Un ex asesino
entrenado por el KGB, un policía, una prostituta... y un cura. Y no, esto no es
un chiste.
El ex asesino es
Thobela Mpayipheli. El guerrero xosha que protagonizó “El corazón del cazador",
del mismo autor. Como entonces la vida (la suerte, el destino) le golpea justo
cuando parecía que había sido capaz de recuperarse y rehacer (por segunda vez) su
vida. Pakamile (su hijo adoptado) le ha sido arrebatado y
posteriormente el sistema judicial le falla. En ese preciso momento decide retomar las armas y convertirse en ángel justiciero, un vengador que
“habla” por los niños.
El policia es Benny
Griessel. Un alcohólico que, por primera vez, ha levantado la mano a su mujer
en una borrachera. Ahora tiene 6 meses para decidir si se desintoxica por
completo y rehace su vida o pierde a su familia (esposa y dos hijos). Un
proceso de curación que debe llevar a cabo ante la mirada de unos compañeros
que ya no creen en él, mientras un asesino en serie campa a sus anchas y el
“asunto Artemisa” da sus primeros pasos. Un viaje
introspectivo y autocrítico que deja huella.
Una prostituta
blanca, Christine Van Rooyen. Controlada e inteligente. Una superviviente nata
que no reniega de su profesión y tiene muy claro su objetivo. Ser madre cuando apenas pasa de la veintena no hace que se replantee su vida (ni su
profesión), sólo refuerza su determinación. Hasta que un día entra en
contacto con un individuo especialmente peligroso, un narcotraficante
colombiano afincado en Sudáfrica (Carlos Sangrenegra) y todo cambia. Cuando lo
que más quieres está en peligro se toman medidas desesperadas.
La historia de tres
personas intentado “salvar” su vida, cada una a su manera, cuando la adversidad
(en múltiples y muy diversas formas) les golpea. Obligados a enfrentarse a si
mismos y a las consecuencias de sus decisiones, de sus actos y, sobre todo, de sus errores... Tres puntos de vista, tres caminos que desembocan en un derramamiento de sangre capaz de generar más dudas que certezas en el lector
"El corazón
del cazador" es una buena novela, por momentos podría ponerse el "muy" delante. "El
pico del diablo" es aún mejor. Casi perfecta en su ejecución,
redonda, sin trampas, sin fisuras. Una lectura intensa que cautiva al lector,
captando su atención desde el principio a pesar de que las tres historias se
van contando en paralelo a lo largo de la primera parte de la novela. Es
entonces cuando Benny Griessel y la investigación policial cogen el protagonismo
absoluto, a partir de ese momento ya no hay escapatoria.
LA NOVELA que siempre he deseado ser capaz de escribir. Sin imperfecciones,
abrumadora por su realismo, mostrando la situación de la sociedad sudafricana sin
ese regusto a documental o a charla adoctrinadora
y moralizante que parece acompañar a otras novelas. Capaz de poner a cualquiera
en la piel de sus protagonistas a pesar de ser personajes marginales, muy apartados de la realidad de un
ciudadano de clase media de país “desarrollado”, con nuestra
"capacidad" para abstraernos de la realidad ajena, siempre cargados
de razón, confiados y seguros, resguardados tras nuestra (supuesta) capacidad
para empatizar y de (una más que discutible) ausencia de prejuicios, al menos
hasta que alguien nos pone ante situaciones poco habituales donde una simple
palabra nos predispone a pensar (y esperar) "lo peor” de alguien sin que
importe todo lo que hay detrás.
Deon Meyer es el
único de los autores actuales que me ha demostrado ser capaz de seguir la estela marcada por Dennis Lehane e
incluso superarle. Los dos autores se mueven en
la zona de los grises morales con una facilidad asombrosa,
cargando la palabra "justicia" con un matiz social/humano que difiere
(cada vez más) del término institucional que todo buen diccionario le
otorga. Pero donde el bostoniano introduce elementos pinceladas de humor (de la
mano de la fina ironía que aporta en muchas de sus obras el personaje de Patrick Kenzie), el autor sudafricano rebosa una sobriedad y realismo sobrecogedores.
La corrupción
policial, la difícil situación de los niños en Sudáfrica, el apartheid, el
alcoholismo o un sistema judicial que, no sólo es insuficiente, sino que tiende a criminalizar a las víctimas que suben a los
estrados, resultan un caldo de cultivo óptimo para hablar de la venganza y de los posibles justicieros callejeros, desde todas
las perspectivas imaginables. Y, por encima de todo, personas (como tú y como
yo) marcadas por las decisiones que en un momento de su vida han tomado y que
poco a poco les han ido alejando de lo que la sociedad determina como
"válido" o “correcto” porque quienes la conformamos
no somos capaces de entender (o de aceptar) que la vida posee entidad propia, golpeando sin avisar, dejando a su víctima sin otra salida, sin otra
solución. Una novela soberbia, un libro desesperanzador que
impacta por la sinceridad y la claridad de su propuesta, por el realismo humano
que destila y por el poso de tristeza que deja.
Antes de que
bajes a la calle a comprarlo ten en cuenta que, aunque sean novelas
independientes, sería preferible que leyeses antes "El corazón del
cazador", porque Thobela Mpayipheli no es "Thobela" si no se ha
padecido con él a lo largo de la primera entrega.
Si después lees
"El pico del diablo" y te gusta (aunque sea la mitad que a mí)
difunde la obra, dala a conocer. Tal vez así se publiquen más obras de un autor
que, de haber nacido en otro lugar o haber desarrollado sus historias en otro
marco (posiblemente con el mismo resultado porque la naturaleza del ser humano
es la misma esté donde esté), habría tenido muchísima más repercusión, alcanzado los dichosos
expositores de las grandes superficies, esos que están situados bajo el rótulo "los más
vendidos" .
Y si te preguntas
qué pinta aquí el cura en todo esto...¿no es mejor que leas la novela a que te lo explique?
No hay comentarios:
Publicar un comentario