sábado, 25 de junio de 2011

Hollywood Station

El ser humano tiende a encumbrar.. a levantar altares y situar en lo más alto a alguien/algo a lo que reverenciar. 

Por desgracia es una situación finita. Nadie puede estar en la cima eternamente, después dicen que llega la caída, y cuanto más alto, más dura es la caída. Uno de los ejemplos más claros ha sido el Departamento de Policía de Los Ángeles.

Durante mucho tiempo el L.A.P.D (Los Angeles Police Department) fue objeto del respeto de sus ciudadanos y de la admiración de toda la nación. Hasta que en 1981 vio la luz el caso de Rodney King que cuestionó el uso de la violencia  y la objetividad y legalidad de las actuaciones policiales en la ciudad. Así comenzó el declive de un cuerpo que en 1992 volvió a ser objeto de la ira popular cuando durante el juicio contra O. J. Simpson se plantearon serias dudas sobre el procedimiento seguido y la validez de las pruebas encontradas. El descrédito más absoluto llegó en 2001 con el escándalo Rampart y la implicación de toda la unidad CRASH en actividades y comportamientos delictivos que iban desde la extorsión al asesinato.

El clima de crispación, que en algún caso llegó a desencadenar revueltas raciales en las calles de Los Ángeles, provocó la creación del F.I.D, un Departamento encargado del control del uso de la fuerza por los agentes de la ley en la ciudad de Los Ángeles.


En uno de los (muchos) relatos que pueblan "Hollywood Station" se explica con detalle (contraponiendo la versión oficial y la personal de una investigadora de policía) la precaria situación en que se encuentra, a nivel social, el L.A.P.D y como quienes lo conforman actúan limitados y condicionados ante una sociedad que mira con lupa cada una de sus actuaciones.

Wambaugh, que fue policía, muestra en su novela lo difícil que resulta realizar el trabajo policial a día de hoy. Para eso recurrre a numerosos ejemplos que tratan de hacernos entender por lo que deben pasar los agentes en su día a día y como con frecuencia se dan situaciones que podrían sacar de sus cabales a cualquiera. Nada como la sobriedad a la hora de narrar dos incidentes tan dispares como la agresión a una policía encubierta y el caso de un hombre que hace cuanto está en su mano para que los agentes le maten, pues él no tiene el valor para hacerlo.

Fuera de los fines propagandísticos y de su intención divulgativa, la novela carece de interés,  pues el único protagonista de la narración es el trabajo policial, convierte a los distintos  pesonajes  a meros esbozos, pequeños clichés que no llegan a alcanzar todo su  desarrollo, impidiendo al lector llegar a establecer cualquier tipo de relación con ellos. Esto, unido a los constantes cambios de personajes y la sucesión (en ocasiones interminable) de historias, puede llevar a "Hollywood Station" a volver a la mesilla de noche, relegada a caer en el olvido, cuando la realidad es que pocas novelas muestran con tanta claridad como la labor policial es mucho más que intentar desentrañar grandes misterios, es sobrevivir al día a día y a la dura realidad que se presenta ante sus ojos. Gracias a su entrega los demás podemos seguir viviendo una utopía,  ignorantes de cuanto acontece en las calles.

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