domingo, 15 de julio de 2012

Sábado de Gloria

Justo antes de comenzar a escribir este post he descubierto que, ya para empezar,  partía de un error. David Serafin no es español. A pesar de que me he pasado toda la semana pensando en el como "devid" y no como "david" no se me había pasado por la cabeza esta posibilidad hasta que he hecho una mera comprobación de rutina.  De entrada me obliga a pedir una nueva disculpa, pues por muy grande que fuese mi entusiasmo al incluirlo en el post de la semana pasada, está no es una novela escrita en español, originalmente fue escrita en inglés y se tradujo un par de años más tarde.  Así que, por segunda vez consecutiva en otros tantos post, mis disculpas.

Nada de lo escrito en el párrafo anterior desmerece la obra en cuestión, más bien al contrario, me facilita establecer cierto paralelismo literario con otra autora que ya he tratado en este blog, Donna Leon. Tanto uno como otro son angloparlantes (uno inglés, la otra americana) que en sus novelas han retratado (en el caso de Leon, todavía lo hacen) la realidad de la sociedad mediterránea.

Quizás ahí resida la gran diferencia existente entre estos dos autores y otros que escriben sobre esa misma realidad, como Lorenzo Silva y Gianrico Carofiglio. Con cualquiera de estos últimos tengo una gran afinidad, no sólo por las situaciones personales que en algunos momentos pueden experimentar sus personajes, también (y sobre todo) porque entiendo sus puntos de vistas y su manera de ver la vida. Hay "algo" que los acerca a mí, algo que los diferencia de "los" Brunetti  y Luis Bernal (de Leon y  Serafin), un intangible que me impide un mayor acercamiento a estos últimos cuando leo sobre ellos, pues, de algún modo, los siento ajenos.

Siguiendo con la comparación los dos autores autóctonos tienden (quizás por su origen) a ser más "intimistas", centrando las tramas no sólo en la investigación, también en la situación personal (en constante cambio) de sus protagonistas, mientras los dos foráneos centran más la mirada en la realidad cotidiana y el entorno, en la sociedad que describen, quizá porque es nuestra cotidianidad lo que más llama su atención, lo que necesitan plasmar.

Aunque conforme va pasando el tiempo la posibilidad de leer algo de Bevilacqua o Guido Guerrieri se impone a cualquier otra opción,  lo cierto es que (hasta la fecha) me valen cualquiera de las dos alternativas y Donna León siempre acaba encontrando su momento a lo largo del año. A la pregunta que subyace en mi silencio (¿lo tendrá también David Serafin?), la respuesta es "posiblemente sí" pero de otra forma.

Antes de analizar lo que es la novela en sí me gustaría evitar posibles errores interpretativos. Luís Bernal no es un "Guido Brunetti" a la española, nada más lejos de la realidad. Es mucho más seco, más frío y menos "asible" (si se me permite utilizar el término). Al menos en esta primera novela el rol de los demás personajes es totalmente secundario y su entorno familiar y personal dista mucho de tener una presencia significativa. Sintetizando, donde el comisario veneciano cuenta con colaboradores y el calor del hogar familiar, el español encuentra subordinados (en el más estricto de sus significados) y la ausencia de apoyos familiares, con una familia disgregada en donde el adulterio también tiene ocupa su pequeño lugar.

Como se puede deducir "Sábado de Gloria" no me ha llegado, ni mucho menos, como lo hicieron en su día las primeras novelas de la autora americana. El llamémoslo "efecto Brunetti" no aparece en la obra de Serafin y eso marca mucho la novela. Luis Bernal (que por cierto es un nombre muchísimo más sencillo y fácil de recordar) me ha producido cierta indiferencia, quizás por el salto generacional que hay entre nosotros, no sólo porque el tiene cincuenta y ocho y yo...muchos menos, sino porque vivimos en dos épocas muy distintas a pesar de su proximidad temporal.

Por mucho que Bernal sea "progresista" frente a muchos otros protagonistas de la novela (con especial mención a su esposa Eugenia) no deja de ser una persona de su tiempo en una España que comenzaba la transición tras el periodo franquista. Durante casi toda la novela la imagen/recuerdo de mi abuelo no me ha abandonado en ningún momento, como tampoco lo han hecho algunas de los recuerdos y batallas que mi padre ha tenido a bien compartir y que me han llevado siempre a pensar en ciertas zonas de la ciudad como algo "de otro mundo". 

Treinta y cinco años, la distancia que hay entre la Semana Santa de 1977 (momento en que suceden los hechos de la novela) y la actualidad son muchos, maxime si se tiene en cuenta el cambio radical que (al menos sobre el papel) se ha producido en la sociedad española. Un cambio que las generaciones posteriores (como la mía), por esa misma cercanía, no han sido capaces de apreciar (ni valorar). Sólo leyendo novelas como esta consigo acercarme a una época que nunca termino de conseguir entender pues los valores y principios que servían de cimiento a la sociedad no tienen nada que ver con los actuales. Puedo saber que la ley del divorcio de 1981 supuso un importante cambio a nivel social, pero hasta la lectura de esta novela no era más que algo sobre el papel. Nunca me había planteado que hace tan poco tiempo  a la mujer adúltera se la condenaba a la carcel. Son esos pequeños detalles los que enriquecen esta novela y los que la convierten en algo reseñable, posiblemente más para quienes habitamos en la sociedad española que para quienes no pueden llegar a contrastar las diferencias entre el pasado y el presente.

 El distanciamiento temporal tiene también un papel relevante a la hora de juzgar la novela. Yo no la definiría como un thriller, ni he experimentado la tensión (o la desazón) que parece implícita en ciertos momentos de la trama, porque hay un bagaje previo que no poseo, pero estoy seguro de que cuando alguno de mis padres lea esta novela (que, por supuesto, les pienso dejar) sí serán capaces de extrapolar sus propias vivencias y rellenar esos "huecos" que, en el momento en que se escribió, no eran tales pero que, hoy, están muy presentes. Quizás incluso alguno de los dos llegue a utilizar la palabra "thriller" (aunque rebajada con el apellido "político") para definirla, algo que a mí nunca se me pasaría por la cabeza.

Lo que sí que puedo hacer, lo que me ha hecho disfrutar de la novela, es poder jugar con  la ciudad de Madrid. Situarme en sus calles, recorrerlas siguiendo los pasos de Luís Bernal y su tropa. Bordear el Retiro, bajar a la Cibeles o visitar la calle Alfonso XII. Durante su lectura he "jugado" con mi conocimiento de la ciudad: he ido cambiando los nombres de algunas calles que ya no se llaman así, me he visto obligado a borrar algún cartel de publicidad o alguna obra pública que es imposible que formasen parte del paisaje de entonces y me he reído decidiendo si David Serafin habría incluido a los africanos que venden costo en algunas entradas del parque de haber escrito la novela hoy. Quien sabe, incluso es posible que algún día me lance a la aventura y mire a ver si "la tapa esa" que está tomando el protagonista la siguen sirviendo a día de hoy y si, de pasar por allí algún día, podré saborear esos mismos sabores.

"Sábado de Gloria" es ua novela para nostálgicos, no del antiguo régimen, sino de "otra" ciudad, otra forma de entender las cosas, otro tiempo. Una forma de acersarse a otra parte de nuestra historia que ya no está ahí a pesar de que sea pasado reciente.

Con esto me despido pues tengo por ahí un artículo sobre la Semana Negra de Gijón que quiero leer, siempre dispuesto a encontrar algo nuevo "que llevarme a la boca" durante los próximos meses.

No hay comentarios: