martes, 28 de marzo de 2017

La primavera del comisario Ricciardi - Ricciardi, vol. 2

Leer es una evasión que no siempre consigue dejar fuera lo que nos afecta, hasta el punto de que, por suerte o por desgracia, acaba siendo incorporado a la lectura. Sin quererlo, las reflexiones personales, los sentimientos, tu vida acaba formando parte de la narración porque acabar por establecer paralelismos que pueden (o no) ser reales pero con los que convives durante toda la lectura. Es extraño, por momentos muy agradable y, en ocasiones, una pesada carga.

La serie protagonizada por Luigi Alfredo Ricciardi tiene el poder de evocar, de acercarnos a personajes con sentimientos y emociones que nos llegan de forma directa, sin filtros, como lectores, haciéndo que les entendamos, comprendemos y, en ocasiones, hasta compartamos sus decisiones y motivaciones.

Es raro aprender cosas sobre uno mismo cuando estás leyendo un libro pero cuando eso pasa no se me ocurre otra forma de expresarlo que con una sola palabra,  magia. A mí me pasa con estos libros que quizás no sean lo más como "novela negra" porque no lo son al uso,  pero sí como viaje interior si tienes suerte y se produce la confluencia de ciertas situaciones y emociones confluyen en texto y persona..

La intimidad de Ricciardi, sus dudas, sus miedos, su infelicidad son contagiables y asimilables por cualquier lector. Es una persona solitaria que encuentra en contadas ocasiones su remanso de paz y, por tanto, lo atesora como si fuese oro, hasta que un día el miedo se apodera de él y acaba por nublar parte de su percepción, descontrolándole y mostrando una persona emocional, frágil, vulnerable... asible, con la que aún resulta más fácil empatizar.

Llega la Primavera al Nápoles del 31, la sangre se acelera, los sentimientos afloran y varios personajes actúan de forma inesperada para paliar/corregir su infelicidad y su vida, en una obra muchísimo más coral y plural que la precedente. 

En esta sigue primando Ricciardi y su investigación, pero pasan muchas otras cosas, en una narración en la que Enrica y Maione (sobre todo Maione) cobran un peso específico propio, con dudas matrimoniales, crisis personal y la necesidad, tras tres años, de cerrar la herida causada por la muerte de su hijo y empezar a pasar página, incluso con el riesgo de asumir la  pérdida de su mujer en el proceso.

A muchos niveles podría considerarse una obra costumbrista, que nos narra un momento en la vida de varios habitantes de la ciudad (distintos barrios, distintas condiciones, distintas clases, distintos momentos personales) todos con un nexo común (una echadora de cartas que además es prestamista) y la situación en la que se encuentran todos ellos por el vínculo que han establecido con (o gracias a) ella.

Es un entramado complejo, en el que cuesta meterse porque di Giovanni escribe la trama de menos a más, poniendo frente a nosotros varios personajes sin nombre, con situaciones intuidas pero no nombradas, que van ganando en nitidez y definición conforme avanza la narración y la trama. 

Poco a poco los retazos atisbados en diálogos de una o dos páginas se van convirtiendo en personajes de carne y hueso, con sentimientos, circunstancias personales que no dejan a nadie indiferente y decisiones y modos de actuar que resulta muy complicado que puedan ser posteriormente juzgados por el lector.

Es una obra con una investigación criminal, una investigación personal y un crimen cuya gestación y realización se muestra ante nuestros ojos pero que la sociedad en la que sucede no llega a conocer nunca. Cada una de esas historias se desarrolla en la novela, en donde el foco principal está en la investigación policial (que tampoco resulta sencilla), que quizás no es lo más llamativo de todo el conjunto pero que depara alguna sorpresa final que ayuda para mostrar la dura realidad en que se desenvuelven millones y millones de personas en el mundo.

Es una novela plagada de historias, de personajes y de momentos que poseen, todos ellos, la virtud de la atemporalidad. Todo y todos tendrían cabida en narraciones en distintos periodos y épocas y, muy probablemente, en distintas localizaciones geográficas.

Su carácter intimista es atípico en el género. 

Etiquetar como novela negra es... algo un tanto subjetivo, incluso para mí que soy devoto de esa mutación con vertiente social (denuncia social de realidades en distintos países) que representan autores como Carofiglio, Lorenzo Silva, Donna Leon, Camilleri, Markaris. 

Maurizio di Giovanni es un autor que escribe bien, ligero y próximo, aportando siempre un lado humano plural que define estratos y personas con características definidas y distintas, sin caer en estereotipos y mostrando con solvencia cómo cada persona tiene problemas y situaciones que le superan y desbordan, que la felicidad no siempre está en el dinero y que la soledad es un estado personal y no un problema que se solvente por el mero hecho de estar rodeado de gente.

Creo que su lectura (y su gusto) tiene mucho más de "cuestión de piel" que de criterios estéticos y formales. 

Sus tramas no son complejas, no hay giros imposibles, no hay acción, apenas hay movimiento, pero hay mucho trabajo interior, mucha motivación y estudio del ser humano y eso, para variar, a mí me gusta y me llena, quizás porque su narración me traslada, me hace sentir, entender, empatizar y consigue enternecerme y horrorizarme en igual medida, porque la vida es muchas cosas y todas y cada unas tienen su momento en la narración.

Valoración: Me ha gustado mucho.


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