domingo, 24 de abril de 2011

On, off

Hubo una época en la que todo el mundo veía "Urgencias", así que cuando una persona se atragantaba  siempre había un alguien que pedía un boligrafo para hacer una "traqueotomía" o solicitaba espacio para ejecutar la maniobra de Heimlich. 

Hoy, con series policiales en casi todos los canales, somos capaces de anticipar muchas de las situaciones que se van a dar... la falta de ética de algún periodista, la llamada de un gobernador para interesarse por los avances en la investigación relacionada con un famoso, el ansia de venganza de la familia de la víctima, el representante de la fiscalía que quiere un caso a "prueba de bombas" o, por supuesto, el experto entomólogo que es capaz de señalar el momento de la muerte gracias al ciclo larvario de la mosca X.

Ante la dificultad de dar con una fórmula totalmente novedosa, unos optan por convertir la trama en algo truculento, otros dotan a su protagonista de algún rasgo pintoresco y los hay que se centran en las tramas personales de los personajes, aún a riesgo de convertirlos en protagonistas de auténticos culebrones.

Colleen McCullough se ha distanciado de estas corrientes y ha buscado un planteamiento distinto. Los asesinatos de su novela no muestran una morbosidad desmedida, limitándose a reseñar, a grandes rasgos, las atrocidades que han sufrido las víctimas. Su personaje principal, Carmine Delmónico, desempeña su labor policial de una forma ordenada, sin faltar a nadie, en colaboración con sus compañeros y siempre a la espera de un indicio o una prueba que le puedan indicar la dirección en la que investigar. Su vida personal no es azarosa e incluso cuando el amor entra en su vida, lo hace por sorpresa y con calma, más fruto de la interacción que de la atracción desaforada.

"On, off" se centra en los costes que tienen las investigaciones policiales para quienes se ven envueltos en ellas, investigadores y sospechosos. No es frecuente que un escritor sea capaz de transmitir la frustración que experimentan sus personajes ante la falta de resultados. Como tampoco lo es el que se muestre sin pudor la rabia e impotencia que pueden llegar a experimentar durante las investigaciones en las que se ven envueltos. Estamos tan acostumbrados a los resultados inmediatos y a las genialidades de los personajes de televisión que olvidamos lo cruda que puede llegar a ser la realidad del día a día, algo que la escritora australiana logra  hacernos llegar con una facilidad pasmosa.

El estilo de McCullough no sólo se asemeja al de P.D. James en su sobriedad, sino que, al igual que la escritora británica, salpica la narración con retazos que nos permiten apreciar el peso que los acontecimientos  están teniendo en los personajes secundarios de la novela. Así podemos observar  no sólo como pesa el devenir de la investigación en los inspectores sino  también la forma en el que el grupo de trabajadores bajo sospecha pasa de ser una piña a ser un conjunto de personas enemistadas entre sí, que permiten que poco a poco vayan aflorando todos sus miedos, sospechas y rencillas hacia quienes han compartido su labor durante varios años.

Hasta los terceros que, indiferentes al dolor ajeno, utilizan a las víctimas para medrar a nivel social, tienen cabida en una novela que, aunque en ocasiones puede resultar algo lenta, resulta interesante.

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