domingo, 11 de mayo de 2014

Luto de Miel - Sharko, libro 2

Si hablo de novela negra, lo que es "novela negra".. negra, la real, hay, de los que conozco, cuatro autores que destacaría: Jo Nesbo, Dennis Lehane, John Connolly y Franck Thilliez.

Todos ellos autores que mueven cosas, que muestran el lado más oscuro del ser humano, la parte que nadie quiere ver de nuestra sociedad, no tanto los monstruos que han nacido como tal sino los que se han acabado produciendo por la interacción de la sociedad y el constante desgaste de la sociedad, la educación, el ambiente familiar, los prejuicios, el racismo...

No son iguales entre sí. Ninguno de los cuatro es calco de los demás. Y eso se agradece. Es más por estilo (y en el caso de Connolly incluso por parte de su temática) no son autores similares. Pero todos tienen algo en común. Crean ambientes y situaciones inquietantes, no tanto de tensión puntual, de miedo a una situación como de desazón ante lo que está sucediendo, hacia el proceso interno al que se está viendo sometido el protagonista por la situación que está viviendo. Un cambio que no realizan solos pues siempre están acompañados por el lector (al menos por mí cuando les leo), porque ante las situaciones que experimentan y las dudas que se plantean soy yo mismo quien se ve obligado a replantearse ciertas convicciones que daba por sentadas, a replantearme mis ideas sobre ciertos temas... a aceptar que una parte de mí es más oscura de lo que me gustaría y que a veces, muy a mi pesar, comparto las desviaciones de conducta de Sharko, Hole, Parker o Kenzie.

No sé explicarlo mucho mejor pero de alguna forma leer a cualquiera de estos autores supone aceptar que voy a comenzar un viaje introspectivo cuyo final no puedo llegar a anticipar ni tampoco evitar (porque una vez comenzada su lectura resulta complicado dejar la novela).

De todos ellos me gusta que no ocultan que la vida apesta. Que tendrá cosas bonitas, que hay que tener esperanza pero que esto no es un juego o una película romántica al uso. Que tener esperanza no es garantía de nada. Que, a veces, cuando las cosas van mal no tienen por qué mejorar, que la "vida" no es un cálculo estadístico donde está establecido que al final la balanza se equilibra. A veces, para algunas personas (muchas más de las que creemos) no es así.

Quizás por eso la lectura de todos ellos resulta una experiencia única. Plena y satisfactoria a muchos niveles, pero tambíén devastadora. 

Es difícil terminar una de sus novelas y no pensar en lo que hay a tu alrededor. En lo que sucede a nuestro alrededor y lo poco que conocemos. En lo miserable que puede llegar a ser la vida para mucha gente, más castigo que esperanza y en que, a fin de cuentas, uno debe vivir cada día con atención porque nunca se sabe cuándo y cómo te puede golpear la desgracia.

Ninguno de sus protagonistas (Franck Sharko, Patrick Kenzie, Harry Hole o Charlie Parker) son personajes optimistas. Tampoco son especialmente graciosos (salvedad hecha, de forma puntual a Patrick Kenzie). Sus vidas no son plenas. Son más supervivientes que vividores. Moviéndose siempre en tonos muy grises, más próximos al negro que al blanco.

Desamparados ante los vaivenes de la vida y de sus investigaciones, afectados por lo que ven, por la realidad que aparece ante sus ojos y por los golpes que les va asestando la vida en cuanto se descuidan.

De entre todos el más desangelado es Sharko. Quizás porque en esta novela sigue solo (Kenzie tiene a Gennaro, Parker a Ángel y a Louis, Hole tiene pareja y compañera de aventuras...) Quizás porque sus novelas nunca terminan con un poso optimista, con un rayo de esperanza o quizá, simplemente, porque sus desdichas las conocemos desde el principio. 

En España la serie de Harry Hole se empezó a publicar a partir del volumen 3, por lo que es un personaje cogido "sobre la marcha". Patrick Kenzie cuenta siempre con ese soplo de esperanza que le da tener a Gennaro cerca y Parker cuenta con la posibilidad de rehacer su vida. Quizás por eso Thilliez es mi favorito.

Por eso y porque cuando leí "El ángel rojo" no había nadie que hablase de su autor. Totalmente desconocido. Y pasaron los años y no había forma de encontrar ninguna de sus novelas publicadas en español. Así que cuando finalmente pasó me aferré a ellas como un hombre en el desierto que encuentra un oasis. Y aún hoy, varios años más tarde, sigue siendo así.

Con temáticas totalmente distintas, Thilliez siempre consigue sorprender al lector. Hay elementos comunes, como la violencia y las "creaciones de la sociedad actual", esos "monstruos" que no lo eran hasta que lo que han visto, sufrido, padecido o encontrado en su camino les ha cambiado y "torcido". 

Todas sus novelas (yo llevo tres leídas, por desgracia en desorden por los problemas de publicación) dan que pensar y hacen que revisemos nuestras creencias, ideologías y pensamientos más intimos. 

Con un lenguaje ligero, sencillo para nada grandilocuente. Con las descripciones justas y tampoco con mucho diálogo y sí mucha reflexión personal del protagonista. Con sorpresas que no son giros sino explicaciones a situaciones que se planteaban y a la que el lector no daba mayor trascendencia (la misma que les da su protagonista hasta que se da cuenta de que eso no está pasando en la forma en que cree que lo hace).

Para mí es una de las mejores series que hay ahora mismo de novela negra. Y también una de las que más desgasta porque, como he dicho antes, es muy difícil pasar por sus páginas y no replantearse muchas cosas. Imposible terminar y no dudar de si eso puede pasar aún en día en las calles de nuestras ciudades o países.

Yo la recomiendo como lectura de forma encarecida. Siguiendo el orden y avanzando con Sharko a través de sus desgracias, eso sí, con pausa. Después de su lectura, al menos yo, necesito una lectura ligera, ligera que me permita reencontrarme con el día a día y olvidar lo vivido.

Luto de miel es una novela inquietante. Notable.

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