sábado, 20 de febrero de 2016

El aroma del crimen - Serie de Vicente Parra, vol. 1


Al terminar la lectura de esta primera entrega del ertzaintza Vicente Parra me quedé con una gran inquietud culinaria, mucho apetito y la sensación de que la novela era más bien floja, aunque tenía un regusto agradable a pesar de ser  una lectura menor.

Cotillee a su autor y encontré un artículo de un periódico en donde aclaraba que es cocinero, en concreto dirige el Departamento de Innovación culinaria del restaurante Arzak, lo que resolvió muchas de mis dudas sobre el autor y su obra.

Hasta ese momento dudaba de si era un literato que había realizado un master en alta cocina y se limitaba a repetir como un papagayo lo que había aprendido (lo que me extrañaba por la forma en que hablaba del tema, llena de cariño y cercanía) o si se trataba de alguien que amaba la gastronomía y la experimentación culinaria y lo había querido incluir en su libro.

Ahora sé que la segunda aproximación era la más realista, que es un amante de su trabajo y que por eso lo ha incluido como parte fundamental de su novela. Es en esos fragmentos donde uno encuentra a un escritor apasionado, con una capacidad muy interesante para transmitir a su lector la experiencia gastronómica que están viviendo los personajes y de hacerles partícipe del enorme placer en que se puede convertir una buena comida.

El problema es que ese parece haber sido su leitmotiv, no su fin último sino el único y,  en comparación con esos fragmentos, el resto es demasiado pobre, muy lineal y poco interesante. Hasta cierto punto su trama es bastante burda.

Trataré de explicarme mejor lo haré hablando de su estilo y de su contenido.

Gutiérrez narra la historia (porque no hay mucha investigación en su novela) desde el punto de vista de distintos personajes que tienen (o guardan) relación con las dos investigaciones en curso que está siguiendo el personaje protagonista.

Lo hace con una idea de partida muy próxima al de algunos autores británicos a las que leí en algún momento anterior pero que no llegaron nunca a captarme del todo, P.D. James (ver post sobre "Muerte de un forense")y Colleen McCullough (Ver post sobre "On, off").

No sé si quien lea esto habrá leído algo de estar autoras, si no es así digamos que sus novelas se construyen entorno a los puntos de vista de múltiples personajes y la forma en que todos ellos viven un determinado suceso (en el caso de las dos autoras, investigaciones criminales). 

Son, quizá por eso, novelas densas donde constantemente se cambia de perspectiva y hay que resituarse, conocer los cómos y por qués de cada personaje, ir atisbando sus secretos y avanzar en la narración de la investigación a través de sus ojos.

Las dos autoras son creadoras de obras largas, extensas y detallistas, donde los diálogos no siempre son predominantes (y sí la introspección) y el peso específico de los detectives o investigadores no siempre es capital. 

El tiempo suele ser, a su vez, protagonista. Su discurrir va alterando la percepción de las cosas, incorpora una presión adicional en los personajes, en la investigación, en las fuerzas del orden.... algo que compartes, por ejemplo, con las novelas protagonizadas por Martin Beck (el personaje creado por Sjöwall y Wahlöö - Ver post de "El policía que ríe").

En resumen, obras  espesas pero trabajadas,donde no siempre hay subidón de adrenalina pero sí un punto elevado de tensión que permite al lector mantener el interés mientras se va desenmarañando la trama que subyace y se termina de formar la imagen de un lugar y de quienes lo pueblan durante un periodo determinado.

La narración de Xabier Gutiérrez adolece de esa paciencia o del cariño necesario por su obra. Por eso sus personajes son unidimensionales, lineales, poco definidos y carentes de cualquier rasgo propiamente humano. 

Los cambios de puntos de vista son fríos y desubican al lector, apenas se ve el marco de la investigación y, salvo los momentos culinarios o los temas relacionados con el mundo de la restauración, adolece de empaque y de rock & roll (si se me permite aprovechar la coyuntura para citar a "Master Chef").

La investigación policial brilla por su ausencia, hasta el punto de que una de los dos sucesos delictivos transcurre en paralelo, sin relación con el resto de la obra y sin ver la intervención del sargento en ningún momento en la misma, meras referencias indirectas, frías y desprovistas de interés. Y la primera muerte, la que da comienzo a la narración (y que también recuerda a una obra de Sjöwall y Wahlöö, "Rosseana").

La otra investigación está algo más trabajada, un algo diminuto, dejando al lector con la sensación de que está ante una obra costumbrista, centrada en el ambiente gastronómico y en la ciudad de San Sebastián, que en el género negro. 

Por desgracia ni siquiera la ciudad tiene el protagonismo que se merece. Nada hay de su ambiente, del Kursaal, la playa de la concha, sus paseos y calles, sus tapas y bares.

Demasiados peros, vacíos y carencias para el lector, al menos para mí, que me vi desprovisto de lo que buscaba (una nueva novela negra).

Valoración: está bien.  Hay muchas novelas mejores, tanto costumbristas como novelas negras de corte social. 

Comida: No es habitual este apartado, pero me parece justo hacerlo cuando es lo único con lo que me quedo de la novela. Me quedo con un gazpacho de verduras asadas que ha sido incorporado a mi comida habitual y un antojo incorregible de helado de mango con pasas al ron y crujiente de galleta de mantequilla.


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