jueves, 22 de agosto de 2013

Memento mori




Este verano, con motivo de mi cumpleaños, dos personas muy próximas a mí han dado un salto de fe y me han regalado un libro.

Sonará a cachondeo pero la realidad es que no son muchos quienes lo intentan, no sé si paralizados por mis gustos singulares o por mi ritmo de lectura. Lo que tengo claro es que este año ha sido una excepción y lo he agradecido.

La primera, que no soy capaz de describir sin ruborizarme, acababa de conocerme he hizo gala de muchos arrestos lanzándose al ruedo con la única pista que sabía segura, me gusta la novela negra. Así que tiró los dados y se puso en manos de un librero que le recomendó “El guardián invisible”, obra que ahora ocupa un lugar singular dentro de mi estantería a la espera de que sus futuras hermanas la acompañen.

La segunda, que me conoce desde hace más tiempo siguió un proceso distinto y más arriesgado que, sin embargo, le llevó a un punto bastante similar. Buscó una novela negra pero como sabe que no soy muy dado a los autores españoles (y eso que este año llevo varios) buscó entre ellos uno que pusiesen bien pero que llevase publicado el tiempo suficiente como para que, de haberlo leído, hubiese aparecido en el blog.

Un proceso trabajoso que finalizó con “Memento mori”, la primera novela de César Pérez Gilleda, en mis manos. Obra cuya existencia desconocía y que me ha sorprendido mucho.

No es una novela negra “made in spain” si se me concede permiso para utilizar esta denominación. No es novela social (por mucho que describa parte de Valladolid y algunos locales de la zona), no es costumbrista y tiene algo que a mí sí me gusta mucho y que casi ninguna novela tiene, y es música en sus páginas. 

No soy muy de Bunburi y reconozco que desconozco quienes son "Love of Lesbian" pero “Rammstein”, “Placebo” y, sobre todo, “Depeche Mode” son grupos que me gustan y ver como sus letras servían de acompañamiento a la obra de Augusto Ledesma me ha gustado. Imagino que los puristas dirán que basta con poner el título de la canción y que otros dirán que se podía haber traducido la letra de las canciones al español pero entonces, ¿qué labor nos queda a nosotros?

Me ha gustado mucho el personaje de Rodrigo Sancho, el inspector encargado del caso. Me parece un tipo normal, con sus cosas (como todos), pero lejos del estereotipo actual de tipo atormentado por el pasado que… es más un tipo cualquiera, de los que si te cruzas por la calle  no le dedicas ni una mirada. Una persona que un día se encuentra con un caso complicado y escabroso y se ve obligado a enfrentarse a él como mejor pueda.

Hay conversaciones entre él y el experto criminalista Armando Lopategui que me han parecido entretenidas y graciosas, aunque éste es uno de esos personajes que no termino de tener claro cuan bien terminado está. Alguna de sus demostraciones de conocimiento están muy bien pero quizás rompen un poco ritmo de la novela y, sobre todo al principio, sacan al lector de todo el ambiente que se está construyendo.

Orestes, el asesino, es un tipo curioso, con el que no es fácil identificarse pero que sí consigue crear una mezcla de fascinación y tensión interesante, aunque es probable que sea mucho menos carismático de lo que inicialmente su creador tenía pensado.

La mitología y la literatura tienen su pequeña cabida en la novela, y algunas de las explicaciones sobre piratería informática y asesinos en serie están muy bien, la verdad, aunque quizás la forma que lo reviste todo resulte un tanto pretenciosa. Con todo y con eso  a mí  me ha gustado quizá influenciado por el manejo del refranero español del que hace gala el inspector Sancho. Ahí sí que me lo he pasado bien.

El estilo es por momentos algo recargado, no tanto por el lenguaje utilizado como por la exhibición de conocimientos de la que en algunos momentos hacen ganas los personajes. Uno acaba un poco saturado de expresiones latinas y explicaciones a pie de página, al menos hasta la mitad de la novela, momento en que esta ya anda sóla y va sobre ruedas. 

Le falla el final, ese coitus interruptus que para mí ha supuesto descubrir que la novela forma parte de una trilogía y que, como se ha puesto de moda últimamente, no tiene un final “final”. Creo que de haberlo tenido mi valoración habría sido más alta, posiblemente un 8 pero tal y como queda lo mas justo me parecía rebajarla a un 7. Al menos así era hasta que empecé "La silla vacía" de Jefferey Deaver y pude poner las cosas en perspectiva. Un 7,5 posiblemente sea lo más justo aunque me reservo el derecho a revisión para el supuesto hipotético de que las dos novelas siguientes cumplan con las expectativas creadas.

Y me gustaría terminar con dos cosas totalmente distintas. 

Por un lado un anuncio por palabras dirigido a las editoriales. No lo voy a colgar ni en “Segunda mano” ni en otras muchas páginas de búsqueda que hay hoy en día en la red pero espero que sirva un poco como canto-protesta.

“Joven lector (no tan joven como querría pero joven a fin de cuentas) busca novela negra entretenida, con tensión y ritmo alto. La intriga y los personajes bien construidos suman. No importa si es de temática social o si es policíaca, tampoco se exige duración determinada, únicamente, y es requisito indispensable, que sea autoconclusiva. Dípticos y sucesivas “logías” (trilogías, tetralogías, pentalogías, etc…) abstenerse por problemas de intolerancia temporal. Gracias. “

Para terminar dos agradecimientos que creo que son de recivo:

En primer lugar a Natalia. Por este libro y porque todos los años se arriesga y me intenta sorprender. Y sí, te tengo que devolver a Murakami, dame unos meses y hasta lo haré habiéndolo leído.

En segundo lugar para Juana Francisca, que no nació en Jersey y no tiene origen italiano pero que seguro que leyendo esto se ríe. Al grano que no voy a monologar más de lo necesario que bastante me sufres en persona. Gracias por arriesgarte, por querer compartir ese día y muchos otros… y por todo lo demás. Espero que dentro de un año pueda colgar otro post gracias a tu valentía y así agradecerte 365 días inolvidables.

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