domingo, 16 de septiembre de 2012

El escondite

Ayer recibí "la" llamada. Sí, esa que esperas durante mucho tiempo y que llega cuando prácticamente habías perdido la esperanza. La misma que te ha tenido desvelado horas y horas y te hacía mirar el móvil cada dos por tres pero la mierda del aparato se resistía a sonar y tú, tras haber revisado cincuenta y siete veces que tiene cobertura, que la batería está cargada y que bla, bla, bla, ya no sabes que hacer.
La llamada, como siempre, no fue lo peor. Eso fue el trayecto hasta el punto de encuentro: nervios para arriba y para abajo, dudas, indecisión e inseguridad, muchísima inseguridad: ¿qué me encontraré: palo o zanahoria?¿y si no sé de que hablar?¿y si se impone el silencio entre nosotros? 
Luego la calma, no la que precede a la tormenta, la que llega después. El sentirse agusto, el darse cuenta de que ciertas cosas no han cambiado y que lo importante, que sigues conociendo, entendiendo e interpretando a la otra persona sigue estando ahí. Sólo hace falta escuchar un poco y hacer los pequeños ajustes necesarios para reubicar todo y podrás saber qué esperar, cómo se va a comportar, etc... 

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Reencontrarse con un personaje literario debería ser algo parecido (aunque mucho menos intenso). Tras la  presentación, ese primer libro que debería servir como primera toma de contacto, deberías poder tener trazadas unas pautas mínimas que te permitan reecontrarte con él con facilidad, sentirte agusto y entender qué/cómo/por qué se mueve o se comporta así. La siguiente novela debería ser eso, un reencuentro, quizá un tanto timorato, en el que tras los ajustes iniciales pudieses recolocar cuanto sabes del personaje para, al menos, llegar a seguir sus pasos y entender su forma de actuar y por lo que puede haber pasado.
No estoy hablando de que compartas sus planteamientos, eso no es necesario, sino de saber que esperar, de forma que en cada ocasión en que "vayas a su encuentro" esa base esencial siga ahí, por mucho que los sucesos con que su creador haya querido castigarle/premiarle hayan modificado parte de su "modus vivendi" y de su forma de entender la vida. De esa forma, por mucho que le hayan promocionado o sancionado, que se haya casado,divorciado o enviudado seguirá siendo "él" (o "ella"), y  tú podrás "reconocerle".
Por desgracia no ha sido así en el caso de John Rebus, el personaje creado por Ian Rankin, en esta segunda novela de su serie. Tras "Nudos y cruces" estaba preparado para reencontrarme con ese inspector escoces difícil de tratar,  de lengua hiriente y mucha mala leche, poseedor de un toque impertinente que, en ocasiones, le convierte en un auténtico impresentable. Eso, de por sí, no tiene por qué ser malo. Pienso, pro ejemplo, en Carl Morck, el personaje creado por Adler Olsen, que no es, ni mucho menos, un personaje fácil, pero posee cierto atractivo que te lleva a volver a él cuando buscas algo distinto. Puede que el tipo no te guste pero entiendes que su forma de ser es la que es por lo que le ha pasado y lo aceptas como tal. Algo parecido pasa con  Harry Flashman (creado por George McDonald Fraser), uno de los mayores crápulas (sin olvidar que es un mujeriego y un cobarde) de la historia de la literatura y, sin embargo, cada X tiempo acudo a él buscando encontrarme con ese antihéroe que a veces es "un poco demasiado" pero que, conforme pasa el tiempo y la sensación de saciedad se va olvidando, siempre consigue que vuelva a él. 

En cambio Rebus... lo de Rebus es mucho más complicado porque nunca es "lo que se supone que es" ni "lo que te han dicho que es", a veces no es ni siguierea "lo que ha sido cinco páginas antes". A nivel personal, familiar, profesional y moral va dando tumbos de un lado a otro de forma inconexa y ahí es donde me  va perdiendo poco a poco como seguidor. Sin ser capaz de comprender al personaje, sin la capacidad de ubicarme y con la sensación constante de que me están tomando un poco el pelo, al final lo único que tengo es ganas de acabar cuanto antes con la novela para poder empezar con la de cualquier otro.

Con la creencia (parece que erronea) de que al terminar "Nudos y cruces" había comenzado un acercamiento al personaje, emprendí la lectura de esta segunda novela pensando que volvería a un sitio conocido lo que, poco a poco, me llevaría a poder comprender (y aceptar) a este peculiar detective escoces. Pero es como si nada de lo anterior hubiese llegado a suceder o, al menos, como si nada de lo acontecido hubiese significado nada para él, así que sigue "erre que erre" con sus "historias" sin que nada haya cambiado. Bueno, miento, es como si todo hubiese cambiado. Todo lo interno, no sólo la situación que le rodea. Es como si, en parte, fuese una persona completamente distinta que nunca llegas a descubrir. Entonces es cuando surge la duda ¿es un personaje mucho más complejo de lo que inicialmente todo parecía indicar?¿es, simplemente, un problema de coherente literaria?¿o es un mero reflejo de la "realidad" donde las personas de carne y hueso tenemos nuestras inconsistencias e incongruencias, aunque , de la mano de Ian Rankin, la situación ha sido maximizada hasta tal punto que roza el absurdo?

No tengo respuesta a estas preguntas pero sí puedo afirmar que me molestó mucho quedarme con la sensación de que volvía a estar en la casilla de salida sin que nadie me diese una explicación del por qué. Como en esas revisiones tan de moda en el mundo del comic donde, de golpe y porrazo, a un genio lumbreras se le ocurre que lo mejor es volver a los comienzos del personaje pero reinventado los acontecimientos y reescribiendo su historia. Y digo yo, ¿no sería mejor crear un personaje nuevo?¿Y por qué no creamos un universo paralelo y lo llamamos "version 2.0"? pues no, te dicen algo así como: " mire usted, ahora mismo vamos a cortar la historia aquí y vamos a volver a empezar, ¿de acuerdo? y no, no lloriquee porque no le va a servir de nada. Haganos caso que va a ser para mejor. No vea esto como un final inconcluso porque es un comienzo lleno de nuevas posibilidades..."

Con está versión 2.0 de Rebus en la mano y su "mundo" por definir todo se circunscribe al poder de atracción de la historia. Pero, como suele suceder, de "tal personaje, tal historia" y la narración acaba convertida en una sucesión de giros, quiebros y virajes (con más o menos sentido) al ritmo que va marcando su protagonista. No es que Ian Rankin haga trampas durante la historia, es que ésta está llena de saltos, de fundidos en negro tras los que se esconde un replanteo de situación. La forma más gráfica que se me ocurre para explicarlo es recurrir a Vicky, "El vikingo", el personaje de  una serie animada cuya reposición (¡¡ojito, que he dicho reposición!!) vi durante mi infancia. Cuando la situacíon alcanzaba un punto bastante peligroso (casi, casi desesperado) el pequeño aspirante a guerrero pelirrojo empezaba a rascarse la nariz mientras pergeñaba un plan viable que les sacase del atolladero en el que se encontraban. Tras su característico "tengo una idea" y un pequeño fundido negro volvíamos a la acción cuando el plan se había puesto en marcha. Seguir los pasos de Rebus es asistir a un espectáculo similar en el que uno sólo debe preocuparse de reubicarse cada vez que una "genialidad" o una "brillante deducción" lleva la narración a un punto distinto de aquel en el que estábamos. Es trabajo del lector seguir el hilo de su razonamiento, seguir el proceso deductivo del protagonista  y resituarse sobre la marcha.

Incluso la trama de la novela acaba contagiándose de la falta de definición de su protagonista. En un principio apunta a "thriller" oscuro y misterioso pero paulatinamente va cambiando hacia algo con más carga social. Al final ni chicha ni limoná, un conjunto carente de elementos que capten nuestra atención, lo que convierte su lectura se convierte en un constante paso de páginas a la espera de que un "algo" maravilloso e inesperado suceda y nos saque de nuestro sopor. Al final pasa pero tarde y mal, demasiado casual, demasiado accidental, ¿demasiado improvisado? Otra pregunta aún más interesante, si todos vemos hacia donde se dirige la trama de la historia, ¿cómo no lo ve Rebus? 

Mi impresión es que Ian Rankin se queda siempre a medias, entre dos mundos distintos. Rebus es un cruce indefinido entre los detectives más clásicos, resabiados y duros y los "atormentados" más recientes y su historia un conjunto de buenas pretensiones que acaban formando un revoltijo poco consistente. Durante la lectura, fundamentalmente durante el tramo final, no he podido evitar comparar su lectura con la de "El ángel rojo" de Thilliez, para mí una de las miradas más críticas al proceder de una aburrida y desnortada clase rica, en este caso, francesa. Muy dura, muy cruda pero también muy real y, sobre todo, muy completa y eso que allí esa historia tiene un rol eminentemente secundario pues lo que realmente importa es la caza de un asesino en serie.

No parece que Rankin sea mal escritor. No creo que alguien que realmente lo fuese fuese capaz de haber ideado el ingenioso (y a ratos gracioso) intercambio de pareceres entre Rebus y un testigo/perito ciego. Sólo la imaginación y capacidad de respuesta rápida que demuestra en ese tramo de novela podría llegar a justificar una segunda oportunidad a la serie.


La aparición de Brian Holmes como segundo/gregario/currito de Rebus puede (uso el pasado porque aun cuando hay muchas más novelas escritas para mí todavía no existen) suponer un punto de inflexión en la serie al permitir al lector focalizar su atención y seguir a un personaje con el que es muchísimo más fácil identificarse pero ¿habrá sido así?¿cobrará Holmes el protagonismo que parece reclamar a gritos o será relegado al limbo literario en entregas posteriores? Y lo más importante, ¿haré el esfuerzo y lo verán mis ojos?

P.D: La versión traducida castiga aún más si cabe la novela pues impide poder disfrutar del juego de palabras entre "escondite" (hide) y el local ultrasecreto (Hyde). Un juego que no sólo tiene que ver con la fonética, también con la figura del personaje creado por Robert Louis Stevenson, Edward Hyde, alter-ego del Dr. Jekyll. Dos matizaciones, dos juegos de asociacione sy equívocos que se pierden en la versión que he leído donde no he encontrado (aunque reconozco que no he prestado especial atención) ninguna aclaración al respecto que permitiese al lector visualizar por completo el escenario creado por Ian Rankin para la ocasión.

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