viernes, 20 de mayo de 2011

Jhereg - The Vlad Taltos series (vol. 1)

A la hora de valorar una novela de fantasía te encuentras con dos públicos totalmente distintos: los incondicionales del género y los detractores.

A los primeros espero que no haga falta mucho para convencerles, si lo prueban les va a gustar. Se que bastaría con establecer un paralelismo acertado con algún autor conocido, pero la serie que me viene a la cabeza es la de Miles Vorkosigan, de ciencia-ficción, y no termina de hacerle justicia.

Los detractores son harina de otro costal, las variantes casi infinitas, entre otros:

Sujeto A: El que lleva 300 páginas y sigue sin enterarse de nada, ni qué es un Gnoll, ni porque hay tipos que tienen las orejas puntiagudas, ni porque hay tantos dioses en ese mundo.

Sus frases más célebres serían del tipo: ¡Ya está bien de tanto galopar para un lado y para otro, menudo mareo! o ¡Vaya por Dios, ya está el tipo este cogiendo algo del suelo, déjaloooo, que te vas a meter en un lío!

Sujeto B: El que cuando lleva 300 páginas de la misma novela y está metido en la trama, se da cuenta de que sólo quedan 100 más para terminar y empieza a resignarse, maldiciendo entre resoplidos ¡otra vez a esperar para saber como se resuelve todo! ¿vencerá Castor a “El señor oscuro”?, ¿acabará Philipa traicionando a sus amigos?

Ya empieza a estar hasta el gorro, lleva 8 novelas a 24 euros cada una y aún no sabe cómo va a acabar todo. Para más inri, el autor acaba de hacer público que cree que en total van a ser 16. ¿Lo podría haber dicho antes, no?

Sujeto C: El que tras acabar las dichosas 300 páginas de antes ¡quiere un Gnoll en su vida!. Pero está triste, 200 páginas más y la historia se habrá acabado. No habrá más Gnolls, ni Castor, ni Philipa, ni nada de nada.

200 páginas para terminar... y no quiere que eso suceda.

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La serie de novelas de Vlad Taltos puede contentar a cualquiera de los sujetos anteriores.

Frente a la tendencia actual a crear series donde las novelas conforman un todo único para contar una historia, Steven Brust ha optado por crear historias autoconclusivas, lo que permite su lectura individual e incluso desordenada, sin que suponga perjuicio ni pérdida de información alguna (para alegría del sujeto B).

Al dar el protagonismo a los personajes y no a la trama, permite a cualquier lector entusiasta volver a reencontrarse no sólo con el mundo de Dragaeria, sino con Vlad Taltos y el resto de protagonista (para regocijo del sujeto C)

Mientras, el íncredulo sujeto A “erre que erre”, se alegra por B y por C, pero sigue sin habérsele perdido nada en la sección de Fantasía y desde luego, ¡¡sigue sin saber que ****** es un Gnoll!!

Para ese cinico y gris personaje sólo puedo decir que el estilo narrativo creado por Steven Brust es terriblemente dinámico, basado en los diálogos y reduciendo las descripciones a su mínima expresión.

Dota a la novela de una agilidad poco frecuente, evitando abrumar con los detalles o saturar al lector con un ingente volumen de información, en ocasiones innecesario, alcanzando ese difícil equilibro entre enriquecer la narración y permitir que la imaginación del lector complete la obra con detalles que no son determinantes para la novela. Que al Sujeto C, le gustan los tabardos a topos, ¡¡pues adelante!!.

Se acabaron los largos desplazamientos a caballo y los interludios descriptivos aderezados por pasajes nostálgicos o por canciones que acabas saltándote en cuanto puedes. Aquí los desplazamientos se realizan por medio de hechicería... ahora estamos en el despacho de Vlad y en la línea siguiente estás en el restaurante o en el Castillo Negro. ¡¡Así, sín más!!

Sin grandes descripciones, sin desplazamientos, sin galopadas ni huídas intrépidas ante el peligro, ¿queda algo?

Pues sí...duelos dialécticos, sarcasmo, ironía y humor (sin caer en la parodia o en la pantomima); un estudio detallado de la situación y de las posibles complicaciones y riesgos; algún “yo sé-que el sabe-que yo sé que...” que no tiene nada que envidiar al juego intelectual de "La princesa prometida"; una explicación sobre la creación de los distintos clanes dragaeranos que, rozando la ciencia-ficción, resulta de lo más interesante y un elenco de personajes cuando menos singular: Loiosh (el "familiar" de Vlad), Kragar (el segundo en la organización), Cawti (la amante esposa con quién contrajo matrimonio a pesar de que lo había matado) y muchos, muchos más.

Una novela que ofrece algo distinto a lo habitual... menos Gnolls, esos hay que buscarlos en el Warcraft, querido Sujeto A.

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