lunes, 13 de noviembre de 2017

Yo veo en la oscuridad


Creo que lo que define a "Yo veo en la oscuridad" como novela es común a lo que marca toda la carrera de Karin Fossum.

Es una obra incómoda: estamos acostumbrados a ser espectadores en las historias pero siendo parte activa. 

Vemos, oímos y sentimos lo que quiere el autor que es el responsable de conseguir nuestra inmersión en la historia, de generar esa extraña sensación de dentro-fuera que hace de la lectura un extraño placer (¿culpable?). En "Yo veo en la oscuridad" eso no sucede. 

Con la novela en la mano no te sumerges, lees siendo consciente de ese doble plano (narración, lector) que normalmente se busca que desaparezca cuando coges un libro. O, al menos, esa es la sensación que en muchos momentos pretendo alcanzar.

Me gusta que las palabras, las frases y la narración escrita se desdibuje y se diluya. Es una metamorfosis del papel en algo "más real",  una conversión a imágenes que permite que me evada y dejar atrás sensaciones, pensamientos e inquietudes de mi vida.

La autora noruega, en todas sus novelas, me niega ese deseo y me castiga con la sensación permanente de lector cotilla, de voyeur, lo que de entrada me genera sensación de indefensión.

Desde el momento en que tomo entre mis manos una novela de Karin Fossum sé que no voy a sentirme cómodo en ningún momento, quizás por eso lo haga con cuentagotas (aunque el ritmo de publicación de las editoriales españolas tampoco ha ayudado mucho en la última década.

Es un texto muy difícil de clasificar.

Por ambientación debe de ser novela negra pero muy lejana a los referentes clásicos del género y a mucha distancia de las distintas reformulaciones del mismo.

No es procedimental, pues la ciencia ocupa muy poco lugar en el texto (por no decir ninguno) y no es elemento definidor de lo que se lee.

Tampoco es social, situada lejos de cualquier entorno realmente identificable o de costumbres y ritmos de región alguna. La sociedad no importa y los elementos que definen y encuadran lo que rodea a los pocos personajes tampoco.

Lo más próximo... el thriller psicológico pero entendido de una forma totalmente distinta a lo que se suele leer, es un thriller vago e impreciso, un viaje azaroso en donde te sientes cautivo de algo que te violenta.

Es una lectura ajena al disfrute, se lee para experimentar cierto tipo de angustia ante la vulnerabilidad e impotencia que experimentas ante lo que ponen ante tus ojos.

No sólo no puedes disfrutar con lo que lees sino que sientes la necesidad de que termine, pero sabiendo como termina, para que todo de alguna forma cobre sentido.

Es de alguna forma una ambientación minimalista e introvertida, con mucha introspección, que nos adentra en la mente y forma de obrar de un grupo muy reducido de personas durante periodos muy delimitados de tiempo.

Siempre nos da margen a situarnos y a "ver" lo que está sucediendo pero no terminas nunca de tener claro cuál es el hilo conductor de la historia ni qué pretende la autora con la narración, sólo te sientas y lees para ver que te cuenta y eso asusta.

Es muy cruda. 

No me gustaría que nadie se llevase las manos a la cabeza, aquí no corre la sangre a borbotones ni las muertes se amontonan.

No se trata de crueldad, sino de crudeza, que a veces es incluso peor. A la sangre te inmunizas hasta cierto punto a la gente no.

Sólo se habla de la vida desde la perspectiva de una persona pero se hace sin tapujos y es probable que lo que se lee no guste, a fin de cuentas todos, en un momento u otro, nos hemos definido como "normales" y Fossum nos exige un ejercicio de alienación en donde vemos, sentimos y obramos con la decisión y procesos mentales de alguien que no se rige por los mismos valores ni por la misma interpretación de los hechos. Una persona que obra siguiendo pensamientos y razonamientos que nos resultan irracionales.

Leer las novelas de esta singular autora es someterse a un ejercicio de autocastigo en el que te ves obligado a comprender (sin entender ni compartir) las motivaciones de sus protagonistas, mientras, en ocasiones, eres consciente de que su creadora está removiendo emociones y sensaciones en ti en contra de tu voluntad.

Arrítmica.

Lo da una lectura que te está dejando un profundo regusto amargo en el alma pero que necesitas terminar para poder dar por cerrado ese capítulo. Sin saber  qué pasa con Riktor es imposible parar.

Lo da también la forma de escribir, sin apenas inflexiones, condicionada por la forma distante y alienante en que su protagonista ve y percibe las cosas, anestesiado ante el mundo. Un "sin sangre" (que diría gente que me rodea) pero con un reprís peliagudo que pone los pelos de punta.

A pesar de estar acostumbrado a ser enfrentado a psicópatas y asesinos en serie, el ejercicio que propone "Yo veo en la oscuridad" me ha resultado costoso y por momentos tedioso, siempre con un cabreo en ciernes por no ser capaz de dejar el libro de lado y, encima, por sentirme cautivado por la necesidad de entender si el destino o el azar, harían algo para paliar mi desazón.

Desde la lejanía y sin el punto extra que el genio neoyorkino de Woody Allen es capaz de poner en sus películas, la lectura de la novela de Fossum es algo parecido a ese "nervio" creciente que aparece en el espectador cuando ve "Match point" y quiere averiguar cómo acaba la historia, hasta que un burdo anillo golpea en una barandilla, comienza a girar y sólo eres capaz de contemplar como da vueltas, desenfocado y fuera de plano, sin saber hacia donde dirige el destino sus pasos pero con una sensación creciente en tu interior que te lleva a desear poder soplar (¿en qué dirección? eso mejor que lo conteste cada uno).

Con "Yo veo en la oscuridad" sucede algo parecido, con gente menos guapa en escena y mucho menos encanto, lejos de ninguna urbe que aporte magia o un guión que mitigue la desazón que experimentas como lector pero con un protagonista que evoca sensaciones similares al Jonathan Rhys Meyer más contenido visto hasta la fecha.

No hay florituras
.

Hablo de la traducción pero me cuesta imaginar algo distinto en el original.

El lenguaje como elemento de transmisión llano, aséptico, arrítmico, pausado y parco, carente de emoción. 

Una sucesión de palabras que te informan pero no te llegan, haciéndote la lectura difícil e incómoda, tanto o más que su protagonista único, un Riktor que sin transmitir lo que siente te agobia y hastía desde su asepsia y anodinidad. Una criatura sin rasgos distintivos, una sombra sobre dos piernas que se desplaza sin evocar ni permitirte el más mínimo acercamiento a su persona, tal y como el lenguaje que lo narra.

Inusitada

Coetánea de Mankell en mi estantería, Fossum siempre se ha caracterizado en todas y cada una de sus novelas por ser distinta a cuanto he leído y esperado.

Su lectura es distante, lejos del candor, la luz o la emoción que en un momento u otro son capaces de transmitir los autores mediterráneos.

No hay ritmo ni adrenalina, no hay pausa porque no hay velocidad, sólo monotonía y ritmo monocorde, lejos de la novela negra americana, siempre dispuesta a acelerar nuestro cuerpo o nuestras emociones, a hacer brotar la adrenalina o los sentimientos, a hacernos experimentar.

Y, curiosamente, lejos del resto de autores nórdicos, mucho más dados a las fórmulas estereotipadas y a la novela social. No hay aquí nada de Camila Lackberg (a quién precedió) ni de Stieg Larsson (con quién no comparte el ritmo) ni del citado Mankell.

Hay, con mucha distancia, ecos y semejanzas momentáneas con Jussi Adler Olsen (al menos con "Los chicos que cayeron en la trampa" o con el Lemaitre de "Tres vídas y una vida", con quién comparte la sensación final de novela extraña que desubica y apesadumbra, que muestra realidades que no queremos ver y plantea dudas y dilemas internos al generarnos reacciones que no nos gustan ante protagonistas para el olvido

Valoración: Está bien

Me gustaría que la valoración fuese algo más pero no me ha generado ese confort que hace que la nota suba.

Está bien escrita, consigue lo que pretende, tanto con el lenguaje como con la historia y te lleva como lector a donde quiere.

No es la primera novela de Fossum que leo y lo escrito arriba suele ser común a las sensaciones dejadas por muchas (si no todas) las novelas que he leído de ella, si bien normalmente todas han llegado a mover algo en mí más allá del rechazo hacia el personaje.

Pero en todas ellas estaba Konrad Sejer, que obraba de  "narrador/defensor de la verdad" frente a la "realidad" que inicialmente habíamos conocido a través de los personajes "protagonistas". 

En "Yo veo en la oscuridad" no existe esa segunda figura que actúe de Cicerón y nos guíe, tampoco hay nada que explicar porque ni Fossum nos pretende engañar ni Riktor favorece la conexión suficiente para que se produzca el engaño.

Durante la lectura vemos lo que hay, algo desalentador e inasible, para un espectador sometido al castigo de entender y a la obligación de aceptar que en el mundo existen criaturas que no entienden la vida y la realidad como lo hace la mayor parte y que su sombra e influencia es algo que no se puede desdeñar, porque la persona sobre la que leemos podría ser el vecino de al lado o cualquier otra persona que se cruce en nuestro camino.

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