miércoles, 16 de abril de 2014

Sangre dorada


Voy a escribir este post porque se me acumulan los libros que tengo que comentar y el tiempo pasa sin saber muy bien cuál tratar primero y cómo hacerlo.

“Sangre dorada” es la tercera novela de la serie sobre los “violetas” creada por Stephen Woodworth. Una serie que va de más a menos, o al menos esa es mi sensación.

La pérdida de intensidad en la serie sucede también en las novelas, con una puesta en escena siempre vibrante y una apuesta inicial interesante que luego el autor no termina de rematar como debe. No porque la historia pierda consistencia o porque deje flecos sino porque el desarrollo en sí parece liviano, hasta cierto punto precipitado.

No es la primera vez que al leer en la novela anterior el primer capítulo de la siguiente se desatan mis ganas por leerla porque si algo tiene Woodworth es que sus tramas no se repiten. Dentro de las posibilidades que ofrece “el universo violeta” siempre parece encontrar una variante para llevar a cabo una nueva novela distinta a las anteriores. Y eso tiene mucho mérito.

Pero conforme avanza la trama te das cuenta de que la novela se va enfriando, que lo que podría haber sido nunca llega a realizarse y que todo se queda siempre a medias.

Pasa con sus personajes, que siempre se quedan a medio esbozar y pasa con su protagonista, que sigue con los mismos quebraderos de siempre.

En las ocasiones en las que me he parado a pensar un poco en el tema siempre llego a la conclusión de que la complejidad de las premisas de las que parte la serie condicionan mucho el desarrollo de la novela y dificultan un desarrollo elaborado por las posibles incongruencias e inconsistencias que pueden resultar. Sin embargo, como lector, eso no me sirve de excusa, al menos no a la hora de valorar la novela. 

Una premisa, por original que pueda ser (y en este caso lo es) no sirve para encumbrar una obra si no es bien desarrollada, si no explota todo su potencial y Woodworth no suele hacerlo. Infinidad de variantes sin explorar, personajes poco desarrollados y, hasta cierto punto, una trama simplificada para minimizar los fallos no me permiten considerar esta novela como algo notable.

Sí que es una novela cómoda, de lectura sencilla y sin grandes compromisos que procura una buena distracción. Eso sí, sin la tensión y la emoción que había en las novelas anteriores, más en la primera que en la segunda (todo sea dicho).

Natalie Lindstrom sigue pasando ante nuestros ojos sin dejar mucho rastro, es más la curiosidad por todo lo que queda por mostrar de “su universo” que lo curiosidad que ella pueda despertar. Y eso que ella es la única protagonista real de la novela. 

El resto de personajes se quedan en “agua de borrajas” estereotipos circunscritos a roles muy definidos con muy poca sorpresa en el camino.

Una pena porque era una de esas novelas que esperaba con ganas, convencido de que esta vez iba a ser todo un pelotazo.

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