viernes, 27 de julio de 2018

Defensa cerrada - Kostas Jaritos, vol. 2


Leer a Márkaris se está convirtiendo en algo así como convertirse en la madrastra de Blancanieves justo cuando se está contemplando en el espejo. Una cura de humildad.

Normalmente cuando uno habla de una novela "entrada en años", valora su vigencia, si sigue al pie del cañón o no porque, como pasa en numerosas ocasiones, ha envejecido mal y poco a poco se está quedando obsoleta.

"Defensa cerrada" no envejece mal, es más, por sus características puede ser una de las novelas que mejor envejezca de la historia. 

Como novela negra no se agarra al thriller como elemento de reclamo, por lo que ni la fórmula resulta manida ni los tiempos la convierten en una lectura manida y desprovista de interés pero es que, además, en sus páginas no aparecen ni carros tirados por caballos, ni coches voladores ni móviles ni se recurre a internet (y nada de eso se hecha de menos), lo que la convierte en una novela dispuesta a aguantar perfectamente el tipo por mucho que un día la lea alguien de la generación 8.0.

Hay contaminación, tráfico, agobios, relaciones personales (que quizás sea lo único llamado a convertirla en algo viejuno en una época en que todo el mundo parece utilizar medios electrónicos para "comunicarse" con otros) y situaciones familiares y eso, mientras no se demuestre lo contrario, es universal y casi casi atemporal.

También hay corrupción  y una sociedad en crisis (la griega) lo que bien podría poner en jaque mi argumento sobre la obsolescencia futura de la novela pero, honestamente, llevo más de 15 años leyendo sobre la sociedad mediterránea en novelas negras de corte social (donde se hace una descripción real de nuestra mentalidad) y, a día de hoy, me cuesta demasiado pensar que algo de lo que nos define como una sociedad marchita y carente de un sentido de "sociedad o de conjunto" que nos enraíce y nos convierta en criaturas responsables con el entorno en el que vivimos, vaya a cambiar.

Quizás de ahí viene mi imagen del espejo con el que comenzaba el post. 

Si de algo me ha servido leer "Defensa cerrada" por segunda vez (casi una década más tarde), ha sido para ver cómo el que sí envejece soy yo, que he pasado de considerarla una obra protagonizada por un personaje ligeramente machista, algo revenido, con un punto nostálgico hacia el antiguo régimen y un democrata incrédulo a ver en él una de las mejores miradas críticas a esa idea tan mediterránea de democracia que tenemos, donde vivimos en un estado a medio camino entre todo y nada, donde las instituciones proyectan una sombra lo suficientemente grande como para ocultar delante de nuestra mirada un conjunto de personas (llamadas políticos, dirigentes, empresarios, etc...) que crecen y florecen chupando del esfuerzo colectivo de todos, amparados en un control de los medios y una información totalmente instrumentalizada.

Creo que en estos 10 años la novela no ha cambiado, pero mi forma de mirar a la sociedad sí. 

En algún momento de mi interacción con las instituciones y de vivir condicionado a las decisiones políticas de unos, otros y los de más allá, el joven universitario idealista que consideraba el estado social y democrático de derecho creado por la Constitución del 78 como uno de los mayores avances de la historia, ha dado paso a un cuarentón resabiado que se plantea cómo fue posible que una sociedad entera se dejase engañar por quienes una vez servido el primer plato, decidieron dejar de comer para no tener que pagar la cuenta al final.

Se habla de un texto que fue "café con leche" para todos, como si hubiese sido el fin de algo y todo un progreso, cuando debió haber sido "el tinto de verano" del arranque de los aperitivos. Quizás así la sociedad demandaría que el cambio que "debió empezar" en 1978 prosiguiese y no se haya quedado en un campo cultivado aprovechando un barbecho de 40 años que amparó a quienes salieron airosos del periodo anterior y que ahora cobija a gente que sin arte ni parte vive rapiñando de un fondo común que "como no tiene dueño" parece que no nos incumbe a ninguno.

Creo que Márkaris expone en su novela, desde otra evolución pero con una cultura muy semejante, los problemas reales de la ciudadania mediterránea.

Nuestra mediocridad es tal que sostenemos una sociedad donde aceptar  "prebendas" es lo normal y a quién no lo hace y además lo denuncia, se le condena al ostracismo. 

Hay un pasaje en la novela, una conversación entre Uzunidis y la familia Jaritos, que representa la decadencia de la sociedad mediterránea y que seguramente resulte una de las críticas más duras (a pesar de la sencillez de su argumentación) que se pueda leer en una novela. 

Quizás Andrea Camilleri haya expuesto como nadie las carencias de la política italiana, manchada fundamentalmente por la Mafia y cuanto le rodea, pero ha sido el autor turco quién ha mostrado a través de sus personajes los errores de base como individuos que permiten que la corrupción y el mal uso de los medios sea una constante en la mayoría de los países mediterráneos sin que importe la juventud de las caras que representen las ideas políticas o el color del paraguas que cada uno de ellos utilice como seña de cambio.

En ese sentido, la contribución de las novelas de este singular autor a mi pensamiento tienen un valor innegable y hacen que su relectura no sea un esfuerzo sino un placer... por muy mayor que me hagan sentir en ocasiones y por mucho que saquen mi vena más excéptica tras su lectura.

Valoración: me ha gustado mucho. Como novela social, como microscopio para estudiar la sociedad. Como novela negra es... suave.

Otras cosas: Vivo con algo de decepción tras ver "Tomb Raider" no por Vikander sino por cierto alucine en el final que desdibuja un pco una historia más o menos creíble y con música sonando en la cabeza: "Keeping you head up" de Birdie, "Quarter past midnight" de Bastille (de quién también escucho "Good grief" y "Glory", en ambos casos encantado de la vida) y lo nuevo de Imagine Dragons "Natural" y mi placer culpable, "La puerta violeta" de Rozalen, que no dejo de escuchar.

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