domingo, 12 de agosto de 2012

La pesca del salmón en Yemen

En un plazo reducido de tiempo, más o menos un mes, he tenido el placer de poder  leer esta novela y ver su adaptación cinematográfica. De hecho fue esta última la que me llevó al libro, pues hasta entonces desconocía su existencia

"La pesca del salmón en Yemen" engloba distintas historias: la de un sueño que busca hacerse realidad,  la de dos personas cuyas vidas cambian profundamente durante el intento por hacer que éste se cumpla y la de quienes temen (o pretenden aprovecharse de= las posibles consecuencias sociales y políticas que el éxito del proyecto podría acarrear.

El sueño es el de un jeque yemení (el Sheikh Muhammed) que pretende crear un hábitat sostenible para el salmón en su país y, una vez logrado, instaurar su pesca como hobby nacional. Para muchos una extravagancia, una excentricidad más de un multimillonario aburrido acostumbrado convertidos en realidad todos sus caprichos; para el gobierno británico (o al menos para el Jefe de Prensa del Primer Ministro, Peter Maxwell) una posibilidad única para lavar la cara del país tras las últimas intervenciones militares en Oriente Próximo; para los grupos integristas un intento por occidentalizar la región, un peligro para el mundo árabe; finalmente, para el jeque, no es más que un intento por traer algo de confort a sus conciudadanos y de conseguir relajar un poco las diferencias sociales de una sociedad marcada por las distinas castas.

En medio de esa corriente se encuentran dos personas obligadas a intentar sacar adelante el proyecto, Harriet Chetwode-Talbot, que como empleada y gestora de las propiedades que el jeque tiene en territorio británico queda encargada de realizar la labor de mediación entre el jefe del proyecto y el jeque, y el Dr. Alfred Jones, el jefe del proyecto, como experto piscicultor y funcionario británico obligado por su gobierno a hacer cuanto sea posible por conseguir sacar adelante el proyecto. 

En la novela escrita por Paul Torday la parte política cobra mucho peso si bien en ningún momento se convierte en una tedioso disertación sobre las prácticas políticas comunes actuales. Más bien al contrario, es una crítica mordaz y muy ácida sobre el proceder habitual de quienes ostentan el poder, un examen satírico sobre  qué les guía, cómo llevan a cabo sus objetivos y cuál es el precio que están dispuestos a pagar.

Por eso la novela confiere un peso significativo a la figura de Peter Maxwell, una especie de relaciones públicas encargado de crear distracciones que desvien la atención de los medios de información cuando las  noticias puedan llegar a suponer un menoscabo significativo para la imagen de sus jefes. Es su búsqueda constante por encontrar algo "noticiable" que capte la atención y permita mejorar la devaluada imagen del gobierno  en Oriente Medio da con el proyecto del salmón y se encarga de "ponerlo en marcha".

Imaginativo, narcisista, trepa y zalamero, el personaje creado por Torday muestra la imagen del político con una percepción de sí misma poco menos que mesiánica, convencido de la gran importancia de su labor, capaz de dar y quitar apoyos en función de como evolucionen las cosas, siempre con la intención de seguir creciendo en  reconocimiento popular. Los cadáveres y las contradicciones dejados por el camino poco importa. 

La critica política (y social) ni empieza ni acaba con la figura de Peter Maxwell, tienen su particular momento de gloria el Primer Ministro británico, la Cámara de Representantes, la censura periodística y los movimientos migratorios ideológicos de cuantos pueblan la fauna política actual siempre condicionada a la captación de votos y aceptación social.
En un momento tan caliente como el actual donde la Administración Pública está en entredicho y la gente no parece distinguir entre lo que es el cuerpo administrativo normal y lo que es propiamente su dirección (siempre en manos de políticos), "La pesca del salmón en Yemen" presenta la posibilidad de ver los entresijos del poder y como, mal que nos pese al común de los ciudadanos,  a veces el currito, esa persona que da la cara ante nosotros, ciudadanos de a pie, no es más que un mandado sometido a los continuos vaivenes que se producen por la volubilidad de las ideas (opiniones e ideologías) de quienes están al frente de la nación.

La novela ofrece más, por supuesto, aunque desde un punto de vista más subjetivo, más personal, más particular, en la figura de Alfred Jones pues es a través de sus ojos (o lo que escribe en su diario) como conocemos cuanto acontece durante la persecución de esa "quimera" que, en un principio, es el sueño del jeque, con todos los problemas, obstáculos e ingerencias que sufre, no sólo el proyecto, sino también su relación matrimonial con Mary.

En la novela el personaje de Harriet ocupa un rol secundario y sólo cobra importancia a partir de la desaparición en combate de su prometido Robert, un mero instrumento para mostrar la difícil situación de quienes tienen parientes en "el frente", desde la extrema dificultad para comunicarse (y la total ausencia de intimidad cuando es posible hacerlo) hasta la ausencia de información y el escaso trato humano que se presta a quienes han perdido a alguien querido mientras servía a su país. Lo más destacable es que en ambas situaciones Paul Torday es capaz de mostrar situaciones muy crudas con una ironía y un cinismo tal que resulta muy complicado no llegar a sonreír ante lo absurdo de algunas situaciones que se producen por culpa de las instituciones públicas (mención especial para un servicio externalizado a la India donde un grupo de personas sin formación en la materia  se encargará de "intentar ayudar" a los familiares en ese "duro trance" por el que están pasando. Un servicio gratuito con un coste de llamada de 0,5 euros por minuto, siempre con la promesa de intentar minimizar los problemas idiomáticos que puedan llegar a surgir.)

La película, por por contra, trata todo el asunto fijando su mirada en las tres personas que forman parte de él: el jeque Muhammed, Fred Jones y Harriet. Durante las casi dos horas de metraje vemos como, fruto de su interacción, van cambiando. Alfred Jones un hombre gris, anodino y abotargado, despierta a una nueva realidad. Conoce el amor, la ilusión y descubre la capacidad de soñar. En pocas palabras, vuelve a la vida, conforme va descubriendo la "fé", aquí no tanto principio religioso como esperanza o convencimiento personal de que tarde o temprano las cosas van a salir. Si no se intenta es imposible que algo llegue a pasar. Una parte importante de ese cambio se produce en el momento en que conoce al jeque y éste, sin quererlo, dota a su vida de un objetivo del que hasta entonces carecía.

En ese proceso de metamorfosis de capullo snob integral en invernación a ..... también tiene  mucho que ver la presencia de Harriet quien, interpretada por Emily Blunt, que le obliga a salir de su ensimismamiento en un intento por ayudar a su colega que en un momento puntual atraviesa por por una mala situación personal. La química entre los tres personajes protagonistas y el toque de humor/acidez que pone la presencia de Kristin Scott Thomas en el papel de "Patricia" Maxwell, revisión (cambio de sexo incluido) del peculiar jefe del Jefe de Prensa creado para la nvoela, crean un conjunto muy interesante que procura dos horas de entretenimiento.

Supongo que la gran pregunta que queda por responder es ¿película o libro?...¡¡Y por qué no las dos!! Yo vi primero la película y posiblemente eso haya condicionado mi gusto pero para mí la adaptación cinematográfica es espectacular. Visualmente los paisajes de Escocia y los desiertos yemeníes dotan al conjunto de una estética única (eso sin contar, por supuesto, con los momentos en que la obra discurre por Londres), difícil de captar en la novela, que se adentra más en los procesos interiores y en las crisis políticas que en el medio en que suceden. 

La presencia de Emily Blunt capta la atención del espectador y dota a Harriet de matices que no posee en la novela, aquí mucho más protagonista, casi "co-" (y sin el casi) y el mismo Sheikh Muhammed posee una presencia que no es capaz de percibirse en su totalidad durante la lectura del libro. Quizás, sólo quizás, para mí, romántico empedernido, la película podría incluirse en ese reducido pero siempre (afortunadamente) floreciente bloque de obras que volver a visionar en algún momento de bajón.

Sin embargo la película sóla quizá carezca de la profundidad y el sentido global que la posterior lectura de la novela transmite. Por buena (y lo es) que pueda ser la interpretación de Scott Thomas, su rol es secundario, como lo es el aspecto político, dentro del conjunto del film. La novela nos acerca mucho más a la cruda realidad de la política actual, quizá porque nos reduce a todos (sea como espectadores, votantes o ciudadanos) a meras comparsas, meros instrumentos de campañas publicitarias a gran escala, que poco o nada tienen que ver con la ideología y sí con el poder, el dinero y el afan de notoriedad.

Acostumbrado a divagar cuando leo una noticia sobre si quienes salen públicamente a dar la cara son mentirosos redomados o simples mortales que se creen sus propias bravatas, la doble versión de esta historia permite ver como un mismo personaje puede dar cabida a las dos versiones. El Peter Maxwell descrito por Torday está más próximo a ese ególatra pagado de sí mismo que acaba por creerse su propio mensaje salvador, mientras la "Patricia" peliculera es un animal político mucho menos moldeable, más maduro y mucho más peligroso, con una desconsideración hacia los periodistas, los políticos y las demás personas que forman parte de esa "gran representación" que es la política moderna, fuera de lo común. Sólo por eso y por la parte de crítica social, tanto a la sociedad británica (en general occidental) y a la musulmana más radical, creo que la novela merece algo más que un vistazo. Además, la imagen global, sobre todo de la triste situación personal/matrimonial en la que vive Alfred Jones sólo puede llegar a entenderse a través de las notas de diario con que Torday va salpicando la lectura de la novela, un complemento indispensable para lograr entener la complejidad de la situación personal por la que atraviesa justo antes de comenzar la película.

Quizás por eso, a pesar de ser seguidor de la Srta. Blunt desde hace algún tiempo, amante de los finales más pastelones y edulcorados (que procura la película pero no la novela) y tener decidido que tan pronto como sea posible compraré el dvd,  sigo considerando el libro una experiencia complementaria única. Aunque, eso sí recomendaría ver, en primer lugar, la película. Y es que quizá, sólo quizá, aquí el orden de los factores sí que altere el producto.

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