miércoles, 1 de junio de 2011

El vuelo del ángel

Cuando no vas a la librería con una idea clara de qué comprar siempre existen apuestas seguras, escritores que cubren las necesidades de un espectro muy amplio de lectores del género elegido. Dentro del policiaco Michael Connelly es uno de los más solventes, consiguiendo compatibilizar la calidad del producto con una producción bastante cuantiosa.

Mas allá de la sobriedad de su propuesta y lo cuidado de su escritura, lo mejor de su obra es la capacidad para crear productos distintos, evitando caer en repeticiones. Es cierto que todos sus protagonistas tienen profesiones relacionadas con el mundo de la delincuencia pero afrontan la situación desde perspectivas y problemáticas tan distintas como la que puede ofrecer un periodista (James McAvoy), un abogado defensor (Michael Haller) y un detective (Harry Bosch).

Ese distinto enfoque me llevó a pensar durante mucho tiempo que mi gusto por la obra de Connelly dependía mucho de la temática a tratar. Me encantaban las novelas protagonizadas por Michael Haller pero las de Harry Bosch, con excepción de la primera “El eco negro”, siempre me parecían más predecibles, más relacionadas con la novela negra clásica de autores como Raymond Chandler... Y así fue hasta “Pasaje al paraíso”.

Si, como hizo Dan Abnett con la serie fantástica de “Los fantasmas de Gaunt”, dividiésemos la serie protagonizada por Bosch, las cuatro primeras novelas de la serie (“El Eco negro”, “El hielo negro”, “La rubia de Hormigón” y “El último coyote”) podrían perfectamente formar un primer bloque en donde podríamos ver al Bosch solitario, independiente, rebelde, problemático, con una misión en la vida y una clara tendencia a saltarse la legalidad si su valoración personal de la situación le llevaba a hacerlo.

Tras estas cuatro primeras obras llegaba “Pasaje al paraíso”, donde se marca un cambio, sobre todo en el escritor. Lo cierto es que entre “El último coyote” y “Pasaje al paraíso”, Connelly publicó “El poeta”, la primera novela protagonizada por alguien distinto a Bosch y da la sensación de que algo cambió en la forma de plantear las novelas porque desde entonces se volvieron más sociales, mostrando algo más que el interior de su atormentado protagonista.

En “El último coyote” se cerraba una de las heridas abiertas en el pasado de Bosch y parecía que alcanzaba algo de paz interior, que obtenía algunas de las respuestas que necesitaba para seguir adelante. A partir de ese momento parecía aceptar mejor el contacto personal, se comenzaba a integrar dentro de la nueva división a la que era trasladado. Atrás quedaba el lobo solitario, dando paso a un hombre más maduro, pero también cansado y desgastado, con un gran sentimiento de soledad.

Pero no sólo ha cambiado él, también lo ha hecho la sociedad en la que habita, lo que ha acabado condicionando la forma en que debe proceder en las investigaciones. Uno de los cambios más evidentes es el de la introducción de la informática y los demás avances tecnológicos en el curso de las investigaciones, algo para lo que Bosch no está preparado y para lo que necesita colaboración. Esto ha permitido la aparición del personaje de Kizmin Rider quien ha pasado, junto a Edgar (el antiguo compañero de Bosch), a formar parte de un trío investigador. Ella es la encargada de mostrar como la informática se ha convertido, no sólo en una forma de perpetrar delitos, sino también un punto de reunión para quienes vulneran la legalidad.

Sin embargo el cambio más significativo es el que se ha producido en la sociedad a raíz de los casos de Rodney King y O. J. Simpson, tras los que se ha empezado a cuestionar la labor policial y a polarizar la sociedad entre dos colores, el “azul policial” y el “negro”.“El vuelo del ángel” es el instrumento del que se sirve Connelly para contar la forma extrema en que se ha llevado este asunto, mostrándolo en toda su extensión:

Por un lado, la parte policial, donde cuestiona las distintas figuras intermedias de control que se han ido interponiendo por los distintos políticos, no para evitar que se produzcan abusos, sino para restar trasparencia al proceso, ocultar información y esconder cuanto pueda acontecer.

Por otro, todos aquellos que se han aprovechado de este clima de tensión, persiguiendo un mayor reconocimiento social, fama o riqueza. Desde el reverendo de congregación que arenga y enardece a las masas en pos de una revolución social, hasta el periodista de turno que buscando titulares no duda en aumentar el caos que reina en ese momento. Sin olvidar a “la víctima” que gracias a su labor altruista se había lucrado a costa de la sociedad.

Por último las víctimas reales, quienes realmente pierden: la sociedad; la segunda víctima del asesino, de la que nadie se preocupa y a quien nadie hace referencia; y aquellos que ven como su labor está supeditada a la política, ya no importa la verdad, sólo dar lo que la gente pide para evitar problemas.

Todo en una novela completa y compleja que muestra todo lo que los políticos esconden bajo su "alfombra" y como cobijados en el anonimato de un colectivo sale a salir lo peor de los seres humanos. 

Sólo un pero a la que para mí es la mejor obra de Connelly que he leído hasta la fecha, la reflexion final de Harry Bosch, en la última página, que era innecesaria.

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