viernes, 30 de septiembre de 2016

El asesino de la regañá - Serva la Bari, 1



No esperaba encontrarme con una novela como esta cuando comencé a leerla, es más, ésta no era la novela que pensaba que iba a leer el día anterior cuando me fui a la cama.

Por eso a primera hora empecé con "Lunes Amargo" de Nicci French, con la mala suerte de que no estaba de ánimo y en ese primer arranque no despertó mi curiosidad. La dejé a un lado y me lancé a por algo distinto, una novela que a lo mejor no tiene tan buenas críticas pero que sí que han destacado en general por el peculiar enfoque al género que está dándo Julio Muñoz Gijón a sus obras.

Cuando lees la sinopsis esperas quizás una parodia, algo surrealista, desprovisto de mayor trasfondo, que va en busca de una carcajada fácil y rápida. Una opción con la que me he llevado varios chascos en los últimos años.

Una vez leída debo decir que no me parece una novela hilarante (me arrancó un par de sonrisas) pero si interesante, incluso llamativa dentro de lo que uno puede encontrar actualmente en las librerías, una de esas que sin ser un novelón (ni pretenderlo) aporta y suma, dejando al final un rastro indeleble bastante fácil de recordar.

"El asesino de la regañá" es una creación que se disfruta más a posteriori que durante la narración, que disfrutas más compartiendola con otras personas cuando la comentas que lo que te resulta cuando la lees. Supongo que influye la forma en que está narrada (prácticamente todo es diálogo), con exiguas descripciones, que se limitan a situar la acción en distintos sitios de Sevilla, mientras todo acontece en las conversaciones.

Es corta, bastante corta, la verdad. 

Se lee con mucho ritmo, hasta el punto de que creo que su lectura estuvo más próxima a las dos horas que a las tres, siendo precisamente esa agilidad la que hace que no te despegues de la novela para no obviar nada de lo que pasa.

No es sangrienta, no tiene acción (realmente eso es un eufemismo ya que prácticamente no tiene  movimiento) pero es cualquier cosa menos algo que hayas leído antes.

Me recuerda (más por la sensación que por la narración o la forma en que está contada) a alguna de las novelas de Andrea Camilleri, más a las independientes de denuncia social que a las de Montalbano (que tienen algo más de introspección). Comparte con ellas el ritmo, los diálogos, el peso que tiene la ciudad y las costumbres en la trama por encima de todo y esa sensación cuando terminas de que ha durado un suspiro y no puedes pensar en qué falta pero no te quitas de encima la sensación de que se ha quedado corta.

Carece de la velada crítica social que acompaña las novelas del autor italiano pero sí que describe perfectamente la idiosincracia propia de la ciudad en la que transcurre todo, Sevilla, lo que mueve a sus ciudadanos y a los señoritos,  las luchas internas que hay entre ellos, esa extraña confrontación entre "rancios" y "modernitos", entre la Semana Santa, la Feria de Sevilla y el Rocío frente a las nuevas construcciones, la nueva cocina y la propuesta del cambio.

Esa disputa, esa propuesta de cambio y el rechazo social al mismo, son los protagonistas de toda la novela. Eso y el señorío de la ciudad. Se narra con mucho arte, con un sinfín de edificios, monumentos, lugares representativos de la tradición local y miembros de la farándula asentados en la región que sirven para mostrar que "Sevilla tiene un color especial" y que las cosas se viven de forma distinta allí que en el resto de España.

Villanueva y Jiménez sirven de meros vehículos para transportarnos por los distintos lugares de la ciudad, para mostrar las diferencias entre lo "que es" y lo que los habitantes de la ciudad "no quieren que sea", de darnos a conocer algunas de sus delicatessen, de los lugares con tronío y de la forma de sentir la ciudad que tanto caracteriza a los sevillanos. Personajes más bien esquemáticos, que no caen en clichés porque realmente no son tridimensionales, hasta el punto de que es muy probable que uno se acuerde de Sevilla y de algunas de las cosas que se narran en al novela sin llegar a tener el más mínimo recuerdo de esa peculiar pareja, el especialista de Madrid y el sevillano de pro que está el último en el escalafón policial.

Valoración: Me ha gustado.

Extenderse en atentar contra el espíritu de una novela, alegre, rápida, curiosa e instructiva. 

Me ha permitido acercarme a Sevilla desde otra perspectiva, conocer a sus gentes y la forma en que entienden cuanto les rodea, como viven y, sobre todo, como sienten, que creen y qué defienden y he pasado un rato muy agradable buscando las distintas localizaciones y despertando mi curiosidad hacia una ciudad que contaba con visitar pero que seguramente ahora lo haga con otra mirada y mucho antes.

Siendo honesto es una novela que por ser patria posiblemente valore menos que si hubiese sido escrita de forma similar narrando y describiendo una ciudad extranjera. Soy capaz de hablar de la Venecia de Brunetti, del Hamburgo de Jan Fabel o "los Ángeles" de Harry Bosch, la pregunta es, ¿habrá conseguido Julio Muñoz que hable de la Sevilla de Jiménez? sinceramente, creo que sí y que cuando la visite no me acercaré sólo a la Giralda o a ver las cuatro cosas que en cualquier otra guía pueda encontrar. 

Gracias a él sitúo la playa de Matalascañas y el pueblo de "El Rocío", para empezar y aunque no soy una persona especialmente beata y odio las aglomeraciones, que duda cabe de que Sevilla en Semana Santa debe ser algo muy especial. Y los Morancos, serán más especiales ahora que hemos coincidido en un libro, la verdad.

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