domingo, 8 de mayo de 2011

Entre dos aguas

Has llegado a la mitad de una novela que te gusta, el ritmo de lectura es vertiginoso, devoras las páginas mientras las tareas y deberes cotidianos se van amontonando: la ropa se apila esperando a una plancha que no llega, las pelusas recorren el suelo del salón como si de una película del Oeste se tratase y el baño... ¡mejor no hablar del baño!.

Es entonces cuando no puedes aguantar más, enciendes el ordenador y, tan pronto como tienes acceso al explorador, introduces el nombre de la autora. 

La wikipedia, ese gran milagro, aplaca tus miedos ...¡¡Sí, hay otra novela !!. Ahora, la última comprobación, ¿está publicada? 

Raudo, tecleas la dirección de la página de tu librería, aunque ahora estás más tranquilo, sólo es cuestión de tiempo, tarde o temprano podrás poner las zarpas en él...

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Es curioso como resulta más sencillo escenificar lo que representa un libro que realmente te gusta que explicar el por qué. Posiblemente porque en estos casos el número de cosas que quieres destacar es tan grande que cuando aún no has terminado una frase ya estás pensando en la siguiente y al final todo acaba en un totum revolutum que no hace justicia a lo que has experimentado y no te deja nada satisfecho.  Quizas por eso decides escribir sobre tres o cuatro ideas y dejar el resto para que quién sienta interés pueda disfrutar con su lectura, sin haber desvelado la trama.

En la obra de Rosa Ribas priman las personas, los seres humanos. No estamos ante personajes  unidimensionales sino ante un conjunto complejo de individuos que sufren y padecen como cualquiera de nosotros.  

Gracias a la comisaria Cornelia Weber-Tejedor, podemos observar la dualidad existente  en Europa entre la cultura del este y la mediterranea, pero también la que se da en todos nosotros, incluidos cuantos aparecen en la obra, desde el Subcomisario Fischer al agente Müller, sin dejar de lado al cura ateo, a una madre que se preocupa más por su comunidad que por el trabajo de su hija o a una empleada doméstica que puesta entre la espada y la pared, prefiere prostituirse a seguir teniendo que acostarse con su empleador, porque al menos de esta forma no tiene que limpiar la mierda de una casa ajena.

Si el contraste cultural y la riqueza de los personajes es algo que merece ser reseñable, no lo es menos el estilo utilizado para la narración. Una forma de escribir que permite un acercamiento libre al lector, sin entrar a juzgar ni criminalizar a quienes forman parte de la trama, limitándose a mostrar las distintas realidades sociales que se dan en las calles de Francfurt, una urbe que da cobijo a españoles, hispanos, turcos y yugoslavos. Y lo hace con una sensibilidad y un respeto que hoy brilla por su ausencia en los medios de comunicación y en la gente de la calle.

Me gustaría encontrar las palabras adecuadas para describir lo que experimenté al leer las dos primeras páginas de la novela, en donde con un tacto exquisito y el estilo propio que caracteriza toda la novela,  Rosa Ribas realiza una de los mejores comienzos de narración que yo haya leído hasta la fecha, quizás sólo comparable con el que me causó el de "El lejano país de los estanques" de Lorenzo Silva. 

Sin saber si habrá una séptima novela de Lorenzo Silva protagonizada por Bevilacqua y Chamorro, con las últimas novelas escritas por Donna Leon y Gianrico Carofiglio en mis estanterías  y  esperando a reunir el valor suficiente para despedirme de Kurt Wallander y de Fabio Montale, ha sido algo más que liberador dar con esta nueva serie, por eso no quiero dejar de agradecer al blog http://detectivesdelibro.blogspot.com el haber guiado mis pasos hasta esta autora que ha conseguido frenar mi ritmo de lectura actual sólo para poder disfrutar un poco más de su novela.

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