sábado, 3 de junio de 2017

La aguja hueca - Arsenio Lupin, vol. 2


Dicen que la música evoca recuerdos. A mí me pasa con ciertas novelas, con algunos artistas, con determinados personajes.

Arsenio Lupín es uno de mis mayores recuerdos de adolescencia. Me marcó en televisión en versión japonesa adulterada, lo disfruté en libro y años más tarde me entristeció en la gran pantalla con Romainn Duris prestándole sus rasgos.

Como me pasa con todo elemento de juventud que remueve cosas y hace recordar estoy convencido de que no soy objetivo cuando lo comento y que en muchos casos hablo desde el corazón.

En mi casa, por ejemplo, mi padre no ha leído sus novelas y a mi madre no le dicen nada, no le mueves y, en algún caso, hasta se le han hecho largas.

A mí me sigue fascinando ese halo mítico que tiene el personaje, el que hace que pase lo que pase siempre esté presente, hasta cuando no participa en la narración. Es una creación omnipresente e intangible que lo embriaga todo, pues Lupin es capaz de ser ese personaje que estás leyendo sin que tú lo sepas o puede hacer aquello que parece impensable o... cuando lees las novelas que protagoniza sólo puedes sentarse y prestar atención a lo que cuenta, ceñirte a ser un mero espectador, pues es imposible anticipar casi nada de lo que acontezca. Y, para mí, hasta eso tiene su encanto. 

Las historias creadas por Maurice Leblanc son muy visuales, tienen un poco de teatro y un algo de cine, pero en ambos casos tienen ese embrujo clásico que te emboba y te permite limitarse a "ver", sin tener que pensar. Lo que hay no lo vas a saber del todo hasta que la historia termina y su trama no está pensada para ser anticipada o para que te sientas copartícipe.

Depende de la historia puedes terminar con un ánimo más elevado o con un tono más lúgubre, incluso con un ligero regusto amargo. Todo es posible y siempre es lo que hay. Por eso creo que son libros que quienes los disfrutan nunca se sientes defraudados con el siguiente y quienes no nunca llegan a cogerles el punto.

"La aguja hueca" tiene algo especial para mí. Con respecto a Lupín es el más cercano, el que muestra su lado más humano, el que le convierte en un personaje homérico, con un destino sellado que él desconoce y que le condiciona y guía aún en contra de su voluntad y, por ende, el que más empatía hace que se sienta por el personaje pues no es su grandeza y genialidad la que nos cautiva, sino su desdicha y tragedia, su bajada al mundo terrenal, con sufrimiento, lucha, frustración y pérdida en el camino.

Es una historia en donde la obsesión marca el camino de sus protagonistas y determina el final de la historia. Lo hace para Lupin, pero también para Beautrelet (el héroe francés, apenas adolescente, que pone en jaque y destrona al ídolo de masas de la clase media/baja) y un Herlock Sholmes (rencoroso, ridiculizado y hundido, que sólo quiere la venganza definitiva).

La obsesión por la fama, por demostrar la superioridad ante los demás o la de la venganza por el honor perdido marcan en desarrollo de la historia, condiciona el proceder del triángulo protagonista y eclipsan el juego de máscaras y espejos que, como en todas las historias de Lupín, conforma la historia principal.

Se puede hacer algo larga en algún tramo (y eso que las ediciones de edhasa de estas historias tienen letra grande y permiten un paso de páginas muy fluído), con alguna descripción de más y algún paisaje que no aporta mucho pero, en el fondo, sirve para acercarnos a la perspectiva del cazador infatigable que pierde la perspectiva por esa necesidad imperiosa de saciar su sed.

Quien, como es mi caso, haya disfrutado alguna vez con las novelas de Leblanc, probablemente encontrará esta entrega interesante y llamativa, digna de acompañarle un par de tardes desocupadas. Los amantes de ritmos más vivos, una evasión dinámica y una trama interactiva donde parte del juego está en intentar anticiparte a lo que te van a contar no encontrarán aquí lo que buscan.

Valoración: Me ha gustado.


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