domingo, 10 de marzo de 2013

Caminos cruzados

Imagina que te sientas (en mi caso me espatarraría) en tu sofá para ver la televisión.

Pones el Bluray (en mi caso el DVD) en marcha y de repente, como quien no quiere la cosa, la pantalla de tu televisión se divide en cuatro partes, cada una mostrando una acción distinta que no sólo discurre en lugares y con personas distintas sino también en momentos distintos, hasta que poco a poco, conforme avanza la película,  los lugares y los tiempos confluyen y las cuatro partes se convierten a solo dos y, finalmente, una.

Visualmente esa sería el resumen de "Caminos cruzados", cuatro historias que se relacionan pero que sólo cuando se sincronizan cobran un sentido global (aunque el lector desde el principio tiene mas o menos clara la forma en que dos de las historias se relacionan).

Cuatro historias: la investigación de "el Gordo" Carvajal de un asesinato múltiple que ha tenido lugar en su pequeño pueblo; las correrías de Manuel a lo largo de una parte de México; la apertura de una investigación federal por la muerte de varias ancianas en sus casas y los sueños de un matrimonio que recorre las carreteras en busca del dinero que les falta para montar su soñado negocio familiar.

Contado así hasta parece algo pero lo cierto es que la novela de Gamboa se queda en un mero proyecto, una acumulación de momentos que no terminan de tener la entidad suficiente como para captar la atención del lector. 

Tanto cambio de perspetiva, tanto salto temporal, tanto... tanto... ¿para qué?. Autores que parten la narración mostrándonos también el punto de vista del "perseguido" son cada vez más frecuentes aunque con distinta finalidad, así James Patterson o Jeffery Deaver lo suelen usar como elemento de distracción (no sólo alargan la novela o sirven para alimentar la tensión en un momento dado, también para llevar al lector a error), mientras Jo Nesbo, Karin Fossum o Don Winslow lo utilizan para dotar a la narración de un sentido más completo/complejo, contando las dos historias de forma simultánea explican la motivación y el comportamiento de todos cuantos forman parte de sus obras.

En el caso de Gamboa la sensación que deja la lectura de su novela es que recurre a este recurso para alargar la trama y salpicar la narración con sangre a raudales y unos cuantos momentos gore que sólo sirven para satisfacer la curiosidad morbosa de quien quiera experimentar en primera persona un asesinato múltiple. Como ese no es mi caso a mí, al final, me ha sobrado esa parte y, por tanto, hay cerca de un tercio de novela que habría quitado y me habría quedado tan pancho (y lo mejor es que no habría alterado la trama en lo más mínimo). 
Cierto que la parte que coprotagonizan Marcia (la agente federal) y el "Gordo" Carvajal es entretenida y deja algún momento gracioso pero no justifican la compra de la novela (aunque si ya la tienes en tu poder siempre podrás reirte un poco con el momento en que Carvajal decide poner a los federales en su sitio mientras su auxiliar se recrea pensando cómo va a contar las hazañas (con affair amoroso de por medio) de su jefe en el bar del pueblo).

Y si alguien al leer la sinopsis en la parte de atrás de la novela piensa (como hice yo): ¡¡vaya, una novela negra en México!!, que se olvide, porque poco hay para llevarse a la boca salvo los nombres en español de los personajes y los pueblos por donde discurre la investigación. Hay mucho más de México en "Salvajes" de Winslow (y eso que sólo una parte muy pequeña transcurre allí, y encima casi siempre en lugares cerrados) que en "Caminos cruzados".

Un libro flojito que aporta poco (o nada) al lector, una pérdida de tiempo y dinero, salvo (y como se puede ver es un "salvo" muy pequeño) las biografías de asesinos en serie que aparecen al final que, a parte de demostrar que su autor se ha limitado a copiar parte de la historia de distintos personajes reales para crear su novela,  me han permitido aprender quién fue y que hizo David Berkowitz, "El Hijo de Sam".

Prescindible.


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