que los últimos regustos de algunos fallos literarios permaneciesen mucho más en mi paladar.

- En un momento de extraña agitación política en un país que no lo necesitaba en estos momentos, ver la narración externa de dos versiones (similares aunque a una escala mayor) de independencia y disputas hacen que se vean las cosas distintas. 

Además la historia de la confrontación entre Británicos e Irlandeses es algo que apenas había tocado hasta la fecha y, aunque aún no he podido cotillear e investigar todo lo que me gustaría, la historia de Thomas Francis Meagher tendrá su lugar en un futuro próximo para averiguar qué fue de ese grupo de irlandeses condenados por sedición y cómo es posible que acabasen ocupando altos cargos en Australia y Estados Unidos, formando parte importante en la evolución histórica de dos naciones.

Tiene peros...

Directos: no, si sabes lo que buscas o tienes una idea aproximada de qué es más o menos lo que te vas a encontrar.

Indirectos... si buscan un Thiller de suspense con connotaciones políticas tipo Grisham, con tintes de espionaje ultra serio (John Le Carre) o un híbrido entre los dos que aporte una mezcla más o menos óptima entre lo uno, lo otro y lo de más allá (Don Winslow), no lo van a encontrar aquí.

Óptimo: para quienes sigan el blog y les haya gustado "American Assassin". Creo que ese es el público potencial al que realmente se dirige la novela y con los que triunfará. 

No termina de generar el puntito extra de thriller cautivador que Baldacci consigue de la mano de Will Robbie en "The innocent" (que también es incluíble en este bloque) pero supera la parte algo más pesada y clásica, tipo "Oficial y Caballero" (con todo el rollo previo del entrenamiento y adecuación) de la novela de Vince Flynn, garantizando un buen protagonista aunque con menos trastienda (al menos por lo visto en las respectivas primeras novelas) que Mitch Rapp y una historia paralela que describe el conflicto de forma distinta (y quizás menos novelada) que la de Flynn

En cuanto al estilo, ninguno de los dos (Flynn y Falconer) están entre los tops de la prosa, la verdad, pero Flynn tiene un punto más cálido y menos distante.

Cierto es que los cambios de puntos de vista de Falconer ofrecen algo distinto y quizás algo más, aunque inicialmente su Navy Seal, Hank, se atragante un poco.

En el momento en que se está estrenando "The brave" en la televisión internacional, que prometía mucho con su trailer (al verlo pensé que era una miniserie sobre una historia concreta y resulta que es la típica serie que sale a misión por episodio) pero veremos dónde se queda, "The hostage" aparece como un buen acompañamiento, más ahora que empieza a bajar la temperatura y parece que quedarse en casa arrebujado en un sofá bajo una manta empieza a ser un plan bastante apetecible.

Valoración: me ha gustado. Veremos hacia donde va la serie, si cae en la repetición de fórmulas cambiando sólo la ambientación o si realmente ofrece variedad y diversidad. 

De momento es una alternativa a tener en cuenta para ir intercalando entre novelas con algo más de enjundia que (por desgracia) no ofrecen siempre el mismo entretenimiento y capacidad de desconexión.

martes, 3 de octubre de 2017

La peor pesadilla - (Inspector Patrick Lennon, vol. 1)



Mi racha continúa y una semana más no he dado con el libro de género negro que me haga vibrar. Y no es que "La peor pesadilla" esté mal, es que me deja frío.

Afortunadamente parece que el resto de géneros va mejor y aportan algo de salsa al día a día cuando les llega el turno ¡porque vaya racha! Pero bueno, hoy toca "negra" (por desleída que esté), lo demás ya se verá en post venideros.

"La peor pesadilla" es una novela británica con un corte algo más cotidiano y menos british de lo habitual, o al menos no presenta un perfil muy P.D. Jamesiano. Se trata de una narración menos pausada, mucho menos introspectiva y detallista, por lo que su ritmo es algo más elevado (en ese sentido se lleva bien) y una puesta en escena más directa (quizás demasiado), permitiendo poco margen a la contemplación y deleite del lector.

Discurre en Londres pero apenas se reconoce la ciudad durante la trama, con una ambientación  más bien escasa, centrada en una zona residencial que la mayor parte del tiempo recuerda más al vecindario de Victoria Lane de "Mujeres desesperadas" que al centro turístico/comercial fácilmente identificable de la capital británica. Así que amantes del Pall Mall, los grandes parques de la ciudad, el Big Ben y el Támesis, abstenerse.

Además, últimamente tengo la sensación de que cuando una novela no tiene un corte eminentemente social, acaba por prescindir totalmente de cuánto rodea la acción principal en una especie de fundido negro de fondo donde personajes/actores se dan las réplicas de forma sucesiva hasta llegar al final, por mucho que se decorre con persecución, peleas, intrigas, etc.. Cada vez hay más novelas sin descripción alguna que permita situar y ambientar la historia.

Con ese planteamiento al final como lector acabas desentendiéndote por completo del entorno y los personajes acaban ubicados en un trasfondo difuso y desdibujado, aún peor que los de cartón piedra del teatro más rancio.

Y no es sólo que Londres sea algo residual, es que todo lo que parece definir a Gran Bretaña brillan por su ausencia.

La climatología no aparece por ningún sitio, de hecho, salvo en un pequeño lance en el que Lennon se debe quedar en el coche porque está jarreando, en el recuerdo de la historia (y hace apenas unas horas que lo terminé) no tengo atisbo de ninguna imagen que no fuese presidida por un cielo inexistente, con una narración siempre situada a ras de calle, como un caballo de tiro que no puede ver más allá de donde se lo permiten las anteojeras. Todo demasiado encuadrado, demasiado limitado.

Ni siquiera esa patina gris que Ian Rankin transmite en sus historias, esa atmósfera apagada que parece acompañar parte de las descripciones de la cultura anglosajona, con un día a día condicionado por  el entorno hace aparición en ningún momento.

La etiqueta "thriller" le queda un poco grande, pero es la más próxima a lo que ofrece.

Sin "asesino en serie" ni marco social que narrar, la historia se debería construir a través de los personajes, la tensión y los cambios en la investigación pero ni la primera se alcanza (y eso que las víctimas son niños y eso siempre "mueve" un algo interno) ni los cambios te cautivan.

Tal y como el binomio de escritores ha construido la novela al lector no le queda otra que limitarte a "montarte" en su historia y dejarte llevar, distanciándote poco a poco de la trama.

"La peor pesadilla" cubre un espectro muy amplio de aspectos sociales pero tal y como está escrita queda  demasiado superficial, no ahonda en ninguna de las cuestiones y deja esa sensación de paquete precocinado que te deja como única alternativa meterlo en el micro para comerlo.

Uno de los peros más grandes a la historia es la superficialidad de su protagonista o protagonistas. Cierto que la narración no es lineal y hay constantes cambios de puntos de vista para narrar la historia desde distintos ángulos pero la gestión de los mismos es cuando menos cuestionable. Sus creadores buscan dirigirnos y utilizan los cambios de perspectiva para, en teoría, crear ambientación cuando lo que realmente intentan es justificar giros "inesperados" con conductas pasadas que nos muestran a posteriori. Al final lo que consiguen es generar distancia y no interés.

La confección de los personajes es demasiado estanca y  prefijada, muy esquemática y altamente estereotipada. 

La imagen que me viene a la cabeza es la de dos personas situadas frente a una pizarra enorme con distintas siluetas con nombres puestos sobre las cabezas: "Patrick Lennon", "Helen", "Alice", "Larry", "Sean"... y un montón de tablitas con adhesivo que van poniendo sobre cada una de las imágenes como si se tratase de ir construyendo a Mr. Potato.

Existe una sensación de artificio alrededor de todos los personajes, de criatura unidimensional (y no interactiva) que tiene un rol en la historia, pero sólo ese rol, sin pasado, sin presente, sin futuro, sólo datos estancos puestos en el papel para adornar a cada uno de ellos y cubrir en cada caso la constante omisión de descripción y una falta real de sentimiento.

No soy devoto de P.D. James, que en ocasiones profundiza demasiado en sus personajes y explica y define con profusión pero de ahí a el esbozo ínfimo de algunas historias o al cliché requetemanido de otras, hay un salto.

Últimamente da la sensación de que lo que diferencia muchas de las novelas es que hay unas que sus creadores son conscientes de que quieren ser "libros" y otras lo que quieren es ser "guiones de películas o de series", olvidando que la gestualidad que ellos imaginan, los movimientos, la pasión, ese dotar de vida corre a su cargo y no del actor que "en su cabeza" va a desempeñar el papel.

Se asienta la idea (cada vez con más ejemplos) de que cada vez hay más autores que conciben sus historias buscando ante todo sorprender, olvidandose de lo más importante, construir historias reales con personajes tangibles.

¡¡No soy un ogro!!, "La peor pesadilla" tiene cosas buenas.

Lo mejor, su capacidad de construir la historia sin tener que recurrir a sucesos extraordinarios o estadísticamente poco probables (psicópatas, etc...), utilizando simplemente la miseria cotidiana, todas las pequeñas cosas que nos atormentan, los errores que cometemos en un momento dado y que luego nos siguen hagamos lo que hagamos, en un mundo real lo suficientemente variado y complejo como para necesitar recurrir a elementos externos improvisados y "elaborados" para construir algo.

Hablar del día a día tiene a favor que todos conocemos esas situaciones y somos capaces de empatizar, entender y asimilar la información, sin necesidad de exprimirse el cerebro buscando lo más raro para conseguir triunfar con una novela.

Al hacer girar una parte de su trama en el mundo del lumpen de la sociedad londinense y por como narra cierta parte de la historia, por un momento Voss y Edwards me han hecho recordar a "Salvajes" de Winslow, pero una vez más, el pensamiento ha sido fugaz. Ni Lennon es Ben ni sus creadores alcanzan al autor americano y la idea se queda en la mera superficie de lo que habría podido ser.

Quizás el problema (su problema) haya sido intentar poner demasiadas ideas de golpe en una misma historia, mucho giro (quizás no inverosímiles si los miras aislados pero poco creíble cuando las ves todas juntas) desde la mitad de la historia y aportanto muy poca chicha real.

Escenas que se muestran como fogonazos aislados, tragedias que se suceden sin hilo conductor que nos vaya trasladando, personajes algo esquemáticos, lejos de maestros en el género con mucha más capacidad para construir realismo verosímil y agradecido para el lector, como es el caso de David Mark o, aquí en casa, Alexis Ravelo.

Quizás todo se reduzca a la falta de carisma y empatía de su/s protagonista/s, que deberían ser los que nos llevasen de la mano durante la historia y que, lejos de eso, acaba penaliza mucho las tramas cuando llegan los momentos cumbres porque no hay nada que nos retenga.

Es triste pero, como comenté en el último post, últimamente doy con mucho libro que no deja huella alguna, ni siquiera con una trama que, siendo justos, es distinta a lo que se suele leer en cuanto a temática (quizás por eso luego sea algo más fácil acordarse de la historia) pero la monotonía de la narración y el tono gris generalizado acaba por opacar cualquier posible recuerdo que pudiese haber quedado.

Valoración: Está bien. Sin más. No quiero ser injusto tampoco, mal no está. Es "del montón". Como si a "Luther" le hubiesemos quitado a Idris Elba o a "Lucky man" a James Nesbitt.