miércoles, 19 de abril de 2017

La costilla de Adán - Rocco Schiavone, vol. 2


No sé si es correcta la frase "Antonio Manzini se cuenta entre los autores fijos que sigo porque me gusta mucho", pero puedo garantizar que "la serie de Rocco Schiavone es una de las series que más me gusta y llena de cuantas leo/sigo", sí que lo es.

Intentar explicar el por qué es algo así como tratar de hacer entender a quién no sabe lo que es te aporta una buena tortilla de patata con historia si no ha formado parte de todo el proceso.

En un resumen bastante sucinto de lo que aporta el conjunto de la novela podría estar hablando de  humor, emoción y moral como tres elementos (o alguna de las variantes) determinantes de mi relación con Schiavone.

Humor... Temo incurrir aquí en un error de bulto haciendo pensar a alguien que Manzini es Julio Muñoz Gijón y crea tramas con toques graciosos y alegres que convierten sus novelas en algo único y paródico.

Las novelas del italiano son serias en forma y fondo, de principio a fin, si bien por momentos (normalmente más al principio que al final donde entran en juego otras cuestiones) el lector puede disfrutar y sonreir con algunos de los diálogos del Subjefe (donde su insolencia se muestra en todo su esplendor), frases lapidarias para cerrar conversaciones azarosas o actuaciones canallas que rozan la chiquillada cuando quiere tomarse venganza (justa o no) en alguno de sus colaboradores por algo, alcanzando el culmen de la hilaridad con algún momento Jerry Lewis coprotagonizado por los policías D´Intimo y Deruta (que si no fuese porque cuando uno los ve en algunas ocasiones con su "auténtico" y lamentable rostro, serían hasta entrañables) e incluso el Castelle más prostático e incontenible (incapaz de estar en una escena de crimen y no orinar).

La gracia aparece pues como elemento para rebajar la tensión en una novela que nunca se acerca al thriller pero que sí que cuenta con un tono general bastante apagado, acorde con el estado de su protagonista, pero que su creador consigue aderezar (y adelgazar) con esos elementos "graciosos" que en ocasiones consiguen agrandar la media sonrisa hasta la carcajada más desinhibida.

Cada una de las novelas es reflejo de su personaje, que los acapara y monopoliza por carácter y carisma y claro, acaba siendo una novela gris, taciturna y melancólica como el interior de Schiavone, con escasos momentos para la felicidad (normalmente teñida de mucho recuerdo y tristeza agridulce) mezclados normalmente con una gran nostalgia hacia un tiempo pretérito donde era feliz en su querida Roma y, sobre todo, con su amada Marina, la mujer de su vida a quién aún hoy recuerda con viveza.

Ese tono melancólico crece paulatinamente con el paso de las páginas, apoderándose de la sensación global del conjunto, conforme aumenta la sensación de soledad (y cierto desamparo) de Rocco y esa de "persona que no se deja ir porque no puede pero que tampoco termina de estar ahí al 100%".

Al acompañarle cambiamos, pensamos y reflexionamos sobre la vida, nuestros propios "silencios" y los vacíos que nos conforman, las ausencias que notamos y la forma en que cambian y alteran nuestra vida. 

Vivimos su desamparo, su falta de emoción hacia situaciones, cierta apatía en su proceder y una tendencia manifiesta a mostrar el lado más alejado posible de la euforia. 

Curioso todo esto en un personaje "italiano" de un autor de igual procedencia, donde lo "Mediterráneo" parece haberse quedado en la Roma de su recuerdo y no en la Aosta de su presente, donde el clima frío e ingrato crea una sensación de recogimiento (en lugar de la expansión generado por el sol de la zona sur del país), de "no apertura", de carencia de vida en las calles y apatía en el espíritu que Schiavone pone de manifiesto de forma permanente.

Ni su amante, ni sus constantes referencias subidas de tono sobre distintas mujeres que se cruzan en su camino cambia esa percepción (aunque sí genera algún rechazo hacia comportamientos bastante sexistas) y cierta sensación de pesar se acomoda en el alma del lector durante toda la narración.

El tono se va volviendo más y más serio conforme avanza la historia y la/s trama/s de la historia van ganando peso específico y comienzan a mostrar su auténtica  cara, porque si algo tienen autor y personaje es mostrar a cada una de las personas que aparecen sin tapujos, maquillaje ni ambajes.

Tanto "Pista negra" como "La costilla de Adán" muestran una sociedad llena de aristas, donde no siempre es sencillo encontrar el equilibrio entre justicia y legalidad, en sus acepciones más amplias, llevando al lector a enfrentarse a su propio código moral y a decidir si en las mismas circunstancias habría obrado de modo distinto, con Marina representando en muchas ocasiones nuestro punto de vista en su particular valoración del proceder de su marido.

En global me parece una novela muy interesante, llena de matices, de lectura sencilla pero con mucho poso, donde el humor aligera pero no elimina el componente sombrío, con tintes bastante melancólicos y distintos matices. Una novela que genera espectación, introspección y autoanálisis a partes iguales en quien la lee y la disfruta.

Valoración: Me ha gustado mucho.

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