domingo, 11 de noviembre de 2012

Vive como puedas

Tengo una amiga (afortunadamente no sólo una, sino varias) con la que suelo intercambiar regalos cuando llegan nuestros respectivos cumpleaños (que, por cierto, están muy próximos en el tiempo).  Desde hace algún tiempo Verónica (que es como la voy a llamar porque no tengo tantas amigas como para perder una por usar su nombre real en un post sin su permiso) y yo nos regalamos libros, que tal vez no sean el regalo más habitual hoy en diá pero sí, al menos en mi caso, un intento por regalar algo más personal.

Regalar a alguien que no comparte tus gustos (en este caso literarios) es harto complicado, como ella misma deja claro con las disculpas y explicaciones que suelen acompañar sus presentes. Entre el volumen de libros que leo (que no sé si es muy grande o muy pequeño pero sí que parece ser bastante molesto para sorprenderme) y un gusto ecléctico que se aleja un poco (o bastante) de lo que a ella le gusta, no le queda otra que tirar por el camino de en medio y regalarme novelas que a ella le han gustado y que cree que, por diversas razones, puedo llegar a disfrutar.

A ella le gusta la narracion más intimista, más personal, donde ves los problemas cotidianos de la gente, sus dudas, sus quehaceres... también le gusta reírse (quizás por eso leyó "Maldito karma" y le gustó tanto) y Murakami, que por lo que recuerdo, de cuando comencé a leer "Kafka en la orilla" (y no, no lo he terminado todavía, Vero, pero no te preocupes que lo haré en breve y mientras está bien resguardado y no coge polvo), casi casi es más fantástico que los libros que yo leo y se califican de fantasía, pero en fin...

A mí me gustan las cosas más sociales, menos introspectivas y, fundamentalmente, menos cercanas. De miserias cotidianas tengo mucho en el día a día y si quiero llorar viendo dramas cotidianos me basta con poner los telediarios, así que cuando cojo un libro busco algo que me saque de mi versión actual y me sitúe lejos (en el tiempo, en el espacio o en otra dimensión), así que no siempre me encuentro con la moral suficiente como para acercarme a sus regalos.

Sin embargo, no hace tanto que leí la cuarta entrega de Harry Flashman y quizá, sólo quizá por eso (ya que fue ella quién me lo "presentó") decidí darle la oportunidad a "Vive como puedas", novela que, en situación normal, no habría recibido la más mínima atención por mi parte. Con ese título y sin haber leído ninguna opinión favorable sobre la novela, creo que no le habría dedicado ni un segundo vistazo en una librería, puede que ni siquiera me habría fijado en su título o lo habría calificado como "de autoayuda". Tras su lectura debo decir que, posiblemente, habría sido un craso error y eso que es, como he dicho antes, una de esas novelas que a ella le gusta pero que yo rehuyo haciendo fu-fu como los gatos.

"Vive como puedas" es la historia de Luís, un hombre al que conocemos en un momento puntual de su vida y dejamos poco tiempo después con una situación totalmente distinta. Sería genial poder hablar de catarsis existencial, de renovación personal o de tesis literaria sobre la esencia del ser humano. Realmente es una crónica del día a día de Luís durante un periodo reducido de tiempo donde lo único que sucede es "la vida", que dicho así suena a poquita cosa y que vivida suena un tanto desbordante.

El martes, si no recuerdo mal, intercambié un mail con Verónica, comunicándole que ya llevaba la mitad de la novela y que no estaba mal. Ella habló de un libro especial que funciona muy bien como comedia porque hace reir pero que también habría funcionado muy bien como drama porque, en el fondo, es lo que es. Entonces (y ahora) yo pensé lo mismo, que es un libro con el que te ríes por no llorar, porque motivos haypara hacerlo los hay a puñados pero quizá, sólo quizá, hay extractos que se parecen tanto a nuestro día a día, a nuestras situaciones o, al menos, a nuestros razonamientos de "botijo", que a uno no le queda más remedio que reírse, aunque sólo sea porque el Sr. Bergés, con su novela, nos da la oportunidad de hacerlo de nosotros mismos y de nuestras miserias.

No quisiera que quién lee esto crea que este es un dramón con mayúsculas, porque no lo es, más bien (y con contadas y tristes excepciones) es una recopilación de miserias, situaciones absurdas y "quemes diarios" que todos (creo que casi sin excepción) experimentamos cada día. ¿Has pensado alguna vez en hechos que pasaron hace ya muchos años y que te hicieron perder los papeles?¿has tenido alguna vez una de esas visiones en las que recuerdas una discursión con alguien como si la estuvieses viendo desde fuera y, al verte ahí parado diciendo toda esa sarta de gilipolleces (perdón por.. pero es la única forma en que se me ocurre explicarlo) te has dado cuenta de lo estúpido que fuiste o lo patético que fue tu comportamiento? Pues la novela es (un poco) eso, la narración del día a día de una persona y la posterior reflexión de esa persona cuando, por las noches, escribe su diario (y la oportunidad que se nos presenta a nosotros de recordar situaciones, parecidas o similares, y de quitarles algo de hierro desde la distancia que otorga el recuerdo).

Luís comete muchísimos errores, hace cosas que posiblemente nosotros no haríamos o que no compartimos, aunque presenciamos el proceso que le lleva a cometerlas, pero también realiza otras muchas que a más de uno no le importaría hacer pero no encuentra el valor suficiente para llevarlas a cabo (como vacilar a un policía o mandar a la porra a los jefes). No es un personaje fácil, pero sí tremendamente cercano a nosotros, quizá porque nos recuerda un poco a nosotros (o a mí puntualmente) y otro poco a nuestro hermano o a aquel amigo que cuando "pasó lo que pasó" hizo eso que...

A mí, recordarme, lo que se dice recordarme, me recordaba pocas cosas (mentira y gorda....) pero traía sistematicamente a mi memoria una antigua sitcom americana llamada "Un chapuzas en casa" donde Tim Allen se pasaba casi 20 minutos diários metiendo la pata y haciendo reír con un comportamiento algo "primitivo" para luego redimirse al final, aprendiendo una importante lección. Quizá la relación con su mujer y esos salvajes hijos que tenía en la ficción no guarden una relación muy estrecha con la realidad de Luís (su segunda mujer Sandra y los hijos con los que vive (Everest y Valle)) pero ese constante quiero pero no puedo, esa falta de madurez que afloraba a la menor ocasión y, sobre todo, las charlas a través de la valla de la casa con el Señor Wilson, hombre mayor, cercano, reflexivo  que ejercía de mentor-consejero-amigo, me recuerdan mucho a las que tiene Luís con su vecino neurólogo (que Luís tiene tendencia a confundir con un psicólogo en cuanto tiene la más mínima oportunidad):

Como este es un libro que se sale de lo que suelo leer no encuentro una comparación que me permita salir del paso sin problemas. Así que procuraré explicarme con palabras (¡¡qué rabia!!). "Vive como puedas" me ha gustado a pesar de que no es mi estilo y de que quizás es un poco "demasiado". Quizás acumula demasiados sucesos en muy poco tiempo, quizás pretende ser siempre demasiado graciosa o simplemente no permite que su poso de tristeza se asiente cuando es lo que la situación requeriría, pero posiblemente eso sea la vida, una sucesión de acontecimientos que unas veces se atropellan por hacer su aparición en nuestra vida y otras, por más que los esperamos con los brazos abiertos, nunca llegan. Quizá todos tengamos épocas en las que reímos para no llorar y lloramos de risa, sin saber muy bien porque hoy es A y mañana es B, y no al revés. Quizá, sólo quizá, la novela de Bergés sea un retrato fiel de la cotidianidad sin la patina del "lo que debería ser" con la que a veces intentamos ocultar una realidad que no llegamos a entender o que no queremos aceptar.

Lo cierto es que funciona, es distendida, se lee bien y consigue arrancar alguna que otra sonrisa (y la mía no es de las que aflora fácilmente), algún pensamiento introspectivo y, por qué no reconocerlo, alguna lagrima. Incluso Luís, que es un personaje que a priori no se comporta como a mí me gustaría y  mete la pata mucho más de lo normal, logra caer bien y eso es mérito de su creador, porque la criatura fácil, lo que se dice fácil, no lo pone. Quizá, y en esto pretendo rendir un pequeño homenaje a la novela, de intentar definirla con una sola palabra esa sería  "endorfinas", esas que nos hacen sentir bien, que Luís busca durante toda la novela y que su autor se encarga de procurarnos a través de la risa y el llanto.

Supongo que lo más justo para terminar este post sea realizar un profundo homenaje a la figura de Verónica, por llevar pululando por mi vida más de dos décadas (que se dice pronto) y por seguir intentando llevarme por el buen camino literario por mucho que me resista. Primero fue George McDonald Fraser, ahora  Bergés...¿Mañana Murakami?, quién sabe, ella, que es lo importante,  no pierde la esperanza y se resiste a darme por perdido.

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