domingo, 10 de junio de 2012

El fantasma de la Ópera (Shibboleth I)

Hay un episodio en la segunda temporada de "El Ala Oeste de la Casa Blanca" en el que un grupo de chinos , perseguidos en su país por ser católicos, se dirige a las costas americanas solicitando asilo político. Durante todo el episodio el Presidente Barlett evalúa la situación pero siempre se encuentra con el mismo dilema ¿cómo saber si son auténticos creyentes o si es un grupo de personas que se esconden tras la religión para lograr la residencia americana? 

En un momento puntual Barlett recuerda un pasaje de "El libro de los jueces" en el que los Gileaditas tras haber conseguido derrotar a los Ephraimitas, les mandan de vuelta a su territorio y bloquean el acceso al suyo situando centinelas a lo largo del río Jordán. Cuando una persona intenta pasar a territorio Gileadita el centinela le pide que diga "Shibboleth", pues en la lengua de los Ephraimitas el sonido "sh" no existe. Si el solicitante es incapaz de pronunciar la palabra es asesinado. 

Sin haber llegado a dar con la solución al problema el Presidente decide reunirse con el representante de los refugiados convencido de que deberá denegarles la entrada, pero durante la entrevista aquel hace referencia a ese mismo pasaje para explicar que entiende la disyuntiva a la que se enfrenta el máximo representante del gobierno americano, es entonces cuando pronuncia el (ya famoso) "Shibboleth" y, sin haberlo pretendido, logra el asilo para su gente.

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Nada me gustaría más que conocer una palabra cuyo uso permitiese a cualquiera que leyese este blog saber que un libro en concreto es "uno de esos libros", de esos que te llegan y se convierten en inolvidables. No el mejor que has leído, ni destila estilo por los cuatro costados, ni tiene una trama singular, pero, por algún extraño motivo, te "ha llegado" y eso lo sitúa por encima decualquier otro por más que la suma de sus distintas partes debería dar un valor mucho menor al conjunto. 

"Estupenda", "mágnífica", "sobresaliente", "obra maestra", "espectacular"... todas son formas de alabar una novela pero ninguno refleja ese algo más al que me refiero. Ese elemento intangible que se adueña de ti durante la lectura de la novela y que ya no te suelta nunca más.  Para referirme a eso voy a tomar el vamoso vocablo "Shibboleth" y, a partir de ahora lo utilizaré para definir aquellas obras cuyo valor no soy capaz de cuantificar pero que a mí me han parecido algo único.

Hacía ya algunos años que había leído la novela y siempre la he recordado con un gran cariño. La película, por mucho que en ella saliese Emmy Rossum, fue un mal sustituto y ya hace algún tiempo que sopeso la idea de intentar ir a ver el musical a Londres aprovechando que es su vigesimo quinto aniversario... pero con la certeza de que todos vamos cambiando con los años y sabeedor de que conforme pasa el tiempo tenemos tendencia a recubrir nuestros recuerdos con una patina protectora que siempre parece que los hace brillar un poco más, decidí releer la novela. 
Hace unos meses (el tiempo pasa muy rápido últimamente así que ya no puedo precisar sin tres, cuatro o cinco) intenté volver a leerlo. Lo cogí un día pero, lamentablemente, el intento no sobrevivió al viaje en autobús. Apenas había leído 20 páginas, es cierto, pero ahí no estaba nada de lo que yo recordaba, no conseguía meterme en la novela y acabé por cerrar el libro y terminé el trayecto mirando por la ventana y pensando en si había perdido una de mis novelas.

No recuerdo que novela cogí en aquella ocasión pero la que fuese consiguió sobreponerse a mis estudios, a la dispersión de mi cabeza y a cualquier otra circunstancia que por aquel momento me tuviese distraido. Lo que no olvidé fue esa sensación de duda que se había apoderado de mí en aquel momento. Casi todas las novelas de "la lista" pasaron a un segundo plano, pues no estaba dispuesto a seguir perdiendo libros así como así. Preferiendo un buen recuerdo que una nueva duda opté por dejar el tema relegado a un segundo plano y seguir con lecturas mas "mundanas".

Hace poco más de una semana sentí el impulso de volver a coger "El fantasma...". Un "todo o nada" en el que el destino de la obra estaba en peligro. Si me volvía a atascar, si me desencantaba recuperaba su sitio de antaño en la balda pero pasaría mucho antes de un nuevo intento, si gustaba.. si gustaba todo lo demás daba igual.

Las primeras páginas volvieron a costar pero como esta vez estaba preparado logré sobreponerme a Raoul, Vizconde de Chagny y a los nuevos directores  Richard y Moncharmin y, poco a poco, volví a estar dentro de los entresijos de la Ópera, ahí en medio de la función cuando la primera muerte sucede y el Fantasma deja de ser un rumor para convertirse en algo tangible.

Apareció la Sra. Giry y el recuerdo de "La Sorrelli" se fue difuminando dejando su espacio a la pequeña Meg y, por supuesto, a "la Helena de Troya" que siempre resulta ser Christine Daae y, para entonces, ya no había marcha atrás. 50 páginas, creo que no hicieron falta más para volver a estar inmerso en la trama. De repente todo tenía ritmo y era capaz de oír a la soprano cantar. Mi piel se erizaba con la representación de "Fausto" (obra que compré tras la primera lectura de esta novela y que espero ser capaz de leer tras esta segunda) y disfrutaba con el "juego del escondite" con que el Fantasma castigaba y martirizaba a los nuevos directores, a quienes enseñaba sus nuevas responsabilidades.

Amor, traición, desengaño, asesinato, redención... todo tiene cabida en la novela de Gaston Leroux, incluso la duda. ¿Merece Christine Daae la suerte que corre?¿realmente ama al Vizconde o es el miedo al Fantasma lo que le lanza a sus brazos?¿nunca llega a querer al fantasma?¿es el Vizconde héroe o villano?Y si es héroe... ¿por qué me cae tan gordo?¿Puedo querer a "Erik" y temer al Fantasma cuando se tratan de la misma persona?¿El Fantasma, nace o se hace?¿Y por qué me gusta tanto "El persa" cuando ni tan siquiera llego a saber su nombre durante la novela?

 Tres días me duró el relato y eso que no le dediqué ningún periodo adicional, sólo los trayectos en transporte público y las caminatas para llegar a los mismos, lo de siempre cuando tengo poco tiempo disponible en casa. Pero leí con avidez, con la alegría contenida que me dio el "haber recuperado" la novela y todo lo que ella me mueve. Mi primer "shibboleth"...habrá más porque la puerta para los demás vuelve a estar abierta.

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