domingo, 7 de abril de 2013

The sign of four - El signo de los cuatro

Cada vez que pienso en "Estudio en Escarlata" y "El signo de los cuatro" acabo comparando la evolución de los personajes con la evolución de una pareja sentimental (y que nadie se enfade, tengo claro que la de Holmes y Watson no es una relación sentimental, al menos amorosamente hablando).

Siguiendo un poco con esa analogía, "Estudio en Escarlata" cubriría el primer encuentro y lo que podrían ser las primeras citas. Visto siempre desde un punto de vista subjetivo (la perspectiva de John Watson), la relación está marcada por el deslumbramiento del doctor ante la capacidad cognitiva de su (desde entonces) compañero de piso. 

Es una novela marcada por los primeros descubrimientos y una ligera sensación de apabullamiento pues Holmes se muestra ante sus ojos como un ser extraordinario, ajeno a cuanto a conocido hasta el momento, con una capacidad para percibir cosas fuera de lo común y la agilidad mental suficiente para unir elementos que para cualquier otra persona parecerían inconexos. A pesar de su particular visión del mundo y las rarezas que va conociendo de él, Holmes resulta enormemente atrayente para el doctor y poco a poco se va introduciendo en su rutina y su mundo.

En "El signo de los cuatro" ha pasado algo de tiempo y la relación entre los dos se ha ido asentando. Sin el furor inicial y una vez pasada la sorpresa y el arrobamiento propio de los comienzos, llega el momento de la realidad y por tanto la desmitificación. Watson, ya desde las primeras páginas, muestra un Holmes con claroscuros, a momentos de gran energía (que aparecen siempre ante la presencia de un misterio por desentrañar) les suceden momentos de apatía y depresión que le muestran  como un hombre indolente que se refugia en las drogas (cocaína y heroína) en su búsqueda de un estímulo suficiente para seguir adelante.

Esta desmitificación del protagonista provoca su humanización ante el lector y abre la puerta a que nos acerquemos al personaje. Con esa bajada del pedestal llega la normalización, la posibilidad de sentir por él algo más que frío respeto y admiración. Es la oportunidad para la empatía y el cariño por un hombre desdichado que bajo su patina de suficiencia esconde un enorme vacío existencial, un hueco que no se llena por su incapacidad manifiesta para adaptarse, propia de un ser marginal, una rara avis en un mundo monótono que no le procura los estímulos y emoción que el requiere.

Por su parte (y justo al contrario que su compañero) Watson se revaloriza en esta segunda novela, deja parte del yugo bajo el que se refugiaba tras su regreso a Londres. Poco a poco se independiza emocionalmente e incluso es capaz de tomar decisiones que pueden alejarle irremediablemente de aquel a quien, hasta el momento, profesaba ferviente veneración.

La humanización de uno y el crecimiento del otro permiten un acercamiento a la lectura más fácil que "Estudio en escarlata". Cierto que los "problemas" que tenía la primera novela subsisten en esta segunda (es una narración lineal que no permite al lector anticipar lo que va a pasar o deducir quién/qué/por qué pasó o sucedió algo) pero procura un entretenimiento más distendido que su predecesora, aunque sólo sea por la aparición de Wiggins (y su banda de bribonzuelos) y el enamoramiento de Watson. Incluso posee un deje amargo en su final que la primera no tenía, y es que después de la tempestad llega la calma y eso es bueno para todos menos para Holmes.

Quizás le sobra la historia del final, pues como sucedía en "Estudio en escarlata" es en ese momento cuando Arthur Conan Doyle explica los por qués que desencadenaron los acontecimientos que originan el misterio al que sus protagonistas deben enfrentarse, algo que  llegados a ese punto al lector le interesa más bien poco una vez resuelta la parte "misteriosa" de la obra, pero al menos tal y como está dispuesta la obra si uno quiere dejarlo ahí puede hacerlo sabiendo que poco o nada se va a perder a partir de ahí en adelante. 

Una novela del año catapún...
"El signo de los cuatro" no ha envejecido mal... es cierto que acostumbrado a los tiempos actuales, con un ritmo mucho más vivo y donde uno localiza casi cualquier cosa con un click del ratón, volver a los viejos usos, como ver a un detective recurrir a informadores callejeros, puede chocar un poco pero la lejanía temporal con respecto a la época que describe facilita olvidarse de todos esos detalles y dedicarse a disfrutar de una novela que sin ser digna de mención sí sirve perfectamente para pasar un par de tardes tranquilo leyendo, sin más pretensión que desenchufar. Yo, por lo menos, mantengo mi intención de leer la serie completa ahora que he conseguido hacerme con ella, aunque sea a un ritmo reposado.

Para acabar...
Ha terminado Marzo y me he vuelto a ver en la tesitura de elegir novela del mes. Para mí no hay discursión, "Warm bodies", pero soy consciente de que "El silencio de la ola" (que también me ha gustado mucho) será del agrado de un mayor número de personas. 

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