lunes, 24 de septiembre de 2018

Instinto y pólvora


Soy más de leer para desconectar (por mucho que siempre se pueda aprender algo por el camino) que de leer tratados o disquisiciones sobre materias concretas.

Quizás por eso hasta hace apenas algo más de un mes no había tenido noticias de este libro y, de no ser por la injerencia externa de una amiga que me envió un enlace en el que hablaban de él j, creo que habría seguido viviendo en la inopia tan tranquilo.

Tras una temporada muy disperso, con demasiadas cosas encima y poco tiempo para dedicarle a cosas más baladís (o para dedicármelo a mí), al final los días se suceden y cosas que hasta ahora eran más o menos habituales van desapareciendo hasta que dejan de formar parte de la rutina cotidiana y de los recuerdos más próximos.

Son esas cosas que posiblemente no te realicen como persona (como leer sinopsis y comentarios de expertos sobre cine, teatro o libros, mirar recetas raras para ver si aprendes algo o tumbarte un par de horas a ver una película sólo por el mero hecho de poderte relajar y no hacer nada durante una tarde) pero que te permiten mantener el equilibrio en un día a día cada vez más estresante y desasosegante.

Entre los placeres de los que adolezco en los últimos días está la búsqueda de nuevas novelas o cotillear foros ajenos que aporten ideas con las que encontrar esa historia curiosa que añadir a la lista de lecturas pendientes.

En resumen, que me disperso: por mis propios medios no hubiese llegado a tener esta novela en mis manos. Como en algún otro blog y en algún artículo de prensa encontré referencias adicionales y lo que leí me llamó la atención, finalmente, me hice con la novela.

Lo primero para comenzar debería ser una corrección: novela es un término inexacto que no termina de encajar por completo con un texto que tiene algo de tratado (en este caso sobre la ciberdelincuencia, Internet y la situación social actual) y algo de biografía novelada.

A caballo entre esas dos partes claramente definidas, surge una lectura curiosa que hasta la mitad aproximadamente, ayuda a entender alguna de las cosas que suceden en la sociedad y que no dejan de tener presencia constante en los medios de comunicación, permitiendo redimensionar y acoplar lo que sabes, oyes, escuchas y crees para terminar de formarte una impresión real de lo que hay "ahí fuera", en ese basto universo llamado "Internet".

Sin llegar a tener una edad para considerarme obsoleto en materia informática, sí empiezo a estar en ese momento en el que soy consciente de la divergencia cada vez mayor entre lo que era una "herramienta" y lo que empieza a ser el lugar de evasión constante donde uno se pierde de forma constante, olvidando que el llamado "mundo digital" o el "virtual" es tan peligroso como el real.

Seguramente tenga la edad de sus padres y como  nunca he tenido una necesidad imperiosa de manejarme y conocer Facebook al detalle o cualquier otra red social, desconoceré el porqué de la necesidad de tanta gente por "estar ahí" pero he asistido a charlas sobre los riesgos de Internet y he visto la cara de pasmo que se les queda a alguno de sus tutores cuando descubren lo que "una burda herramienta de juegos" puede llegar a generar dado el mal uso que muchos hacen de las redes.

Hace unos años, "Los Compadres" hicieron un sketch sobre los peligros de "la nube". Algo digno de verse (Ver sketch,) y que trataba de servir como aviso para navegante.

Por mucho que carezca de la gracia de los humoristas andaluces, creo que los distintos relatos que utiliza Barrera para formar su relato explican sobradamente los "peligros" que rodean a nuestros hijos y a nosotros mismos (a fin de cuentas nuestros datos personales están en la red), la escritora trabaja en ese ámbito y nos ofrece una información más completa y amplia de la que normalmente recopilamos por nosotros solos.

Aunque sólo fuese por eso sería más que suficiente como para recomendar la lectura a todos aquellos que aún no sean conscientes de la forma en que ha cambiado nuestro mundo y el daño que puede llegar a causar en nuestro entorno un uso imprudente de los recursos de la red, sea a nosotros directamente o a aquellos que están a nuestro cargo.

No pretendo engañar, "Instinto y pólvora"  no es la más dinámica de las lecturas que han pasado por mis manos pero aporta un granito de arena que no deberíamos dejar pasar así como así.

La segunda parte, la novelada/autobiográfica, no está mal aunque deja bastante menos huella.

Por cuestiones laborales, por haber pasado por procesos similares y quizás por simpatía hacia alguien que ha luchado por lo que ha creído a pesar de los costes que esa lucha a corto/medio plazo pudiese suponerle, creo que lo mejor de la narración no reside en la explicación y defensa de la labor policial ni en su intento de humanizar una figura cada vez más en entredicho sino en la parte más humana, la suya, la de la persona inconformista que ante una vida que no siempre le ofrece lo que busca acaba por buscar siempre un camino en donde el éxito dependa fundamentalmente de su capacidad, esfuerzo y entrega.

Valoración: Está bien.

No creo que éste sea un libro para deleitarse ni que se aproxime a ser una lectura agradable que llame a la evasión y disfrute, siendo, como es, una "memoria" de los pasos laborales de una joven policía y lo que ha aprendido (y perdido) por el camino para llegar hasta donde está.

Hay un momento en que se hace larga (quizás hasta algo pesada) porque tiene un momento muy "me, mi, conmigo" (y no es la canción "ya no quiero ná" de Lola Índigo) que satura un poco si bien seguramente en las páginas finales se encuentra una de las mejores descripciones de lo que es ser opositor y el coste personal que impone a quienes se aventuran a intentar a entrar en la Administración (sin importar el tipo de puesto).

En otro orden:

Poco que contar. Un mes muy liado, con "Hunger" de Florence+The Machine, "Natural" de Imagine Dragons y "Happier" de Bastille sonando cuando lo cotidiano deja margen a lo extraordinario.

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