Creo que lo que define a
"Yo veo en la oscuridad" como novela es común a lo que marca toda la
carrera de Karin Fossum.
Es una obra incómoda:
estamos acostumbrados a ser espectadores en las historias pero siendo parte
activa.
Vemos, oímos y sentimos
lo que quiere el autor que es el responsable de conseguir nuestra inmersión en
la historia, de generar esa extraña sensación de dentro-fuera que hace de la
lectura un extraño placer (¿culpable?). En "Yo veo en la oscuridad"
eso no sucede.
Con la novela en la mano
no te sumerges, lees siendo consciente de ese doble plano (narración, lector)
que normalmente se busca que desaparezca cuando coges un libro. O, al menos,
esa es la sensación que en muchos momentos pretendo alcanzar.
Me gusta que las
palabras, las frases y la narración escrita se desdibuje y se diluya. Es una
metamorfosis del papel en algo "más real", una conversión a
imágenes que permite que me evada y dejar atrás sensaciones, pensamientos e
inquietudes de mi vida.
La autora noruega, en
todas sus novelas, me niega ese deseo y me castiga con la sensación
permanente de lector cotilla, de voyeur, lo que de entrada me genera sensación
de indefensión.
Desde el momento en que
tomo entre mis manos una novela de Karin Fossum sé que no voy a sentirme cómodo
en ningún momento, quizás por eso lo haga con cuentagotas (aunque el ritmo de
publicación de las editoriales españolas tampoco ha ayudado mucho en la última
década.
Es un texto muy
difícil de clasificar.
Por ambientación debe de ser novela negra pero muy lejana a los referentes clásicos del género y a mucha distancia de las distintas reformulaciones del mismo.
No es procedimental,
pues la ciencia ocupa muy poco lugar en el texto (por no decir ninguno) y no es
elemento definidor de lo que se lee.
Tampoco es social,
situada lejos de cualquier entorno realmente identificable o de costumbres y
ritmos de región alguna. La sociedad no importa y los elementos que definen y
encuadran lo que rodea a los pocos personajes tampoco.
Lo más próximo... el
thriller psicológico pero entendido de una forma totalmente distinta a lo que
se suele leer, es un thriller vago e impreciso, un viaje azaroso en donde te
sientes cautivo de algo que te violenta.
Es una lectura ajena al
disfrute, se lee para experimentar cierto tipo de angustia ante la
vulnerabilidad e impotencia que experimentas ante lo que ponen ante tus ojos.
No sólo no puedes
disfrutar con lo que lees sino que sientes la necesidad de que termine, pero
sabiendo como termina, para que todo de alguna forma cobre sentido.
Es de alguna forma una
ambientación minimalista e introvertida, con mucha introspección, que nos
adentra en la mente y forma de obrar de un grupo muy reducido de personas
durante periodos muy delimitados de tiempo.
Siempre nos da margen a
situarnos y a "ver" lo que está sucediendo pero no terminas nunca de
tener claro cuál es el hilo conductor de la historia ni qué pretende la autora
con la narración, sólo te sientas y lees para ver que te cuenta y eso asusta.
Es muy cruda.
No me gustaría que nadie se llevase las manos a la cabeza, aquí no corre la sangre a borbotones ni las muertes se amontonan.
No se trata de crueldad,
sino de crudeza, que a veces es incluso peor. A la sangre te inmunizas hasta
cierto punto a la gente no.
Sólo se habla de la vida
desde la perspectiva de una persona pero se hace sin tapujos y es probable que
lo que se lee no guste, a fin de cuentas todos, en un momento u otro, nos hemos
definido como "normales" y Fossum nos exige un ejercicio de
alienación en donde vemos, sentimos y obramos con la decisión y procesos
mentales de alguien que no se rige por los mismos valores ni por la misma
interpretación de los hechos. Una persona que obra siguiendo pensamientos y
razonamientos que nos resultan irracionales.
Leer las novelas de esta
singular autora es someterse a un ejercicio de autocastigo en el que te ves
obligado a comprender (sin entender ni compartir) las motivaciones de
sus protagonistas, mientras, en ocasiones, eres consciente de que su creadora
está removiendo emociones y sensaciones en ti en contra de tu voluntad.
Arrítmica.
Lo da una lectura que te está dejando un profundo regusto amargo en el alma pero que necesitas terminar para poder dar por cerrado ese capítulo. Sin saber qué pasa con Riktor es imposible parar.
Lo da también la forma
de escribir, sin apenas inflexiones, condicionada por la forma distante y
alienante en que su protagonista ve y percibe las cosas, anestesiado ante el
mundo. Un "sin sangre" (que diría gente que me rodea) pero con un
reprís peliagudo que pone los pelos de punta.
A pesar de estar
acostumbrado a ser enfrentado a psicópatas y asesinos en serie, el ejercicio
que propone "Yo veo en la oscuridad" me ha resultado costoso y por
momentos tedioso, siempre con un cabreo en ciernes por no ser capaz de dejar el
libro de lado y, encima, por sentirme cautivado por la necesidad de entender si
el destino o el azar, harían algo para paliar mi desazón.
Desde la lejanía y sin
el punto extra que el genio neoyorkino de Woody Allen es capaz de poner en sus
películas, la lectura de la novela de Fossum es algo parecido a ese
"nervio" creciente que aparece en el espectador cuando ve "Match
point" y quiere averiguar cómo acaba la historia, hasta que un burdo
anillo golpea en una barandilla, comienza a girar y sólo eres capaz de
contemplar como da vueltas, desenfocado y fuera de plano, sin saber hacia donde
dirige el destino sus pasos pero con una sensación creciente en tu interior que
te lleva a desear poder soplar (¿en qué dirección? eso mejor que lo conteste
cada uno).
Con "Yo veo en la
oscuridad" sucede algo parecido, con gente menos guapa en escena y mucho
menos encanto, lejos de ninguna urbe que aporte magia o un guión que mitigue la
desazón que experimentas como lector pero con un protagonista que evoca
sensaciones similares al Jonathan Rhys Meyer más contenido visto hasta la
fecha.
No hay florituras.
Hablo de la traducción
pero me cuesta imaginar algo distinto en el original.
El lenguaje como
elemento de transmisión llano, aséptico, arrítmico, pausado y parco, carente de
emoción.
Una sucesión de palabras
que te informan pero no te llegan, haciéndote la lectura difícil e incómoda,
tanto o más que su protagonista único, un Riktor que sin transmitir lo que
siente te agobia y hastía desde su asepsia y anodinidad. Una criatura sin
rasgos distintivos, una sombra sobre dos piernas que se desplaza sin evocar ni
permitirte el más mínimo acercamiento a su persona, tal y como el lenguaje que
lo narra.
Inusitada
Coetánea de Mankell en mi estantería, Fossum siempre se ha caracterizado en todas y cada una de sus novelas por ser distinta a cuanto he leído y esperado.
Su lectura es distante,
lejos del candor, la luz o la emoción que en un momento u otro son capaces de
transmitir los autores mediterráneos.
No hay ritmo ni
adrenalina, no hay pausa porque no hay velocidad, sólo monotonía y ritmo
monocorde, lejos de la novela negra americana, siempre dispuesta a acelerar
nuestro cuerpo o nuestras emociones, a hacer brotar la adrenalina o los
sentimientos, a hacernos experimentar.
Y, curiosamente, lejos
del resto de autores nórdicos, mucho más dados a las fórmulas estereotipadas y
a la novela social. No hay aquí nada de Camila Lackberg (a quién precedió) ni
de Stieg Larsson (con quién no comparte el ritmo) ni del citado Mankell.
Hay, con mucha
distancia, ecos y semejanzas momentáneas con Jussi Adler Olsen (al menos con
"Los chicos que cayeron en la trampa" o con el Lemaitre de
"Tres vídas y una vida", con quién comparte la sensación final
de novela extraña que desubica y apesadumbra, que muestra realidades que no
queremos ver y plantea dudas y dilemas internos al generarnos reacciones que no
nos gustan ante protagonistas para el olvido
Valoración: Está bien
Me gustaría que la
valoración fuese algo más pero no me ha generado ese confort que hace que la
nota suba.
Está bien escrita,
consigue lo que pretende, tanto con el lenguaje como con la historia y te lleva
como lector a donde quiere.
No es la primera novela
de Fossum que leo y lo escrito arriba suele ser común a las sensaciones dejadas
por muchas (si no todas) las novelas que he leído de ella, si bien normalmente todas
han llegado a mover algo en mí más allá del rechazo hacia el personaje.
Pero en todas ellas
estaba Konrad Sejer, que obraba de "narrador/defensor de la
verdad" frente a la "realidad" que inicialmente habíamos
conocido a través de los personajes "protagonistas".
En "Yo veo en la
oscuridad" no existe esa segunda figura que actúe de Cicerón y nos guíe,
tampoco hay nada que explicar porque ni Fossum nos pretende engañar ni Riktor
favorece la conexión suficiente para que se produzca el engaño.
Durante la lectura vemos
lo que hay, algo desalentador e inasible, para un espectador sometido al castigo
de entender y a la obligación de aceptar que en el mundo existen
criaturas que no entienden la vida y la realidad como lo hace la mayor parte y
que su sombra e influencia es algo que no se puede desdeñar, porque la persona
sobre la que leemos podría ser el vecino de al lado o cualquier otra persona
que se cruce en nuestro camino.
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