domingo, 22 de abril de 2012

La promesa del ángel caído

No sé quién es Tabor Süden. Ni donde vive, ni como lo hace, ni qué guía sus pasos. No sé que le gusta. Ni si tiene familia. Sale con una conductora de autobús, ¿y?. ¿amigos?sí, su compañero y amigo de la infancia Martin (si no me equivoco con el nombre, que es posible) y una compañera nueva asignada para esta investigación (del nombre no me acuerdo; de que está buscando piso y se saltó la peluquería sí, que conste). Ni siquiera recuerdo en qué ciudad transcurre la historia. Lo preocupante es que no me importa.
 
Tras una primera lectura de esta novela (hace algo así como ocho meses) leí opiniones de gente encantada con esta serie, estaban enamorados de su particular forma de investigar, por lo que opté por dejar pasar unos meses y realizar una segunda lectura que me dejase más tranquilo. Tranquilo estoy, pues lo he intentado, pero nada ha cambiado. 
 
Me reafirmo en mi opinión inicial, no veo los procesos deductivos ni el hilo conductor que me indique de dónde viene el razonamiento del inspector. A lo largo de la trama el protagonista expone hechos (inconexos) que sólo él y su creador parecen ver,  pues no hay nada que justifique sus  conclusiones . La novela avanza mientras el lector espera que en algún momento alguien explique de dónde ha salido eso pero a diferencia de otras obras (como los libros de Sherlock Holmes o los episodios televisivos de "Diagnostico asesinato"), nadie une los puntos de la trama para desenmarañar lo que ha pasado a un lector que, por momentos, se llega a cuestionar su capacidad de observación. 
 
La primera vez me llamó la atención que Friedrich Ani introdujese en su narración esos elemento externos (ruidos, conversaciones, olores...) que nos rodean en el día a día y que suelen interferir con nuestros pensamientos y conversaciones. Pero ni la forma (algo confusa) en que aparecen ni la reacción del protagonista (tan fría y poco natural como todo en él) permiten explotar este recurso que podría haber sido una buena forma de humanizar y dar a conocer al personaje. 
 
Como muestra un botón. Ayer, volviendo a casa (de dónde y por qué importa poco, pues yo no soy el protagonista de ninguna novela) iba abstraido leyendo ("Retribution falls" para más señas. De próximo comentario en el blog.. o eso espero) hasta que la conversación telefónica de una mujer me sacó por completo de la lectura. No sé bien de que iba el tema (lo sé pero no viene al cuento) ni voy a explicarlo pero desde un "chica, habla más bajo" a un "Jesús, no sé qué estás diciendo pero cada vez empeoras todo un poco más" pasaron por mi cabeza  un sin fín mas de pensamientos al respecto (incluido un recurdo de hace un par de años). Cada estímulo produce una reacción, da igual si favorable o desfavorable, si es un pensamiento coherente o algo deslavazado, pero cuando realmente percibes (sientes) algo reaccionas. Claro, siempre y cuando no seas Friedrich Ani, entonces simplemente intercalas la conversación con la original, sin previo aviso, y sigues con la historia, así, sin más.

Lo curioso es que, a pesar de todo lo expuesto hasta el último tercio de la novela la cosa no está tan mal. Pero en el tramo final el morbo y la curiosidad malsana entran en escena, relegando lo demás a un segundo, tercer  o cuarto plano. Ya no importa el comportamiento de Süden con la pequeña Betsy, ni tienes curiosidad por ver que considera él como "alcohólico" si (según él) Martin y él no se incluyen  en ese saco, ni quieres llegar a conocer a su novia...Lo único que importa es que decide entrometerse indiscriminadamente en la vida de tres personas cuando ya no hay riesgo para la vida de nadie, y, por tanto, la intervención policial carece de sentido. Él a lo suyo, sin importar a costa de quién, violentando a propios y extraños (y lo más importante, a mí como lector) y adulterando las reglas de juego. Quizás ese final haya marcado mi percepción del resto de la novela y quienes escribieron los comentarios que leí en su día tenían algo de razón. Quizás mi rechazo visceral a una forma de proceder que atenta contra todo cuanto creo (fundalmentalmente la intimidad de las personas y el derecho a que la gente respete ese espacio) hayan sido un factor decisivo en mi opinión desfavorable hacia la novela. 
 
Por si las moscas, como la segunda lectura no solucionó mi problema con la novela, opté por comentarla con una tercera persona a quien se la dejé. La leyó (sin coacción previa por mi parte) y salvo una ligera matización a ese tramo final  (que tampoco le gustó pero no le produjo una reacción tan visceral) estaba de acuerdo conmigo. Posiblemente esté equivocado pero también estoy en mi derecho a hacerlo. Friedrich Ani no está en mi lista de futuribles y por lo que sé tampoco aparece en el de la gente con la que intercambio cromos así que será difícil que en un futuro (¿próximo?) vuelva a aparecer por aquí. Quien sabe tal vez dentro de un tiempo lea varios comentarios favorables y me pique lo suficiente como para hacer un nuevo intento esta vez con una novela distinta. Mientras tanto...

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