lunes, 27 de junio de 2011

El bailarín de la muerte

Durante los últimos años había oído hablar muy bien de "El coleccionista de huesos" de Jeffery Deaver pero, dadas mis malas experiencias anteriores con la lectura de novelas cuya adaptación al cine ya había visto, dejé pasar la oportunidad de leerla.

Descubrir (¡¡gracias una vez más querida Wikipedia!!) que el detective tetrapléjico al que había dado vida Denzel Washington protagonizaba toda una serie de novelas fue el factor decisivo que me decidió a comenzar la lectura de "El coleccionista de huesos". 

Una lectura que me sorprendió gratamente. A la química existente entre los dos personajes y su carisma,  se suma a una trama trepidante, intensa y cautivadora, en la que Deaver consigue la contraponer la sensación de movimiento constante y el carácter estático de su protagonista y cofrontar el carácter vital, temerario e intrépido de Sachs, con el resabiado y, hasta cierto punto, resignado de Rhyme. Pero, por encima de todo, crea un libro marcado por la lucha contra el reloj en el que dos personas que trabajan juntas lo hacen por motivos totalmente distintos, mientras una intentaba poner fin a las andanzas de un peligroso asesino, el otro , en el fondo, quiere terminar cuanto antes para poder dar fin a su vida.

Tras la lectura de "El coleccionista..." decidí seguir con el siguiente título de la serie, pero una manifiesta incapacidad para conseguir dar con él y un intento infructuoso de encargarlo por medio de una gran superficie comercial en plenas navidades, dieron al traste con mis intenciones. Afortunadamente existe internet y, con un poco de maña y algo de suerte, localicé en una tiendecita de segunda mano tanto "El bailarín de la muerte" como "La silla vacía", la segunda y tercera novela de la serie. 

El resultado de la lectura de esta segunda novela no ha sido exáctamente el esperado, no sé si el recuerdo de la primera novela disparó mis espectativas, si ha sido lo mucho que me ha costado conseguir el libro lo que me ha hecho esperar más de lo normal o si, simplemente, el autor ha sido incapaz de mantener el pulso en esta segunda novela, pro mucho que siga contando con muchos de las elementos que encumbraron a su predecesora. 

La relación entre los protagonistas, que en "El coleccionista..." contribuía a dar dinamismo y humanidad a la trama, aquí resulta mucho más forzada, condicionada por la aparición  de los miedos e inseguridades propios de quienes descubren su atracción por el otro. 

También influye el cambio en la forma narrativa de la historia, que si en la primera novela estaba centrada exclusivamente en los cazadores (Rhyme y Sachs) y la presa, ahora amplia el abanico, introduciendo varios capítulos centrados en Percy Rachel Clay, una de las testigos que deben evitar que sea asesinada, lo que restar agilidad a la trama y desvia la atención hacia detalles insignificantes y secundarios.

Pero sobretodo es ese regusto a "han jugado conmigo" que queda cuando uno llega a las tres cuartas partes de la novela, lo que estropea la novela. Que estemos ante una trampa o ante un giro magistral es algo que debe decidir cada uno. Yo, cuanto más lo pienso, más engañado me siento, impotente ante la ausencia de cualquier dato que justifique lo que pasa en ese momento, un apaño, que, por mucho que llegue a justificarse, se sobra el precio en nuestro Ciceron particular, un Lincoln Rhyme cuya capacidad para racionalizar y analizar fríamente cualquier situación situación, fiándose tan sólo de las pruebas, queda totalmente aniquilada y con ella la mayor parte del interés por una serie que se basa precisamente en la figura del especialista.

Aprendiendo de Anaxágoras, que hizo célebre la frase: "Si me engañas una vez, la culpa es tuya. Si me engañas dos, la culpa es mía", de momento, dejo "La Silla vacía" tranquilita en su sitio a la espera de encontrar la determinación para afrontar un posible "tú te lo has buscado" si Jeffery Deaver vuelve a las andadas en la tercera novela de la serie.

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