martes, 18 de octubre de 2016

El crimen del paludú - Serva la Bari, 2


Puede parecer absurdo pero una de las cosas que me gustan de la serie "Serva la Bari" de Julio Muñoz Gijón es que me ha hecho pensar, algo que puede que choque a quien no vea en este libro nada más que una narración humorística carente de profundidad.

Su lectura me genera un debate interno (tenue pero debate) sobre si tiendo más a ser un rancio o un modernito, porque por mucho que uno aprecie y escuche tecno y bacalao, hay ese algo más que te lleva a apreciar el peso de la tradición, la individualidad como algo único a preservar y la necesidad de luchar contra la uniformidad impuesta por el dinero y las grandes superficies.

Ese es para mí el quid de la cuestión, la trama de fondo de una serie que habla de un grupo de personas pudientes que intentan preservar Sevilla (tal y como la han conocido siempre) de la estandarización que impone la modernidad actual, que tristemente supone que impere la sensación de que todas las ciudades acaban siendo iguales, sin nada reseñable que llevarse a la boca y que las diferencie.

Cierto que en estas novelas el rancismo se pasa tres pueblos y roza la xenofobia pero es lo que tiene el extremismo y a favor de su autor queda claro que el tono es totalmente humorístico y lo prepara todo con mucho arte.

Es coger el libro y sumergirse en las calles de Sevilla, disfrutar de su tiempo, de su clima y de sus ritmos. Difícil no imbuirse del espíritu de una ciudad única que ha encontrado en Muñoz Gijón uno de sus grandes defensores, capaz de plasmar su encanto por escrito y el espíritu de sus ciudadanos en cada uno de sus personajes.

Esta segunda entrega mejora con respecto a la primera al dotar a Jimenez de un mayor trasfondo y protagonismo. Representa al sevillano de pro, nos hace conocer lo mejor de su ciudad y de su cultura, del día a día de una urbe única, y lo sabe hacer con parte de esa gracia que caracteriza a los que han nacido allí.

Lo mejor es que la obra evita caer siempre en la burla, la exageración o el esperpento y  acerca al lector a la ciudad con los ojos del enamorado que vive embelesado por su amada. Ese romanticismo mágico se transmite durante la lectura y cuesta mirar la ciudad de nuevo con los ojos de antes.

El tono durante la narración es más uniforme que en "El asesino de la regañá", no hay tantos altibajos y da la sensación de que todo está mas hilado y es más homogéneo, completando una lectura realmente grata.

Ayuda saber dónde te estás metiendo y que puedes esperar. Digo lo que dije con la anterior entrega, negra, lo que se dice negra, no es por mucho que hay varias muertes, pero ya quisieran muchas tener su tronío.

Es muy agradable de leer, realmente fresca, se lee en apenas dos horas, arranca varias sonrisas (en mi caso carcajadas no) y sabe generar un puntito nostalgico en cualquier persona que sea consciente de cómo ha cambiado la ciudad donde ha crecido y la pérdida de referentes y recuerdos con los cambios que se han producido en las grandes ciudades en la última decada.

Es tierna, ágil y coherente, protesta por el cambio entre risas y chascarrillos mientras contrapone los argumentos de la siempre dura disyuntiva entre el cambio (y su supuesto progreso) y la tradición (con todo lo que se pierde), tiene las ideas muy claras y ha sabido aprovechar el impulso de la primera novela para entrar directamente en el meollo del asunto sin dilación, dando más de lo que gusta a costa de la pérdida de algo de sorpresa.

No sé si sonará raro pero me ha gustado más a pesar de que me he reído menos.

Valoración: Me ha gustado.

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