martes, 27 de septiembre de 2011

Muerte de un forense

"Muerte de un forense" es una novela para los amantes de la obra de Agatha Christie, bien directamente en papel, bien a través de la serie de televisión "Se ha escrito un crimen", que protagonizada Angela Lansbury, convirtió a Jane Marple, uno de los grandes protagonistas creados por la inmortal escritora inglesa,  en un éxito catódico.

También guarda algún punto en común con "El misterio del cuarto amarillo" de Gaston Leroux, pero el pequeño misterio que constituye la forma en que pudo entrar y salir el asesino de un edificio en apariencia herméticamente cerrado, no es más que una mera distracción que, resuelta al principio de la novela, acaba relegado a un segundo plano.

La  novela, que comienza con el asesinato de una joven en un pozo de tajón y concluye con el descubrimiento de su asesino,  tiene como hilo conductor y eje central de la novela, es el asesinato del Dr. Lorrimer, forense de un pequeño centro de investigación donde un grupo de expertos técnicos de laboratorio colaboran  con el Cuerpo de Policía en la resolución de las distintas investigaciones criminales.

Las primeras 80 páginas de la narración sirven para presentar a todos los personajes que guardan relación con el centro, bien por su labor en él, bien porque guarden una relación estrecha con alguno de los que trabajan allí.

Ante nuestros ojos desfilan Brenda Pridmore, el detective Doyle, la prima del difundo y secretaria del director Angela Foley, el experto en caligrafía Middlemass,  el director Howarth y su hermanastra, ilustradora de libros. Un conjunto variopinto de personas todas ellas con algún secreto que ocultar y, en ocasiones, más de un motivo para desear la muerte del difunto.

Es en ese totum revolutum de relaciones personales y laborales enquistadas en  donde el comandante Adam Dalghiesh y su acompañante, el Detective Massingham, se ven obligados a ahondar, en su intento por dilucidar dónde,  entre toda esa maraña de secretos, mentiras y medias verdades, se esconde la verdad. Y es que, cuando uno cuenta con excasas pruebas físicas y los sospechosos son expertos en los más variados métodos forenses, no siempre es fácil saber en que datos, por muy científicos que sean, se puede confiar.

Una buena idea que, como suele pasar con las novelas de P. D. James, sufre de altibajos en la narración. Largas descripciones y un ritmo excesivamente lento, sobre todo durante la presentación de los personajes, se alternan con pasajes dinámicos y bien llevados donde los interrogatorios dan vivacidad a la obra.

No deja de ser paradójico la infinidad de palabras que necesita utilizar la escritora británica para detallar un entorno del tipo que sea  (rural, urbanos, natural o artificial) mientras que, tratándose de personas, posee una asombrosa capacidad para dejar entrever el carácter de los distintos personajes centrándose en rasgos muy concretos, que se ponen de manifiesto gracias a la atenta mirada de su protagonista. P. D. James sólo necesita recurrir a ciertos rasgos de la fisonomía, su forma de comportarse o el uso de ciertas palabras durante el interrogatorio para perfilar clos ragos más significativos de cada uno de sus caracteres

Curiosamente el personaje que menos se muestra pero que siempre parece capturar la atención del lector es el comandante Adam Dalghliesh, un hombre sobrio y taciturno, escritor de poesía,  del que apenas asoman pequeños datos, suministrados con cuentagotas,  conforme pasan las novelas, gracias a la acumulación de interrogatorios y a  la visión de quienes se ven obligados a trabajar con él.
El único pero, eso sí, un "PERO" (CON MAYÚSCULAS) es la dificultad para poder interactuar con la investigación.  Los detalles se suceden durante la narración y ocultos a simple vista aparecen los elementos claves que permitirían al lector intentar anticipar la identidad de el/la asesino/a. Por desgracia por mucha atención que se preste a los detalles siempre hay algún pequeño elemento que cambia la percepción de cuánto se ha visto hasta entonces. Es ahí, por desgracia, donde más claramente se pone de manifiesto el embrujo que la "La Christie" ha tenido sobre la obra de su sucesora.

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