domingo, 12 de febrero de 2012

Por la boca muere el pez

Vayas donde vayas si alguien se queja del precio de un producto siempre hay otro que responde con el  manido "Las cosas valen lo que su comprador está dispuesto a pagar por ellas". Una especie de muro infranqueable que Publio Siro erigió hace más de 2.000 años y que aún hoy ofrece protección y cobijo al vendedor ante cualquier  intento del comprador que intenta razonar sobre el coste de la vida.

Resulta frustrante ser silenciado por una frase milenaria. ¿dónde queda la oferta y la demanda?¿eso ya no existe? Quizás sea necesario que alguien nos reeduque a los consumidores. Que alguien con vastos conocimientos salga en nuestra defensa. Alguien que esgrima a Jeremy Bentham y su "utilidad marginal" ante el tipo que se esconde detrás del P.V.P (Precio de Venta al Público).

La "utilidad marginal" se utiliza (si no recuerdo mal) en microeconomía para medir la satisfacción que le produce a una persona el consumo de la siguiente unidad de un producto. Una satisfacción  decreciente, pues con cada nueva unidad la persona se va "saciando" hasta que llega un momento en el que el coste de la siguiente unidad está por encima del valor/satisfacción que le asigna el consumidor y, por tanto, deja de consumir.  

Para el que lo quiera entender a efectos prácticos me voy a remitir al ejemplo que a mí me han puesto toda la vida: una persona está sedienta y alguien (quien sea) le ofrece un vaso de agua a un coste X. El sujeto en cuestión, si tiene el dinero, no se plantea si ese vaso de agua vale lo que está pagando porque en ese momento su prioridad es sobrevivir y eso para él (y para todos nosotros) no tiene precio. Conforme va bebiendo la sed se apaga y, con ella, su necesidad. De manera que cada vez necesita menos y le cuesta más un nuevo vaso, por mucho que el precio del mismo siga siendo el del principio.  

Dicen que las nuevas generaciones están llamadas a superar a las que les precedieron, que es el ciclo de la vida (aquí sin "Hakuna Batata", que hay que pagar copyright). Confieso que yo debo ser uno de esos fallos que confirman la regla porque  lo que a mí me costó llegar a comprender algo más de 20 años  (y alguno más que he tardado en valorarlo), hace mucho que fue asimilado por mis padres (y eso que ninguno de los dos tuvo que tragarse "Economía política" y otras asignaturas similares) y su "sentido práctico parental", algo así como el "sentido arácnido de Spíderman" pero sin araña radiactiva de por medio...algo "que no se enseña, te lo da la vida"...(o eso dicen ellos).

Lo cierto es que el otro día fui a comer a su casa. Al llegar saco el último libro de Andrea Camilleri (el mismo del que trata este blog) de mi mochila. Mi madre lo ve y sonríe, con ese ligero toque de tristeza que se le pone a veces en la comisura de los ojos cuando se enfrenta a las situaciones agridulces que ofrece la vida. Me mira tranquilamente y me pregunta:
- ¿Cuántas? 
A lo que yo, como hijo avispado que soy y gran conocedor de su psique, respondí: 117 (los dos sobrentendimos la palabra "páginas").
- ¿Cuánto? 
13 (euros)
-¿Y?
- Muy corto. En una hora y cuarto lo había leído. Las últimas páginas ni siquiera forman parte de la novela, son la explicación del editor sobre cómo surgió la idea de esta colaboración y, encima, hay cerca de 15 páginas que son casi exclusivamente imágenes. Quítale otras 20 páginas que sólo están escritas hasta (o a partir de) la mitad e imagina una letra tan grande que puedes leer a 3 metros sin las gafas de ver de lejos...
- Pues ya sabes...

Una frase que lo dice todo. Un "Hijo, que no nos vuelvan a pillar en un renuncio. Si vuelve a pasar coge cualquier otro de los que nos gustan, no hay problema". Siempre en plural, ¡¡qué pasa, es mi madre!!, no iba a dejarme por los suelos con un demoledor: ¡¡así hijo, sigue tirando el dinero!!...

A mi madre le gusta Andrea Camilleri. Diría que le gusta mucho. No sólo las historias de Salvo Montalbano, también las independientes. Antes nos servía de excusa para criticar la lamentable situación en que se encontraba Italia. Hoy para ver cuánto nos hemos acercado a nuestro vecino mediterráneo. Y aunque han llegado otros (Carofiglio, Markaris, etc...) que ofrecen lo mismo, sólo Camilleri nos pone esa sonrisa tan tonta en la cara...

Con su declaración (si es que se puede llamar declaración a tres palabras puestas juntas) mi madre no estaba cuestionando el valor que tiene este singular e irrepetible escritor italiano. Lo que criticaba era "su" coste. El que pone la editorial, el que no sé si desvirtúa la obra pero si la aleja del lector, al menos de éste.

La mujer que me trajo al mundo (la misma cuyo nombre no pongo porque no quiero quedarme sin la invitación a comer los sábados, que tras este comienzo ya está puesta en duda) no conoce el "óptimo de Pareto", ni creo que haya visto las teorías económicas sobre los bienes sustitutivos y los bienes necesarios, pero tiene muy claro un par de conceptos básicos. Uno lee para entretenerse y aprender. La lectura, por desgracia, es un privilegio (para algunos un capricho) no subvencionado. Si quieres algo lo pagas y, con la situación actual, no siempre puedes gastar lo que te gustaría. Entonces llega el momento de afilar el ingenio o aceptar que ha llegado el momento de  "hacer sacrificios", que lo puedes vestir como quieras pero, al final, siempre se reduce a un mero: "como no puedo con todo lo que quiero, entonces compraré lo que puedo y que creo que me va a solucionar/apetecer/satisfacer más.

No soy una persona especialmente ahorradora y me doy caprichos cuando puedo, ¡la vida está para vivirla! pero no me gusta terminar una novela con la sensación de que me han timado o de que, en el mejor de los casos, he desperdiciado parte de mi tiempo/bienes. "Por la boca muere el pez" es un cuento corto. Divertido, ácido y satírico, reune todos los ingredientes que hacen que adore a Camilleri: humor, crítica social, una facilidad de lectura asombrosa, a un Catarella que sólo con ser nombrado te arranca una sonrisa, un "Don Juan" de medio pelo como Mimi Augello (que no sabes como pero en cada novela se las arregla para dejar la imagen del género masculino un poco más deteriorada), comida y, por supuesto, los vaivenes de la relación entre Flavia y Salvo. La historia es original y en ella "hacen aparición" (u omisión) los "servicios secretos" italianos, pero todo en una dosis tan ínfima, tan concentrada,  que al final en lugar de agradar, molesta, porque quieres más y no lo hay. Una lectura que abre el apetito en lugar de saciarlo. Una "tapa" a precio de menú, y no precisamente del día. 

Si no hubiese en el mercado otras novelas de Camilleri no diría nada, pero todavía (y el todavía es porque parece que varias de las ediciones más económicas  ya no están disponibles, al menos en las páginas que he mirado) hay libros de la serie de Montalbano muy interesantes ("la forma del agua" o "El perro de terracota", entre otras), superiores hasta límites insospechados a esta última y, lo más importantes, a precios mucho más económicos.

Sé que sólo he hablado de Andrea Camilleri y que esta es una obra coral, pero no creo que en 30 páginas (y creo que si esta novela hubiese tenido un formato ortodoxo no habría sobrepasado ese número de páginas) pueda sacar algo en claro sobre Carlo Lucarelli, máxime cuando durante la lectura siempre me ha parecido que el espíritu de la obra estaba totalmente imbuido por el genio del primero. ¿La sombra del octogenario escritor italiano es demasiado alargada o acaso ambos autores tienen un estilo similar? Por si las moscas me apunto el nombre y cuando se publique una novela de la inspectora Negro la tendré en cuenta.

Un último comentario que no guarda relación directa pero que creo que sí tiene cierta importancia con respecto a lo que he comentado en este post.  El otro día vi que un anexo a  "Soy el número 4" había sido publicado. No hablo de la segunda novela, "The power of Six", que ya sé que está traducida (y cuya  versión original reposa en mi estantería esperando su momento). Hablo de "The lost files: six's legacies", un relato corto que cuenta lo que fue el camino de Six hasta su irrupción en la primera novela de la serie. Su coste era (literalmente) 0,99 libras. Poco más de un euro directamente para ebook. Desde entonces no puedo dejar de preguntarme ¿Ésto va a llegar en algún momento a España?

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