domingo, 2 de septiembre de 2012

Los pecados de nuestros padres

"Como un guión de cine". Esas son las palabras (como puede verse, pocas) con la que mi madre definió esta novela hace hace un par de semanas, fruto de ese desbarajuste que se produce siempre que uno de los dos dispone de algo más de tiempo libre y aprovecha para tomar la iniciativa literaria. 

5 palabras nada más pero cargadas de significado. Poco descriptiva, con mucho diálogo y, normalmente, pulso ágil. Sin grandes decorados, ni paisajes enigmáticos ni, por supuesto, el rápido discurrir de las luces de neón a través de la ventanilla del coche. Poco o nada se va a aprender sobre geográfica o cultura local, con un poco de suerte algo de psicología pues en esas novelas el único recurso del que dispone el lector es intentar analizar a los personajes a través de lo que dicen, pregunta o callan.

No es un panorama especialmente alentador, por los motivos que sea es la parte descriptiva (siempre que no sea muy recargada) la que me permite llegar a asociar y recordar personajes, hechos y sucesos de la trama cuando intento recordar una novela. Sin ese elemento terrenal que me procure una referencia estática,   queda guardado como una especie de representación teatral donde todo queda supeditado a los diálogos y al carisma del (o los) personaje(s) protagonista(s) y estos, salvo contadas ocasiones, no llegan a ser tan memorables como para que se queden en nuestra retina.

Tampoco es que todo lo que ofrecen estas novelas sea malo. Normalmente  son cortas, al menos en cuanto al número de hojas, pues la ausencia de descripciones permite desarrollar (siempre que se lleve bien la cosa) el hilo argumental con brevedad. El escaso volumen y la alta (casi absoluta) presencia de diálogos suele dotar a la novela de un ritmo rápido, vivo y agil. Es algo así como estar viendo una película en casa y darle al "avance rápido" del mando a distancia para saltarte cada momento en que la cámara se vaya a recrear en un paisaje, una tienda o... aunque, por supuesto, el autor corre el riesgo de acabar perdiendo al lector con tanto cambio de decorado.  A esa necesidad constante de reubicación hay que sumar un problema secundario, la falta total de pausa. No hay margen para perderse un rato, no puedes desconectar, ni relajarte, ni distraerte pues cada página acaba valiendo su peso en oro, siempre cargada con información significativa para entender el resto de la obra. Es la (triste) contradicción de unas novelas que te pueden durar 3 horas pero que no son de esas que dices "vaya, tengo 5 minutos, voy a leer 5 páginas y luego lo dejo" pues exigen periodos de tiempo más o menos largo de lectura en el que se pueda "estar a lo que hay que estar". 

Supongo que la gran pregunta es: ¿Tenía razón mi madre? ¿Es "Los pecados de nuestros padres" así? ¿sería capaz de decir que no a riesgo de perder la invitacion a comer de los sábados? La respuesta es sí...creo que a todo, jeje. Es corta, tira principalmente de diálogo y subordina prácticamente todo a esos intercambios constantes de información donde lo importante no es sólo "lo que se dice" o "se cuenta", también "lo que se sobreentiende" (o su protagonista sobreentiende). Es tal la vorágine verbal que puebla sus páginas que el detalle más significativo para de largo. No hay proceso deductivo laborioso, no hay investigación técnica ni reflexión introspectiva, sólo conversación y, finalmente, resolución. Si no has estado atento, si no te has dado cuenta de esa pista clave vas a remolque toda la novela siguiendo al protagonista de una punta a otra "de-no-se-sabe-que-ciudad" aunque creo que en algún momento llegué a entrever que se trataba de New York. Las descripciones son exíguas y totalmente subjetivas ya que la narración es "casi" en primera persona, la de Matthew Scudder, el expolicía creado por Lawrence Block para protagonizar esta serie de novelas.

Definir a Scudder tras haber leído una sola novela de la serie me parece un acto temerario y arriesgado, algo con lo que creo que quien la haya leído (o la lea) estará de acuerdo. Físicamente es casi un enigma, cualquier dato que se obtenga a través de la narración es siempre subjetivo y totalmente circunstancial. Sólo le llegamos a conocer a través de sus ojos, no hay cambio de personaje que permita una aproximación distinta y los datos distintivos que se nos dan siempre van vinculados a otro personaje: más alto que, más bajo que, de complexión más ancha que... con la salvedad de que estás divorciado y del suceso que le llevó a dejar el cuerpo de policía son pocas las cosas que se saben de su pasado. Comportamiento errático, impulsivo, mujeriego y con una clara tendencia al desapego emocional hay poco más que se pueda decir sin entrar en debates.

Justiciero es la palabra que me viene a la cabeza constantemente cuando pienso en él pero posiblemente se trata de una imagen un tanto irreal pues, al igual que me sucede  con el término "vengador", acaban por acudir a mi mente imágenes de  Charles Bronson o Steven Seagal, una multitud de armas, ojos inyectados en sangre y violencia a raudales. Nada de eso (ni siquiera la coleta de Seagal) aparecen por esta novela. Scudder es frío, contenido y racional (tal vez en exceso). Nunca parece perder la compostura ni desnortarse (la RAE dice que es así, qué se le va a hacer), y se rige por sus creencias (y convicciones) sin que importe nada más. La única norma que sigue es su propio código ético. Nada más empezar la novela justifica la corrupción del cuerpo policial así que posteriormente recurra a prostitutas y siga su propio sistema de justicia no sorprende a nadie. Es esto último, por encima de todo, lo que le convierte en un personaje singular, único y extremadamente difícil de clasificar dada su ambigüedad moral. Por no ser no es, ni siquiera, un detective al uso pues ni cobra ni sigue las directrices de quien, en teoría, le ha contratado. ¿basta esto como ejemplo de lo que se puede esperar de él?

La trama en sí es oscura y dura con la "represión", las relaciones familiares y la "sexualidad" como ejes centrales. Temas complicados y enormemente conflictivos pero que a día de hoy empiezan a estar muy trillados. Es muy dificil que cualquier persona que vea la televisión no se haya topado en los últimos años con al menos 20 películas, telefilms de fin de semana o realitys que no hayan convertido alguno (o todos) estos elementos en el eje central de sus tramas, posiblemente con mayor dureza que lo que en "Los pecados de nuestros padres" llega a aparecer. 

Y es que la novela es de 1976, lo que le quita el mérito a ese "ligero tufo" a novela negra clásica americana que creí percibir durante la lectura (¡¡sí, lo sé, soy un aguililla!!). Es ese último dato el que deja ver que no es que sea "blanda" para la época sino que empieza a estar ligeramente desfasada. Un par de episodios de Ley y Orden: Unidad de Víctimas Especiales (buena serie, por cierto) muestran muchísimo más claramente todo lo que pasa dentro de los hogares familiares y las relaciones personales, incluido el elemento sexual. Sin ese elemento, sin el efecto desolador que posiblemente causara la novela en su época (han pasado casi 40 años desde entonces), sin el shock ni el efecto sorpresa, la novela quedacoja y depende en exclusiva de su personaje central. De los secundarios nadie se acuerda salvo por retazos sueltos y deslabazados. Ni un nombre, ni un rasgo distintitivo, una pena.

Entretener entretiene aunque "ya" no es una novela para tirar cohetes. He visto por internet que hay quien la incluye entre sus 50 novelas negras favoritas, y me han entrado las dudas. Aunque luego he pensado que 50 son muuuuchas novelas para incluir en una lista y la distancia entre la primera y la última puede llegar a ser abismal. Auien la escribió ha incluido únicamente novelas negras más típicas (aunque incluía alguna de Mankell). Sobre gustos...

La brevedad y la rapidez con que se lee suman a su favor. Después vendría el "factor Scudder" pero sobre eso todavía no tengo una opinión muy definida, aunque reconozco que su forma de resolver el caso (al menos la forma de ponerle "punto y final") es, cuando menos, sorprendente, aunque atenta contra todas mis convicciones. El haberme permitido comprobar si mis supuestos valores actuales son muy distintos a los de antaño es uno de los pocos elementos que valoro por mucho que también haya servido para que me de cuenta de que mi inocencia de antaño se ha perdido en algún momento de los últimos años sustituida por una fría apatía y mucho descréimiento.

Sin que sirva de precedentes voy a hacer una recomendación alternativa  "Lo que es sagrado" de Lehane, que si no me equivoco ya ha pasado por aquí. Con una temática similar, aunque creo que mucho mejor tratada y con mayor profundidad, personajes muy bien definidos, una trama laboriosa y un final que llega a poner a prueba nuestra propia moralidad. Eso sí, bastante más caro que "Los pecados de nuestros padres", aunque para mí, esta vez y sin que sirva de precedente, es un esfuerzo que merece la pena.

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