domingo, 30 de septiembre de 2012

El filo azul de la medianoche

Llevo una vida bastante sedentaria y muy rutinaria, llena de hábitos que no consigo quitar, tics incontrolados y caminos trillados. El trabajo no ayuda, marcado (imagino que como muchos otros) por la ausencia de dinero y una completa subordinación a distintos mecanismos de control interno que dificultan (o imposibilitan) cualquier actuación distinta a la más básicas desarrolladas hasta la fecha. Si un informe ha conseguido el visto bueno se guarda y se convierte en la base de todos los que están por venir, mientras la jefa (en este caso la mía) eleva su característico "coge el del otro día y lo fusilas" a la categoría de mantra departamental.

En esa tesitura lo único que busco es una vía de escape, durante el día en los libros y por la noche en las series de televisión. En mi vida hay más, por supuesto, y tal vez un día aparezca por aquí pero lo que es la base de mi característico día a día es, en principio, esa.

Quizás por eso exijo tanto a lo que leo o veo, depositando en esos elementos fuera de mi control tanto peso y esperanzas. Quiero algo distinto aunque sé que es muy complicado, pero es que para fusilero mayor del reino me basto y me sobro yo, así que si adquiero algo (un libro, una temporada de alguna serie televisiva o un cd) lo hago buscando encontrar esa "paz interior" que me da el aprendizaje, el entretenimiento y el reto que la monotonía cotidiana no me permite.

Por eso no me valen las novelas "prefabricadas", las burdas imitaciones que se aprovechan del éxito creado por la "novela del año" (esa que siempre ha escrito otro) y se limitan, no a seguir su estela, sino a fusilar su argumento, realizando los cambios justos para poder calificar como "suyo" el resultado final pero evitando a toda costa cambiar algo más, no vaya a ser que en el camino se pierda la esencia que dio la fama "al otro".

No es algo nuevo. Hace unos cuandos años (¿más o menos una década?) se puso de moda que en el primer episodio de cada serie policial de televisión muriese uno de los protagonistas. Al final esos pilotos se vieron relegados a meros entretenimientos familiares pues, al menos en mi casa, sólo servían para apostar durante el primer intermedio (sin prisa, que para eso duran lo que duran) por quién iba a ser la posible víctima y cuál la causa de su muerte. Si querías saber si le ibas a dar una oportunidad a la serie tenías que esperar al segundo episodio para formarte una opinión un poco más clara (y justificada).

Algo parecido pasa con la novela negra de corte más clásico, que da la sensación de que no puede ver nacer una nueva versión si no sigue un patrón muy definido, al menos en esa primera novela: policía, casi siempre varón, mediana edad (entre 30 y 50), con problemas (familiares, mentales o de adicción, entre otros. Si se juntan varios puntua doble), relegado/recluído/autoexiliado a puestos menores y obligado a formar parte de una nueva investigación en contra de su voluntad (y buen juicio). Si aparece un personaje femenino hay un 40% de posibilidades de que se convierta en su próxima relación sentimental (normalmente hacia el final de la novela), otro 40% de que guarde algún tipo de relación con lo que esté pasando (y últimamente hasta que sea "la" mala, directamente) y el 20% restante que cumpla las dos condiciones a la vez. Y todo termina siempre con una confrontación cara a cara entre cazador y presa, sin tener muy claro quién es quién en ese juego, entre un psicópata (que pasaba por la vecindad en esa época) y el protagonista (que quería estar en cualquier otro lugar). Confrontación de final predecible y que, además, siempre encuentra la resolución en el último momento, cuando nuestro adalid consigue salvar el pellejo in extremis casi, casi con su último estertor.

No sé quién hace las reglas, tal vez es el profesor que imparte "Novela negra 101" en alguna universidad americana o el editor que da el visto bueno a lo que presenta el escritor novel pero antes de publicar "esa" primera novela exige/pide que escriba "la primera de verdad". Sea como sea parece que es lo que el público demanda, al menos es lo que se refleja tanto en las ventas de esas novelas como en las listas de novelas favoritas que de vez en cuando se publican en internet. 

Sobre esas listas lo más sencillo sería decir algo como "lo que me llama la atención es"... y quedarme tan pancho. Particularmente son muchas las cosas que me llaman la atención: por ejemplo, listados con 50 novelas negras favoritas. Si yo pienso en 50 novelas negras (sin necesidad de que sean mis favoritas), tendría que estar leyendo sólo novela negra durante un año y pico y luego ser capaz de acordarme de todas ellas. Casi todas son de los mismos autores (al final es casi la bibliografía entera de cada uno de ellos), lo que a mí no me va, más propenso a un poco de variedad en mis lecturas pero.. y por último, y directamente relacionado con este post, si ves los argumentos hay muchas con psicópata/asesino en serie de por medio. Debe ser que las muertes solitarias no se estilan...ni los robos a bancos... ni las estafas...ni....

Lo cierto es que los psicópatas y los asesinos en serie (que suelen ser figuras coincidentes, la verdad) gustan y mucho. A mí no me desagradan pero sí que me cansan, sobre todo cuando es el comienzo de una serie, porque casi siempre es ese argumento manido, repetido hasta la saciedad, que has leído una y mil veces en distintas versiones que, al final, siempre resultan la misma, sin importar los cambios "significativos" que hayan hecho. Si es que "aunque la mona se vista de seda..."

Son pocos, muy pocos, los autores que escribiendo estas novelas presentación hacen ostentación de todo su repertorio y dejan entrever el juego que pueden llegar a dar. El nombre que me viene a la cabeza para ejemplificar esto es el de John Connolly, que recurrió a un psicópata (si se le podía llamas así, pues para mí era un asesino en serie y aquí no era lo mismo) para presentar a Charlie Parker pero fue capaz de salirse de lo ordinario y, además, sentar las bases sobre las que tenía previsto erigir el resto de la serie. Si le excluyo a él no se me ocurren muchos autores que me hayan llamado la atención con una primera novela de ese estilo. Siendo justos quizá Patricia Cornwell con "Post mortem", pero reconozco que acabé tan empachado con la séptima u octava entrega de Scarpetta que procuro no pensar mucho en ella, la verdad.

... "El filo azul de la medianoche", a pesar de contar con todos los elementos previsibles y carecer de "efectos sorpresas", curiosamente,  me ha gustado bastante. Vamos a ver, no la incluiría dentro de ninguno de mis reducidos "Top top" pero creo que estaría en esa franja de "buenas para distraerme un rato sin complicaciones", por debajo de otras mas notables pero por encima de muchísimas mas.

Johanthon King me parece un buen narrador, capaz de aunar el detalle y la agilidad en la narración, quizás no uno soberbio de los que te atrapan con sus primeras líneas y no te sueltan hasta que el libro está bien colocado en la balda, pero sí uno que no te importa dejar a otros por miedo al qué dirán. Creo que cumple y creo que, además, ha elegido muy bien sus personajes secundarios: Bill Manchester y los Everglades.

Bill Manchester es un abogado negro que ayuda a Max Freeman (el protagonista de la  novela) en cuanto está en su mano, fundamentalmente garantizar sus derechos ante la policía y conseguir información que pueda ayudar durante la investigación. No llega a tener el papel activo de otros secundarios como Bubba, Ángel y Louis (todos ellos citados en este blog en incontables ocasiones, lo sé) en sus respectivas series pero es un personaje muy interesante, llamativo y, sobre todo, trementamente agradecido para el lector (al menos para éste) que ve en él alguien con quién empatizar. Su tartamudeo, su carácter sereno y su paciencia (que cuando uno debe tratar con Freeman se convierte en un requisito imprescindible) hacen de él un personaje con seña de identidad propia, y eso, para mí, visto lo visto,  es muy importante.

Los everglades es el lugar donde sucede toda la historia. Es donde Freeman se retiró cuando... se retiró (jeje) y es donde vive y trabaja. Es un elemento más de la novela, no sólo como escenario de cuanto acontece, también porque puede guardar una estrecha relación con la motivación del asesino y ser la  posible causa por la que pase... lo que pasa.

No es que esté como loco de contento porque por fin un autor me haya sacado de paseo fuera de los ambientes urbanos clásicos americanos. Es algo más que una mera cuestión estética, no un mero cambio de las luces de neón por las corrientes de un río, sino la posibilidad de conocer otra forma de entender la vida, otra forma de pensar y una sociedad (o parte de ella) que todavía se opone a la urbanidad y cuanto ésta representa (para bien y, sobre todo, para mal). 

Sí "Mas oscuro que la noche" centró mi mirada en el Bosco y su obra al convertirla en parte de su trama y  "El camino blanco" me acercó un poco más a la realidad de Carolina del Sur y a los problemas de discriminación que hubo (y sigue habiendo) en la región, "El filo azul de la medianoche" me ha permitido conocer a "los everglades" mas allá de las imágenes que uno ve, de vez en cuando, en alguna serie o película de televisión. No sólo ha servido para descubrir que no es lo mismo "los Glades" que "los Everglades" sino que me ha mostrado la problemática social y cultural que existe por la existencia de los primeros y su continuo afán de expansión. 

Gracias a esta novela he podido recordar que Estados Unidos no es sólo un conjunto de grandes ciudades donde los individuos van con prisas a todos los lados sino un conjunto vastísimo de personas, culturas y opiniones en constante conflicto y que no todos aquellos "incidentes" que aparecen en nuestros televisores tienen su origen en que una persona está mal de la chaveta, que diría mi abuela.  Para muchos no será gran cosa pero para mí es un premio a mi persistencia y uno de los  motivos que sitúan esta novela un poquito más arriba en mi escalafón particular. Si tengo que pasar por este particular calvario cada vez que comienzo una serie negra qué menos que poder llevarme algo como recompensa, ¿no?

Y sí, no he comentado nada de Max Freeman, el protagonista, pero es que, la verdad, no hay mucho que comentar, pues hasta la fecha no es más que un cliché, un estereotipo con patas, ese personaje que mientras lees te recuerda a muchos otros que has "conocido" antes y que cuando terminas eres incapaz de individualizar. De momento el entorno y un secundario que se lo come por completo (y tiene una vida amorosa mucho más interesante) sirven para salvar el primer match ball en contra y que le de una oportunidad a "Las viudas negras" (la segunda novela ) pero entonces hará falta algo más que tire del carro.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Flashman y la montaña de la luz

Antes de comenzar con "Flashman y la montaña de la luz" me gustaría dejar claro que cualquier desvarió, alucine o desfase que pueda cometer a lo largo de la redacción de este post será culpa única y exclusivamente del trailer de la película "Tai Chi Zero" del que aún me estoy recuperando (y eso que lo vi anoche).

Una vez depuradas las pertinentes responsabilidades  por lo que pueda suceder he aquí una especie de decálogo de lo que debería tener en cuenta cualquiera que decida sumergirse en el universo literario creado por George MacDonald Fraser:

Primero: Es necesario que quien comience su lectura conozca el significado de la palabra crápula,  una de las dos palabras que mejor definen a Harry Flashman, el protagonista de esta serie.

Como no tengo interés en que nadie habra una ventana en paralelo o una nueva pestaña mientras lee esto, así que me he tomado la molestia de reproducir aquí la descripción que da la Real Academia de la Lengua Española:
"1. Embriaguez o borrachera
2. Disipación, libertinaje.
3. Hombre de vida licenciosa"

Ésta no es una de esas ocasiones en las que hay que pararse a pensar cuál es la definición que mejor se adapta a la situación, es el Sr. Flashman quien se ajusta perfectamente a todas ellas.

Segundo: He dicho arriba que dos simples palabras sirven para definirle. La que falta es cobarde, cualidad de la que se siente orgulloso y que no teme mostrar en cuanto se presenta la mas mínima oportunidad.

Tercero: A fin de evitar equívocos con el punto segundo me gustaría realizar una aclaración. Si bien ha quedado claro que este singular personaje no es ningún héroe (al menos en esa versión idealista de ellos que se tiene a día de hoy, es decir, tipo intrépido, valiente y capaz que hace frente a cualquier situación peligrosa sin dudar lo más mínimo), pero tampoco es ese antihéroe que está tan de moda, esa persona que por las circunstancias se ve obligado a llevar a cabo una tarea para la que, en principio, no está en absoluto preparado. Flashman es un cobarde, sin más. El primero en salir corriendo cuando la cosa se pone fea; el que siempre deja que sea otro quien salve la situación; esa "joya" que atesora como mayor valor un exacerbado instinto de supervivencia.

Cuarto: No sólo es un mujeriego empedernido (y adúltero confeso), también es un bebedor insaciable y un jugador compulsivo. Por desgracia la cosa no queda ahí, también está pagado de si mismo, carece del más mínimo atisbo de modestia y de cualquier escrúpulo.

Quinto: A pesar de todo lo dicho arriba no estamos ante una sátira o un personaje paródico. En el fondo Flashman refleja algo de todos esos "otros personajes" que campan por nuestras vidas y que siempre las hacen un poco más...¿miserables?: ese jefe (que todos tenemos/hemos tenido/tendremos) que se atribuye como mérito propio nuestro trabajo; ese compañero trepa que espera la más mínima oportunidad para colgarse una medalla a nuestra costa o que aspira a dejarnos con el culo al aire con tal de medrar dentro del ecosistema laboral o, por qué no, ese "algo especial" que distingue a esos familiares y "amigos" que sólo recuerdan que lo son cuando su situación personal/particular requiere de nuestros servicios, dinero o trabajo.

Sexto: es un "espía" con ese matiz tan del siglo XIX que los viste de emisarios o embajadores cuando en el fondo no son más que una "radio macuto" humana colocada en sitios estratégicos para poder conocer las intenciones políticas que pueden estar produciéndose en un momento dado o,  en casos extremos, una herramienta para intentar inducir un cambio en las ideas de un determinado gobernante. 

Así que, que quede calro, Harry Flashman no es James Bond, aunque ambos sean británicos. No tiene licencia para matar (aunque realmente eso nunca está claro porque para llegar a ese punto debería quedarse a luchar en lugar de salir corriendo), bebe whisky en lugar de martinis, no es ningún caballero (aunque su éxito con las mujeres pueda dar a entender lo contrario) y no posee ninguno de esos gadgets molones que hizo famosos la versión cinematográfica de 007.

Séptimo: Aún hoy, varios años después de mi primer encuentro con "el bueno" de Harry, sigo sin tener claro cuál es su público. Estoy convencido de que el público adolescente sería, sin lugar a dudas, el más agradecido de todos, pero ciertos comportamientos (sobre todo con el género femenino) y ciertas actuaciones (también con las mujeres) me hacen tener serias dudas al respecto. Para un público más adulto su lectura puede llegar a ser "un poco demasiado". Es muy fácil acabar un tanto saturado ante tal muestra de virtudes aunque, siendo justos, conforme va avanzando la serie la situación va cambiando. 

MacDonald Fraser le va castigando poco a poco y le da a probar un poco de su propia medicina: su mujer también se toma unas cuantas "libertades" con otros hombres, su (inmerecida e injusta) fama y reputación como hombre valeroso y de acción le condena a estar en primera línea de batalla y a jugar un papel cada vez más importante en los acontecimientos. Conforme esta especie de "justicia poética" va introduciéndose en las historias éstas van ganan en interés y la pregunta que aflora deja de ser ¿cómo se va a salvar esta vez? y empieza a ser si va a conseguir librarse en esta ocasión.

Octavo: Para un personaje como Flashman (siento no poner mucho Harry, pero ya hay tantos a los que presto atención en mi biblioteca (Dresden, Bosch, Hole), que llega un momento en que hasta yo me lío) tan importante como conseguir sobrevivir es la recompensa final, sea  un reconocimiento público, una recompensa dineraria o la concesión de un título nobiliario. Si algo ha caracterizado la serie hasta la fecha es que no siempre la recompensa guarda relación con los meritos particulares, las actuaciones de un individuo o la justicia, muchas veces es una cuestión de imagen o amiguismo y, a veces, hasta el propio Harry topa con la horma de su zapato y se ve obligado a aceptar esta cruda realidad.

Noveno: El sexo es un elemento muy presente a lo largo de todas las novelas. Eso sí sin acercarse lo más mínimo a la novela erótico-festiva que se está poniendo de moda estos días. Sin detalles sabrosos, excesos descriptivos y siempre evitando caer en lo soez. Aquí es una "herramienta" más de trabajo de la que hacen uso tanto Flashman como quienes se "enfrentan" a él.

Décimo: Hay dos formas de acercarse a estas novelas: una es buscar entretenerte y pasar un rato entretenido disfrutando de una buena aventura, sin más complicaciones. La otra es intentar aprovechar  y sacar partido a la historia para intentar acercarse a momentos históricos (no siempre conocidos). La edición que yo he leído, en versión de bolsillo, tiene una serie de acotaciones a lo largo del texto que remiten a un apéndice final en el que se van explicando cosas relacionadas con un suceso o personaje puntual. .

La última decisión que tiene que tomar quien decida acercarse a esta serie es si va a seguir el orden en que las escribió su autor o hacerlo siguiendo el orden cronológico de los acontecimientos. Edhasa, la editorial que ha publidado esta serie en España, ha optado por esta segunda opción, a priori la más coherente si uno intenta evitar que le revienten cosas de la vida personal del protagonista, pero ahora mismo ya son bastantes las novelas publicadas y es posible seguir el ritmo marcado por su creador. Así que queda a gusto del consumidor.


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Terminado ese decálogo que ha pretendido sentar un poco las bases para que quien sienta la más mínimas ganas de leer la novela sepa donde se mete, voy a mi valoración particular:

Las novelas se leen bien (al menos las cuatro que yo he leído hasta la fecha) se leen bien, son sencillas, no tienen mucha complejidad y entretienen. Para mi gusto les falta un poco más de acción/tensión, algo que, por ejemplo, si tienen las que de Clive Cussler, pero en general el nivel es aceptable. Esta última, para mí, es la mejor si excluimos el "efecto novedad" de la primera y, quizás lo más importante, es la primera que he terminado con sensación de hartazgo.

El personaje de Harry Flashman siempre me ha parecido un poco infumable. Demasiado... demasiado. Quizá porque representa muchas de las cosas que odio, quizá porque me recuerda a alguna de las personas que han pasado por mi vida o quizá, simplemente, porque yo esperaba en un primer momento a un nuevo James Bond y me encontré con algo totalmente distinto. Aunque debo reconocer que en esta última novela (sobre todo en la segunda mitad) me ha parecido más "digerible" y hasta he llegado a sentir cierta simpatía hacia él, lo que es un buen comienzo.

Recurro estaaesta serie en un intento por ir adquiriendo algo de cultura general en una materia (la historia mundial más o menos contemporánea) que desconozco casi por completo y que siempre he querido poder rellenar. Estoy cansado de oir hablar de las Maldivas, las Malvinas, Hong Kong o la Guerra de Secesión Americana y no tener ni idea de lo que me están hablando. En ese sentido Fraser siempre ha cubierto todas mis espectativas ayudándome a recrear momentos puntuales de la historia y dotando a sus relatos de dinamismo y aventura, quizá no toda la que me gustaría pero sí más que suficiente para mantenerme pendiente de la lectura y así poder ir aprendido cosas. 

Con esta novela he empezado a entender algo más del colonialismo británico y de su política expansionista pero también algo sobre el pueblo hindú, sobre los sij y el resto de nativos de una región hasta ahora bastante desconocida para mí. Antes de empezar su lectura no sabía que era el Koh-i-noor, asociaba la estatua enfrente de Buckingham Palace a la diosa Victoria y no a la reina que llevó ese mismo nombre y desconocía, no sólo que había habído dos guerras anglo-sij, sino que había habido una primera. Por todo eso, por captar mi atención y por hacerme conocedor de todos estos hechos es por lo que leo esta serie. 

Estoy cansado de que la historia se limite a una serie de citas inconexas, una acumulación de fechas difícilmente memorizables y una sucesión deshilachada de sucesos que, aparentemente, no guardan relación entre sí. ¿de qué me sirve saber que el discurso de Martin Luther King comenzó con un "Esta noche he tenido un sueño..." si no soy capaz de entender el mensaje que había de fondo ni la importancia que tuvo en un momento próximo en el tiempo pero muy lejano en cuando a pensamiento?

Fraser no cita literalmente, no aturulla con fechas ni dota a sus novelas de un realismo abrumador y detallista pero transmite la esencia de los personajes y los acontecimientos que narra. Tal vez mañana o pasado mañana no recuerde quién fue Lawrence pero sabré que hubo una unidad de inteligencia durante la guerra anglo-sij que se dedicó a intentar evitar el mayor desastre hasta la fecha del imperialismo británico y que como parte del tratado y del pago de Cachemira se entregó uno de los rubís más grandes de la historia. 

No sé si pido mucho o poco sé que si pido es porque tengo la certeza de que que ya hay alguien que me lo dará y ese, ahora mismo, es MacDonald Fraser. Tal vez el día que lea algo de Richard Sharpe, el personaje creado por Bernard Cornwell, cambie de opinión y abandone a Fraser pero esa posibilidad, de momento, parece remota. 

De momento lo único seguro es que mi próximo viaje por la historia del mundo no será de la mano de ninguno de estos dos autores  pues mis miras parecen puestas (hasta nueva orden) en "Sangre joven" de Simon Scarrow (con Napoleon y Wellington a la gresca) y "La hija del Nilo " de Javier Negrete (que ya con "Salamina" me enamoró).

¿Qué cuál de los dos será? quédate por aquí cerca y lo descubrirás. Es probable que mi próximo post sea sobre "novela negra" en concreto "El filo azul de la medianoche" de Jonathon King y que, si todo es normal, la siguiente sea una "urban fantasy" de calidad como "Magic Bites" de Ilona Andrews, a partir de ahí...

domingo, 16 de septiembre de 2012

El escondite

Ayer recibí "la" llamada. Sí, esa que esperas durante mucho tiempo y que llega cuando prácticamente habías perdido la esperanza. La misma que te ha tenido desvelado horas y horas y te hacía mirar el móvil cada dos por tres pero la mierda del aparato se resistía a sonar y tú, tras haber revisado cincuenta y siete veces que tiene cobertura, que la batería está cargada y que bla, bla, bla, ya no sabes que hacer.
La llamada, como siempre, no fue lo peor. Eso fue el trayecto hasta el punto de encuentro: nervios para arriba y para abajo, dudas, indecisión e inseguridad, muchísima inseguridad: ¿qué me encontraré: palo o zanahoria?¿y si no sé de que hablar?¿y si se impone el silencio entre nosotros? 
Luego la calma, no la que precede a la tormenta, la que llega después. El sentirse agusto, el darse cuenta de que ciertas cosas no han cambiado y que lo importante, que sigues conociendo, entendiendo e interpretando a la otra persona sigue estando ahí. Sólo hace falta escuchar un poco y hacer los pequeños ajustes necesarios para reubicar todo y podrás saber qué esperar, cómo se va a comportar, etc... 

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Reencontrarse con un personaje literario debería ser algo parecido (aunque mucho menos intenso). Tras la  presentación, ese primer libro que debería servir como primera toma de contacto, deberías poder tener trazadas unas pautas mínimas que te permitan reecontrarte con él con facilidad, sentirte agusto y entender qué/cómo/por qué se mueve o se comporta así. La siguiente novela debería ser eso, un reencuentro, quizá un tanto timorato, en el que tras los ajustes iniciales pudieses recolocar cuanto sabes del personaje para, al menos, llegar a seguir sus pasos y entender su forma de actuar y por lo que puede haber pasado.
No estoy hablando de que compartas sus planteamientos, eso no es necesario, sino de saber que esperar, de forma que en cada ocasión en que "vayas a su encuentro" esa base esencial siga ahí, por mucho que los sucesos con que su creador haya querido castigarle/premiarle hayan modificado parte de su "modus vivendi" y de su forma de entender la vida. De esa forma, por mucho que le hayan promocionado o sancionado, que se haya casado,divorciado o enviudado seguirá siendo "él" (o "ella"), y  tú podrás "reconocerle".
Por desgracia no ha sido así en el caso de John Rebus, el personaje creado por Ian Rankin, en esta segunda novela de su serie. Tras "Nudos y cruces" estaba preparado para reencontrarme con ese inspector escoces difícil de tratar,  de lengua hiriente y mucha mala leche, poseedor de un toque impertinente que, en ocasiones, le convierte en un auténtico impresentable. Eso, de por sí, no tiene por qué ser malo. Pienso, pro ejemplo, en Carl Morck, el personaje creado por Adler Olsen, que no es, ni mucho menos, un personaje fácil, pero posee cierto atractivo que te lleva a volver a él cuando buscas algo distinto. Puede que el tipo no te guste pero entiendes que su forma de ser es la que es por lo que le ha pasado y lo aceptas como tal. Algo parecido pasa con  Harry Flashman (creado por George McDonald Fraser), uno de los mayores crápulas (sin olvidar que es un mujeriego y un cobarde) de la historia de la literatura y, sin embargo, cada X tiempo acudo a él buscando encontrarme con ese antihéroe que a veces es "un poco demasiado" pero que, conforme pasa el tiempo y la sensación de saciedad se va olvidando, siempre consigue que vuelva a él. 

En cambio Rebus... lo de Rebus es mucho más complicado porque nunca es "lo que se supone que es" ni "lo que te han dicho que es", a veces no es ni siguierea "lo que ha sido cinco páginas antes". A nivel personal, familiar, profesional y moral va dando tumbos de un lado a otro de forma inconexa y ahí es donde me  va perdiendo poco a poco como seguidor. Sin ser capaz de comprender al personaje, sin la capacidad de ubicarme y con la sensación constante de que me están tomando un poco el pelo, al final lo único que tengo es ganas de acabar cuanto antes con la novela para poder empezar con la de cualquier otro.

Con la creencia (parece que erronea) de que al terminar "Nudos y cruces" había comenzado un acercamiento al personaje, emprendí la lectura de esta segunda novela pensando que volvería a un sitio conocido lo que, poco a poco, me llevaría a poder comprender (y aceptar) a este peculiar detective escoces. Pero es como si nada de lo anterior hubiese llegado a suceder o, al menos, como si nada de lo acontecido hubiese significado nada para él, así que sigue "erre que erre" con sus "historias" sin que nada haya cambiado. Bueno, miento, es como si todo hubiese cambiado. Todo lo interno, no sólo la situación que le rodea. Es como si, en parte, fuese una persona completamente distinta que nunca llegas a descubrir. Entonces es cuando surge la duda ¿es un personaje mucho más complejo de lo que inicialmente todo parecía indicar?¿es, simplemente, un problema de coherente literaria?¿o es un mero reflejo de la "realidad" donde las personas de carne y hueso tenemos nuestras inconsistencias e incongruencias, aunque , de la mano de Ian Rankin, la situación ha sido maximizada hasta tal punto que roza el absurdo?

No tengo respuesta a estas preguntas pero sí puedo afirmar que me molestó mucho quedarme con la sensación de que volvía a estar en la casilla de salida sin que nadie me diese una explicación del por qué. Como en esas revisiones tan de moda en el mundo del comic donde, de golpe y porrazo, a un genio lumbreras se le ocurre que lo mejor es volver a los comienzos del personaje pero reinventado los acontecimientos y reescribiendo su historia. Y digo yo, ¿no sería mejor crear un personaje nuevo?¿Y por qué no creamos un universo paralelo y lo llamamos "version 2.0"? pues no, te dicen algo así como: " mire usted, ahora mismo vamos a cortar la historia aquí y vamos a volver a empezar, ¿de acuerdo? y no, no lloriquee porque no le va a servir de nada. Haganos caso que va a ser para mejor. No vea esto como un final inconcluso porque es un comienzo lleno de nuevas posibilidades..."

Con está versión 2.0 de Rebus en la mano y su "mundo" por definir todo se circunscribe al poder de atracción de la historia. Pero, como suele suceder, de "tal personaje, tal historia" y la narración acaba convertida en una sucesión de giros, quiebros y virajes (con más o menos sentido) al ritmo que va marcando su protagonista. No es que Ian Rankin haga trampas durante la historia, es que ésta está llena de saltos, de fundidos en negro tras los que se esconde un replanteo de situación. La forma más gráfica que se me ocurre para explicarlo es recurrir a Vicky, "El vikingo", el personaje de  una serie animada cuya reposición (¡¡ojito, que he dicho reposición!!) vi durante mi infancia. Cuando la situacíon alcanzaba un punto bastante peligroso (casi, casi desesperado) el pequeño aspirante a guerrero pelirrojo empezaba a rascarse la nariz mientras pergeñaba un plan viable que les sacase del atolladero en el que se encontraban. Tras su característico "tengo una idea" y un pequeño fundido negro volvíamos a la acción cuando el plan se había puesto en marcha. Seguir los pasos de Rebus es asistir a un espectáculo similar en el que uno sólo debe preocuparse de reubicarse cada vez que una "genialidad" o una "brillante deducción" lleva la narración a un punto distinto de aquel en el que estábamos. Es trabajo del lector seguir el hilo de su razonamiento, seguir el proceso deductivo del protagonista  y resituarse sobre la marcha.

Incluso la trama de la novela acaba contagiándose de la falta de definición de su protagonista. En un principio apunta a "thriller" oscuro y misterioso pero paulatinamente va cambiando hacia algo con más carga social. Al final ni chicha ni limoná, un conjunto carente de elementos que capten nuestra atención, lo que convierte su lectura se convierte en un constante paso de páginas a la espera de que un "algo" maravilloso e inesperado suceda y nos saque de nuestro sopor. Al final pasa pero tarde y mal, demasiado casual, demasiado accidental, ¿demasiado improvisado? Otra pregunta aún más interesante, si todos vemos hacia donde se dirige la trama de la historia, ¿cómo no lo ve Rebus? 

Mi impresión es que Ian Rankin se queda siempre a medias, entre dos mundos distintos. Rebus es un cruce indefinido entre los detectives más clásicos, resabiados y duros y los "atormentados" más recientes y su historia un conjunto de buenas pretensiones que acaban formando un revoltijo poco consistente. Durante la lectura, fundamentalmente durante el tramo final, no he podido evitar comparar su lectura con la de "El ángel rojo" de Thilliez, para mí una de las miradas más críticas al proceder de una aburrida y desnortada clase rica, en este caso, francesa. Muy dura, muy cruda pero también muy real y, sobre todo, muy completa y eso que allí esa historia tiene un rol eminentemente secundario pues lo que realmente importa es la caza de un asesino en serie.

No parece que Rankin sea mal escritor. No creo que alguien que realmente lo fuese fuese capaz de haber ideado el ingenioso (y a ratos gracioso) intercambio de pareceres entre Rebus y un testigo/perito ciego. Sólo la imaginación y capacidad de respuesta rápida que demuestra en ese tramo de novela podría llegar a justificar una segunda oportunidad a la serie.


La aparición de Brian Holmes como segundo/gregario/currito de Rebus puede (uso el pasado porque aun cuando hay muchas más novelas escritas para mí todavía no existen) suponer un punto de inflexión en la serie al permitir al lector focalizar su atención y seguir a un personaje con el que es muchísimo más fácil identificarse pero ¿habrá sido así?¿cobrará Holmes el protagonismo que parece reclamar a gritos o será relegado al limbo literario en entregas posteriores? Y lo más importante, ¿haré el esfuerzo y lo verán mis ojos?

P.D: La versión traducida castiga aún más si cabe la novela pues impide poder disfrutar del juego de palabras entre "escondite" (hide) y el local ultrasecreto (Hyde). Un juego que no sólo tiene que ver con la fonética, también con la figura del personaje creado por Robert Louis Stevenson, Edward Hyde, alter-ego del Dr. Jekyll. Dos matizaciones, dos juegos de asociacione sy equívocos que se pierden en la versión que he leído donde no he encontrado (aunque reconozco que no he prestado especial atención) ninguna aclaración al respecto que permitiese al lector visualizar por completo el escenario creado por Ian Rankin para la ocasión.

domingo, 9 de septiembre de 2012

El tiempo entre costuras


Nuestra evaluación de la inteligencia de los demás se basa casi enteramente en cuán cercano es nuestro pensamiento al de ellos. Estoy seguro de que hay gente por ahí que está en violento desacuerdo conmigo en la mayoría de las cosas, y soy lo suficientemente amplio de mente como para conceder que tal vez podrían no ser completamente idiotas, pero prefiero sin duda la compañía de gente que está de acuerdo conmigo”.

Este fragmento es un extracto de la novela Belgarath el Hechicero, escrita por David Eddings (fantasía épica, para quien le interese), no sé de quién es la traducción pero por lo que pude comprobar era muy fiel al texto original (pues la acompañaba). Yo no la encontré en la novela original si no en el prólogo que el origamista Joseph Wu escribió para la obra “Origami Essence” de Román Díaz. Pocas cosas me gustarían más que compartir con quien lea esto mi casi recién descubierto gusto por el origami, las largas horas que puedo pasar sentado plegando y lo mucho que le debo a Román Díaz por ello pero prefiero dejarlo  para otro día en que disponga del tiempo (y el valor) necesario para hacerlo con el detalle necesario para mostrar mi agradecimiento más sincero.

Siguiendo los principios expuestos arriba la única concluisión a la que puedo llegar es que María Dueñas, la creadora de “El tiempo entre costuras”, aunque sólo fuese por la forma en que escribe, sería una persona enormemente inteligente pues, como dice David Eddings en su novela, su forma de entender la narración se asemeja mucho a la mía. Al menos a la que intento poner en práctica cada vez que me siento delante del teclado a escribir, unas veces con más acierto y otras con menos (que se le va a hacer). Su estilo directo es fluido, casi limpio (si se me permite usar aquí semejante adjetivo). Utiliza un volumen importante de palabras para definir ciertas situaciones y  momentos pero nunca llega a ser farragosa, cargante o recalcitrante. No sólo se lee muy bien sino que, encima, se hace con ganas, con cierta ilusión y mucho interés. Quizás los interludios en que la escritora se va obligada a explicar cómo/dónde se encuentra la situación en un momento dado sean un poco tediosos (aunque habrá quien los considere exiguos) pero son muy pocos y muy breves, así que quedan simplemente como un pequeño momento para respirar y coger fuerzas para seguir adelante.

No sé si “ayuda a” o “es ayudada por” la narración, pero lo cierto es que fondo y forma se unen para crear un conjunto armónico, bien estructurado y muy entretenido, con un ritmo in crescendo que consigue llegar al climax justo al final (o casi, pues las últimas 10 páginas tienen más de epílogo final que de parte integrante de la novela).

No son muchas las novelas que llegan a mis manos tal y como las publicó su autor. A ojo cerca del 75% de las que leo han pasado antes por un traductor que las “ha adaptado”, por lo que no suelo tener el valor o las ganas de entrar a comentar aspectos eminentemente formales. En este caso he hecho una excepción porque me ha agradado y me ha sorprendido mucho lo que he leído y me parece justo devolver el favor.

Sobre el fondo… es muy difícil hablar de una novela que a estas alturas está en boca de todo el mundo, incluso quien no la ha leído cree saber de qué va. Creo que lo peor que puede pasar a quien vaya a comenzar esta novela es ir con una idea preconcebida, del estilo de "me han dicho que la protagonista deEl tiempo entre costuras”  es una espía". Pues sí, nominalmente sí lo es, pues cumple la definición casi al pie de la letra (unas veces a posta y otras sin querer, todo sea dicho) pero quien espere encontrarse aquí con la versión femenina de alguna de las adaptaciones cinematográficas (o sólo de algunas) de James Bond se pueden llevar una honda decepción. Acción, lo que se dice acción hay poca y, si no recuerdo mal tan sólo hay dos “escenas” en las que aparezcan armas (y en una de ellas nadie las está sujetando). Tampoco es un relato “con tiros” por mucho que al menos un arma es disparada durante la lectura y cuando otros elementos que se suelen asociar con "tramas de espionaje" como son traición o engaño hacen acto de presencia tiene más que ver con cuestiones amorosas que con  temas relacionados con la política o el interés nacional.

A mí es que las novelas de guerras es que no me van…ni a mí, afortunadamente paraambos esta no es “una de esas novelas”. La guerra (la de España de principios de siglo XX) es el telón de fondo en el que suceden los acontecimientos y sí, la sociedad de aquél momento estaba dividida entre unos y otros y luego, además, entre anglófilos y germánófilos pero, y aquí pido perdón por lo que sirve, ahora mismo la sociedad se divide entre “madridistas” y “barcelonistas” y no por eso estamos en un “Estado futbolero” (por mucho que el fútbol rija las conversaciones, tertulias y muchos de los debates a pie de calle).

Quien quiera podrá hablar de rojos y azules, de republicanos y de monárquicos, de falangistas, nacional-socialistas y comunistas o de vencedores y vencidos, pero quien así lo haga seguramente no  necesita de un libro para tener justificación, simplemente es que es así. Para mí la novela es la historia de una mujer (con todos los problemas, limitaciones y condicionantes que suponía serlo en aquella época) que hace “lo que tiene que hacer” (o al menos lo que ella cree que debe hacer) para intentar ayudar a prevenir que en España se produzca una nueva guerra que el pueblo posiblemente no pueda aguantar. Para mí su decisión no se rige por condicionamientos políticos alguno simplemente es el resultado de una serie de circunstancias y un conjunto de afinidades con (o hacia) una serie de personas concretas. Algo tan real como la vida misma.

Si tuviese que intentar resumir toda la novela con una sola palabra esa sería  superación, pues, para mí, la novela habla de cómo a veces la vida te golpea (unas veces de forma inesperada, otras previsible y otras por culpa de acciones que no has sido capaz de calcular debidamente) y de cómo hay que procurar seguir adelante, sobrevivir. Pero que uno no se debe quedar simplemente reducido a ser un mero superviviente, y , conforme pase el tiempo, debe tratar de hacer cuanto esté en nuestras manos para retomar el control sobre nuestro destino. Creo que eso es lo que cuenta María Dueñas, al menos es lo que yo saco de las peripecias de Sira Quiroga, madrileña de nacimiento y modista por gusto/obligación/necesidad, según el momento y la mirada de quien esté leyendo la nvoela. 

“El tiempo entre costuras” llegó a mí de forma totalmente accidental cuando ya había descartado su lectura en distintos momentos de los últimos meses. No era mi estilo, no tenía tiempo y no estaba dispuesto a “sacar” las ganas necesarias para leerla en estos momentos. Al menos hasta que alguien “que me importa mucho” me dijo que lo estaba leyendo. Entonces se me hizo el “culo gaseosa” e hice cuanto estuvo en mi mano para hacerme con él (lo que por fortuna no fue difícil). Al poco de comenzar su lectura ya sabía que le debía una a esa personajilla (espero ser capaz de “devolverle el favor” en una ocasión próxima). El resto de su lectura fue todo un placer y uno de los ratos más entretenidos que he podido disfrutar en los últimos tiempos.

Me despido dando las gracias a a quien me ha mostrado una parte de la historia reciente de España, llenando un hueco que estaba ahí desde mis tiempos estudiantiles (si llego a decir "mozos" me muero del susto), fruto de mi dejadez y los problemas de una "Transición" aún muy reicente y con el presencia de Sira Quiroga y el encanto de Marcus Logan aún en el recuerdo.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Los pecados de nuestros padres

"Como un guión de cine". Esas son las palabras (como puede verse, pocas) con la que mi madre definió esta novela hace hace un par de semanas, fruto de ese desbarajuste que se produce siempre que uno de los dos dispone de algo más de tiempo libre y aprovecha para tomar la iniciativa literaria. 

5 palabras nada más pero cargadas de significado. Poco descriptiva, con mucho diálogo y, normalmente, pulso ágil. Sin grandes decorados, ni paisajes enigmáticos ni, por supuesto, el rápido discurrir de las luces de neón a través de la ventanilla del coche. Poco o nada se va a aprender sobre geográfica o cultura local, con un poco de suerte algo de psicología pues en esas novelas el único recurso del que dispone el lector es intentar analizar a los personajes a través de lo que dicen, pregunta o callan.

No es un panorama especialmente alentador, por los motivos que sea es la parte descriptiva (siempre que no sea muy recargada) la que me permite llegar a asociar y recordar personajes, hechos y sucesos de la trama cuando intento recordar una novela. Sin ese elemento terrenal que me procure una referencia estática,   queda guardado como una especie de representación teatral donde todo queda supeditado a los diálogos y al carisma del (o los) personaje(s) protagonista(s) y estos, salvo contadas ocasiones, no llegan a ser tan memorables como para que se queden en nuestra retina.

Tampoco es que todo lo que ofrecen estas novelas sea malo. Normalmente  son cortas, al menos en cuanto al número de hojas, pues la ausencia de descripciones permite desarrollar (siempre que se lleve bien la cosa) el hilo argumental con brevedad. El escaso volumen y la alta (casi absoluta) presencia de diálogos suele dotar a la novela de un ritmo rápido, vivo y agil. Es algo así como estar viendo una película en casa y darle al "avance rápido" del mando a distancia para saltarte cada momento en que la cámara se vaya a recrear en un paisaje, una tienda o... aunque, por supuesto, el autor corre el riesgo de acabar perdiendo al lector con tanto cambio de decorado.  A esa necesidad constante de reubicación hay que sumar un problema secundario, la falta total de pausa. No hay margen para perderse un rato, no puedes desconectar, ni relajarte, ni distraerte pues cada página acaba valiendo su peso en oro, siempre cargada con información significativa para entender el resto de la obra. Es la (triste) contradicción de unas novelas que te pueden durar 3 horas pero que no son de esas que dices "vaya, tengo 5 minutos, voy a leer 5 páginas y luego lo dejo" pues exigen periodos de tiempo más o menos largo de lectura en el que se pueda "estar a lo que hay que estar". 

Supongo que la gran pregunta es: ¿Tenía razón mi madre? ¿Es "Los pecados de nuestros padres" así? ¿sería capaz de decir que no a riesgo de perder la invitacion a comer de los sábados? La respuesta es sí...creo que a todo, jeje. Es corta, tira principalmente de diálogo y subordina prácticamente todo a esos intercambios constantes de información donde lo importante no es sólo "lo que se dice" o "se cuenta", también "lo que se sobreentiende" (o su protagonista sobreentiende). Es tal la vorágine verbal que puebla sus páginas que el detalle más significativo para de largo. No hay proceso deductivo laborioso, no hay investigación técnica ni reflexión introspectiva, sólo conversación y, finalmente, resolución. Si no has estado atento, si no te has dado cuenta de esa pista clave vas a remolque toda la novela siguiendo al protagonista de una punta a otra "de-no-se-sabe-que-ciudad" aunque creo que en algún momento llegué a entrever que se trataba de New York. Las descripciones son exíguas y totalmente subjetivas ya que la narración es "casi" en primera persona, la de Matthew Scudder, el expolicía creado por Lawrence Block para protagonizar esta serie de novelas.

Definir a Scudder tras haber leído una sola novela de la serie me parece un acto temerario y arriesgado, algo con lo que creo que quien la haya leído (o la lea) estará de acuerdo. Físicamente es casi un enigma, cualquier dato que se obtenga a través de la narración es siempre subjetivo y totalmente circunstancial. Sólo le llegamos a conocer a través de sus ojos, no hay cambio de personaje que permita una aproximación distinta y los datos distintivos que se nos dan siempre van vinculados a otro personaje: más alto que, más bajo que, de complexión más ancha que... con la salvedad de que estás divorciado y del suceso que le llevó a dejar el cuerpo de policía son pocas las cosas que se saben de su pasado. Comportamiento errático, impulsivo, mujeriego y con una clara tendencia al desapego emocional hay poco más que se pueda decir sin entrar en debates.

Justiciero es la palabra que me viene a la cabeza constantemente cuando pienso en él pero posiblemente se trata de una imagen un tanto irreal pues, al igual que me sucede  con el término "vengador", acaban por acudir a mi mente imágenes de  Charles Bronson o Steven Seagal, una multitud de armas, ojos inyectados en sangre y violencia a raudales. Nada de eso (ni siquiera la coleta de Seagal) aparecen por esta novela. Scudder es frío, contenido y racional (tal vez en exceso). Nunca parece perder la compostura ni desnortarse (la RAE dice que es así, qué se le va a hacer), y se rige por sus creencias (y convicciones) sin que importe nada más. La única norma que sigue es su propio código ético. Nada más empezar la novela justifica la corrupción del cuerpo policial así que posteriormente recurra a prostitutas y siga su propio sistema de justicia no sorprende a nadie. Es esto último, por encima de todo, lo que le convierte en un personaje singular, único y extremadamente difícil de clasificar dada su ambigüedad moral. Por no ser no es, ni siquiera, un detective al uso pues ni cobra ni sigue las directrices de quien, en teoría, le ha contratado. ¿basta esto como ejemplo de lo que se puede esperar de él?

La trama en sí es oscura y dura con la "represión", las relaciones familiares y la "sexualidad" como ejes centrales. Temas complicados y enormemente conflictivos pero que a día de hoy empiezan a estar muy trillados. Es muy dificil que cualquier persona que vea la televisión no se haya topado en los últimos años con al menos 20 películas, telefilms de fin de semana o realitys que no hayan convertido alguno (o todos) estos elementos en el eje central de sus tramas, posiblemente con mayor dureza que lo que en "Los pecados de nuestros padres" llega a aparecer. 

Y es que la novela es de 1976, lo que le quita el mérito a ese "ligero tufo" a novela negra clásica americana que creí percibir durante la lectura (¡¡sí, lo sé, soy un aguililla!!). Es ese último dato el que deja ver que no es que sea "blanda" para la época sino que empieza a estar ligeramente desfasada. Un par de episodios de Ley y Orden: Unidad de Víctimas Especiales (buena serie, por cierto) muestran muchísimo más claramente todo lo que pasa dentro de los hogares familiares y las relaciones personales, incluido el elemento sexual. Sin ese elemento, sin el efecto desolador que posiblemente causara la novela en su época (han pasado casi 40 años desde entonces), sin el shock ni el efecto sorpresa, la novela quedacoja y depende en exclusiva de su personaje central. De los secundarios nadie se acuerda salvo por retazos sueltos y deslabazados. Ni un nombre, ni un rasgo distintitivo, una pena.

Entretener entretiene aunque "ya" no es una novela para tirar cohetes. He visto por internet que hay quien la incluye entre sus 50 novelas negras favoritas, y me han entrado las dudas. Aunque luego he pensado que 50 son muuuuchas novelas para incluir en una lista y la distancia entre la primera y la última puede llegar a ser abismal. Auien la escribió ha incluido únicamente novelas negras más típicas (aunque incluía alguna de Mankell). Sobre gustos...

La brevedad y la rapidez con que se lee suman a su favor. Después vendría el "factor Scudder" pero sobre eso todavía no tengo una opinión muy definida, aunque reconozco que su forma de resolver el caso (al menos la forma de ponerle "punto y final") es, cuando menos, sorprendente, aunque atenta contra todas mis convicciones. El haberme permitido comprobar si mis supuestos valores actuales son muy distintos a los de antaño es uno de los pocos elementos que valoro por mucho que también haya servido para que me de cuenta de que mi inocencia de antaño se ha perdido en algún momento de los últimos años sustituida por una fría apatía y mucho descréimiento.

Sin que sirva de precedentes voy a hacer una recomendación alternativa  "Lo que es sagrado" de Lehane, que si no me equivoco ya ha pasado por aquí. Con una temática similar, aunque creo que mucho mejor tratada y con mayor profundidad, personajes muy bien definidos, una trama laboriosa y un final que llega a poner a prueba nuestra propia moralidad. Eso sí, bastante más caro que "Los pecados de nuestros padres", aunque para mí, esta vez y sin que sirva de precedente, es un esfuerzo que merece la pena.