“Nuestra
evaluación de la inteligencia de los demás se basa casi enteramente en cuán
cercano es nuestro pensamiento al de ellos. Estoy seguro de que hay gente por
ahí que está en violento desacuerdo conmigo en la mayoría de las cosas, y soy
lo suficientemente amplio de mente como para conceder que tal vez podrían no
ser completamente idiotas, pero prefiero sin duda la compañía de gente que está
de acuerdo conmigo”.
Este fragmento es un extracto de la novela
Belgarath el Hechicero, escrita por David Eddings (fantasía épica, para quien
le interese), no sé de quién es la traducción pero por lo que pude comprobar
era muy fiel al texto original (pues la acompañaba). Yo no la encontré en la
novela original si no en el prólogo que el origamista Joseph Wu escribió para
la obra “Origami Essence” de Román Díaz. Pocas cosas me gustarían más que compartir
con quien lea esto mi casi recién descubierto gusto por el origami, las largas horas
que puedo pasar sentado plegando y lo mucho que le debo a Román Díaz por ello pero prefiero dejarlo para otro
día en que disponga del tiempo (y el valor) necesario para hacerlo con el
detalle necesario para mostrar mi agradecimiento más sincero.
Siguiendo los principios
expuestos arriba la única concluisión a la que puedo llegar es que María Dueñas, la creadora de “El tiempo entre costuras”,
aunque sólo fuese por la forma en que escribe, sería una persona enormemente inteligente
pues, como dice David Eddings en su novela, su forma de entender la narración
se asemeja mucho a la mía. Al menos a la que intento poner en práctica cada vez
que me siento delante del teclado a escribir, unas veces con más acierto y
otras con menos (que se le va a hacer). Su estilo directo es fluido, casi
limpio (si se me permite usar aquí semejante adjetivo). Utiliza un volumen
importante de palabras para definir ciertas situaciones y momentos pero nunca llega a ser farragosa,
cargante o recalcitrante. No sólo se lee muy bien sino que, encima, se hace con
ganas, con cierta ilusión y mucho interés. Quizás los interludios en que la
escritora se va obligada a explicar cómo/dónde se encuentra la situación en un
momento dado sean un poco tediosos (aunque habrá quien los considere exiguos) pero
son muy pocos y muy breves, así que quedan simplemente como un pequeño momento para
respirar y coger fuerzas para seguir adelante.
No sé si “ayuda a” o “es ayudada por” la narración,
pero lo cierto es que fondo y forma se unen para crear un conjunto armónico,
bien estructurado y muy entretenido, con un ritmo in crescendo que consigue
llegar al climax justo al final (o
casi, pues las últimas 10 páginas tienen más de epílogo final que de parte
integrante de la novela).
No son muchas las novelas que llegan a mis manos tal y como las
publicó su autor. A ojo cerca del 75% de las que leo han pasado antes por un
traductor que las “ha adaptado”, por lo que no suelo tener el valor o las ganas
de entrar a comentar aspectos eminentemente formales. En este caso he hecho una
excepción porque me ha agradado y me ha sorprendido mucho lo que he leído y me
parece justo devolver el favor.
Sobre el fondo… es muy difícil hablar de una novela
que a estas alturas está en boca de todo el mundo, incluso quien no la ha leído
cree saber de qué va. Creo que lo peor que puede pasar a quien vaya a comenzar
esta novela es ir con una idea preconcebida, del estilo de "me han dicho que la protagonista de “El tiempo entre costuras”
es una espía". Pues sí, nominalmente
sí lo es, pues cumple la definición casi al pie de la letra (unas veces a posta
y otras sin querer, todo sea dicho) pero quien espere encontrarse aquí con la
versión femenina de alguna de las adaptaciones cinematográficas (o sólo de
algunas) de James Bond se pueden llevar una honda decepción. Acción, lo que se
dice acción hay poca y, si no recuerdo mal tan sólo hay dos “escenas” en las
que aparezcan armas (y en una de ellas nadie las está sujetando). Tampoco es un
relato “con tiros” por mucho que al menos un arma es disparada durante la
lectura y cuando otros elementos que se suelen asociar con "tramas de espionaje" como son traición o engaño hacen acto de presencia tiene más que ver con cuestiones amorosas que con temas relacionados con la política o el interés nacional.
A mí es que
las novelas de guerras es que no me van…ni a mí, afortunadamente paraambos esta no es “una de esas novelas”. La guerra (la de España de
principios de siglo XX) es el telón de fondo en el que suceden los acontecimientos
y sí, la sociedad de aquél momento estaba dividida entre unos y otros y luego, además, entre anglófilos y germánófilos pero, y aquí pido perdón por lo que sirve,
ahora mismo la sociedad se divide entre “madridistas” y “barcelonistas” y no
por eso estamos en un “Estado futbolero” (por mucho que el fútbol rija las
conversaciones, tertulias y muchos de los debates a pie de calle).
Quien quiera podrá hablar de rojos y azules, de republicanos y de monárquicos, de falangistas, nacional-socialistas
y comunistas o de vencedores y vencidos, pero quien así lo haga seguramente no
necesita de un libro para tener justificación,
simplemente es que es así. Para mí la novela es la historia de una mujer (con todos
los problemas, limitaciones y condicionantes que suponía serlo en aquella época)
que hace “lo que tiene que hacer” (o al menos lo que ella cree que debe hacer)
para intentar ayudar a prevenir que en España se produzca una nueva guerra que
el pueblo posiblemente no pueda aguantar. Para mí su decisión no se rige por condicionamientos
políticos alguno simplemente es el resultado de una serie de circunstancias y un conjunto de afinidades con (o hacia) una serie de personas
concretas. Algo tan real como la vida misma.
Si tuviese que intentar resumir toda la novela con una sola palabra esa sería superación, pues, para mí, la novela habla de
cómo a veces la vida te golpea (unas veces de forma inesperada, otras
previsible y otras por culpa de acciones que no has sido capaz de calcular
debidamente) y de cómo hay que procurar seguir adelante, sobrevivir. Pero que uno no se debe quedar simplemente reducido a ser un mero superviviente, y , conforme pase el
tiempo, debe tratar de hacer cuanto esté en nuestras manos para retomar el control sobre
nuestro destino. Creo que eso es lo que cuenta María Dueñas, al menos es lo que
yo saco de las peripecias de Sira Quiroga, madrileña de nacimiento y modista
por gusto/obligación/necesidad, según el momento y la mirada de quien esté leyendo la nvoela.
“El tiempo entre costuras” llegó a mí de forma totalmente
accidental cuando ya había descartado su lectura en distintos momentos de los
últimos meses. No era mi estilo, no tenía tiempo y no estaba dispuesto a “sacar”
las ganas necesarias para leerla en estos momentos. Al menos hasta que alguien “que
me importa mucho” me dijo que lo estaba leyendo. Entonces se me hizo el “culo
gaseosa” e hice cuanto estuvo en mi mano para hacerme con él (lo que por
fortuna no fue difícil). Al poco de comenzar su lectura ya sabía que le debía
una a esa personajilla (espero ser
capaz de “devolverle el favor” en una ocasión próxima). El resto de su lectura fue todo un placer y uno de los ratos más entretenidos que he podido disfrutar en los últimos tiempos.
Me despido dando las gracias a a quien me ha mostrado una parte de la historia reciente de España, llenando un hueco que estaba ahí desde mis tiempos estudiantiles (si llego a decir "mozos" me muero del susto), fruto de mi dejadez y los problemas de una "Transición" aún muy reicente y con el presencia de Sira Quiroga y el encanto de
Marcus Logan aún en el recuerdo.
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