domingo, 4 de octubre de 2015

Irene - Serie Camille Verhoeven, Vol. 1


Este es el primer post en el que incluyo la fotografía de la portada del libro como parte de mi idea (ya antigua) de ir mejorando la estética y poner algo de color y vida en el blog. Es algo que he querido hacer desde hace mucho tiempo pero estaba esperando a saber si se puede legalmente o si hace falta pedir permiso. Sigo sin saberlo pero lo he visto en tantos sitios que al final me he lanzado. Si hay algún tipo de problema por favor, que la editorial o quién se encargue de estas cosas me lo diga y lo quito.

En cuanto a "Irene"...

Me gustan las novelas que rinden tributo y homenajean, las que te hacen buscar en el baul de los recuerdos para recuperar una información o las que son capaces de abrir el apetito a próximas experiencias. Las que, en el fondo, te pican a mirar algo más o a informarte sobre otros temas.

Las hay que lo hacen con elementos ajenos a la literatura. Es el caso de "Música para feos" (Lorenzo Silva) o de "Memento Mori" (Cesar Pérez Gellida), que introducen canciones y grupos musicales para ambientar y aportar, en muchos casos, una información adicional que complementa la narración. 

La novela de Lorenzo Silva me permitió revivir parte de la infancia-adolescencia con algunas de las canciones que sonaron entonces (algo así como la banda sonora de mi vida), "Memento mori" hizo que me acercase a grupos musicales que desconocía y que desde entonces pasaron a formar parte de mi repertorio musical, como "Vetusta morla".

Pero las hay, además, que están llenas de referencias literarias, como las de Terry Prattchet, que las disfrutas mucho más si tienes un bagage previo, en este caso el mundo de la fantasía y la espada y brujería, en una especie de juego de reconocimiento, de caricaturización y reducción a lo más simple, de jugar con estereotipos y pautas creadas en un género determinado para dar una segunda lectura a su narración, pinceladas de humor.

Y las hay, como esta novela de Pierre Lemaitre, que te sirven para comprobar si realmente sigues con interés las novelas que has leído, hasta el punto de recordar parte de sus tramas o si, por contra, eres una especie de consumidor compulsivo que pierte el rastro de lo leído poco después de haber cerrado el libro.

Algo que no deja de ser un aporte adicional para el lector, un acicate para quién disfruta con una buena novela y busca otras referencias y una recompensa momentanea para quién ante la mención de una novela es capaz de ubicar la trama y parte de los acontecimientos.

No hay aquí la sutileza de Prattchet, ni su caricaturización, no. Se trata de identificar escenarios de crimen y los elementos que los han singularizado. Algo que en formato película resultaría más sencillo que en el de la novela, porque las imágenes que cada uno recrea a través de la lectura de una obra son mucho más subjetivas que las que se transmiten directamente en un film.

Sí, hay mucha crudeza, imágenes visuales muy duras y situaciones complicadas. Algo que Lemaitre consigue sin ponernos en el lugar del asesino, cuyo punto de vista sólo llegamos a conocer a traves de misivas.

No hay mucha acción, ni tensión en la trama hasta el tramo final, aunque sí una sensación de desasosiego que te acompaña desde poco después de comenzar la novela, el convencimiento  de que algo va a pasar y que no va a ser nada bueno. Una sensación incómoda de la que no te desprendes y que va creciendo hasta llegar al climax final.

Es difícil explicar cómo el autor lo consigue sin contarlo y sin reventar la trama, así que seré lo más "indirecto" posible. Todo lector se da cuenta desde el principio que hay un elemento repetitivo que tendrá que jugar un papel importantísimo en la trama pero desconoce cuál será el resultado y teme que éste llegue, creando una sensación de desasosiego e incomodidad en el lector, a la vez que de espectación. Ese es el juego de la novela.

Su lectura  me ha traído constantemente al recuerdo "El ángel rojo" de Franck Thilliez, la obra presentación del personaje de Franck Sharko, que, como la criatura  que le da nombre, ha sobrevolado constantemente sus páginas oscureciendo su lectura. 

La forma en que describe el entorno, como posa su mirada en la ciudad y la propia investigación hace poco a poco se vaya imponiendo un único tono en nuestra mirada, el gris. Un color que no se menciona en ningún momento (esto no es "Momo") pero que se posa en el alma en forma de un pesar y una desazón que casi se manifiestan físicamente, que te acompaña y te inquieta, que sobrecoje.

Pero no sólo hay Thilliez (aunque sea lo fundamental). Hay retazos de algo más... de un algo más francés, quizás de la parte menos surrealista de Fred Vargas, de ese toque de humor que no es hilarante pero sí inteligente. De ese componente que hace que, aún cuando sus personajes no sean algo espectacular, si sean entrañables, que te lleguen y sientas cierto cariño por ellos. Aquí pasa con Camille Verhoeven (el peculiar protagonista de este equipo) y por parte de su equipo (Louis, Armand o hasta el genio informático Cob). 

Difícil decir mucho más sin tener que poner el "Spoiler" de turno, por lo que no lo voy a seguir. Lo que sí haré será recomendarla, porque me parece una buena novela, un buen comienzo, aunque la sombra de que el efecto Thilliez se repita y con ninguna de sus lecturas se consiga "la paz" me acompaña.

Nota: 7

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